Vino

Traducción de varias palabras hebreas y griegas usadas para denotar las distintas clases y proceso de elaboración de bebidas embriagantes resultantes de la vid. Cuando el vino es aún mosto se le llama tirosh; jémer es un genérico de vino, cuyo específico es yayín, y mesekh servía para nombrar una mezcla de vinos y de productos aromáticos.
1. Etimología y variedades de vino.
2. Elaboración y uso.
3. El vino nuevo del Evangelio.
I. ETIMOLOGÍA Y VARIEDADES DE VINO
1. Heb. 3196 yayín, יַיִן, «vino», designa el zumo de la uva después de su fermentación; esta palabra tiene cognados en acadio, ugarítico, arameo, árabe y etíope. Se encuentra unas 141 veces en el AT. Es la palabra común para la uva fermentada, y corresponde al gr. oînos, οἶνος, y al latín vinum.
Aparece por primera vez Gn. 9:21, con el significado de «jugo fermentado de la uva», en relación con la viña y la embriaguez de Noé. No hay razón alguna para atribuir a este término, en el resto de los textos, un sentido distinto. El término gr. oînos tiene el mismo sentido que yayín. Sin embargo, si lo acompaña el adjetivo «nuevo», la expresión significa entonces mosto, fermentado o no. Hay exegetas que pretenden que esta expresión debería ser sinónima de bebida no fermentada. Se apoyan en el hecho de que en épocas tardías los judíos bebían yayín durante la Pascua, siendo que estaba absolutamente prohibido consumir levadura durante los siete días de esta solemnidad. Pero este es un argumento vano, porque los fermentos del vino no eran considerados levaduras. La Mishnah afirma que se bebía vino durante la Pascua (Pesajim 10). En cambio, durante esta misma fiesta estaba prohibido poner harina en el haroseth, una salsa compuesta de especias y de frutos mezclados con vino o vinagre. La prohibición provenía, sin duda alguna, de la asimilación de la fermentación de esta mezcla a la acción de la levadura en la masa (Mishnah, Pesajim 2).
El vino —yayín— desata la lengua (Prov. 20:1; Is. 28:7), da ánimo al amargado (Prov. 31:6; Is. 5:11; Zac. 9:15; 10:7), nubla la razón (Os. 4:11), puede pervertir el juicio bebido en exceso (Prov. 31:5; Is. 28:7), expone a la afrenta (Hab. 2:15, 16), intoxica, enferma (Os. 7:5).
Los hebreos lo bebían en las fiestas (Dt. 14:24–26). El yayín era parte esencial de las > libaciones u ofrendas derramadas a Yahvé (Lv. 23:13; Nm. 15:5). Bebido con moderación, «alegra el corazón del hombre» (Sal. 104:15); en un atrevido antropomorfismo se dice que «que alegra a Dios y a los hombres» (Jue. 9:13). El «vino real», yen malkhuth, יִיִן מַלְכוּת, lit. «vino del reino», servido en vasos de oro por Asuero, prob. hace referencia a un vino de calidad superior, de uso entre los monarcas persas.
2. Heb. tirosh, תִּירוֹשׁ = vino reciente, que no está del todo fermentado. Aparece 38 veces, en ocasiones distinto de yayín y a veces identificado con él (Gn. 27:28–38; Nm. 18:12; Dt. 7:13; 11:14; 12:17; 14:23; 18:4; 28:5; 33:28; Jue. 9:13; 2 R. 18:32; 2 Cro. 31:5; 32:28; Neh. 5:11; 10:37; Sal. 4:7; Is. 26:17; 62:8; Jer. 31:12; Os. 2:8, 9, 22; 7:14; Joel 2:19, 24); se traduce «vino nuevo» en Neh. 10:39; 13:5, 12; Prov. 3:10; Is. 24:7; 65:8; Os. 4:11; 9:2; Joel 1:10; Hag. 1:11; Miq. 6:15; Zac. 9:17; corresponde al «vino dulce», gleûkos, γλεῦκος, de los griegos, traducido «vino nuevo» en Hch. 2:13. La Sept. lo traduce con tres palabras distintas: oînos, οἶνος, ox, ὤξ, méthysma, μέθυσμα, a veces en relación con yayín y otras con aceite.
