EVANGELIO

EVANGELIO (transcripción del sustantivo griego euangelion, buenas nuevas). Gozosa proclamación de la actividad redentora de Dios en Cristo Jesús para salvar al hombre de la esclavitud del pecado. En el Nuevo Testamento (griego) no solo se expresa en forma de sustantivo, sino también en forma verbal euanggelizo (proclamar o anunciar el evangelio).
En la LXX solo aparece el verbo y su sentido es secular: «traer buenas noticias» (2 S 4:10; 1 R 1:42; Jer 20:15). Más tarde su significado incluyó el sentido religioso de proclamar la victoria de Dios sobre sus enemigos (Sal 40:10; 68:11), y el reino eterno de Dios (Is 40:9; 41:27; 51:16; 52:7). Las buenas nuevas anuncian al pueblo la presencia de Dios (cf. Is 40:9) para juicio y restauración. Son tanto para judíos como para gentiles (Is 40:5; 45:23–25; 49:6; 51:4). Los mensajeros del evangelio son personas (Is 52:7; 61:1) y Dios actúa en la proclamación (55:11).
Juan el Bautista comienza su ministerio proclamando las buenas nuevas (Lc 3:18; verbo) y, más tarde, Jesús predica el evangelio (Mc 1:14; sustantivo). En ambos, el evangelio es la señal por excelencia de la llegada del Mesías (Mt 11:5 y Lc 4:18 que citan a Is 61:1). El Reino de Dios se hace presente en la tierra y Cristo predica y anuncia el evangelio (Lc 8:1).
La iglesia primitiva hizo de la predicación del evangelio a toda persona su deber principal (Hch 5:42; 8:12; 11:20; 14:7; 1 Co 1:17; Gl 1:16).
En el Antiguo Testamento, junto con la proclamación del evangelio deben darse la justicia o justificación (Sal 40:9), la salvación y la paz (Is 52:7). En el Nuevo Testamento Cristo Jesús es el evangelio mismo, y su obra hace real la salvación, la justificación y la paz para el mundo (Hch 10:36; Ro 1:16ss; Ef 2:17; 1 P 1:23ss). El contenido del evangelio permanece inalterable y absoluto, pero se sella con la muerte propiciatoria de Cristo (1 Co 15:1–4). Es el mensaje de reconciliación con Dios y nosotros somos colaboradores en su proclamación (2 Co 5:20s). En el juicio final, los hombres se juzgarán según su respuesta al evangelio (2 Ts 1:8; 1 P 4:17).
En la tradición posterior de la Iglesia, la palabra escrita acerca de Jesucristo también llegó a constituir el evangelio. (→ EVANGELIOS.)