LEVITAS

Heb. 3881 bené Lewí, בְנֵי־לֵוִי = «hijos de Leví»; lewí, לֵוִי = «levita»; lewiyyim, לְוִיִּים = «levitas» (Dt. 12:18; Jue. 17:9, 11; 18:3); generalmente en pl. y con art. hallewiyyim, הַלְּוִיִּים; Sept. Leuîtai, Λευῖται.
Título patronímico que, aparte de designar a los descendientes de la tribu de Leví (ex. 6:25, Lv. 25:32, etc.; Nm. 35:2; Jos. 21:3, 41), es el título específico de los dedicados al culto y ministerio subordinado del cuidado del Tabernacúlo primero, y del Templo después.
1. Antecedentes.
2. Funciones.
3. Límite de edad.
4. Vestimentas, división en clases y residencia.
5. Posición social.
I. ANTECEDENTES. El origen de los levitas, en su calidad de «ministros de culto», es oscuro. Según el relato bíblico, Moisés pertenecía a la familia de Coat, de «la tribu de Leví», por parte de ambos padres (Ex. 2:1; 6:16–26). Su hermano Aarón recibe el apodo de «el levita». Aquí la palabra no puede significar la familia de Aarón, idéntica a la de Moisés, sino un oficio religioso, al que Aarón estaba ya consagrado y de donde tomaba nombre. Esto explicaría que Moisés, al ver la idolatría del pueblo con el becerro, reuniera en torno a sí a todos los hijos de Leví y les diera la orden de pasar a cuchillo a los transgresores. Tal fue su sangrienta consagración. «Hoy os habéis consagrado a Yahvé, haciéndole cada uno oblación del hijo y del hermano; por ello recibiréis hoy bendición» (Ex. 32:25ss). El pecado de Israel había roto la alianza que acababa de contraer con Dios; habían, pues, cometido un crimen de lesa majestad, divina y humana. Era preciso castigarlos para aplacar a Dios y restablecer otra vez las buenas relaciones entre él y el pueblo. Moisés llama a sí a los que se habían mantenido fieles a su Dios, los levitas, los cuales, sin respeto alguno por los lazos familiares, ejecutan la venganza de Yahvé, y Moisés les declara que han cumplido un acto sacerdotal: «hoy os habéis consagrado a Yahvé» mediante el sacrificio de los parientes transgresores; por eso, Dios los colmará de bendiciones (v. 29). De la misma manera, Finees, nieto de Aarón, recibirá la promesa del sacerdocio por un acto semejante de celo (cf. Nm. 25:7ss; Sal 106:15). Aquí se expresa que los levitas quedaron especialmente vinculados al culto de Yahvé, recibiendo por ello la máxima bendición divina.
El libro de los Jueces ofrece dos relatos antiquísimos muy significativos. Un individuo de los montes de Efraím llamado > Micaía fundó en su casa un santuario, instituyendo como ministro a un hijo suyo. Pero un joven de Belén de Judá, de nombre Jonatán, levita, se puso a recorrer la tierra para buscar dónde vivir, llegando así a casa de Micaía. Este, al saber que era levita, le pidió que se quedase con él para servirle de «padre y de sacerdote» a cambio de diez siclos de plata al año, vestido y comida, propuesta que fue aceptada por el levita (Jue. 17:1–13). Esto muestra que en los tiempos antiguos el ministerio sacerdotal era privilegio de los levitas. Poco tiempo después, pasaron por aquel lugar algunos > danitas en busca de tierra donde asentarse. Al encontrar allí al levita, le pidieron consultase a Yahvé sobre el camino que llevaban. Días más tarde, llegaron otros 600 danitas y, entrando en casa de Micaía, le toman el > efod de las consultas divinas, los > terafim y las imágenes de talla y fundición de plata, obligando al levita a seguirlos (Jue. 18:1–29). Tal fue el origen del santuario de la tribu de Dan. El capítulo siguiente cuenta la suerte desgraciada de otro levita, que también peregrinaba por los montes de Efraím y que, habiendo tomado mujer en Belén de Judá, al pasar por > Gabaa de Benjamín fue objeto del abuso de sus moradores, que faltaron a las leyes de hospitalidad y se ensañaron con su concubina. Este suceso dio origen a la guerra intertribal que estuvo a punto de acabar con la tribu de Benjamín (Jue. 19:1–30).
