NÚMEROS, Libro de

Cuarto libro del Pentateuco. Su título en la Biblia hebrea es Bemidbar, בְּמִדְבַּר (En el desierto), por sus palabras iniciales (Nm. 1:1). Los traductores de la LXX escogieron el título de Arithmoí, Ἀριθμοί, fundamentados posiblemente en los dos censos que se incluyen (caps. 1, 26), en el reparto del botín luego de la victoria sobre los madianitas (cap. 31), y por los detalles y precisiones referentes a las ofrendas y los sacrificios (caps. 7; 15; 28–29). La traducción latina vertió el nombre como Liber numerorum, del cual surge el título castellano, Números.
1. Naturaleza teológica y literaria.
2. La permanencia en el Sinaí.
3. Peregrinaje desde el Sinaí a Cades-barnea.
4. Desde Cades a las llanuras de Moab.
5. Significación teológica.
6. Lectura tipológica.
I. NATURALEZA TEOLÓGICA Y LITERARIA
De singular importancia teológica y sociológica es la expresión que se utiliza al comenzar la obra para referirse al pueblo: «La congregación de los hijos de Israel» (1:2). El presupuesto es que, una vez el pueblo recibió el > Decálogo y las leyes en el Sinaí, quedó constituido en una comunidad adecuadamente organizada y establecida. La expresión hebrea ‘adah, traducida habitualmente al castellano como «congregación» o «comunidad», presenta a los israelitas como si fuera un grupo instaurado, como un pueblo. Esa organización, según el testimonio bíblico, no se fundamenta en relaciones de sangre paternofiliales, sino en la revelación divina de la ley que establece un pacto entre Dios y los hijos e hijas de Israel, y que les invita a ser una nación santa, un pueblo de sacerdotes. En ese gran contexto sociológico y teológico, el libro de Números presenta al pueblo de Israel como si fuera un ejército, marchando por el desierto al futuro, hasta conquistar las tierras de Canaán. Las diversas tribus se presentan dispuestas en formación bélica alrededor del > Tabernáculo, que se hace sagrado por la misma presencia divina. Y desde ese centro de mando físico y teológico, Dios pone de relieve su protección al pueblo a través de Moisés, que es el líder supremo y comandante del grupo. Desde el Tabernáculo de reunión, que es, en efecto, el lugar físico e histórico donde radica el poder, el Señor revela su voluntad, protegiendo, enseñando y corrigiendo al pueblo en los instantes adecuados, en los momentos oportunos.
La lectura de Números, a primera vista, puede confundir, pues en su redacción y organización se juntan secciones narrativas y legislativas, no siempre fáciles de leer, comprender y asimilar. Las partes legales, con sus normas, prescripciones y regulaciones, complementan la revelación que se incluye en los libros de Éxodo y Levítico, e incluyen algunos temas que se presentan solo en Números: Por ejemplo, la legislación sobre los > nazareos, las pruebas de infidelidad, los > votos de las mujeres, las herencias, las regulaciones para las > ciudades levíticas y de refugio, y las relaciones entre sacerdotes y levitas.
La obra como un todo es una especie de lectura teológica de la historia de la salvación, en la cual Dios mismo llamó a Moisés para liberar a su pueblo de la esclavitud de Egipto hasta llevarlo a la Tierra Prometida, que era símbolo de esperanza, paz, abundancia, gracia y liberación. En el corazón mismo del libro de Números, está el claro deseo de descubrir y afirmar el significado espiritual y trascendente de los acontecimientos, particularmente durante el peregrinar por el desierto. Las narraciones describen a Moisés como una figura ideal (12:2; 14:13–19), en contraposición al pueblo, que es principalmente caracterizado por sus murmuraciones, quejas, rebeliones e infidelidades.
Una primera lectura del libro pone de manifiesto su estructura literaria, que revela, por lo menos, tres secciones básicas y principales. Cada una de estas partes se puede muy bien relacionar con alguna de las etapas del peregrinar del pueblo por el desierto de Sinaí.
a. En primer lugar se presentan los diversos preparativos para el viaje (1:1–10:10).
b. La segunda sección describe el movimiento del pueblo desde el monte Sinaí hasta Cades (10:11–20:21).
c. La parte final de la obra (20:22–36:13) lleva al pueblo desde > Cades hasta las llanuras de > Moab, la frontera con la Tierra Prometida.
En cada una de estas secciones se alternan las narraciones de las experiencias del pueblo con algún material legal que articula varias regulaciones de importancia para la comunidad.
