Lucas, Evangelio de

El Evangelio según san Lucas, el más extenso de los cuatro, es la primera parte de la gran obra que comprendía originalmente el tercer Evangelio y los Hechos de los Apóstoles. Lucas es ciertamente un investigador; pero ante todo, un teólogo cuya reflexión doctrinal se sitúa entre Marcos-Mateo y Juan.
1. Autor.
2. Fecha y lugar de publicación.
3. Fuentes.
4. Destinatarios.
5. Propósito y tema.
6. Lugar y estilo.
7. Contenido.
8. San Lucas y Josefo.
9. Teología.
I. AUTOR. Los argumentos a favor de la autoría de Lucas, el «médico amado», descansan en una larga tradición tan temprana como el fragmento de Muratori, escrito antes del 170 d.C., donde se dice que el tercer Evangelio fue escrito por Lucas el médico, colaborador de Pablo: «El tercer libro del Evangelio es según Lucas. Lucas el conocido médico, lo escribió en su propio nombre». Igualmente, el Prólogo Romano (160–180 d.C.) atribuye a Lucas el evangelio que lleva su nombre. El testimonio de Ireneo, cerca del año 202, es igualmente decisivo: «Lucas, compañero de Pablo, consignó en un escrito lo que aquel había predicado» (Lukâs dé ho akóluthos Paúlu to hyp’ ekeíknu keryssómenon euangelion en biblío katétheto, Λουκᾶς δὲ ὁ ἀκόλουθος Παύλου τὸ ὑπ ʼ ἐκείνου κηρυσσόμενον εὐαγγέλιον ἐν βιβλίῳ κατέθετο, Adv. Haer. 3, 1, 1). Los escritos de Tertuliano contra Marción, cerca del 207, abundan en referencias a este Evangelio y, con Ireneo, afirma que fue escrito bajo la supervisión directa de Pablo (Adv. Marc. 4, 2; 4, 5). Otro tanto dice San Jerónimo: «Lucas, médico de Antioquía, no ignoraba el griego. Era un seguidor de Pablo y compañero en todos sus viajes y escribió el Evangelio». También, a comienzos del siglo IV, Eusebio decía: «Lucas, antioqueño de raza, médico de profesión, había sido compañero de Pablo por largo tiempo y había conocido a los restantes apóstoles. Nos dejó en dos libros divinamente inspirados [theópneusta biblía, θεόπνευστα βιβλία], a saber, el Evangelio y Hechos, ejemplos del arte de sanar almas que él había aprendido de ellos [tes ton allon apostolon homilías ophelemenos, τῆς τῶν ἄλλων ἀποστόλων ὁμιλίας ὠφελημένος]» (Hist. Eccl. 3, 4).
En cuanto al testimonio interno se cuenta que el vocabulario empleado es en ocasiones médico, lo que parece confirmar que el autor es Lucas. P. ej.: «el demonio, derribándole…» (Lc. 4:35); «una gran fiebre» (Lc. 4:38; cf. Mt. 8:14; Mr. 1:30); «un hombre lleno de lepra» (Lc. 5:12; cf. Mt. 8:2; Mc. 1:40); el caso clínico del endemoniado es descrito en Lc. 8:26–36 con detalles inexistentes en Mc. 5:1–16 o en Mt. 8:28–34: este hombre era poseído por muchos demonios, y de ello hacía mucho tiempo; el desventurado no vestía ropa, ni moraba en una casa; exclamó a gran voz; era atado con cadenas pero tenía tanta fuerza que las rompía y era impelido por el demonio a los desiertos; los testimonios relatan cómo fue sanado. Además, Lucas habla de los médicos con un poco más de indulgencia que Marcos (Mr. 5:26). Finalmente, destaca que el buen samaritano vendó las llagas del herido poniendo aceite y vino (Lc. 10:34; cf. Hobart: Medical Language of St. Luke. Gorgias Press, 2004, org. 1882).
Además, hay que tener en cuenta la unidad de autoría entre Lucas y Hechos. Ambos están dedicados a un mismo personaje: Teófilo. Hechos hace referencia al primer tratado, es decir, el Evangelio. Ambos tienen un lenguaje y un estilo muy similares. Los dos presentan un interés común: universalismo, mujeres, apologética, etc. Hechos está compuesto en base al Evangelio de Lucas.