El libro de Samuel empieza con la historia de la vida religiosa que se desarrollaba en el santuario nacional de > Silo, donde ejercía sus funciones el levita > Elí con sus hijos (1 Sam. 2:11ss). Poco más tarde aparece el santuario trasladado a > Nob, donde, en un arrebato de furor, Saúl hizo dar muerte a setenta sacerdotes, todos levitas, por el crimen de haber consultado a Dios sobre el viaje de David y a ruegos de este (1 Sam. 22:11–19). El único que se salvó de aquella matanza, > Abiatar, corrió al lado de David, a quien servía en el mismo oficio de consultar a Dios (22:20ss). Pero este Abiatar es luego privado del sacerdocio por Salomón y sustituido por > Sadoc, también levita, que más tarde presidirá los servicios religiosos en el Templo (1 R. 2:25–27).
En el Deuteronomio la palabra «levita» denota en todo el libro un miembro de la tribu consagrada al servicio de Dios, sin hacer diferencia entre levitas y sacerdotes, pues todos los sacerdotes eran levitas. Los describe como dispersos por las ciudades de Israel, sin heredad alguna y viviendo de la caridad de sus hermanos, a los cuales el autor recomienda con mucha insistencia, junto con los demás indigentes, los huérfanos, las viudas y los extranjeros (cf. Dt. 12:11–12, 18ss; 14:27; 16:11; 14; 26:11–13).
El único santuario donde dar culto a Yahvé que el Deuteronomio juzga como legítimo está servido por sacerdotes levíticos, de los cuales dice también que no tienen heredad entre sus hermanos y se mantendrán de los sacrificios y ofrendas de los fieles, y añade: «Si un levita sale de alguna de tus ciudades de todo Israel, donde peregrinó, para venir, con todo el deseo de su alma, al lugar que Yahvé elija, ministrará en el nombre de Yahvé, su Dios, como todos sus hermanos los levitas que allí estén delante de Yahvé, y comerá una porción igual a la de los otros, excluyendo a los sacerdotes de los ídolos y a los magos» (Dt. 18:6–8). Debido a su situación, los levitas se veían obligados por la necesidad a servir en los santuarios que, contra la ley deuteronómica, había en todo Israel. El legislador, atendiendo a su situación, ordena que se los reciba en el santuario nacional, donde los emolumentos debían de ser más abundantes. Entre esos santuarios no faltarían algunos, tal vez muchos, manchados por el culto idolátrico. A quienes participaban en ellos se les cerraba la puerta del santuario nacional.
Todo esto muestra un progreso en la historia del sacerdocio levítico, que comienza por mostrarse consagrado al culto de Yahvé, pero sin posición social, y buscando como mejor puede un modo de vivir. Algunos están al servicio del Tabernáculo y del arca, pasan al Templo y logran crecer en importancia, hasta venir a ser los dirigentes de la nación en la época postexílica. Los escritos de esta época describen adecuadamente la detallada organización y tareas del sistema levítico entonces en pleno vigor, así como cierta cantidad de regulaciones correspondientes que se atribuyen al rey David.
El libro de los Números emplea un género literario especial a fin de realzar a los ojos de sus lectores la dignidad del sacerdocio, que efectivamente remontaba a Moisés, según el Éxodo, y acaso más allá, y presenta un cuadro de la institución levítica que no corresponde a lo que fue en la época temprana, pero sí a los tiempos posteriores, especialmente de la monarquía. La tribu de Leví aparece consagrada por completo a los deberes religiosos que hasta entonces correspondían a los primogénitos, quienes, de acuerdo con la costumbre patriarcal y según se convertían en jefes de familia o clan, realizaban generalmente las funciones sacerdotales (cf. Nm. 3:9, 11–13, 40, 41, 45).