II. LA PERMANENCIA EN EL SINAÍ. Esta primera fase del peregrinar por el desierto (Nm. 10:1–10:10), de acuerdo con la narración del libro de Números, está muy bien elaborada desde la perspectiva cronológica. Se alude claramente al día de la salida de Egipto (1:1), y comienza el primer día del segundo mes del segundo año del éxodo, hasta el día veinte del segundo mes del segundo año del éxodo (10:11); es decir, un período de veinte días luego de haber celebrado la Pascua en el desierto.
Las narraciones en esta sección (1:1–4:49) presentan el importante tema del censo e incluyen las órdenes precisas relacionadas con la ubicación de cada tribu referente al Tabernáculo. El resultado del empadronamiento o censo produjo 603 550 hombres listos para la guerra. Los sacerdotes y los levitas, encargados de la custodia del Tabernáculo, se censaron de forma separada (1:47–49).
Las narraciones de los censos cobran gran importancia bíblica, pues ponen de manifiesto las realidades humanas, particularmente el potencial de su fuerza militar, que posteriormente son comparadas con el poder divino. Los triunfos del pueblo no se deben a su poder bélico sino a que cuentan con el apoyo divino.
A cada tribu se le fijó de forma específica su ubicación particular en el campamento en relación con el Tabernáculo de reunión, y se le indicó, además, cómo debían mantener sus posiciones a medida que peregrinaban y marchaban por el desierto. Cada tribu debía proseguir la marcha con el > estandarte o la bandera que le identificaba. La idea era la de organización de un ejército, de manera simétrica, listo para la batalla. Había tres tribus a cada lado del Tabernáculo, y los levitas estaban en el centro (2:2). La posición central representaba la presencia divina en medio de su pueblo (Ex. 25:8). Y la lista de las doce tribus que se incluye en estas narraciones revela cómo fueron clasificadas y organizadas a la llegada de los israelitas a las tierras de Canaán (1:5–15).
Luego de estas narraciones se incorpora en la obra una serie de leyes de diversa naturaleza: por ejemplo, la expulsión de personas del campamento por alguna > contaminación o > impureza, como la > lepra, el > flujo de semen, o por tocar algún > cadáver (5:1–4); las leyes de las restituciones en los casos de robos (5:5–10); la ofrenda por los > celos (5:11–31), y las especificaciones en torno a los nazareos que se dedicaban a Dios.
Posteriormente se incorpora una serie de leyes que identifica las responsabilidades de los jefes de las diversas tribus ante la dedicación del Tabernáculo (7:1–44); incluye varias disposiciones referentes a las lámparas del candelabro (8:1–4); presenta la consagración de los levitas al Señor (8:5–26); transmite varias regulaciones en torno a la celebración de la Pascua (9:1–14); articula una narración en torno a la nube sobre el Tabernáculo que acompañaba al pueblo durante el peregrinar (Lv. 9:15–23); para finalmente incluir algunas regulaciones de las trompetas de plata que se utilizaban para llamar a la comunidad (10:1–10). Estas trompetas eran rectas, de unos 60 cm de largo, similar a las que se utilizaban en Egipto; posteriormente, esos instrumentos se utilizaron en el Templo de Jerusalén (2 Cro. 5:12).
III. PEREGRINAJE DESDE EL SINAÍ A CADES-BARNEA. Esta segunda sección del libro de Números constituye el corazón mismo del itinerario y el peregrinar del pueblo de Israel por el desierto de Sinaí (10:11–20:21). La parte narrativa consiste en dos unidades básicas. En primer lugar, se describe la marcha del pueblo desde el monte Sinaí hacia Cades Barnea, que es un oasis no muy lejos de la parte sur de Canaán, ubicado entre los desiertos de Zin y Parán (10:11–12, 16).
Luego de incluir un corto relato en torno al rechazo de > Hobab, suegro de Moisés, de seguir hacia Canaán (10:29–32), Números presenta una serie interesante de eventos que ponen de relieve el desarrollo y el crecimiento del pueblo. Se trata principalmente del recuento de las rebeliones e infidelidades de los israelitas, en contraposición a las continuas manifestaciones de amor, corrección y misericordia del Señor.