Hay evidencias de que el autor fue compañero de Pablo durante sus viajes. Puede notarse en varios pasajes de Hechos que aparece la primera persona del plural del pronombre personal «nosotros», en lugar de la tercera persona; lo que sugiere que el autor de estas secciones fue un testigo presencial y, por lo tanto, compañero de viaje de Pablo. La evidencia acumulada en favor de Lucas como autor es tan fuerte como cualquiera pueda razonablemente esperar.
II. FECHA Y LUGAR DE PUBLICACIÓN. Dos extremos marcan los límites del tiempo en que fue escrito el Evangelio de Lucas. Debió haber sido antes de que se escribiera Los Hechos, y posterior al desarrollo del cristianismo que había llegado al punto de atraer con especial atención a un investigador gentil como era Teófilo. Así, el libro de Los Hechos fue compuesto probablemente antes de que terminara el primer encarcelamiento de Pablo en Roma, debido a que el repentino final del libro indica que el autor no tenía nada más que decir (Hch. 28:30–31). Ireneo afirma que Lucas escribió después de la muerte de Pablo. Teniendo en cuenta que Lucas conoce y se sirve del evangelio de Marcos, se puede suponer, como fecha probable de última redacción del evangelio, la década del 75 al 85 d.C.
En cuanto al lugar de origen, se piensa en alguna ciudad evangelizada por Pablo, ya sea en el Asia Menor, o en Macedonia o Grecia. Un Prólogo del siglo II dice que Lucas redactó su evangelio en Grecia (Acaya), donde murió.
III. FUENTES. La información en cuanto a sus fuentes las da el mismo Lucas al comienzo de su Evangelio (Lc. 1:1–4). No afirma ser testigo de los hechos que va a narrar, al contrario, confiesa que para ello recurrió a los «testigos oculares y ministros de la Palabra». Con honestidad dice haber investigado diligentemente cada detalle (parekolythekoti ánothen pasin akribôs, παρηκολυθηκότι ἄνωθεν πᾶσιν ἀκριβῶς) desde los orígenes para determinar la verdad del relato de las cosas (pragmaton, πραγμάτων) en las cuales su destinatario ya había sido instruido (peplerophoremenon, πεπληροφορημένων). Tenía, por tanto, dos fuentes de información: la enseñanza oral (katekhethes, κατηχήθης, cf. Hch. 18:25) o tradición (parédosan, παρέδοσαν) de los testigos oculares y ministros de la Palabra (1:2), y algunos documentos escritos a partir de las palabras de los testigos oculares que circulaban por las comunidades primitivas.
1. Fuentes propias. Lucas tiene mucho material que le es propio y equivale más o menos al 40% del escrito:
– La infancia de Juan el Bautista y de Jesús.
– Himnos y cánticos: Benedictus, Magnificat, Gloria in excelsis, Nunc dimittis.
– Parábolas: Los deudores (7:41–43); el buen samaritano (10:25–37); las súplicas del amigo del viajero (11:5–8); el rico insensato (12:16–21); la higuera estéril (13:6–9); la gran cena (14:16–24); la dracma perdida (15:8–16); el hijo pródigo (15:11–32); el mayordomo infiel (16:1–13); el rico y Lázaro (16:19–31); el siervo inútil (17:7–10); la viuda inoportuna (18:1–8); el fariseo y el publicano (18:9–14); las diez minas (19:11–27).
– Milagros: la pesca milagrosa (5:1–11); el hijo de la viuda de Naín (7:11–17); la curación de la mujer encorvada (13:10–17); la curación del hombre hidrópico (14:1–6); la curación de los diez leprosos (17:11–19); la curación de la oreja del siervo del sumo sacerdote (22:47–51).
– Otro material propio de Lucas: el relato del nacimiento de Juan el Bautista (1:5–25, 57–80); el nacimiento de Jesucristo desde el punto de vista de María (1:26–56 con 2:1–20); infancia y niñez de Jesús (2:21–52); la genealogía que asciende a Adán (3:23–38); el discurso sobre Isaías 61:1 en la sinagoga de Nazaret (4:16–30); el llamamiento especial de Pedro (5:8–10); la conversión de la mujer pecadora en la casa de Simón (7:36–50); su rechazo por los samaritanos (9:51–56); el envío de los setenta —en Perea— (10:1–20); los afanes de Marta (10:38–42); el ejemplo de los galileos asesinados por Pilatos (13:1–5); las enseñanzas sobre el discipulado (14:25–35); la bendición de Zaqueo (19:1–10); la disputa de los discípulos en el aposento alto (22:24–30); el sudor de sangre en el huerto (22:44); la vista de la causa de Jesús delante de Herodes (23:5–12); las mujeres que lamentaban en el camino al Calvario (23:27–31); la intercesión «Padre perdónalos» (23:34); la conversión del ladrón arrepentido (23:39–43); la conversación en el camino de Emaús (24:13–35); detalles de la presentación del Resucitado a los apóstoles y las enseñanzas sobre la palabra profética (24:36–49); la > Ascensión (24:50–53).
