BECERRO

BECERRO Torito o hijuelo de vaca. Animal limpio cuya carne se usaba para ocasiones especiales (Gn 18:7, 8; Lc 15:23, 27, 30; cf. «ternero» en 1 S 28:24 y «novillo» en Am 6:4). Se empleaba mucho en los → SACRIFICIOS (Lv 9:2, 3, 8; Miq 6:6; Heb 9:12, 19). Los pies de los seres vivientes que vio Ezequiel eran como los del becerro (1:7). En Ap 4:7 el segundo ser viviente es semejante a un becerro.
En dos ocasiones los israelitas rindieron culto al becerro. La primera fue al pie del Sinaí mientras Moisés recibía la Ley de Jehová. La fiesta que acompañó el culto fue orgiástica y provocó la ira santa de Moisés (Éx 32; cf. Dt 9:16, 21; Neh 9:18; Sal 106:19, 20; Hch 7:41). Entre los pueblos de todo el Oriente, el toro simbolizaba divinidad debido a su fuerza y fecundidad. Uno de los dioses principales de Egipto era Apis, el toro sagrado. Es probable, pues, que los israelitas hayan aprendido este culto mientras vivían en Egipto.

Foto de Howard Vos

Los eruditos señalan los parecidos entre el becerro de oro que adoraron los israelitas (Éx 32:1–24) y una costumbre religiosa egipcia. Su dios Hapi era representado por la figura de un toro.

La segunda vez que esta idolatría se practicó fue en el siglo X a.C. (después de la división del reino de Israel), en el reino del norte. El primer rey de Israel, → JEROBOAM I, estableció en Bet-el y en Dan dos becerros de oro como centros de culto para evitar que el pueblo fuera a Jerusalén a adorar (1 R 12:28–32; 2 R 17:16; 2 Cr 11:14, 15; 13:8). Los dioses → BAAL y → HADAD se representaban parados sobre toros. Algunos opinan que Jeroboam quería que los becerros sirviesen como pedestales sobre los que el invisible Jehová estaría entronado. Oseas condenó el uso de estas imágenes en la adoración (8:5, 6; 13:2).