Levítico

1. Nombre y contenido.
2. Estructura y temas de importancia.
3. Sacrificios y ofrendas.
4. Consagración de los sacerdotes.
5. Leyes sobre la pureza e impureza.
6. El día de la expiación.
7. El código de santidad.
8. Las fiestas judías y los días sagrados.
9. Bendiciones y maldiciones.
I. NOMBRE Y DIVISIÓN. Tercer libro del Pentateuco. En heb se llama Wayyiqrá, וַיִּקְרָא, que es la primera palabra del libro: «y llamó»; la Sept. lo tituló Leuitikón, Λευιτικόν, seguida por la Vulg. Leviticus; el judaísmo posterior lo llamó torath kohanim, תּוֹרַת כֹּהֲנִים = «ley de los sacerdotes», y torath qorbanoth, תּוֹרַת קָרְבָּנוֹת= «ley de las ofrendas».
El contenido del libro se refiere muy poco a los levitas, pero dice mucho a los «sacerdotes». Se trata de un cuerpo de regulaciones sacerdotales minuciosas que manifiesta gran coordinación, orden y prioridades. Es una obra que destaca las estipulaciones legales, las regulaciones del culto y la naturaleza religiosa del pueblo, alrededor de las cuales giraba la vida cotidiana de la comunidad israelita. Y su lectura no es necesariamente fácil por la naturaleza legal del contenido, por el estilo repetitivo de algunas de sus expresiones técnicas, y por las distancias históricas, sociales y culturales que nos separan de este tipo de actividades religiosas.
En efecto, de la lectura cuidadosa de esta importante obra sacerdotal se desprenden y ponen de manifiesto muchas de las prácticas religiosas del pueblo de Israel. Y esas actividades cúlticas superan los tiempos y la época del desierto, pues incluyen regulaciones litúrgicas que presuponen un lugar permanente y centralizado de culto, con sus sistemas de sacrificios y ofrendas organizados, que alude al período monárquico cuando se erigió el Templo en Jerusalén
El análisis de los requerimientos necesarios para mantener todos estos complejos sistemas de sacrificios en operación, en efecto, presupone un grupo grande personas y demanda una cantidad enorme de animales, que era prácticamente imposible de criar en el desierto. Es importante entender, sin embargo, que las festividades anuales, los sacrificios de animales y las ceremonias para expiar pecados y administrar el perdón a la comunidad, se remontan a tiempos muy antiguos en la historia del pueblo de Israel. Por estas razones sociológicas, históricas y teológicas, los grupos sacerdotales que revisaron todas estas regulaciones religiosas y leyes cúlticas luego del exilio en Babilonia, entendieron que debían relacionarlas directamente con Moisés y la revelación en el Monte Sinaí.
II. ESTRUCTURA Y TEMAS DE IMPORTANCIA. Levítico alterna las narraciones de la vida del pueblo con las regulaciones legales. Esta combinación literaria y temática muestra claramente el gran propósito teológico y espiritual del libro, pues manifiesta la progresión de los temas y la administración de las diversas ceremonias hasta llegar al corazón de todas sus regulaciones cúlticas y sus presupuestos teológicos: El Señor mismo requiere que el pueblo sea santo, para que viva y demuestre la verdadera naturaleza y esencia divina (19:1–2). Esta es una manera singular de relacionar toda esta obra sacerdotal con el propósito de la revelación de Dios en el Monte Sinaí, en donde se indica claramente que el pueblo de Israel debería convertirse en una nación sacerdotal y en un pueblo santo (Ex. 19:5–6).
El principio teológico básico y rector del libro de Levítico es establecer una comunidad completamente consagrada al servicio del Señor. Por esa razón fundamentalmente religiosa, todo lo relacionado con el culto —p.ej., las vestiduras de los sacerdotes, los instrumentos del culto y los sacrificios, las diversas ofrendas, la celebración de las fiestas, y los diferentes tipos de sacrificios— debía estar plenamente consagrado al Señor. De esa forma, los creyentes se acercaban a Dios para participar de las ceremonias religiosas —p.ej., de adoración o expiación—, a la vez que entendían la importancia espiritual y social de esas mismas celebraciones. Para los sacerdotes era necesario afirmar que la santidad tiene repercusiones contextuales en la vida diaria de los individuos y las familias, y en las dinámicas sociales de la comunidad y la nación.