Se cree que entre las fuentes propias de Lucas se cuenta la comunidad judeocristiana de Jerusalén, caracterizada por un ambiente sapiencial y pietista, a la que el evangelista debe su especial interés por la Ciudad Santa y el Templo, el Espíritu, Juan el Bautista, Israel y las naciones, y la crítica de la riqueza y del poder (F. Manns, “Un document judéo-chrétien: la source propre à Luc”, BibOr 38 (1996 43–62).
2. Fuentes literarias. Que Lucas empleara documentos escritos parece evidente al comparar su Evangelio con los otros dos sinópticos, Mateo y Marcos. Los tres frecuentemente concuerdan incluso en detalles minuciosos. El Evangelio de Marcos es el telón de fondo, pero con frecuencia Lucas lo modifica según sus intenciones y el objetivo de su obra, corrige la lengua, elimina palabras arameas, y presenta una figura de Jesús más ideal.
Utiliza también una fuente suplementaria (fuente Q) para transmitir «dichos y palabras» de Jesús, que adapta según su pensamiento teológico. Esta fuente constituye, más o menos, el 20% del Evangelio.
Algunos autores piensan que Lucas utilizó también un escrito anterior a Marcos: posiblemente el evangelio primitivo de Mateo, escrito, según la tradición antigua, originalmente en arameo y luego traducido al griego. Aunque Lucas haya utilizado fuentes ajenas, no es un simple transcriptor, sino que hizo obra personal y propia, de acuerdo a su talento literario y a sus intenciones teológicas.
IV. DESTINATARIOS. El prefacio es determinante para orientar a quién o a quiénes va dirigido este Evangelio. Es, pues, evidente que Lucas lo dedica a Teófilo, probablemente un gentil de alta posición social. Lucas lo saluda dándole el tratamiento de «excelentísimo», que en otras partes de sus escritos reserva para los oficiales romanos (cf. Hch. 24:3; 26:25). Nada se sabe directamente acerca de él, fuera de las dos alusiones en Lc. 1:3 y en Hch. 1:1. Sin embargo, la dedicatoria no implica necesariamente que el Evangelio fuese dirigido fundamental y exclusivamente a una sola persona. Tanto el testimonio de la tradición, como el carácter del contenido de este escrito, llevan a la conclusión de que se escribió para las comunidades cristianas surgidas de la gentilidad. Se puede pensar en congregaciones del Asia Menor, Macedonia o Grecia, en la cuenca oriental del Mediterráneo, es decir, el mar Egeo.
La comunidad o comunidades urbanas a las que Lucas dirige su Evangelio pertenecían al mundo helenístico y estaban formadas por grupos de personas de clase popular o media, cultural y étnicamente mezcladas, donde podría haber también algunas personas de cierta élite cultural y económica (H. Moxnes, “The Social Context of Luke’s Community”, Interpretation 48 (1994) 379–389; P. Gérard, “Les riches dans la communauté lucanienne”, EphTheolLov 71 (1995) 71–106). Todo esto explica que Lucas abunde en explicaciones y detalles geográficos y costumbres judías (4:31; 22:1), difíciles de entender para personas que vivían fuera de Israel en un mundo religioso y cultural diferente. Pone énfasis en los gentiles (cita a Is. 40:5, cf. 2:10, 32; 21:24; 24:47). Usa nombres griegos en vez de arameos o hebreos (23:33; cf. Mt. 27:33). Según los entendidos, escribe en un griego clásico muy refinado. Es el más culto de los autores del NT y el mejor conocedor de la cultura helenística, aunque también evidencia ser muy buen conocedor del judaísmo y de la Biblia griega de los LXX.
