LEVÍTICAS, Ciudades

Ciudades asignadas como residencia de los levitas en los territorios de las distintas tribus de Israel.
Cuando el país de Canaán fue dividido, los levitas no recibieron una parte del territorio como las otras tribus. Consagrados enteramente al servicio del Santuario, tenían al mismo Dios como heredad (Nm. 18:20; Dt. 10:9) y no debían poseer porción alguna en el reparto de la tierra. Por eso, entre los príncipes de las tribus de Israel no figura ninguno de la tribu de Leví a la hora de la distribución del país (Nm. 34:13–29). No obstante, los príncipes son doce, porque José se halla representado por sus dos hijos adoptados por Jacob, Efraím y Manasés.
Para su asentamiento y morada se destinan 48 ciudades, cuatro de cada tribu: trece para los sacerdotes descendientes de Aarón en los territorios de Judá, Simeón y Benjamín (Jos. 21:4), y treinta y cinco de las tribus del norte y del este (Jos. 21:5–7; Nm. 35:1–8). De ellas, seis fueron especialmente escogidas como ciudades de refugio, tres a cada lado del Jordán.
Esto no excluye que otros no levitas cohabitasen con ellos en dichas ciudades (cf. Jos. 21:17, 21; Jos. 21:16; 1 Sam. 6:13, 15). Y por otra parte, los levitas no estaban necesariamente confinados a estas localidades, sino que podían morar en otras.
Por ley las ciudades tenían que contar con «campos alrededor», terreno común y para pastos, aré migrashim, עָרֵי מִגְרָשִׁים, de dos mil codos (un km.) de largo y mil codos (medio km.) de ancho (Nm. 35:1–8 y Jos. 21:41, 42).
La distribución de estas 48 ciudades levíticas debía ser proporcional y justa, conforme al número de habitantes de cada tribu, aunque en la repartición consignada en Jos. 21:1–41 no parece que se tenga en cuenta este principio. Así, en Neftalí solo hay tres ciudades levíticas, cuando era más numerosa que Gad y Efraín (cf. Jos. 24).
En el Deuteronomio, tan preocupado por los sacerdotes y levitas, no se encuentra esta legislación (Dt. 12:12; 18–19; 14:27, 29; 26:11–15). Ezequiel, al describir la repartición futura de la Tierra Santa, no apela a esta institución, sino que establece una zona de habitación para levitas y sacerdotes en torno al Templo (Ezq. 45:4–5; 48:10–14).
Por otra parte, la distribución de las ciudades supone para los sacerdotes las zonas colindantes con Jerusalén: las tribus de Judá, Simeón y Benjamín, mientras que los levitas se sitúan sobre todo en la parte septentrional, más alejada del Templo. Sin embargo, según 1 Cro. 13:2, los sacerdotes y levitas tenían ciudades propias y sus pastos, y con ocasión del cisma de Jeroboam I, los sacerdotes y levitas abandonaron sus posesiones del norte y se fueron al reino de Judá (2 Cro. 11:13–17). Véase CIUDADES DE REFUGIO, LEVITAS, NETINEOS.