La estructura literaria y temática del libro de Levítico, puede ser entendida de la siguiente forma:
a. Regulaciones legales: Diversos tipos de sacrificios (1:1–7:38)
b. Narraciones: Consagración de los sacerdotes (8:1–10:20)
c. Regulaciones legales: Leyes sobre la pureza e impureza (11:1–15:33)
d. Narraciones: Establecimiento día de la expiación (16:1–34)
e. Regulaciones legales: Código de santidad (17:1–26:46)
f. Narraciones: Regulaciones en torno a los votos y las promesas a Dios (17:1–16)
Las regulaciones legales se preocupan principalmente con el comportamiento adecuado del pueblo mientras participa en las diversas ceremonias y actividades religiosas. De singular importancia, en torno a este tema, son las listas de los tabús relacionados con la alimentación y las enfermedades. Las narraciones, por su parte, le brindan a la obra el entorno sicológico y sociológico adecuado, al presentar las diversas razones para llevar a efecto esas particulares ceremonias, además de añadir el elemento indispensable de las vivencias del pueblo. En las secciones narrativas se pone de relieve una vez más la importancia de Moisés en el proceso de revelación divina
III. SACRIFICIOS Y OFRENDAS. Como los sacrificios constituían el componente de fundamental importancia en la experiencia religiosa del pueblo de Israel, constituyen el tema inicial del libro (1:1–7:38). El propósito de esta sección es explicar cómo debían ofrecerse los sacrificios y holocaustos de acuerdo con las diferentes clases y objetivos. Estas ofrendas al Señor eran manifestaciones de la gratitud del pueblo y signos visibles de las actitudes de arrepentimiento para la expiación de los pecados. Se desprende de la lectura cuidadosa de estas regulaciones, la seria preocupación espiritual que tenían los sacerdotes y el pueblo referente al importante asunto del perdón de los pecados y las faltas de los individuos y las comunidades.
En esta sección se exponen las regulaciones legales y cúlticas en torno a los los > holocaustos (1:1–17); las > ofrendas (2:1–16; 6:7–11) de cereales y harina, que eran una manera de ofrecer sacrificios ante Dios de los productos de la tierra, sin derramar la sangre animal; las ofrendas de paz (3:1–17); las ofrendas por el pecado (4:1–5:13) y las expiatorias (5:14–6, 7), difíciles de distinguir con precisión.
IV. CONSAGRACIÓN DE LOS SACERDOTES. En Israel, el > sacerdocio es visto como una institución divina. Y sus representantes, los sacerdotes, debían llevar a efecto las responsabilidades religiosas con dignidad, efectividad y decoro. De acuerdo con las Sagradas Escrituras, todo lo ceremonial y cúltico estaba regulado y prescrito para esta importante institución del pueblo, que representaba la autoridad divina, que era el foro máximo y supremo de la comunidad. Esa legislación mosaica sustituyó las tradiciones religiosas antiguas y profesionalizó los sistemas de sacrificios y las prácticas religiosas diarias.
Únicamente los miembros de la familia de > Aarón estaban autorizados por la legislación mosaica a participar del servicio del altar, cuya importancia cúltica era extraordinaria. Y de esta familia de Aarón, específicamente de la rama de > Eleazar, los primogénitos llegaban a ser los sumos sacerdotes del pueblo, que tenían vestiduras especiales (Ex. 28) y podían entrar al lugar santísimo una vez al año, durante el día de la expiación (Lv. 16). El resto de los descendientes de Leví constituían el grupo de los levitas.
La consagración e investidura de los sacerdotes se narra de forma minuciosa en el libro de Levítico (8:1–10:20). Y en esta sección del libro, se presentan los detalles de las instrucciones y las regulaciones divinas dadas a Moisés que se relacionan con la institución del sacerdocio. De singular importancia están las vestiduras (Ex. 28; 39:1–31), que eran signos de dignidad y representaban las diversas categorías y las responsabilidades religiosas.
Como parte de los preparativos para ejercer el sacerdocio, Moisés ungió el Tabernáculo y sus equipos, y particularmente ungió a Aarón, que era una forma simbólica de consagrarlo y santificarlo. Con esta unción, Aarón quedó adecuadamente consagrado para el servicio divino en el altar. Y como resultado de esa santificación, cuando Aarón alzó las manos para bendecir al pueblo, después de hacer la expiación, el holocausto y el sacrificio de paz, «la gloria de Dios se manifestó a todo el pueblo» (Lv. 9:23).
La narración también presenta un singular incidente relacionado con los hijos de Aarón (Lv 10:1–20). El relato de Nadab y Abiú es una clara advertencia dirigida a los sacerdotes para que no cometieran faltas contra lo estipulado por la Ley, de acuerdo con las enseñanzas de Moisés. Fueron castigados con la muerte al cometer una grave irregularidad en el servicio del altar y en el santuario, que pone de manifiesto la importancia de la santidad, la diligencia y la responsabilidad de los líderes sacerdotales y religiosos.
