Oración

1. Términos y significado.
2. Naturaleza.
3. La oración cristiana.
4. Actitudes y tiempos.
I. TÉRMINOS Y SIGNIFICADO
1. Heb. 8467 tejinnah, תְּחִנָּה = «gracia, ruego, súplica, plegaria», de la raíz 2603 janán, חנן = «inclinarse, implorar, doblarse [ante un superior]»; cuando se utiliza en sentido reflexivo o causativo, significa «buscar el favor de otro», solicitar gracia o misericordia (cf. 2 Cro. 6:37); Sept. y Nuevo Testamento 1162 déesis, δέησις, primariamente «necesidad», relacionado con déomai, δέομαι = «rogar», y luego, «petición, ruego, súplica». En el NT se dirige siempre a Dios y se traduce principalmente como «oración» (Lc. 1:13; 2:37; 5:33; Ro. 10:1; 2 Cor. 1:11; 9:14; Fil. 1:4, 19; 2 Ti. 1:3; Stg. 5:16; 1 Pd. 3:12); Vulg. deprecatio.
2. Heb. 8605 tephillah, תְּפִלָּה, de la raíz 6419 palal, פלל = «juzgar, interceder, buscar justicia»; Sept. y NT proseukhé, προσευχή, relacionado con proseúkhomai, προσεύχομαι = «orar», que indica siempre la oración dirigida a Dios.
Estos términos apuntan a los principales objetivos buscados en la oración, a saber, justicia, gracia y misericordia. Una fórmula muy frecuente en el AT es «invocar el nombre de Yahvé», qará beshem Adonay, בְשֵׁם יְהֹוָה קָרָא, que en gr. corresponde a eúkhomai, εὔχομαι = «orar a Dios» (2 Cor. 13:7, 9; Stg. 5:16; 3 Jn. 2), que originalmente sign. «desear», sin implicación religiosa alguna. El término más frecuente para orar es el ya mencionado déomai, δέομαι = «rogar, pedir».
El Nuevo Testamento es rico en vocablos que identifican tanto la acción de orar como la oración en sí, lo que da una idea de su importancia.
1. Gr. 4336 vb. proseúkhomai, προσεύχομαι = «orar, rogar, suplicar, pedir, adorar». Es el vb. más utilizado en el NT para referirse a la oración. Aparece con la siguiente frecuencia: dieciséis veces en Mateo, once en Marcos, diecinueve en Lucas, dieciséis en Hechos, una en Romanos, ocho en 1 Corintios, una en Efesios, una en Filipenses, tres en Colosenses, dos en 1 Tesalonicenses, dos en 2 Tesalonicenses, una en 1 Timoteo, una en Hebreos, cinco en Santiago, y una en Judas.
2. Gr. 4335 sust. proseukhé, προσευχή = «plegaria, oración» y «lugar de oración». Este sustantivo aparece tres veces en Mateo, dos en Marcos, tres en Lucas, nueve en Hechos, tres en Romanos, una en 1 Corintios, dos en Efesios, una en Filipenses, dos en Colosenses, una en 1 Tesalonicenses, dos en 1 Timoteo, dos en Filemón, una en Santiago, dos en 1 Pedro y tres en Apocalipsis.
Proseúkhomai y proseukhé aluden al acto genérico de orar. Se refieren a orar y a la oración en términos generales. Orar es: acción de gracias (eukharistía), pedir (aiteo), buscar (zeteo), llamar (krúo), pedir de rodillas (gonypeteo), suplicar (déomai, eúkhomai), rogar y preguntar (erotao), interceder (entynkhano). Estas formas particulares de orar o de oración son englobadas por el vb. proseúkhomai y por el sust. proseukhé.
El vb. proseúkhomai muchas veces va acompañado del vb. proskyneo, προσκυνέω = «saludar prosternándose, adorar arrodillándose, rogar, conjurar arrodillándose, arrodillarse, hacer reverencia, caer a los pies de otro», que aparece sesenta veces en el NT. y se traduce «adorar».
Proseúkhomai y proskyneo expresan la idea de humillación y de adoración a Dios. El orante acude a Dios reconociendo la grandeza divina y la pequeñez humana, por lo cual el piadoso frente a la Majestad Divina lo único que tiene que hacer es prosternarse, exaltar el nombre del Señor y rendirle adoración. Se ora entonces, no desde la fortaleza humana, sino desde la debilidad y la dependencia. Tal es la connotación que tienen estos vocablos.
