CORINTO

CORINTO A la mitad de la península griega la tierra se reduce a una angosta cintura de menos de 6 km de ancho, conocida como el Istmo de Corinto. La ciudad de Corinto está ubicada sobre la parte alta del Istmo, que era un importante puente de tierra entre la parte norte y la parte sur de Grecia. Por otro lado, esta franja de tierra constituía una barrera para la navegación entre el mar Egeo al este y el mar Adriático al oeste. En las inmediaciones de Corinto el terreno es árido, apto principalmente para viñedos y olivares, con la ayuda de sistemas de riego. Más abajo en la llanura de la costa del Adriático, la tierra era fértil y productiva.
La ciudad de Corinto no era puerto en sentido estricto, ya que no estaba ubicada en ninguno de los dos litorales del istmo. El puerto sobre el mar Adriático, al oeste de Corinto, era Lequeo, y el del mar Egeo, al este, era Cencrea. El transbordo de carga y aun de barcos pequeños sobre el istmo se efectuaba en su punto más angosto, donde un camino de mármol (existente todavía) permitía deslizar bultos y barcos de un lado a otro.

El templo de Apolos en Corinto y la acrópolis de la ciudad al fondo.

En las inmediaciones de la ciudad de Corinto el terreno es árido, apto principalmente para viñedos y olivares, con la ayuda de sistemas de riego. Más abajo en las llanuras de las costas, la tierra era fértil y productiva.
Con la expansión del Imperio Romano durante el siglo I, mucho tráfico comercial, político y militar pasaba por el Istmo de Corinto, punto de conexión entre Italia y la parte oriental del imperio. La ciudad de Corinto cobró gran importancia como un centro de comercio y transporte internacional, con negocios de transbordo o venta de mercancías, así como de recolección de tarifas e impuestos. Eventos deportivos de la envergadura de los Juegos ístmicos bienales atraían a Corinto gran cantidad de aficionados, y este turismo deportista generaba importantes ingresos para los comerciantes y artesanos de la región.
Gran número de comerciantes y hombres de negocios (más unas cuantas mujeres de negocios) viajaban a menudo entre Corinto y las otras ciudades principales del imperio. Varios miembros de la iglesia de Corinto participaban en esta actividad comercial, sea como líderes de una casa-empresa (Estéfanas, 1 Co 16:15–18), sea como representantes más humildes, quizás esclavos o libertos, como «los de Cloé» (1 Co 1:11).
Algunas de las descripciones y los estereotipos que suelen citarse para caracterizar la ciudad de Corinto no pertenecen al siglo I, sino que reflejan un período anterior de su historia, antes de ser destruida por los romanos en 146 a.C. Fue en la época anterior a esa fecha que Corinto se granjeó la reputación de ciudad notoriamente inmoral; sin embargo, los términos despectivos aplicados a los corintios por los atenienses pueden atribuirse en parte a la rivalidad que había entre las dos ciudades. Fue también en esa época temprana que se decía que en el templo de Afrodita en Corinto había un millar de prostitutas dedicadas al aspecto erótico del culto a esta diosa de la fertilidad.
Refundada como colonia romana por el emperador Julio César en el año 44 d.C., Corinto resurgió como un centro de arte y cultura, renombrada por sus imponentes edificios públicos, estatuas y templos de mármol. Floreció de nuevo en la ciudad la fabricación de artículos de bronce de alta calidad. Pablo debió haber escuchado a menudo el «metal que resuena, o el címbalo que retiñe» (1 Co 13:1).
Igual que en el caso de otras ciudades conquistadas e incorporadas al Imperio Romano, a Corinto se le permitió tener gobierno propio, pero este funcionaba bajo la vigilancia de un gobernador (el «procónsul» de Hch 18:12) enviado desde Roma. Había dos gobernantes locales, responsables de promover los intereses de Roma y mantener el flujo de tributos e impuestos hacia las arcas imperiales. Satisfechas estas demandas de hegemonía política y económica, el imperio imponía la paz y la estabilidad en la región. Bajo estas condiciones una pequeña capa de empresarios de Corinto desarrolló una notoria prosperidad, mientras la gran mayoría de la población vivía en la pobreza. Esta estratificación socioeconómica se refleja en la conformación de la iglesia de Corinto (1 Co 1:26–28).
En una colonia romana como Corinto el idioma oficial fue el latín, y la gran mayoría de las inscripciones públicas encontradas por los arqueólogos emplean el idioma del imperio. Sin embargo, el griego perduró como el idioma del pueblo, y fue en el dialecto popular (no literario) de este idioma que Pablo escribió sus cartas a la iglesia de Corinto.
No se ha podido establecer con exactitud el número de habitantes de Corinto en el siglo I; las cifras estimadas van desde cien mil hasta medio millón. La mitad o más de la población eran esclavos.
La vida de la ciudad giraba alrededor de las plazas y los edificios dedicados a las funciones del gobierno y la práctica de la religión. Las excavaciones arqueológicas han puesto al descubierto numerosos bloques de locales comerciales y talleres artesanales alrededor de la plaza central, el Ágora. Con la excepción de la pequeña elite, que tenía casas amplias, los corintios habitaban locales estrechos que les servían a la vez como vivienda, taller y tienda. Según Hch 18:2–3 Pablo se estableció en Corinto como trabajador artesanal y practicaba su oficio de hacer carpas o tiendas compartiendo el local de Aquila y Priscila.
En el costado sur del Agora se encuentra un imponente tribunal que podría ser el que se menciona en Hch 18:12, ante el cual Pablo tuvo que comparecer. Además de los templos ubicados en el corazón de la ciudad, el templo de Afrodita dominaba toda la región de Corinto desde la cima del Acrocorinto, una escarpada montaña que se eleva unos 500 m sobre el nivel de la ciudad.