Sobre sus efectos embriagadores, parece claro en la única referencia a la naturaleza de esta bebida: «Fornicación, y vino [yayín], y mosto [tirosh] quitan el corazón» (Os. 4:11). Los rabinos decían que tirosh tenía el mismo efecto que yayín: «Tirosh, תִּירוֹשׁ, el vino nuevo, el zumo de las uvas recien prensadas, con facilidad toma posesión de la mente» (Sanhedr. 76, 1). «Si abusas de él serás pobre, si lo usas correctamente, serás elevado» (Yomá, 76, 2). Josefo emplea el gr. gleûkos al hablar del jugo de las uvas exprimidas sobre la copa del Faraón (Ant. 2, 5, 2; Gn. 40:11). Los antiguos distinguían entre el jugo obtenido de esta manera y el líquido que se conseguía de las uvas en el lagar. Cuando tenía lugar la fermentación, el mosto se volvía embriagante (Os. 4:11). Cuando el Espíritu Santo vino en Pentecostés, los apóstoles fueron acusados de estar llenos de mosto (Hch. 2:13). Hay exegetas que pretenden que tirosh no significa ni mosto ni vino nuevo, sino solamente las uvas de la vendimia, pero son numerosos los textos que refutan esta infundada afirmación (p. ej. Joel 2:24; cf. 3:13; Nm. 18:12; Neh. 10:37; Os. 4:11; Is. 62:8, 9; 65:8; Miq. 6:15; Dt. 7:13; 11:14; 12:17; Os. 2:7; Joel 1:10; 2:19).
3. Heb. jémer, חֶמֶר, aram. jamar, חֲמַר; Sept. oînos kalós, οἶνος καλός, es el «vino fermentado». Se menciona en Dt. 32:14; Is. 27:2; Esd. 6:9; 7:22 y Dan. 5:1, 2, 4, 23. En Dt. 32:14 se lo designa como «sangre de uvas», y los rabinos lo llaman «vino puro», sin mezcla de agua. Se trata de un vino fuerte y embriagador. El profeta anima a cantar a «la viña del vino rojo [jémer]» (Is. 27:2, 3). Ciro y Artajerjes ordenaron una provisión dirario de vino, jémer, al pueblo de Israel «para que ofrezcan sacrificios de grato olor al Dios de los cielos y oren por la vida del rey y de sus hijos» (Esd. 6:9).
4. Heb. shekhar, שֵׁכָר, bebida fuerte elaborada con jugos de uvas o frutas, aparece 22 veces; Sept. síkera, σίκερα, oînos méthysma, οἶνος μέθυσμα, methe, μέθη; Vulg. sicera, vinum. Se obtenía por fermentación de la cebada, la miel, los dátiles, las granadas, el vino de palma y el zumo de manzana (Heródoto 2, 77; 1:193; Jerónimo, Epist. ad. Nepotianum). También se hacía lo mismo con el loto (Heródoto 4, 177). El shekhar producía embriaguez (Is. 28:7; 29:9). Este nombre se emplea para indicar la libación con vino puro (Nm. 28:7). Onkelos lo llama «vino viejo». Los sacerdotes debían abstenerse de esta bebida en el ejercicio de sus deberes: «No beberás vino o bebida embriagante [shekhar] ni tú ni tus hijos cuando hayáis de entrar en la tienda de la reunión, y no moriréis» (Lv. 10:8–10).
5. Heb. asis, עָסִיס, de asás, עסס = «prensar»; Sept. nama, νᾶμα, glykasmós, γλυκασμός, oînos neos, οἶνος νέος, methe, μέθη; Targ. Jamar merath, חֲמַר מֵרַת, «vino puro»; Vulg. dulcedo, mustum. Designa el jugo de la uva o de otros frutos, especialmente sin fermentar. Pero también se aplicaba a bebidas fermentadas (Is. 49:26; Am. 9:13). En ocasiones nombra el mosto de la granada (Cant. 8:2). Los israelitas bebían de buena gana el mosto, pero preferían el vino añejo (Lc. 5:39; Eclo. 9:10). Se cuentra entre las bendiciones escatológicas: «Conoceréis que yo soy Jehovah vuestro Dios que habito en Sion, mi santo monte. Santa será Jerusalén, y los extraños no pasarán más por ella. En aquel día sucederá que los montes gotearán jugo [asis] de uvas, las colinas fluirán leche y correrán aguas por todos los arroyos de Judá» (Joel 3:17, 18; Am. 9:13).
6. Heb. sobé, סֹבֶא, término derivado de la raíz sabá, סבא, que sig. «beber inmoderadamente» (Is. 1:22; Os. 4:18; Nah. 1:10); Sept. oînos, οἶνος Vulg. vinum. Aparece en pocos lugares, a saber, en Is. 1:22; Os. 4:18 y Nah. 1:10.