Proseúkhomai y proseukhé aluden al acto genérico de orar y la oración. Tanto lo uno como lo otro (humillación, ruego y súplica) se clasifican de la siguiente manera:
1) Acción de gracias, eukharistía, εὐχαριστία. El vb. correspondiente es eukharisteo, εὐχαριστέω = «agradecer, dar gracias, estar agradecido». Aparece treinta y nueve veces en el NT. El sust. eukharistía quince (Hch. 24:3; 1 Cor. 14:16; 2 Cor. 4:15; Ef. 5:4; Fil. 4:6; Col. 2:7; 4:2; 1 Ti. 2:1; Ap. 4:9; 7:12). Emparentado con estos términos está el adjetivo εὐχάριστος, que significa «agradecido, gracioso, agradable»; aparece una sola vez en el NT: «Sed agradecidos» (Col. 3:15).
2) Petición, aiteo, αἰτέω, aítema, αἴτημα, aítesis, αἴτησις, aítía, αἰτία. Este grupo de palabras tenía un uso eminentemente secular en el griego corriente. Se utilizaba para inquirir sobre las explicaciones de un determinado acontecimiento o fenómeno. Los filósofos griegos, por ejemplo, inquirieron por medio de él sobre el arkhé (el principio). Cuando un hecho se producía, se buscaba su génesis. A cada evento, a cada suceso, a cada elemento había que encontrarle una razón de ser. Este grupo de palabras identificaba esa búsqueda. Estos vocablos implicaban la pregunta problematizadora de la investigación, es decir, conducían al planteamiento del problema que generaría la indagación conducente a un tipo de saber. Así, entonces, comportaban la génesis de un tipo de episteme en el griego secular.
El sust. aitía, αἰτία, en el gr. secular tenía los siguientes significados: «Razón, causa, acusación, cargo, delito, relación, caso, motivo, fundamento». Generalmente, cuando se empleaba, se hacía para determinar la causalidad de un determinado fenómeno o acontecimiento. En efecto, se utilizaba para inquirir sobre la razón de algo o para solicitar explicaciones. En el ámbito bíblico, este campo semántico es muy importante, ya que se refiere al área de la relación interpersonal, donde se origina un conocimiento adecuado entre las partes que entran en relación. Ese conocimiento es transformador y dinámico, de manera que las partes comprometidas se pueden requerir la una a la otra, se pueden exigir recíprocamente y se pueden solicitar favores (aiteo, αἰτέω); ambas partes pueden elevarse súplicas o hacer demandas (aítema-aítesis, αἴτημα-αἴτησις); pueden buscar las causas o el origen de algo (aítios, αἴτιος), se pueden acusar recíprocamente (aitíoma, αἰτίωμα); se pueden inculpar o exponer razones (aítion, αἴτιον); o pueden cometer delitos unos contra otros (aitía, αἰτία). Estos vocablos denotan la súplica, petición o ruego que un necesitado hace a alguien que está en condiciones de socorrerlo. El significado básico del vb. aiteo es «querer algo» o «demandar algo», así que significa «buscar, demandar, pedir». Este verbo es la matriz de toda la familia semántica. En el caso de la oración, el creyente, necesitado del favor divino, clama por su ayuda, con lo cual manifiesta que Dios es suficiente, benévolo, y acude en ayuda del orante.
La importancia de aiteo, αἰτέω, se puede apreciar por la recurrencia con que aparece en el NT: setenta veces, la mayoría de las cuales en los Evangelios. Quien más lo utiliza es Jesucristo para enseñar a sus discípulos que a Dios, como buen Padre, hay que pedirle (p.ej. Mt. 7:7–10; Mc. 11:24; Jn. 14:13, 14; 15:7, 16; 16:23, 24, 26). La actitud paternal de Dios Padre brinda confianza a sus hijos para que nos acerquemos confiadamente a él (cf. Jn. 14:10–14).
3) Orar de rodillas, gonypeteo, γονυπετέω = «caer de rodillas, arrodillarse». Aparece solo en Mt. 17:14; 27:29, y en Mc. 1:40; 10:17. Este vb. y el sustantivo gony, γόνυ, «rodilla», aluden a la oración-adoración. De las doce veces que gony aparece en el NT, once (Mc. 15:19; Lc. 5:8; 22:41; Hch. 7:60; 9:40; 20:36; 21:5; Ro. 11:4; 14:11; Ef. 3:14 y Fil. 2:10) aluden a orar de rodillas, y una (Heb. 12:12) se refiere al cese de toda acción. Indica la oración en la que nos prosternamos delante de Dios Padre.