Los levitas son ante Yahvé como los primogénitos del pueblo elegido. Yahvé se reservaba los primogénitos de hombres y animales (cf. Ex. 22:28–29; 34:19–20). En Canaán era frecuente la inmolación de los primogénitos humanos. En la legislación mosaica, la pertenencia de los primogénitos a Dios era simbolizada por un rescate en dinero (cf. Ex. 13:13; 34:20; Nm. 18:15–16), de forma que jamás se permitieron sacrificios humanos. Los levitas sustituyen a los primogénitos que debían ser consagrados al servicio de Yahvé. En lugar de los primogénitos consagrados al servicio del culto, Yahvé prefirió escoger una tribu, aquella a la que pertenecía el legislador Moisés, y que fue la continuadora de su obra teocrática. Por otra parte, la dedicación de los primogénitos a Yahvé tiene una nueva razón histórica: recuerdan a los primogénitos egipcios muertos por el ángel de Yahvé. Entonces fueron preservados los primogénitos de Israel, y por eso le son entregados como especial pertenencia. Ahora los levitas sustituyen representativamente a los primogénitos en esa especial vinculación a Yahvé. La función representativa de los levitas está simbolizada en los rituales de la purificación y la dedicación (Nm. 8:5ss). Al imponer los jefes tribales las manos sobre los levitas (8:10), reconocían su valor como sustitutos (cf. Lv. 4:24). Por otra parte, se describe el hecho curioso de sacerdotes que ofrecían a los levitas como ofrenda mecida de parte del pueblo (8:11), lo cual indicaría que los levitas habían sido «dados» por los israelitas a los hijos de Aarón para que los sustituyeran. En Nm. 8:19, la palabra heb. para «dados», es nethinim, נֶתִינִים, que recuerda a los siervos del Templo o > netineos.
En el primer censo en el desierto el total de los primogénitos de un mes para arriba es de 22.273 (Nm. 3:43). Como el número de levitas es inferior al de los primogénitos, a saber, 22.000 (v. 39), el resto, 273, sería rescatado con el pago de 5 siclos por cada uno (cf. Lv. 27:25), y así fueron liberados del servicio en el Tabernáculo (vv. 46–51). La suma percibida de 1.365 siclos fue entregada por Moisés a los sacerdotes.
Los levitas son eximidos de tomar armas, porque están destinados al Tabernáculo y encargados de custodiar los utensilios sagrados y de trasladarlos en los desplazamientos. Ellos mismos no podían tocar las cosas del altar. Nadie extraño a la tribu de Leví podía dedicarse a las funciones de los levitas bajo pena de muerte (Nm. 1:51). También los levitas que se arrogaran funciones sacerdotales serían condenados a muerte (Nm. 3:10).
II. FUNCIONES. Como servidores del Santuario, los descendientes de Leví se dividieron en dos clases principales para desempeñar funciones diferentes:
1. Los sacerdotes, descendientes de Aarón (Dt. 33:8–11; Jos. 21:1, 4), que actuaban como mediadores entre Dios y los hombres, realizaban los sacrificios y los servicios en el Santuario.
2. El resto de los levitas estaba encargado, durante la peregrinación, del transporte del Tabernáculo: lo levantaban y lo cuidaban mientras estaba en pie, y ayudaban a los sacerdotes en el cumplimiento de sus deberes (Nm. 1:50–53; 3:6–9, 25–27; 4:1–33; 1 Sam. 6:15; 2 Sam. 15:24).
Durante su marcha por el desierto, el Tabernáculo de Yahvé ocupaba el centro del campamento, en torno al cual acampaban los levitas, que formaban una especie de guardia de honor, evitando todo contacto profano. Luego las tribus, tres a cada uno de los puntos cardinales. Todo ello formaba un espacio matemáticamente distribuido en el que acampaban más de 600.000 varones mayores de edad.
Los gersonitas, una de las tres grandes familias levíticas, acampados al oeste del Tabernáculo y detrás de él, teniendo en cuenta que se orientaba hacia el este, cuidaban del Santuario y de la tienda (cf. Ex. 26:1–6), de la cobertura de pelo (Ex. 26:7–13); los coatitas, acampados al sur del Tabernáculo, se encargaban de las cosas más preciadas y santas: el arca de la alianza (Ex. 25:10–22), la mesa de los panes de la proposición (Ex. 25:23–30), el candelabro (Ex. 25:31–40), los utensilios que usaban los sacerdotes en los sacrificios (Nm. 4:2–20) y el velo del Santuario (Lv 4:6; 24:3), que separaba el Lugar Santo del Lugar Santísimo. Todos los objetos tenían que ser recubiertos por los sacerdotes antes de ser transportados. Los meraritas acampaban al norte del Tabernáculo, y les estaba confiado el armazón de madera del Santuario (Ex. 26:15–30; 27:10–19). Al este del Santuario estaban los sacerdotes aaronitas, encargados de su custodia.