V. PROPÓSITO Y TEMA. Lucas mismo declara que su objeto al escribir esta obra fue confirmar la fe de sus lectores y probar, por la relación ordenada y verídica de la vida de Jesús, que el cristianismo es una religión de hechos y no de fábulas (1:1–4). Se puede decir que lo hace desde una perspectiva triple.
1. Propósito inmediato: Poner en manos de una persona altamente estimada por el escritor, Teófilo, un relato exacto de los asuntos relacionados con Jesús (asuntos de los cuales el destinatario ya había recibido algo de instrucción), y hacerlo por el interés en su bienestar espiritual, evidencia amistad y una alta estima por parte del evangelista hacia él. Si Teófilo era ya un creyente, Lucas escribía para fortalecerlo en la fe; si no lo era, Lucas escribía para conducirlo a una decisión con conocimiento de causa. Una cosa parece cierta: Teófilo, informado acerca de historias, leyendas y rumores sobre Jesús (cf. Hch. 28:22b), necesita un relato completamente fidedigno y organizado de forma sistemática respecto a los hechos relacionados con la figura de Cristo.
2. Propósito intermedio. Instruir al investigador serio y fortalecer la fe de los creyentes, especialmente los que procedían del mundo grecorromano de habla griega, o sea, los convertidos del paganismo. Orígenes sostenía que el Evangelio de Lucas fue escrito «por amor de los convertidos gentiles». Lucas debe haber considerado a Teófilo como representante de ese gran grupo de contemporáneos suyos que ya se habían entregado a Cristo o que pensaban seriamente en hacerlo. Investigadores honestos y nuevos cristianos estaban incluidos en su campo de visión. Debió haber habido mucha gente que recientemente había entrado en la Iglesia, así como otros muchos que se estaban preparando para dar ese paso. Tales personas, como Teófilo, necesitaban más instrucción relacionada con la historia de la redención y la doctrina y ética cristianas.
3. Propósito final: Alcanzar a todas las naciones —samaritanos y gentiles— para la fe en el Dios revelado en la persona de Cristo (cf. Lc. 2:32; 3:6; 17:11–19; 24:47).
Se puede pensar que Lucas tenía como objetivo ayudar a los lectores cristianos venidos de la gentilidad a comprender quiénes eran, en particular frente a las calumnias que circulaban entre los no creyentes, fueran judíos o gentiles. Los cristianos necesitaban saber que no hubo nada de subversivo en sus orígenes, nada que pudiera hacerlos entrar en conflicto con las autoridades romanas, y que era falso asemejar a Jesús y a sus discípulos a los revolucionarios judíos que habían provocado la guerra contra los romanos.
El tema de Lucas es Cristo presentado como el Hijo del Hombre, por lo que se subraya específicamente aquellos eventos u ocasiones que ponen de manifiesto la humanidad de Jesús. De ahí que el versículo clave sea: «Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido» (Lc. 19:10).
VI. LENGUA Y ESTILO. Lucas es un literato, pero también un artista y un teólogo. Su empleo de la lengua griega es excelente. Utiliza una expresión elegante en la dedicatoria de su obra (1:1–4), y sabe imitar el griego de la traducción de los Setenta (relatos de la infancia: 1:5–2:52). Su estilo es vivo, sugestivo y penetrante, cuando transmite narraciones obtenidas por su propia investigación (cf. 7:36–50; 15:11–32; 24:13–35).
La redacción de Lucas tiene un carácter literario formal. Solo él relaciona el relato sagrado con la historia secular (2:1–2; 3:1). Tiene un interés específico en la vida y ministerio de Jesús. Solo él da a Jesús el título de Salvador (2:11). Destaca la misericordia de Jesús para con los pecadores y marginados (15:11ss.; 18:9; 19:1; 23:22–34). Presenta el papel destacadísimo de la persona del Espíritu Santo (1:15, 35; 3:22; 4:1, 2, 14, 18). Lucas menciona con mucha frecuencia el Templo (1:8, 21, 22; 2:27, 37, 41–51; 24:53) en conexión con su significado antes y después de la cruz (Hechos 2:46; 3:1). Hace referencia varias veces (más de 20) a los ángeles, lo que sugiere que destaca la conciencia universal del acontecimiento de Cristo (1:11, 26; 2:9). De igual modo enfatiza el Reino de Dios (cf. 4:43 y 9:2, detalle no recogido por Mateo ni Marcos). El médico amado destaca ciertos grupos: a): Los griegos (2:32; 3:6; 13:29). b): Los pobres, a los que se refiere más veces que Mateo y Marcos juntos (6:20, 24, 25). c): Los publicanos (19:1–10; 18:9–14). d): Los samaritanos (10:29–37; 17:11–19; 19:41–46). e): Las mujeres (Ana, María, Elísabet, Marta, la viuda de Naín, las que servían, la viuda pobre). Da prominencia a conceptos como: a): La oración (5:16; 11:1; 16:12). b): La alegría (2:10). c): El perdón. d): La amistad. e): La gloria.
