GENTILES

GENTILES (en griego ta ethne: naciones o pueblos). Término con que se designa a los pueblos no judíos (por ejemplo, Ro 3:9). Siendo los judíos el pueblo escogido de Dios, fueron separados de los demás pueblos de la tierra a través de Abraham y sus descendientes. Dios les impuso leyes rigurosas para que su religión no se corrompiese con las prácticas religiosas de los gentiles. Al parecer, estos últimos quedaron al margen de las promesas, desempeñando, por tanto, un papel secundario en el programa redentor de Dios en la historia. Interpretando mal los propósitos de Dios, los → JUDÍOS llegaron a despreciar a los gentiles, en vez de serles fuente de bendición de acuerdo al plan divino (Gn 12:3; Is 49:6). Asimismo, le fue difícil a la iglesia primitiva comprender que las buenas nuevas de Cristo habrían de ser patrimonio también de los gentiles (Hch 10:28; cf. vv. 34–36 y 11:3).
Principalmente a través de San Pablo, a quien por su fructífero ministerio en Asia y Europa se le llamó «el apóstol de los gentiles», la iglesia llegó a comprender que, lejos de ser excluidos de las promesas, los gentiles también eran beneficiarios de ellas. Fue para salvar y bendecir a estos que Dios escogió y formó al pueblo de Israel (Ef 3:3–9). A través de la historia, Dios se ha valido de las naciones gentiles para castigar y corregir a Israel a la vez que por medio de Israel se ha revelado a los gentiles.

El Nuevo Testamento da carácter universal al evangelio. Pablo anuncia que Jesucristo ha derribado «la pared intermedia de separación» (Ef 2:14) entre judíos y gentiles y, por tanto, ya no hay «circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo, y en todos» (Col 3:11).