V. LEYES SOBRE LA PUREZA E IMPUREZA. El propósito fundamental de esta sección (11:1–16:34) es identificar los límites reales de la pureza y la impureza cúltica. Además, se presentan los procesos y las normas para la recuperación de la pureza perdida. En una sociedad definida por esos patrones religiosos y culturales, era extremadamente importante y necesario delimitar las áreas adecuadas de acción, había que establecer con claridad las diferencias entre lo puro e impuro. Las razones por las cuales algunas cosas o sustancias eran consideradas impuras no son siempre fáciles de precisar. Quizá la impureza se relaciona con las cualidades dañinas, repugnantes o sucias de algunas sustancias (p.ej., la > sangre, los cadáveres, los excrementos); con algunas enfermedades que se pensaba eran contagiosas (p.ej., la lepra); con los espacios identificados con la muerte (p.ej., tocar un cadáver o entrar a una tienda donde hay un cadáver); o con situaciones de higiene, limpieza o pulcritud. En todo caso, la condición de impuro le impide a la persona cumplir adecuadamente con sus responsabilidades religiosas. El propósito teológico de estas estipulaciones es poner de relieve la importancia de la santidad y la pureza religiosa para mantenerse como comunidad sacerdotal.
VI. EL DÍA DE LA EXPIACIÓN. Las ceremonias relacionadas con este día (16:1–34), incluyen dos componentes litúrgicos básicos. El primero era un evento anual en el cual el sacerdote presentaba sus pecados y el pecado del pueblo para obtener el perdón divino. Y el segundo consistía en cargar simbólicamente los pecados y las transgresiones del pueblo en un macho cabrío, para posteriormente soltarlo en un campo inhabitado.
La intención religiosa de estas celebraciones cúlticas y actividades era buscar el perdón, no de algunos pecados específicos y particulares, sino de obtener la purificación total de la comunidad. De esa forma, se restituían las buenas relaciones entre Dios y el pueblo. Y por la naturaleza penitencial del evento, el sacerdote debía vestir de forma modesta y sencilla, no con sus ropas vistosas y simbólicas tradicionales adecuadas para las celebraciones nacionales (Lv. 16:4; Ex 28).
El punto culminante de la ceremonia es la entrada del sumo sacerdote al lugar santísimo, o «detrás del velo» (16:12), que se llevaba a efecto solo una vez al año. La significación del acto era de gran importancia, pues constituía el único momento en el cual una persona podía entrar en el recinto donde estaba, de acuerdo con la Biblia, de la santidad absoluta de Dios. En efecto, esta parte de la ceremonia hace que el evento sea fundamental y determinante, tanto a la vista del pueblo, como ante los sacerdotes en general y el sumo sacerdote en particular. Detrás de esta ceremonia se presupone una muy importante teología del perdón divino, que es necesario para el buen funcionamiento social, emocional y espiritual de la comunidad. Por esa razón el evento se repetía de forma anual.
VII. EL CÓDIGO DE SANTIDAD. Una sección del libro de Levítico requiere análisis detallado y sobrio (17:1–25:55), por la naturaleza de los temas que expone y los desafíos morales y éticos que presenta al pueblo. El énfasis temático y el espíritu teológico de todos estos capítulos es la santidad, que se afirma y resume en el estribillo que se repite con frecuencia: «Santos seréis, porque santo soy yo, Jehová, vuestro Dios» (p.ej. 19:2; 20:26; 21:8). Toda esta sección se conoce con el título de «Código de santidad» y constituye uno de los documentos legales más antiguos e importantes del pueblo de Israel. En este código se destaca la trascendencia de Dios, y se presentan los reclamos divinos al pueblo de vivir a la altura de una serie de principios éticos y de valores morales que se articulan en la sección. El reclamo divino fundamental es que el pueblo de Israel se separe y aleje de todo lo profano, de lo que no representa la voluntad divina para la humanidad. Esa santidad, de acuerdo con las narraciones legales de Levítico, llega a todos los niveles de la vida, particularmente a las dinámicas relacionadas con el culto, los sacrificios y los sacerdotes.
Al igual que otros códigos bíblicos (p.ej. Ex. 20:23–23:19; Dt. 12:1–27:26) y extrabíblicos (p.ej. > Código de Hamurabi), el Código de santidad finaliza con una serie importante de bendiciones para las personas que cumplen con los reclamos divinos que se exponen (26:1–46), y con maldiciones para quienes no cumplen con la voluntad divina, de acuerdo con las disposiciones expuestas. La palabra final de la sección revela la bondad divina aún en medio del castigo y el juicio.
