Mar

Heb. 3220 yam, יָם; aram. yammá, יַמָּא; gr. thálassa, θάλασσα. Contrasta con la tierra firme, érets, אֶרֶץ (Gn. 1:10), y comprende todo el elemento acuático originado por la separación entre las aguas de arriba y de debajo del cielo en un solo lugar (v. 9).
El mar es representado como profundo (Sal. 68:23; Miq. 7:19; Am. 9:3; Job 38:16), ancho (11:9) y poderoso (Sal. 104:25; Job 7:12; Lam. 2:13); rodea la tierra hasta sus extremos (Dt. 30:13; Sal. 139:9; equivalente al gr. océano, okéanos, ὠκέανος); ciertamente, la tierra está fundada sobre el océano, «los mares» (Sal. 24:2). La superficie es agitada por los vientos (Daniel 7:2; comp. Jon. 1:11, 13) para formas olas (gallim, גָּלִּים, Sal. 65:8; 107:25; Is. 66:18; kýmata, κύματα, Jud. 1:13; klydon, κλύδων, Stgo. 1:6), cuyo estruendo resuena como rumor de guerra (Jer. 6:23; 50:42; Is. 5:30; 57:20; Sal. 96:11; 1 Cro. 16:32), y que solo se someten a Dios (Job 38:11; Sal. 89:10).
Las innumerables criaturas que pueblan el mar (Stg. 3:7, Ap. 8:8ss.) son dadas al hombre como alimento (Gn. 9:2ss.), pero teniendo cuidado de distinguir las que son legalmente puras de las impuras (Lv. 11:9ss.). En las costas del mar (samah, שָׂמָה) se juntan la tierra y la arena de la playa, expresión proverbial para indicar una gran multitud (Gn. 22:17; Jos. 11:4; 2 Sam. 17:11; Job 29:18; Os. 1:10; 1 Mac. 11:1; Ap. 20:8, etc.; Homero, Ilíada, 9, 885; Ovidio, Trist. 4, 1, 55; Píndaro, Olymp. 2, 178).
Los hebreos eran un pueblo habituado a vivir tierra adentro, por lo que su concepción del mar reflejaba el temor a los peligros que representaba. No hay que olvidar que la palabra yam, יָם, está relacionada con tehom, תְּהוֹם, gr. ábyssos, ἄβυσσος, el > abismo.
También reciben el nombre de mar, yam, grandes masas acuosas como los lagos internos de Palestina, tanto si son de agua salada como de agua dulce (Nm. 34:11, 12; Mt. 4:18). Los principales mares que los israelitas conocieron fueron el Mediterráneo, el mar Rojo, el mar Muerto y el mar de Galilea (lago de Genesaret).
El sistema de canales de irrigación derivados de los grandes cursos de agua, como el del valle del Éufrates (Jer. 51:36, 42) y del Nilo (Is. 19:5; Am. 8:8; Nah. 3:8; Ez. 32:2), también eran designados con el término yam, en árabe bahr.