VII. CONTENIDO. En su organización general, el Evangelio de Lucas sigue el desarrollo principal de los acontecimientos tal como se encuentran consignados en Mateo y Marcos. Eso sí, con bastantes adiciones propias, como ya se ha visto.
En los capítulos 1 y 2 están las historias concernientes al nacimiento e infancia del Señor. En los capítulos 3:1–4:13 describe el comienzo de la actividad de Jesús, la predicación del Bautista, el bautismo de Jesús, su genealogía y las tentaciones. En 4:14–9:50 expone la actividad de Jesús en Galilea; allí se encuentran el discurso del llano (6:20–49), la historia del militar de Capernaúm (7:1–10), el milagro del joven de Naín (7:11–17), palabras sobre Juan el Bautista (7:18–35), el encuentro de Jesús con la mujer pecadora (7:36–50) y el asunto de que muchas mujeres seguían a Jesús (8:1–3).
En 9:51–19:27 presenta el llamado relato del viaje a Jerusalén, que muestra a Jesús camino de la Ciudad Santa. En este contexto aparece el fragmento de 9:51–18:4, que constituye la única inserción de elementos no contenidos en Marcos, bastante amplia, como por ejemplo: las perícopas de los samaritanos hostiles (9:51–56), de los diversos seguidores de Jesús (9:57–62), de la misión y regreso de los setenta discípulos (10:1–20), la parábola de buen samaritano (10:25–37), frases duras hacia los escribas y fariseos (11:37–54), la parábola de las cosas perdidas (15:1ss.), del administrador injusto, del hombre rico y del pobre Lázaro (16), el relato de la samaritana agradecida (17:11–19), la sentencia sobre el Reino de Dios y la venida del Hijo del Hombre (17:20–32), la parábola del juez injusto, del fariseo y del publicano (18:1–14). En 18:15–43 se narra la bendición sobre los niños, el encuentro con el joven rico, las tres predicciones de la pasión y la curación del ciego de Jericó. Seguidamente, presenta la historia de Zaqueo (19:1–10) y la parábola de los talentos (19:11–27).
La actividad de Jesús pasa a desarrollarse en Jerusalén en 19:28–21:38, donde Lucas sigue de cerca a Marcos. En primer lugar, narra la entrada triunfal en Jerusalén (19:28–38), el lamento sobre la ciudad (19:39–44), la purificación del Templo (19:45–48) y la concatenación de diálogos polémicos (20), perícopas que se corresponden con Marcos 11:27–12:40; el discurso sobre los novísimos (21) es paralelo a Marcos 13. En el relato de la pasión, muerte y resurrección de Jesús (22–24), Lucas depende parcialmente de Marcos, ya que recoge en parte otras tradiciones, principalmente en lo que se refiere al relato de la Pascua (24:13–53: discípulos de Emaús, aparición del Señor resucitado en Jerusalén y Ascensión).
En términos generales, el evangelista ordena la vida de Jesús geográficamente, comenzando desde Galilea (Lc. 4:14–9:50) hasta el ascenso a Jerusalén, donde se desarrolla el drama de la Pasión.
VIII. SAN LUCAS Y JOSEFO. Algunos críticos modernos como Hugh J. Schonfield (p.ej. El partido de Jesús, El complot de Pascua), han intentado probar que Lucas utilizó a Josefo como fuente documental. Críticos conservadores han echado abajo completamente esta teoría tendenciosa. Schürer rechaza la opinión de que Lucas haya leído a Josefo. Cuando se comparan los Hechos con los LXX y con Josefo, hay evidencia convincente de que este último no es la fuente de la que el autor de los Hechos obtuvo su conocimiento de la historia judía. Lucas no tomó los nombres de ciertos personajes de la obra de Josefo para montar una historia inventado. Wright presenta los nombres de 50 personas mencionadas en el Evangelio de San Lucas, 32 de las cuales son comunes con los otros dos sinópticos, y por tanto no tomados de Josefo. Solo 5 de los 18 restantes se encuentran en el autor judío, a saber, César Augusto, Tiberio, Lisanias, Quirino, y Anás. Como Anás es llamado siempre Ananus en Josefo, el nombre no fue evidentemente tomado de él. Esto es corroborado por la forma en que el Evangelio habla de Caifás. El empleo que hace Lucas de los otros 4 nombres no demuestra una relación con el historiador judío. La mención de numerosos países, ciudades e islas en los Hechos, demuestra una completa independencia de este autor. El prefacio de Lucas tiene una semejanza mucho más estrecha con los de los escritores médicos griegos que con el de Josefo.
