Andar

Andar Las características del andar literal se aplican en sentido figurado a la conducta perfecta, pues el movimiento debe ser progresivo, hacia una meta. En el Antiguo Testamento el buen andar comúnmente se refiere a la sumisión a la voluntad de Dios, lo cual contrasta con el andar de los idólatras (cf. 1 R 8:61 con 16:31). En el Nuevo Testamento algunos hermanos «andan conforme a la carne» o «como hombres» (1 Co 3:3; Ro 8:4), porque su conducta no se diferencia tajantemente a la de los «gentiles» (Ef 4:17). Pierden así su testimonio y la capacidad de trabajar para el Señor.

Los hijos de Dios deben andar «por fe» (2 Co 5:7), «en el Espíritu» (Gl 5:16), «en buenas obras», como es «digno de su vocación», «en amor», «como hijos de luz», «aprovechando bien el tiempo» (Ef 2:10; 4:1; 5:2, 8, 15, 16). Juan contrasta el andar «en tinieblas», con el andar «en luz» (1 Jn 1:6, 7; 2:11). El modelo es Cristo: «El que dice que permanece en Él, debe andar como Él anduvo» (1 Jn 2:6).