III. LÍMITE DE EDAD. En Nm. 4:3 (1 Cro. 23:3–5), la edad para entrar en servicio de los levitas eran los 30 años, pero poco después se rebajó a 25 (Nm. 8:23–26), quizá porque Moisés necesitaba más personal del que al principio había calculado. Posteriormente, David rebajará la edad a los 20 años, edad en la que los otros israelitas eran aptos para el servicio militar (1 Cro. 23:24). Los LXX, para concordar con Nm. 8:23–26, ponen veinticinco años. Después del exilio no se exige edad concreta para entrar en servicio (2 Cro. 31:17; Esd 3:8). Desde entonces, los levitas accedían legalmente a su ministerio a los 20 años (2 Cro. 31:17; Esd. 3:8). Se iniciaban como ayudantes de los sacerdotes y de los jefes correspondientes (1 Cro. 23:28–31; cf. 2 Cro. 29:34; 35:11), pero es probable que no fueran considerados como aptos para las funciones más elevadas (guardianes de las puertas, miembros de la orquesta sagrada, administradores, jueces) antes de la edad de 30 años (1 Cro. 23:3–5). A los 50 dejaban las funciones regulares, pero quedaban libres de asistir a sus sucesores en el servicio del Santuario (Nm. 8:25, 26).
Los levitas no estaban obligados a dar todo su tiempo al Santuario ni a morar continuamente en sus proximidades. Para su subsistencia, recibían los diezmos debidos a Yahvé (Lv. 27:30–33; cfr. Nm. 18:21–24), las primicias de las cosechas (Ex. 23:19; Lv. 2:14; 23:17, etc.), los primogénitos de los rebaños (Ex. 13:12 ss.; Lv. 27:26; Nm. 18:15 ss.) y ciertas porciones de los sacrificios (Nm. 18:26 ss.).
IV. VESTIMENTAS, DIVISIÓN EN CLASES Y RESIDENCIA. No se les asignó ningún tipo de vestimenta oficial o distintiva, pero en las grandes fiestas llevaban un ropaje de > lino fino (1 Cro. 15:27; 2 Cro. 5:12). En el siglo I d.C., los levitas asignados al coro sagrado obtuvieron del rey > Agripa II, con la ratificación del > Sanedrín, el derecho de llevar las vestimentas de lino regularmente, como los sacerdotes (Josefo, Ant. 20, 9, 6).
A David se atribuye la introducción del sistema mediante el cual se dividió en cuatro clases todo el cuerpo levítico, que llevaban el nombre de sus respectivos jefes y eran regidos por ellos:
1) Los que asistían a los sacerdotes en el servicio del santuario, que en gr. reciben el nombre de «litúrgicos», leiturguntes, λειτουργοῦντες.
2) Los jueces y los escribas, encargados de los asuntos externos (hammelakhah hajitsonah, הַמְּלָאכָה הַחִיצוֹנָה).
3) Los guardas de las puertas (shoarim, שֹׁעֲרִים, pyloroí, πυλωροί.
4) Los músicos y cantores (meshorerim, מְשֹׁרְרִים, hymnodoí, ὑμνῳδοί).
Cada una de ellas, a excepción quizá de la segunda, se subdividía en 24 secciones (familias) que se turnaban semanalmente en el servicio (1 Cro. 24–26; cf. 15:16–24; 2 Cro. 19:8–11; 30:16–17; Esd. 6:18; Neh. 13:5). Sus tareas específicas eran determinadas por sorteo (cf. Lc. 1:5–9).
En cuanto siervos del culto, los levitas carecían de territorio tribal (Gn. 49:5–7; Nm. 18:21; Dt. 10:9; Ez. 48:28). Sin embargo, se les asignaron ciudades especiales que podían servir de lugares de refugio y que debían contar con una franja de pastos (migrash, מִגְרָשׁ, proásteia, προάστεια, Nm. 35:4, 5) para su rebaños. En total, los levitas recibieron 48 ciudades, cuatro de cada una de las otras tribus (Jos. 21). De entre ellas seis fueron ciudades de refugio, tres a cada lado del Jordán. La mayor parte del año moraban en sus ciudades respectivas, y subían en fechas determinadas a Jerusalén para ejercer sus funciones.
V. POSICIÓN SOCIAL. Al producirse el cisma nacional después de la muerte de Salomón, la mayoría de los levitas se encontraron separados del Templo de Jerusalén. Probablemente, un gran número se instaló en Judá y Jerusalén (2 Cro. 11:13–15). Pero sin duda, muchos permanecieron en sus ciudades, fieles a la Alianza. Cuando Jeroboam I erigió santuarios rivales en Dan y Bet-el estableció sacerdotes no levíticos, probablemente con el fin de interrumpir las relaciones con el Templo de Jerusalén de la manera más efectiva posible (1 R. 12:31; cf. 2 Cro. 11:13–14; 13:9–10). Oseas debió estar próximo a círculos levíticos en el reino del Norte, dado que los levitas eran aliados de los profetas. “Cuando el levitismo decae y la alianza se resiente, aparece el profeta”, escribe José Luis Sicre. La relación entre levitas y profetas debió ser común. Sin duda, algunos levitas ejercieron la actividad profética en ocasiones. > Jahaziel, levita de los hijos de Asaf, profetizó la victoria de Josafat sobre la coalición moabita-amorrea (2 Cro. 20:14ss), y Jedutún el levita recibe el nombre de vidente del rey (2 Cro. 35:15).