IX. TEOLOGÍA. El Evangelio de Lucas no es una historia o biografía en el sentido moderno de la expresión. Lucas se propone no solamente referir los hechos que narra, sino darles una interpretación teológica.
Esto lo realiza proyectando sobre ellos la luz de la Pasión y de la Resurrección. Por eso es el evangelista del designio de Dios: el misterio de la Pascua es su foco, el Espíritu Santo su autor y la comunidad universal de los creyentes su término.
1. El misterio de Pascua en Jerusalén. El misterio de Pascua ilumina todo el Evangelio lucano. A la triple profecía sobre la Pasión y Resurrección, que Lucas se complace en subrayar (9:22–44; 18:31–34), hay que añadir:
– Jesús, signo de contradicción (2:34);
– Jesús, objeto de admiración y de odio (4:16–30);
– La transfiguración, durante la cual Jesús trata con Moisés y Elías de su partida que estaba por realizarse en Jerusalén (9:31);
– Jesús arde en deseos de ser bautizado con su pasión (12:50);
– Todo profeta debe morir en Jerusalén (13:32–33);
– El Hijo del Hombre tiene que sufrir mucho (17:24s). Después de la resurrección, Jesús recuerda a las mujeres, a los discípulos de Emaús y a los discípulos reunidos en el cenáculo, los anuncios que había hecho durante su vida (24:7, 25s., 45s.).
2. El Espíritu Santo. El Espíritu Santo es el alma, el principio vital de toda la obra de Lucas (Evangelio y Hechos). Sin él no existe ni Jesús-Mesías, ni la Iglesia. El Espíritu Santo es la Fuerza de lo Alto que está en acción:
– Él es quien mueve a los padres de Juan el Bautista (1:41, 67).
– Él llena al precursor del Mesías (1:15, 80).
– El Espíritu Santo obra en la Virgen María la concepción de Jesús, el Hijo de Dios (1:35).
– Él ilumina a Simeón (2:25–27).
– El Espíritu Santo descendió sobre Jesús para ungirlo (3:22).
– A su impulso, Jesús fue llevado al desierto (4:1).
– Bajo su acción soberana, comienza su ministerio (4:14).
– El Espíritu del Señor reposa en plenitud sobre Jesús Mesías, con el fin de realizar el plan salvífico de Dios (4:18).
– En virtud del Espíritu, Jesús lanza fuera los demonios (11:20).
– Jesús exulta en el Espíritu (10:21).
– El Espíritu Santo es el don de Dios por excelencia (11:13).
– Los discípulos serán instruidos por el Espíritu (12:12).
– Lucas termina su Evangelio anunciando que Jesús enviaría sobre sus discípulos la Promesa del Padre (24:49).
3. El universalismo de la salvación. El universalismo salvífico entra en el plan de Dios como un elemento esencial y querido como tal, no solamente como conse-cuencia del rechazo que el pueblo elegido hizo de Jesús y su misión.
En esta perspectiva, Jesús no solo es descendiente de Abraham, sino de Adán, creado por Dios (3:38). Los ángeles cantan “paz a los hombres de buena voluntad” (2:14); la razón de esto es que Jesús es el salvador (2:11) y la luz para todas las naciones (2:32).
Juan el Bautista clama: “Toda carne verá la salvación de Dios” (3:6); y el Evangelio será proclamado a todas las naciones (24:47). Personajes no judíos se benefician de la salvación traída por Jesús: el buen samaritano, que bajaba de Jerusalén a Jericó (10:25–37); el leproso samaritano, agradecido por su curación (17:11–19); el centurión romano que tiene fe en Jesús (7:9), o el centurión que reconoce la inocencia del crucificado (23:47).