7. Heb. mesekh, מֶסֶךְ = «mezcla», de masakh, מסך = «mezclar», indica un vino rebajado con agua o aromatizado (Heródoto 6, 84); Sept. kérasma, κέρασμα; Vulg. inistum. Este término parece haber tenido un sentido peyorativo porque se aplicaba sobre todo a vinos mezclados con drogas estupefacientes o excitantes. Los israelitas desconocían la destilación. Los vinos aromatizados llevaban nombres que indicaba su «bouquet», como mimsakh (Prov. 23:30; Is. 65:11) o meseq (Plinio, Hist. Nat. 14, 19, 5; Cant. 7:3; 8:2). Es mencionado en relación con la copa de Yahvé, llena con «con vino espumante mezclado con especias» (Sal. 75:8).
8. Heb. shemarim, שְׁמָרִים, de shamar, שׁמר, «mantener, preservar»; Sept. trygeas, τρυγέας, phýlagma, φύλαγμα, doxa, δόξα Vulg. faces, vendemice. Designa las > heces del vino, y por ello el vino añejo, de calidad superior por haber estado largo tiempo sobre las heces (Sal. 75:8; Jer. 48:11; Sof. 1:2). Figura entre las bendiciones futuras: «Sobre este monte Jehovah de los Ejércitos hará a todos los pueblos un banquete de manjares, un banquete de vinos añejos, manjares suculentos y refinados vinos añejos» (Is. 25:6), que se aplica a las ricas provisiones del Evangelio.
En el NT las palabras utilizadas para «vino» son:
1. Gr. 3631 oînos, οἶνος, es el término general para el vino. La mención de la rotura de los odres de cuero (Mt. 9:17; Mc. 2:22; Lc. 5:37) implica fermentación.
2. Gr. 1098 gleûkos, γλεῦκος = «vino nuevo» dulce, o mosto (Hch. 2:13), donde la acusación misma muestra que era embriagante y que debe haber sufrido una cierta fermentación
3. Gr. génnema, γέννημα, o génema tes ampelu, γένημα τῆς ἀμπέλου = «fruto de la vid», a saber, vino (Lc. 22:18).
4. Gr. oînos ákratos, οἶνος ἄκρατος = «vino puro» (Ap. 14:10).
5. Gr. 690 oxos, ὄξος = «vino agrio» o «vinagre» (Mt. 27:48; Mc. 15:36, etc.).
6. Gr. síkera, σίκερα = «bebida fuerte, sidra»; correspondiente al heb. shekhar, שֵׁכָר, que designa las bebidas fermentadas en general y, por consiguiente, también la cerveza.
II. ELABORACIÓN Y USO. Llegado el tiempo de la > vendimia, las uvas, recogidas en canastillos, eran echadas en el lagar, una cuba profunda de piedra, o bien puesta sobre el suelo, o bien tallada en la misma roca (Is. 5:2). Unos orificios practicados en el fondo permitían que el líquido cayese a una cuba inferior, que solía también estar tallada en la roca (Jer. 6:9; Is. 5:2). Un hombre, o dos si el lagar era grande, pisaban las uvas (Neh. 13:15; Job 24:11). En Egipto, como probablemente en Palestina, los pisadores, para no caer, se agarraban a cuerdas que pendían por encima de ellos. Con sus canciones marcaban el ritmo de su trabajo (Is. 16:10; Jer. 25:30; 48:33). El jugo de la uva negra manchaba su piel y vestimenta (Is. 63:1–3). El líquido que caída a la cuba inferior era a continuación trasvasado a odres o vasijas de barro (Job 32:19; Mt. 9:17). Cuando la fermentación había llegado al grado deseado, el vino pasaba a otros recipientes (Jer. 48:11, 12).
Por lo general, era común especiar los vinos, cervezas y licores, para obtener de ellos unos efectos más intensos. Los griegos añadían cáñamo y mirra a su vino resinado. Algunos de los vinos del período clásico debían mezclarse hasta con veinte partes de agua para disminuir y graduar su potencia (cf. Homero, Odisea 9, 208–211).
Los israelitas bebían el jugo de la uva en forma de mosto tal como salía del lagar, o como mosto fermentado. Se servían del vinagre obtenido por una fermentación más prolongada del vino. En la antigüedad, se hervía ocasionalmente el mosto para transformarlo en jarabe o miel de uvas. Los autores latinos mencionan diversas formas de conservación de las uvas e incluso del mosto. Se intentaba impedir la fermentación a fin de poder disponer de un líquido rico en azúcar. Los romanos azucaraban sus alimentos con miel o con zumo concentrado de uva obtenido por ebullición del mosto, lo que en español recibe el nombre de «arrope».
