LENGUAS, Don de

Según la promesa de Cristo al final del Evangelio de Marcos, entre las señales que seguirán a los que creen en él se encuentra «hablar nuevas lenguas» (glossais kainaîs, γλώσσαις καιναῖς, Mc. 16:17); durante la fiesta de Pentecostés, los discípulos recibieron este peculiar don mientras estaban reunidos en un aposento alto, ocupados en la oración. Llenos del Espíritu, recibieron la facultad de expresarse «en otras lenguas» (heterais glossais, ἑτέραις γλώσσαις, Hch. 2:1–4; comp. 10:46; 19:6; 1 Cor. 12:30; 14:2, 39). El apóstol Pablo interpreta este don como un cumplimiento de la Ley: «En otras lenguas y con otros labios hablaré a este pueblo, y ni aun así me harán caso, dice el Señor» (1 Cor. 14:21). Utiliza el término heteroglossos, ἑτερογλώσσος, de héteros, «otro, de una clase diferente», y glossa, «lengua» = «otras lenguas»; la cita no puede ser sino Is. 28:11, que dice: «Ciertamente, con balbuceo de labios y en extraña lengua hablará a este pueblo», donde lengua extraña es una referencia a un idioma extranjero. Algunos versículos de 1 Cor. 14 pueden dar a entender que el fenómeno del hablar en lenguas es diferente a lo ocurrido en Hch., dando pie a la errada noción de lenguas estáticas, angélicas, inspiradas, sin correspondencia con ningún idioma terrenal, debido a traducciones no del todo correctas. El apóstol claramente comienza hablando de idiomas humanos extranjeros: «el que habla en una lengua» (v. 2). Cuando dice: «si yo oro en una lengua, mi espíritu ora; pero mi entendimiento queda sin fruto» (ho dé nûs mu, ὁ δὲ νοῦς μου, v. 14), no está diciendo que el orante desconozca el contenido de su oración, sino que la falta de sentido en oídos ajenos impide la edificación, a menos que haya presente un intérprete (v. 28).
La interpretación obvia y tradicional de la naturaleza del don de lenguas es la referida al poder milagroso de hablar un idioma no aprendido por la vía natural. Este es evidente en Pentecostés, y también el resto de pasajes del NT. Para Agustín este don era necesario en el comienzo de la Iglesia para que el Evangelio se comunicara rápidamente a todas las naciones; así todos podían recibirlo y además se daba testimonio del origen divino de su doctrina. «Hoy día, cuando el Espíritu Santo ha sido recibido, nadie habla en las lenguas de todas las naciones pues la Iglesia ya habla las lenguas de todas las naciones y si uno no está en ella, este no recibe el Espíritu Santo» (Tratado 32 sobre el Evangelio de San Juan).
El uso del don de lenguas en las reuniones de las iglesias locales tenía por meta la edificación de la comunidad; a no ser que la lengua fuera interpretada por el orador, este no estaría hablando a los hombres, «sino a Dios»; se edificaría solo a sí mismo, a no ser que interpretara a la vez, en cuyo caso su interpretación tendría el mismo valor que el don superior de profecía, por cuanto sería para edificación de la Iglesia (1 Cor. 14:4–6).
El apóstol San Pablo afirma ser capaz de «hablar en lenguas» (1 Cor. 14:18), pero recuerda a los corintios, que exageraban el significado de los carismas de carácter sobrenatural, que por encima de este y de otros dones transitorios está el supremo del amor (1 Cor 13). Los dones de lenguas y su interpretación forman parte del don de profecía y deben estar sometidos al orden de la Iglesia. No deben, por ejemplo, varias personas hablar en este tipo de lenguas al mismo tiempo. Véase CARISMA, GLOSOLALIA