4. Un Evangelio de oración. En el tercer Evangelio se encuentra el verbo “orar” hasta diecinueve veces (1:10; 3:21; 5:16; 6:12, 28; 9:18, 28–29; 11:1, 2; 18:1–10, 11; 20:47; 22:40, 41, 44, 46).
Jesús es “un hombre de oración”. Ora en el momento de su bautismo (3:21); durante su ministerio (5:16); para la elección de los Doce (6:12); para la multiplicación de los panes (9:16); antes de la confesión mesiánica de Pedro (9:18); durante la transfiguración (9:28); durante la dolorosa agonía en Getsemaní (22:39–44); y finalmente, durante las horas que estuvo clavado en la cruz (23:34, 46).
5. Un Evangelio de alabanza y de acción de gracias. En el Evangelio de Lucas se respira constantemente un ambiente de alabanza, de acción de gracias, de bendición y de glorificación a Dios. En esta actitud aparecen Zacarías, María, los ángeles de Belén, los discípulos, el centurión al pie de la cruz (cf. 1:46, 64, 68; 2:13, 20, 28; 5:26; 7:16; 10:17; 13:13, 17; 17:15; 18:43; 23:47; 24:41, 53).
6. Un Evangelio de alegría y de paz. No podía ser de otra manera. La salvación traída por Jesús-Mesías tiene como frutos la auténtica alegría y la paz perfecta, síntesis de los bienes prometidos para los tiempos mesiánicos.
La alegría inunda a los padres de Juan el Bautista (1:14, 41–44, 58). El ángel saluda a María con un grito de regocijo: “¡Alégrate!” (1:28). La Virgen entona un cántico de gozo (1:46–55). Belén es un himno de alegría celestial (2:10–13). Jesús exulta de gozo al impulso del Espíritu Santo (10:21). Los discípulos y las multitudes se llenan de alegría (3:17; 10:20). Zaqueo recibe a Jesús con gozo (19:6). Los apóstoles se regocijan al entrar en Jerusalén (19:37). La pequeña comunidad cristiana se goza por la glorificación del Señor Jesús (24:52). Dios se regocija por la conversión de los pecadores (15:7, 10, 23–24, 32). A la alegría sigue la paz, la paz que Dios da, la paz que comunica Jesús (2:14–29; 7:50; 8:48; 18:32). La paz es el don de Jesús resucitado (24:36).
7. Un Evangelio de bondad y de misericordia. A través de sus capítulos y versículos se vive una atmósfera de delicadeza, de bondad, de compasión, de misericordia, de perdón, de disculpa, de amor. No es posible hacer referencia explícita a todas las circunstancias en que Lucas pone de relieve estas actitudes. Baste recordar la misericordia de Jesús hacia los pecadores (7:34); hacia la pecadora pública (7:36–50); hacia el publicano en el Templo (18:10–14); hacia Zaqueo (19:7); hacia Pedro (22:61); hacia sus verdugos (23:34); hacia el buen ladrón (23:39).
8. Buena noticia para las mujeres. Es digno de señalar el lugar que Lucas concede a las mujeres a través de su Evangelio. Además de hablar de María, la madre de Jesús, de Isabel y de Ana, alude a la viuda de Naín (7:11), a la pecadora (7:36), a las piadosas mujeres (8:1; 23:49, 55), a Marta y María (10:38), a la mujer que alaba a su madre (11:27), a la mujer encorvada (13:11–17), a las mujeres de Jerusalén (23:27); posiblemente a la mujer adúltera (Jn 8:1–11).
9. Un Evangelio para los pobres. María canta la pobreza y la humildad (1:52); los ángeles se aparecen a los pastores (2:8); José y María son pobres (2:24). Jesús es pobre (9:58) y predica a los pobres (6:21). Los apóstoles lo dejan todo y se hacen pobres (5:11; 14:33; 18:22; cf. 2:24; 4:18; 6:20; 16:15–20; 21:3).
Lucas insiste más que los otros evangelistas en la renuncia: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome cada día su cruz y sígame” (9:23). Este principio tendrá innumerables consecuencias. No solo consistirá en un desprendimiento de las riquezas y de los bienes materiales, sino ante todo en una autonegación personal. El modelo en este campo es el mismo Jesús: “Las raposas tienen cuevas y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza” (9:58; cf. 9:61; 12:13–32, 33; 14:26, 33; 18:22, 29). Véase EVANGELIO, HECHOS, TEÓFILO.
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