Entre los eventos que se presentan en esta sección se pueden enumerar los siguientes: el fuego divino que consumió parte del campamento por las quejas del pueblo (11:1–3); la llegada milagrosa de las codornices (11:4–35), y la lepra que afectó a María por murmurar contra Aarón y Moisés (12:1–16). El tema de la > murmuración (p. ej., 11:1) se repite con frecuencia en Números para enfatizar las rebeliones e infidelidades humanas y también para presentar las misericordias divinas. Esas quejas era una manera solapada de rebelarse contra la voluntad divina o, inclusive, de rechazar las decisiones y el liderato de Moisés.
Una segunda serie de acontecimientos describe la misión de los espías o exploradores que fueron a Canaán de parte de Moisés (13:1–14:45). Esta sección incluye el momento más importante en el peregrinar por el desierto, pues, a causa de sus continuas y reiteradas murmuraciones y rebeldías, el Señor dejó al pueblo de Israel durante cuarenta años en el desierto, antes de llegar finalmente a la Tierra Prometida.
Ante los informes impresionantes de los exploradores, el pueblo se negó a proseguir la marcha hacia Canaán, y Dios anuncia que esa generación de israelitas que había salido de Egipto no llegaría a la Tierra Prometida, pues moriría en el desierto. De esa declaración divina se salvaron > Caleb y > Josué, que demostraron fidelidad y confianza en Dios. Una vez más se pone en evidencia las rebeldía humana y la misericordia del Señor.
A estas secciones narrativas le sigue una colección nueva de leyes (15:1–19:22), que tocan los siguientes temas: las ofrendas y los sacrificios (15:1–31); la sentencia de > lapidación por violar las leyes del sábado (15:32–36); las reglamentaciones de los > flecos de los vestidos (15:37–41); las regulaciones referentes al sostenimiento de los sacerdotes y los levitas (18:1–32), y el sacrificio de la vaca roja para la purificación (19:1–22).
En medio de estas leyes y regulaciones, se incorporan algunos relatos de importancia teológica, entre los que se incluyen: la rebelión de > Coré (16:1–50); el florecimiento de la vara de Aarón (17:1–13), que era símbolo de autoridad y poder, y el incidente en el desierto de > Zin, en el que Moisés hizo salir agua de las rocas, pero que por su actitud agresiva, impaciente, arrogante y violenta, Dios no le permitió entrar a la Tierra Prometida (20:1–13).
IV. DESDE CADES A LAS LLANURAS DE MOAB. La tercera sección y final del libro de Números (20:22–36:13) presenta la continuación del viaje del pueblo por el desierto en ruta hacia las tierras de Canaán. El movimiento se presenta complicado, pues diversos grupos y tribus que ya vivían en esas zonas presentaban obstáculos y desafíos al pueblo de Israel. No permitían a los israelitas cruzar sus territorios.
En primer lugar, luego de una larga permanencia en Cades, el viaje se hizo hacia el sur, para pasar las montañas de > Seir, pues los > edomitas les impidieron terminantemente el paso (20:14–21). Aarón entonces muere en el monte Hor, donde es enterrado, y le sucede su hijo, > Eleazar, que es comisionado y consagrado directamente por Moisés. Y luego de la narración del triunfo de los israelitas sobre el rey cananeo > Arad (21:1–3), se incluye el relato de la > serpiente de bronce (21:4–9), que es otro interesante episodio en la extensa saga de rebeliones y quejas del pueblo que generó el castigo divino, seguido por el arrepentimiento de la comunidad, para posteriormente recibir la manifestación de misericordia de Dios. De la mordida ardiente de las víboras se salvaban solo aquellas personas que miraban a la serpiente de bronce, que era signo de gracia, misericordia, salvación y esperanza.
Cuando los israelitas llegaron finalmente a las llanuras de Moab, al lado este del mar Muerto, derrotaron a > Sehón, el rey amorreo (21:21–30), y a > Og, el monarca de Basán (21:31–35). Permanecieron es esta región hasta el momento de cruzar el río Jordán y entrar a la Tierra Prometida (33:48–56; 36:13).
Ante la presencia del pueblo de Israel en sus territorios, el rey de > Moab, atemorizado, comisionó al adivino > Balaam para que maldijera a los israelitas intrusos, pero el ángel del Señor le impidió pronunciar maldición alguna y los bendijo de forma extraordinaria (23:1–24:25).
Cuando llegaron a > Sitim, que está ubicado en las llanuras de Moab, frente a Jericó, al oriente del río Jordán, los israelitas se dejaron seducir por las mujeres moabitas, y al casarse con ellas desobedecieron la Ley (Dt. 7:1–6), y se contaminación con las prácticas religiosas ofrecidas a > Baal-peor, que era el dios de la fertilidad de ese lugar (25:1–8).