El vino que se bebía era tinto, el color mencionado varias veces en el AT, donde nunca se habla del blanco ni del rosado. Unos caldos eran de mejor calidad que otros. En general, se trataba de un vino muy espeso, rico en tanino y alcohol; no se servía puro, sino con agua, y se conocían las técnicas para mezclar uno débil con otro de más cuerpo. Para almacenarlo se utilizaban grandes tinajas u odres. Estos últimos se hacían con piel de cabra cuidadosamente curtida y se taponaban con una clavija de madera.
La costumbre greco-romana de los «vinos mezclados», es decir, aromatizados con tomillo, canela, flores de rosa y de jazmín, se había difundido entre las clases altas, pero al pueblo en general le gustaba más el vino puro. El «vino de miel» o azucarado era de uso corriente.
Se daba al vino un uso medicinal (Prov. 31:6; Lc. 10:34; 1 Ti. 5:23), ritual (Ex. 29:39–41; Lv. 23:13) y doméstico. En Palestina, como en todos los demás países mediterráneos, el vino ligero ha sido siempre un ingrediente básico de la dieta (Nm. 6:20; Dt. 14:26; 2 Cro. 2:15; Neh. 5:18; Mt. 11:19; 1 Ti. 3:8). El pan y el vino, bases de la alimentación, simbolizaban la comida como un todo (Sal. 104:14, 15; Prov. 4:17). Se ofrecía vino a los invitados (Gn. 14:18); estaba presente en los festines (Job 1:13, 18; Jn. 2:3). Los israelitas, pueblo de sencillas costumbres, estaban sin embargo expuestos a abusar del vino, especialmente en las fiestas. Su consumo estaba prohibido a los sacerdotes cuando tenían que oficiar en el Tabernáculo (Lv. 10:9). Se recomendaba a los jueces que no bebieran vino (Prov. 31:4, 5; cf. Ec. 10:17; Is. 28:7). El exceso en la bebida se prevenía de diversas maneras:
Se rebajaba con agua (2 Mac. 15:39; cf. Heródoto 6, 84) y se mezclaba con agua caliente con ocasión de la > Pascua (Mishnah, Pesajim 7, 13; 10, 2, 4, 7). A ello se debe que en la Iglesia primitiva se rebajara con agua el vino de la Santa Cena (Justino Mártir, Apología 1, 65).
En las bodas y banquetes, un maestresala presidía la ceremonia (Eclo. 32:1, 2; Jn. 2:9, 10). Uno de sus deberes era determinar en qué proporción se tenía que mezclar el vino, que se conservaba concentrado hasta el momento de consumirlo, y determinar qué cantidad podía beber cada invitado.
Aunque beber vino estaba permitido a los israelitas, también había una serie de advertencias severas contra los efectos nocivos de la embriaguez. Numerosos proverbios estigmatizaban la insensatez de la embriaguez (Prov. 20:1; 21:17; 23:30, 31; Hab. 2:5), que Dios juzga y castiga (1 Sam. 1:14–16; Is. 5:11, 17; Ro. 13:13; 1 Cor. 5:11; 6:9–10; Gal. 5:21; Ef. 5:18; 1 Pd. 4:3).
En las Epístolas Pastorales se aconseja que los responsables de las comunidades hagan un uso moderano del vino. El obispo o pastor no tenía que ser pároinos, πάροινος, «dado al vino» (1 Ti. 3:3), es decir, debía evitar la insolencia y violencia que se suelen cometer bajo la influencia del vino (cf. 1 Ti. 3:8; Tit. 2:3). Por eso se le exigía ser nepháleos, νηφάλεος, «sobrio» (1 Ti. 3:2), es decir, despierto, circunspecto.
III. EL VINO NUEVO DEL EVANGELIO. Cuando Jesús instituyó la Santa Cena, mencionó «el fruto [génnema, γέννημα ] de la vid» (Mt. 26:29; Mc. 14:25; Lc. 22:18), expresión empleada desde tiempos inmemoriales por los judíos con ocasión de las solemnidades pascuales y de la víspera del sábado (Mishnah, Berakhoth 6, 1). En estas ocasiones se echaban en el vino unas gotas de agua templada, costumbre que adoptó la Iglesia primitiva, como anotamos anteriormente.