Después del exilio, llama la atención que la cantidad de levitas que regresaron fuera tan reducida en comparación con la de sacerdotes que volvieron de Babilonia. Unos 5.000 sacerdotes bajo Josué y Zorobabel, 4.289 que pudieron demostrar su derecho al sacerdocio (Esd. 2:36–39), y otros 709 que no estuvieron en condición de probarlo (vv. 61, 62), además de 392 sirvientes del Templo o netineos, frente a solo 341 levitas, cantores y porteros (vv. 40–42). Se ha querido explicar esta diferencia entre el gran número de sacerdotes y el número reducido de levitas en base al hecho de que muchos levitas adquirieron categoría de sacerdotes durante el exilio, de modo que los levitas responsables de las tareas menores en el Templo parecen no haber querido volver (Esd. 8:15–20). Lo cierto es que, todavía en tiempos de Esdras, solo 38 levitas fueron convencidos para regresar a Jerusalén después de esfuerzos especiales (Esd. 8:15–19; cf. Ez. 44:10–14). Su lugar tuvo que ser ocupado por 220 netineos (Esd. 8:20).
Los que regresaron ayudaron a Esdras en la lectura y explicación de la Ley (Neh. 8:7–13; 9:4, 5); también ayudaron a Nehemías a reconstruir parte del muro de la ciudad (Neh. 3:17) y participaron en la vida religiosa de la nación (Neh. 11:3ss; 12:27ss).
Habían de recibir diezmos del pueblo, y a su vez debían dar el diezmo de los diezmos a los hijos de Aarón (Neh. 10:37ss; 12:47). Durante el tiempo de la ausencia de Nehemías de Jerusalén, cuando los judíos dejaron de contribuir con el diezmo, los levitas fueron obligados a abandonar el servicio del Templo y marchar a sus campos a fin de subsistir realizando trabajos agrícolas, hasta que Nehemías los trajo de nuevo a Jerusalén y proveyó para su sostén (Neh. 13:10–13).
Los levitas contribuyeron a la formación de la así llamada Gran Sinagoga y, juntamente con los sacerdotes, constituyeron y formaron parte mayoritaria del > Sanedrín (Maimónides, en J.B. Lightfoot, Hor. Heb. on Mat. 26:3), y como tales ocuparon un lugar importante en la administración de justicia, incluso en casos de pena capital.
Sorprendentemente, apenas si juegan un papel importante en el período macabeo. Tampoco el NT les concede importancia: únicamente los menciona en tres ocasiones y de modo circunstancial. La primera, en la parábola del buen samaritano (Lc. 10:32). La segunda, en relación con los judíos de Jerusalén que enviaron a algunos levitas para investigar la obra de Juan el Bautista (Jn. 1:19). Y la tercera, al mencionar la conversión de Bernabé, de quien se dice expresamente que era levita (Hch. 4:36). Véase NETINEOS, SACERDOCIO, TEMPLO.
Bibliografía: R. Albertz, Historia de la religión de Israel en tiempos del AT (Trotta 1999); J. Blenkinsopp, Sage, Priest, Prophet: Religious and Intellectual Leadership in Ancient Israel (WJK 1995); A. González-Núñez, Profetas, sacerdotes y reyes en el Antiguo Israel (Casa de la Biblia, Madrid 1962); M. Haran, Temples and Temple-Service in Ancient Israel: An Inquiry into Biblical Cult Phenomena and the Historical Setting of the Priestly School (Clarendon, 1978); D. Hubbard, “Sacerdotes y Levitas”, NDB, 1195–1202; J. Licht, “Levita”, en EB, 974–978; R. Nurmela, The Levites: Their Emergence as a Second-Class Priesthood (Scholars 1998); T. Polk, “The Levites in the Davidic-Solomonic Empire”, StudBib 9 (1979) 3–22; R. de Vaux, Instituciones del AT, 496–517 (Herder 1964).