4) Ruego, del vb. 1189 déomai, δέομαι, «pedir, suplicar». En el NT, donde aparece veintidós veces, se lo traduce de la siguiente manera: «rogar, orar, pedir». Identifica la oración como petición de un favor divino. El suplicante es un ser necesitado de Dios, a quien acude buscando ayuda y asistencia. En la angustia, en la desesperación y la necesidad, el orante encuentra en Dios su refugio y su broquel.
5) Súplica, gr. 2172 eúkhomai, εὔχομαι = «desear, ansiar, suplicar». Expresa los más profundos anhelos del orante piadoso (Hch. 26:29; 27:29; Ro. 9:3; 2 Cor. 13:7, 9; Stg. 5:16, y 3 Jn. 2); eukhé, εὐχή, «voto, juramento, súplica, ruego, invocación, oración, promesa, deseo, imprecación, maldición». El sustantivo aparece solo tres veces en el NT (Hch. 18:18; 21:23; Stg. 5:15). Su uso está relacionado exclusivamente con el > voto religioso y la oración de fe.
6) Rogar, pedir, erotao, ἐρωτάω = «preguntar, interrogar, pedir, suplicar, rogar, solicitar, instar»; aparece sesenta y cinco veces en el NT, de las cuales cincuenta se encuentran en los Evangelios. Tiene tres significados: rogar, preguntar y pedir (cf. 1 Jn. 5:16). Eperotao, ἐπερωτάω= «preguntar, pedir».
La connotación de este campo semántico es la súplica que alguien hace a otro que está en posición de socorrer; también se refiere a las preguntas que se hacen para obtener respuestas de alguien. En este contexto, Jesús exclama: «yo rogaré al Padre y os dará otro Consolador» (Jn. 14:16; cf. 16:26; 17:9, 15, 20). Jesús se dirige al Padre en ruego y súplica como alguien que necesita la ayuda y comunión de Dios.
7) Llamar, krúo, κρούω = «golpear, pegar, chocar, echarse sobre, acometer con cólera, aplaudir, hacer retroceder un navío, llamar, tocar (la puerta)». En Mat. 7:7, 8 el vb. aiteo (pedir) se conecta con el vb. dídomi (δίδωμι, dar), y el verbo krúo con el vb. anoígo (ἀνοίγω, abrir). El vb. zeteo (ζητέω, buscar) se conecta con el vb. heurisko (εὑρίσκω, hallar); los segundos son efectos de los primeros. Con estas tres metáforas, Jesús quiere ilustrar lo que ocurre cuando el cristiano ora: pide y Dios le da; llama y Dios le abre; busca y encuentra lo que anhela. Es decir, la oración del cristiano es respondida por Dios, quien muy diligente y eficientemente escucha y responde a sus hijos cuando sus oraciones se hacen dentro de su voluntad.
II. NATURALEZA. La oración es un fenómeno generalizado en todas las religiones. Es el acto por el cual el practicante expresa su unión con la divinidad. Puede ser de súplica, acción de gracias, intercesión o petición de ayuda. Orar es creer que alguien escucha. Está constatado que en todas las religiones la oración lleva al hombre a la confianza en Dios, a pedirle ayuda en las necesidades, a considerarlo Señor bueno, Salvador y Padre; a amarlo, en una palabra. Desde el punto de vista antropológico, la oración implica el reconocimiento de un deseo que ninguna comunidad humana puede satisfacer, sea la obtención de algún bien o la necesidad de perdón. La diversidad de actitudes y de contenidos en la oración es extraordinaria. A veces es el resultado de la admiración de Dios y su creación.
La Biblia relata un gran número de oraciones, casi todas con el mismo esquema. Se inscriben en el interior de un plan divino, se apoyan en un acontecimiento en el cual Dios ha manifestado su benevolencia o su misericordia en vistas a un porvenir que ha de comenzar (cf. Ex: 32:11ss.). Moisés, p.ej., recuerda a Dios la promesa que ha hecho y que no puede hacer peligrar por la debilidad del pueblo; que cumpla, pues, su promesa y en virtud de ella perdone. La oración bíblica, considerada desde esta perspectiva, es la expresión humana del deseo de Dios. «El hombre toma entonces en serio la voluntad indicada por Dios de hacer madurar la historia individual o colectiva para el Reino. La oración da expresión al movimiento que es el del mismo corazón de Dios» (Christian Duquoc). Oración y ética van unidas: la religiosidad sin moralidad es un escándalo para Dios. La oración del impío es abominación ante Yahvé (Prov. 15:29; 28:9).