Se pone de manifiesto claramente en todos estos relatos que la infidelidad y la idolatría constituían grandes problemas para el pueblo de Israel. La narración prosigue con un nuevo censo del pueblo, que intenta identificar el poder militar del pueblo, además de sentar las bases para la repartición de las tierras de Canaán (26:1–65). El texto bíblico incluye también la modificación de las leyes para permitir a las mujeres heredar propiedades (27:1–11), y la designación oficial de Josué como el sucesor de Moisés y líder del pueblo (27:12–23).
La próxima sección (28:1–30:16) es esencialmente legislativa, e incorpora algunas regulaciones en torno a los sacrificios, las ofrendas de las fiestas solemnes y el voto o juramento. Además, se incluye una narración del triunfo de los israelitas sobre los > madianitas (31:1–32:41), que junto a los triunfos previos de Og y Sehón, le permitió a Moisés dividir y repartir > Transjordania entre las tribus de Rubén, Gad y parte de la de Manasés, que era una comunidad numerosa.
Finalmente se presenta una especie de resumen del itinerario del pueblo desde que salieron de Egipto hasta su llegada a las llanuras de Moab (33:1–34:29), con la identificación de las ciudades de los levitas (35:1–8) y de refugio (35:9–28), y varias leyes sobre los testigos y el rescate (35:29–34). El libro finaliza con las normas para el casamiento de mujeres herederas (36:1–13).
V. SIGNIFICACIÓN TEOLÓGICA. La lectura cuidadosa de Números pone de manifiesto con claridad la imagen de un Dios que es fiel al Pacto y la Alianza que estableció con el pueblo de Israel en el monte Sinaí. El Dios de Números se distingue por su > fidelidad. Y ese propósito divino es el valor teológico fundamental que servirá de guía al pueblo a través del peregrinar por el desierto hasta llegar a las llanuras de Moab, antes de cruzar a la Tierra Prometida.
Ese particular valor espiritual de la fidelidad es el que le permite al Señor manifestar su amor, perdón y misericordia al pueblo, a pesar de sus reiteradas rebeliones y actitudes de infidelidad, que se ponen en evidencia en las continuas murmuraciones, rebeliones y quejas, que no solo llegan de los sectores más hostiles y antagónicos del pueblo, sino de María, la hermana de Moisés y Aarón.
Ese Dios fiel es el que se manifiesta y se revela desde el Tabernáculo de reunión, y que también se hace presente en al Arca del Pacto y en medio de la nube, que son símbolos extraordinarios de su continua presencia y poder. Esa fidelidad, además, es la que le permite a Dios acompañar continuamente al pueblo y hasta pelear sus batallas para garantizar el triunfo contra los enemigos. Inclusive, las rebeliones de Coré, Datán y Abirón (cap. 16) son buenas oportunidades para poner claramente de manifiesto no solo las virtudes asociadas al perdón de Dios y la misericordia divina, sino que revelan el poder de intercesión que tenía Moisés, que se presenta en la obra como una figura extraordinaria.
En efecto, es Moisés el protagonista humano de estas narraciones, que, de acuerdo con el libro de Números, es guía, libertador, organizador, comandante, administrador e intercesor, a la vez que es un hombre de oración, humilde y fiel a Dios (12:6–8). Inclusive, a pesar de sus debilidades y problemas (16:15; 20:10–12), es descrito en la obra como «siervo de Dios» (12:8), que es una buena manera bíblica de destacar la relación íntima y grata entre Moisés y Dios. Ser «siervo de Dios» era un gran título de dignidad, honor y respeto en la antigüedad.
VI. LECTURA TIPOLÓGICA. En el NT se mencionan y exponen varios de los temas que se incluyen en Números con alguna frecuencia. Generalmente se alude al peregrinar por el desierto como un singular período educativo para el pueblo de Israel, en la tradición teológica de sus antiguos profetas (Miq. 6:3–8). Además, se enfatiza el contraste entre la fidelidad divina y la rebelión humana; se afirma el mensaje de fidelidad como el ejemplo que deben seguir las iglesias y los cristianos (Jud. 11; 2 Ti. 2:19); y se expande el tema de la alianza en el Sinaí para poner de relieve las implicaciones del nuevo Pacto de Dios con su pueblo (Heb. 3:2, 5 / Nm. 12:7; Heb. 7:5 / Nm. 18:21–24; Heb. 9:13 / Nm. 19).
El apóstol Pablo hace en 1 Cor. 10 una relectura sistemática de los acontecimientos de la peregrinación de Israel, proponiendo una relectura tipológica de los acontecimientos descritos en el libro del Éxodo, pero, sobre todo, de Números:
1 Cor. 10:1–2 bautizados en el mar
/ Ex. 13:21; 14:22