El uso del vino en la Última Cena por parte de Jesús está indudablemente lleno de contenidos simbólicos tomados del AT. Los profetas enseñaban que los tiempos de la restauración postexilica se verían alegrados por un vino sumamente copioso (Am. 9:13; Jer. 31:12; Joel 2:19, 24), de primera calidad (Os. 14:8; Is. 25:6; Zac. 9:17) y gratuito (Is. 55:1). Además, algunas veces este tema se combina con el de las > bodas (Os. 2:21–23; Is. 62:5–9). En la bendición de Isaac a Jacob (Gn. 27:28–29) y sobre todo la de Jacob a Judá (Gn 49:10–12), se describe con lenguaje hiperbólico la bienaventuranza del esperado Reino mesiánico, figurada por la abundancia de mosto (v. 28). Si el > Mesías, descendiente de Judá, quiere alguna vez atar su asno, no encontrará más que plantas valiosas, como la vid; si se quiere lavar sus vestidos, solo dispondrá de vino; su misma mirada será resplandeciente, debido a este precioso producto de la vid (Gn. 49:11–12).
Los escritos apocalípticos judíos hablan con hipérboles desmesuradas del enorme caudal de vino del mundo futuro (1 Henoc 10, 9). El segundo libro de Baruc (29, 5) describe una copiosísima producción de vino: «Cada cepa tendrá mil sarmientos; cada sarmientos mil racimos; cada racimo mil uvas, y cada uva dará quinientos jarros de vino». Como se ve, habrá cantidad de vino, como para ahogar toda pena y hacer subir por las ramas, cantando, a la alegría.
La tradición judía continúa y desarrolla este género de simbolismo. El targum de Génesis 49:12 elabora una paráfrasis muy interesante sobre las relaciones entre la era mesiánica y la vid o el vino, y el targum del Cantar de los Cantares ve en el monte Sinaí (en el que se le entregó la Ley a Moisés) la «cantina» de la Torah. La doctrina rabínica, por su parte, declara que el vino del siglo presente no es más que una pregustación del vino del siglo futuro. Esta misma literatura abunda además en pasajes en los que se toma el vino como uno de los símbolos preferidos de la Torah, sobre la base especialmente de Prov 9:5: «Bebed el vino que he preparado». También Jesús, tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del pacto, la cual es derramada para el perdón de pecados para muchos» (Mt. 26:27–28).
Para Juan, el milagro de las bodas de > Caná responde a varios motivos teológicos. Primero, las palabras de María, «no tienen vino» (Jn. 2:3), no solo hacen referencia a aquella circunstancia coyuntural del banquete; expresan la situación del pueblo de Israel respecto a su propia redención: las antiguas instituciones mosaicas (el vino que empezaba a faltar) ya no eran suficientes. Segundo, la conversión del agua en vino es un símbolo de la nueva Ley de Cristo, que sustituye a la de Moisés y los profetas (Jn. 1:45). El vino suministrado por Jesús sale del agua que se había echado en las seis tinajas, que servían para la «purificación de los judíos» (v. 6). Esa agua no era profana, sino ritual, esto es, destinada a las abluciones prescritas por la Ley de Moisés (Lv. 11–16; 20:25–26; Dt. 14:3–21). Al transformarla en vino, Jesús quiere significar que ahora la purificación no procede ya de la observancia de la Ley Mosaica (simbolizada por el agua de las seis tinajas), sino del Evangelio de Cristo, de su palabra. Durante la Última Cena dirá Jesús a los discípulos: «Vosotros estáis ya limpios por la palabra que os he dicho» (Jn. 15:3). El vino «nuevo» (vv. 3, 9, 10) es mejor que el que empezó a faltar (v. 10), y es extraordinariamente abundante. Las seis tinajas tenían una capacidad de dos o tres metretas cada una (v. 6); puesto que la metreta equivalía a 38–40 litros, cada tinaja podía contener entre 80 y 120 litros; en total, entre cinco y siete hectolitros. Además, Juan hace notar que las tinajas estaban llenas «hasta los bordes» (v. 7): una nueva señal de la cantidad tan abundante del vino regalado por Jesús, porque todo lo que Jesús hace es abundante, como el milagro de la multiplicación de los panes y los peces, con cuyos restos se llenaron doce cestos. Esta es una característica que Juan reconoce en los dones de Cristo, como la plenitud de gracia (Jn 1:16). Véase BEBER, BODA, COMER, HECES, MOSTO, REINO DE DIOS, SIDRA, VID.