III. LA ORACIÓN CRISTIANA. Se dirige apropiadamente a Dios el Padre (Mt. 6:6; Jn. 16:23; Ef. 1:17; 3:14), y al Hijo (Hch. 7:59; 2 Cor. 12:8); no hay ningún caso en el NT en el que haya alguna oración dirigida distintivamente al Espíritu Santo, ya que mientras el Padre está en el Cielo (Mt. 6:9), y el Hijo está a su diestra (Ro. 8:34), el Espíritu Santo está en y con los creyentes (Jn. 14:16, 17), por lo que no es objeto directo, sino generador de oración En cierto sentido no se ora al Espíritu sino en él (Jud. 20). El Espíritu Santo, siendo el único intérprete de las necesidades del corazón humano, intercede por ellas; y por cuanto es imposible al hombre la oración sin su ayuda (Ro. 8:26), se exhorta a los creyentes a orar siempre en él (Ef. 6:18; cf. Jud. 20; Stg. 5:16).
La oración cristiana debe ser ofrecida en el nombre del Señor Jesús (Jn. 14:13), esto es, tiene que ser presentada bajo la autoridad de Jesús. El cristiano debe tener presente que es escuchado por Dios, no en virtud de méritos propios, sino en los de Cristo. La fe es esencial para la oración (Mt. 21:22; Mc. 11:24; Stg. 1:5–8) porque implica reconocimiento de la bondad y disponibilidad de Dios. La preocupación por el Reino es el tema esencial de la oración que Jesús recomienda a los suyos (Mt. 6:10). Pedir la venida del Reino define la originalidad cristiana de la oración. Mediante ella, el creyente se apropia del dinamismo del Reino, que se concreta en la persona de Jesucristo. Por eso, la oración cristiana tiene que tener la mirada puesta en Jesús (Heb. 12:2), que conduce al seguimiento y práctica de los valores del Reino.
IV. ACTITUDES Y TIEMPOS. Los israelitas, por lo general, oraban de pie (1 Sam. 1:26; Dn. 9:20; Mt. 6:5, etc.). Sin embargo, la postura de rodillas podía señalar una mayor devoción (2 Cro. 6:13; Esd. 9:5; Dan. 6:10; Lc. 22:41, etc.). En ambos casos, las manos eran extendidas hacia el cielo (1 R. 8:22; Neh. 8:6; Lam. 2:19; 3:41), o hacia el Santuario (Sal. 28:2; 2 Cro. 6:29). Esta postura era sumamente fatigosa cuando se prolongaba; Moisés se sentó en una piedra, en tanto que Aarón y Hur sostenían sus brazos (Ex. 17:11–12). Como señal de humillación, se oraba en ocasiones prosternándose con el rostro vuelto hacia el suelo (Neh. 8:6; 1 R. 18:42; 2 Cro. 20:18; Jos. 7:6). Daniel se dio a la oración y a la súplica en ayuno, vistiéndose de saco y ceniza (Dn. 9:3; cf. Sal. 35:13). El hombre arrepentido se golpeaba el pecho acusándose ante Dios (Lc. 18:13).
Al dejar de existir el Templo, la plegaria vino a tomar en el judaísmo el lugar de los sacrificios. El Talmud reglamenta de manera minuciosa los diversos tipos de oraciones, su orden y la actitud que demandaban. Los antiguos rabinos estimaban cosa esencial llevar filacterias durante la oración. Se establecen cuatro horas o momentos de oración al día, en recuerdo de los sacrificios del Templo; son llamadas saharith, minjah, maaríb y musaph. Junto a las oraciones fijas y reglamentadas, el Talmud aconseja la concentración mental (kawwán). En general, la piedad israelita es libre de componer oraciones para la devoción privada, que cada orante puede utilizar.
Los primeros cristianos de Jerusalén conservaban las horas judías de oración (Hch. 3:1; 9:10), dándoles un contenido de acción de gracias y alabanza (Hch. 16:25; Ro. 7:25; 9:5; 1 Cor. 15:57; Ef. 1:3; 1 Ti. 1:17); sin embargo, siguiendo las indicaciones del Señor, la petición ocupaba también un amplio espacio (Hch. 4:24–30; 12:5; Ro. 1:9; 2 Ti. 1:3). El apóstol Pablo exhorta a todo creyente: «Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos» (Ef. 6:18). Véase FILACTERIAS, INTERCESIÓN, REINO.