10:3 maná
/ Ex. 16:4–35

10:4 agua de la roca
/ Ex. 17:1–7;

Nm. 20:2–13.

10:5 cuerpos tendidos en el desierto
/ Nm. 14:16 (LXX)

10:6 codiciaron lo malo
/ Nm. 11:4–34, las codornices

10:7 beber… divertirse
/ Ex. 32:6

10:8 inmoralidad sexual
/ Nm. 25:1–9, mujeres moabitas (Ap. 2:14)

10:9 víctimas de las serpientes
/ Nm 21:4–7

10:10 murmuraron
/ Nm. 14:1–38;

16:41; 17:6–13

Otras referencias a Números en el NT subrayan la importancia del libro para la primera generación cristiana:
Nm. 21:4–9: la serpiente de bronce
/ Jn. 3:14–15, Jesús elevado en la cruz.

Nm. 9:12 y Ex. 12:46
/ Jn. 19:36, “ni un hueso roto” de Jesús en la cruz.

Nm. 11:4–9
/ Jn. 6:31ss, el maná, figura del verdadero pan de vida.

Nm. 14:13–19: intercesión de Moisés
/ Heb. 3:1–6, tipo del verdadero Mediador.

Nm. 16:5
/ 2 Tim. 2:19, “El
Señor conoce a los suyos” (cita de la LXX).

Nm. 30:2
/ Mt. 5:33, cumplir los votos (pero mejor evitar hacerlos).

Una figura de singular importancia teológica en el libro de Números es Balaam, un famoso adivino mesopotámico que fue llamado por el temeroso rey Balac, de Moab, para que maldijera al pueblo de Israel. Sin embargo, el adivino, que consultó con Dios si debía responder positivamente a las peticiones del monarca moabita, no pudo maldecir a los israelitas; por el contrario, ante los reiterados requerimientos del rey solo pudo bendecirlos de forma repetitiva.
Aunque el vidente bendijo a los israelitas, es recordado en las Escrituras como un falso profeta que propició que el pueblo cayera en el grave pecado de la idolatría (2 Pd. 2:15–16; Jud. 11; Ap. 2:14).
El rey moabita estaba utilizando no solo sus recursos militares y políticos para responder a la posible amenaza de los israelitas sino que incorporó, en su estrategia militar, el poder de la religión y las creencias populares del pueblo.
El mensaje del antiguo adivino mesopotámico a los israelitas fue visto y aplicado no solo en el contexto de la petición del rey moabita y en los triunfos del famoso rey David sobre Moab (2 Sam. 8:2–18), sino en el NT, en la figura del Mesías cristiano. Véase BALAAM, DESIERTO, LEVITA, NAZAREO, PENTATEUCO, SACERDOTE, TABERNÁCULO, TIPOLOGÍA.