Agua

Agua La posición geográfica de Palestina (entre las regiones climatológicas mediterráneas y las semidesérticas de los países que la limitan al este y al sur) determina la cantidad de agua disponible (→ Lluvia). Las rocas calíferas no retienen el agua con facilidad y los → Arroyos, caudalosos en el invierno, se convierten en cauces secos en verano (→ Wadi).

El Jordán es el único río de suministro permanente y por ello a menudo era necesario abrir → Pozos o conservar el agua en → Cisternas. La calidad del agua variaba de salobre a dulce (Éx 15:23–27; 2 R 2:19–22).

Con razón al agua se le llama «don de Dios» en las regiones donde hay escasez de ella (Jn 4:10). Su falta es algo grave (1 R 17:1ss; Jl 1:20), así como su contaminación (Éx 7:17ss; cf. 15:23). En tiempos de guerra era común cortar las fuentes que abastecían una ciudad (2 R 3:19, 25; 2 Cr 32:30) para obligarla a racionar el agua (Lm 5:4; Ez 4:11, 16).

Tanto ayer como hoy, la vida de las personas, los animales y las plantas depende en gran parte del agua. Proporciona vida, refrigerio, crecimiento y fruto (Sal 1:3; 23:2; 65:9). Su escasez aniquila con ardiente sed (Éx 17:3; Jue 15:18; Is 5:13; Jn 19:28). Por esto, se usa también en sentido figurado para representar las bendiciones que Dios derrama y que el creyente anhela. Dios, revelado en el Antiguo Testamento y manifestado en Cristo, es fuente del agua espiritual (Sal 63:1; Is 32:2; Jer 2:13; Jn 4:13s; 7:37–39), agua que se derramará en abundancia sobre su pueblo en el futuro (Is 35:6, 7).

Aun en el presente, el Espíritu Santo que se derramó cuando Cristo fue glorificado (Jn 7:39) nos bautiza en un cuerpo (1 Co 12:13; cf. Jn 3:5). A veces el simbolismo del agua incluye la Palabra de Dios (Is 55:10s; Am 8:11s) o de Cristo (Jn 15:3). Todo el sistema ceremonial da importancia a los lavamientos. No solo sacerdotes y levitas (Éx 29:4; Nm 8:7), sino las personas en general, practicaban diferentes abluciones (Lv 11:40; 15:5ss). Con este trasfondo apareció Juan el Bautista predicando un → Bautismo de arrepentimiento. En el Nuevo Testamento, este aspecto del perdón de pecados ocupa un lugar prominente en varias referencias al agua (p. ej., Ef 5:26; Heb 10:22).

Las aguas del caos primitivo (Gn 1:2), aunque Dios las colocó en su lugar (sobre los cielos, Gn 1:7; Sal 148:4; o debajo de la tierra, Éx 20:4; Sal 136:6), siguen como posible instrumento de muerte en sus manos (Gn 7:10s; Éx 14:26s). Los judíos que rechazaron «las aguas del Siloé, que corren mansamente» (las bendiciones de la Palabra de Dios en Jerusalén), serían asolados por «aguas de ríos, impetuosas y muchas», figura de la invasión asiria (Is 8:6s). Pero aun en medio de esta tribulación o juicio divino, el rescate del creyente no está lejos debido a la misericordia de Dios (Is 43:2; 59:19; Mt 7:26s; 1 P 3:20s).

La inestabilidad de carácter se simboliza a veces como aguas turbulentas y volubles (Gn 49:4; Stg 1:6).