Día de Expiación

Día de Expiación El día santo más solemne de los judíos, que se celebraba el décimo día del séptimo mes. La Biblia especifica claramente lo que debía hacerse en este día (Lv 16; 23), como también su significación cristiana (Heb 9; 10). Esta era la única ocasión del año en que al → Sumo sacerdote se le permitía entrar al → Lugar Santísimo. Se quitaba sus vestimentas oficiales y se vestía humildemente de blanco; luego entraba llevando un incensario de oro y una vasija con incienso. Al poner incienso en los carbones encendidos, tomados previamente del altar, una nube de humo cubría el → Propiciatorio del → Arca del pacto. De la sangre del becerro sacrificado para expiación, el sacerdote tomaba con su dedo y rociaba siete veces el propiciatorio, para purificar el santuario y expiar los pecados del sacerdocio.

Luego, se echaban suertes sobre dos machos cabríos: uno era sacrificado, y con parte de la sangre entraba el sumo sacerdote nuevamente en el Lugar Santísimo; repetía la ceremonia del rociamiento y purificaba esta vez al pueblo. Después ponía sus manos sobre la cabeza del otro macho cabrío, el de → Azazel, y el animal era llevado lejos, a un lugar desierto, donde se le perdía. Con esto se simbolizaba la expulsión de los pecados del pueblo. Todo el ceremonial de este día era un tipo de Cristo y de su obra vicaria, según la interpretación de la Epístola a los Hebreos. Cristo, nuestro Sumo Sacerdote, ofreció el sacrificio de sí mismo, no por pecados suyos, sino por los nuestros; no entró en el Lugar Santísimo del templo, sino en el cielo mismo; y su ofrenda propiciatoria no necesita repetirse cada año, sino que fue perfecta, única y completa.