VIII. LAS FIESTAS JUDÍAS Y LOS DÍAS SAGRADOS. El > calendario religioso del antiguo pueblo de Israel se puede dividir en las siguientes celebraciones: El > sábado (y sus años derivados: año sabático y de jubileo), las fiestas de los peregrinares anuales (Pascua, Pentecostés y Tabernáculos), y las festividades en los días especiales (Fiesta de las trompetas, Día de expiación, de Purín y de la Dedicación). Cada una de estas fiestas destaca elementos educativos y nacionales que se afirman y recuerdan durante las celebraciones. Eran eventos de gran importancia para la identidad nacional y para educación familiar y pública.
IX. BENDICIONES Y MALDICIONES. Levítico finaliza con dos secciones que relacionan la santidad divina a las acciones humanas (26:1–46; 27:1–34). La primera destaca el tema de la obediencia a las regulaciones y revelaciones divinas; la segunda, extiende el mismo tema a las pertenencias de las personas que ofrecen votos, sacrificios y ofrendas a Dios. El propósito es reiterar la importancia de la santidad no solo en los procesos mecánicos de las prácticas religiosas sino afianzar los valores y las enseñanzas en el corazón de las personas que se allegan ante Dios para adorarle.
El propósito de la Ley divina es revelar la voluntad de Dios al pueblo, para que sirviera de norma y estilo de vida. La finalidad teológica y práctica de la Ley mosaica es la bendición de la comunidad; sin embargo, si el pueblo desoye, ignora o rechaza esa importante revelación, esos actos conllevan una serie de maldiciones a las que debe atenerse.
La bendición divina se relaciona con la obediencia (26:1–13); y la maldición, con la desobediencia (26:14–43). Las bendiciones se traducen en signos concretos de bienestar: Por ejemplo, alimento abundante, buena salud, longevidad y descendencia numerosa. Y las maldiciones se asocian a los siguientes signos concretos de juicio divino: Por ejemplo, muerte, enfermedad, esterilidad, sequía, hambrunas, guerras y exilios. Se exponen de esta forma las repercusiones concretas de las decisiones humanas en tono a la ley divina. La identificación de los juicios divinos se articula de forma ascendente, y culmina con la pérdida de la tierra y el exilio o deportación a un país extranjero, que era visto en la antigüedad como el juicio total y definitivo. Véase EXPIACIÓN, FIESTAS, JUBILEO, LEVITAS, OFRENDA, PENTATEUCO, SACERDOTES, SACRIFICIO.
Bibliografía: L. Alonso Schokel, Pentateuco II, “Levítico, Números, Deuteronomio” (Cristiandad 1970); P.J. Budd, Leviticus. NCBC (Eerdmans 1996); P. Buis, El Levítico: La Ley de santidad (EVD 2003); C.M. Carmichael, Law, Legend, and Incest in the Bible: Leviticus 18–20 (Cornell University, Ithaca 1997); Id., Illuminating Leviticus: A Study of Its Laws and Institutions in the Light of Biblical Narratives (Johns Hopkins Univ., Baltimore 2007); J. Crawford, “Levítico”, en CBMH, vol. 3; G.G, Fournelle, El Levítico (Mensajero/ST 1990); R.E. Gane, “Leviticus, Book of”, en DBI II, 54–59; E.S. Gerstenberger, Leviticus: A Commentary. OTL (WJK 1996); F.H. Gorman, “Leviticus, Book of”, en NDBT, 189–95; J.E. Hartley, Leviticus. WBC (Word 1992); A. Ibáñez Arana, El Levítico. Introducción y comentario (Casa de la Biblia, Madrid 1990); W.C. Kaiser, “Leviticus”, en NIB I, 983–1191; N. Kiuchi, Leviticus (IVP 2007); “Levítico, Libro de”, en DATP, 522–32; J. Kleinig, Leviticus: A Theological Exposition of Sacred Scripture (Concordia 2004); G.A.F. Knight, Levítico (Aurora 1987); B. Levine, Leviticus (Jewish Publication Society, Filadelfia 1989); A.J. Levoratti, “Levítico”, en CBI, 411–435; R. C. McCall, “Leviticus”, en DSE, 478–480; Id., “Holiness Code”, en DSE, 364–366; J. Milgrom, Leviticus 1–16, 17–22, 23–27 (Doubleday 1991, 2000, 2001); Id., Leviticus: A Book of Ritual and Ethics (Fortress 2004); G. del Olmo Lete, “Levítico”, GER 14, 229–231; M. Pérez Fernandez, Midrás Sifre I: El comentario rabínico al Levítico (EVD 1997); P.L. Redditt, “Leviticus, Book of”, en DTIB, 447–450; R. Rendtorff, Leviticus 1:1–10:20 (Neukirchener, NeukirchenVluyn 1995–2004); A.P. Ross, Holiness to the Lord: A Guide to the Exposition of the Book of Leviticus (Baker 2006); O. Tapia y C. Soltero, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio (EVD 2010); G.J. Wenham, The Book of Leviticus. NICOT (Eerdmans 1979).