Dispersión

Dispersión La dispersión o diáspora (del griego) es el nombre que se da al grupo de judíos que por diversas razones, y sobre todo a partir del cautiverio, vivían fuera de Palestina. Algunos de estos judíos habían sido llevados como prisioneros a tierras lejanas, como Babilonia. Pero muchos otros se habían dispersado por razones del comercio, de modo que no puede decirse que la dispersión fuese un fenómeno completamente involuntario. En todo caso, al comenzar la era cristiana había más judíos fuera de Palestina que en ella. Como es natural, con la destrucción de la ciudad en 70 d.C., esta situación se hizo aun más marcada.

Uno de los principales centros de la dispersión era la región de Babilonia. Allí había aproximadamente un millón de judíos. Entre ellos se produjeron varias traducciones del Antiguo Testamento al arameo, que reciben el nombre de → Tárgumes. Además, allí se creó el → Talmud babilónico, uno de los documentos más importantes en la historia del judaísmo.

Un grabado en piedra del palacio de Tiglat-pileser de Babilonia, mostrando la deportación de los ciudadanos judíos conquistados que vivían en la ciudad de Astarot.

El otro lugar en que se concentraban los judíos de la dispersión era Egipto, especialmente la ciudad de → Alejandría. Se dice que allí también el número de judíos alcanzaba al millón. La presencia de judíos en Egipto es antiquísima, pues el profeta Jeremías se refiere a ellos (Jer 44:1). Tras la fundación de Alejandría, ciudad en que el comercio era muy activo y próspero, el número de judíos en Egipto aumentó grandemente. Los judíos de la dispersión alejandrina contribuyeron a la historia del judaísmo (y aun a la del cristianismo) mediante su versión del Antiguo Testamento al griego, comúnmente conocida como → Septuaginta (LXX). También en Alejandría floreció el filósofo judío Filón, quien trató de armonizar el pensamiento de Platón con la doctrina del Antiguo Testamento, sobre todo mediante la interpretación alegórica de este. Además, entre los judíos de Alejandría se produjeron varios libros que por largo tiempo estuvieron rondando el canon del Antiguo Testamento.

Además de Babilonia y Egipto, los judíos se encontraban dispersos por todo el Imperio Romano, con un fuerte contingente en Siria y Asia Menor y otros núcleos importantes, aunque menores, en el norte de África y Roma. La importancia de los judíos dispersos en Siria, Asia Menor y Roma fue inmensa para la historia del cristianismo. El libro de Hechos es claro al mostrar cómo los judíos de la → Sinagoga eran el primer punto de contacto que Pablo tenía al llegar a cada nueva ciudad. Mediante la lectura y el estudio del Antiguo Testamento, estos judíos estaban preparados para recibir el evangelio. Aun cuando Pablo era el apóstol a los gentiles, siempre encontró en medio de la tierra de los gentiles un grupo de personas que al menos compartían con él una tradición religiosa común.

La dispersión fue importante para el desarrollo del judaísmo porque propició el auge de las sinagogas. Distantes del templo, y no pudiendo participar por tanto en la adoración que allí se celebraba, los judíos de la dispersión se reunían en sinagogas para orar y estudiar las Escrituras. Esto no significa en modo alguno que perdieran el contacto con el templo y el judaísmo palestinense. Al contrario, la mayoría de los judíos enviaba una suma anual para sostener el templo. En ocasión de las grandes fiestas religiosas, muchos judíos de la dispersión visitaban a Jerusalén, tal como puede verse en Hch 2:9–11.

Tanto Stg 1:1 como 1 P 1:1 aplican el concepto de la dispersión a los cristianos, ya que estos también son advenedizos en donde residen, gozan de una solidaridad desconocida entre las culturas en que habitan y deben lealtad a la Jerusalén celestial.