BET-EL (casa de Dios). La ciudad que con más frecuencia se menciona en el Antiguo Testamento después de Jerusalén. Estaba situada a 35 km al norte de Jerusalén y a 29 al sur de Silo. No tenía defensas naturales, pero la abundancia de agua estimuló su crecimiento. Parece que los cananeos tenían allí un santuario al dios El, pero el nombre hebreo de la ciudad procede de la visión que Jacob tuvo en este lugar (Gn 28:10–22).
En la Biblia aparece primero como sitio donde Abraham levantó un altar (Gn 12:8; 13:3, 4). Por la experiencia de Jacob el nombre adquirió el sentido especial de lugar de revelación (Gn 28:19; 35:1–7). Dios se refiere a sí mismo como «Dios de Bet-el» (Gn 31:13) y le manda a Jacob volver allí. La segunda vez que Jacob fue a Bet-el, Jehová le dijo que a partir de ese momento no se llamaría Jacob sino Israel, y se renovó el pacto con Abraham (Gn 35:10–15).
Arqueólogos excavan el antiguo centro de sacrificios cananeo en Bet-el.
Los arqueólogos han comprobado que la ciudad se quemó durante la época de Josué y muchos suponen que la conquistaron al mismo tiempo que → HAI, que estaba un poco al este de Bet-el (Jos 7:2; 8).
Durante la época de los jueces el arca estaba en Bet-el (Jue 20:18–28) aunque después la llevaron a Silo. El territorio que Débora gobernaba se hallaba entre Bet-el y Ramá (Jue 4:5). Después de la caída de Silo, Samuel visitaba Bet-el todos los años para resolver los problemas espirituales de sus habitantes (1 S 7:16).
Bet-el adquirió mala fama cuando Jeroboam I, al establecer el reino del norte, la convirtió en santuario del culto a un becerro de oro para evitar que los israelitas volvieran al templo de Jerusalén. Es probable que el becerro de oro no haya sido una representación de Jehová, sino el guardián del trono de Dios (1 R 12:26–33; 2 Cr 13:8, 9). Sin embargo, la ira de Dios cayó sobre el rey por su desobediencia. Durante los días de Elías y Eliseo había una escuela de profetas en la ciudad (2 R 2). En el siglo VIII, Amós denunció las iniquidades de Bet-el, por lo que el sacerdote del santuario lo mandó salir de la ciudad (Am 7:12, 13).
Cuando Asiria conquistó a Samaria (722 a.C.), no devastó a Bet-el. Como parte de sus reformas, Josías de Judá destruyó el santuario pagano y procuró eliminar su sacerdocio, pero dejó intacta la ciudad (2 R 23:15–20). Los babilonios o los persas sí la destruyeron en la época del cautiverio. La ciudad volvió a levantarse puesto que Esdras y Nehemías mencionan una pequeña población de este nombre (Esd 2:28; Neh 7:32).
En el Nuevo Testamento no se nombra a Bet-el aunque llegó a ser más grande que antes. Josefo dice que el emperador Vespasiano estableció allí una guarnición romana (Guerras IV, ix, 9). el pueblo llegó a su apogeo en la época bizantina y desapareció al comenzar el período árabe en la Tierra Santa.