CIRCUNCISIÓN

CIRCUNCISIÓN Rito religioso en el que se corta el prepucio que cubre el glande del miembro viril.
La circuncisión se conocía entre los egipcios antes del tiempo de Abraham (DBH, p. 331). La practicaban también los edomitas y moabitas (Jer 9:25s). Entre estas naciones paganas la circuncisión era un rito de pubertad o consagración al matrimonio, que se efectuaba al llegar a la edad necesaria (Gn 17:25). Los filisteos, asirios, elamitas, sidonios y los habitantes preisraelitas de Canaán, no la conocían (1 S 14:6; Ez 32:17–30).

En El Antiguo Testamento
Dios escogió la circuncisión como señal de su → PACTO con → ABRAHAM y su descendencia (Gn 17:10, 11). Algunas de las implicaciones derivadas de este pacto son:
1. La justificación por la fe sola (Gn 15:6, 18). Pablo habló de la circuncisión sobre todo como señal y sello de la justicia por la fe (Ro 4:11).
2. La regeneración o el nuevo nacimiento, es decir, una vida nueva (Gn 17:7; Mc 12:26, 27; Ro 4:19). Moisés y Jeremías hablaron de la circuncisión del corazón (Lv 26:41; Dt 10:16; 30:6; Jer 4:4; 9:25, 26).
3. La capacidad de engendrar una descendencia santa. La circuncisión se relaciona en su contexto bíblico original con el proceso de propagación (Gn 17:7; cf. 15:2–5). En el Antiguo Testamento el acto sexual no se considera pecaminoso (Gn 1:28; 2:4), pero su fruto, la naturaleza humana, sí (Salmo 51:5). Mediante la gracia representada por la circuncisión se renueva la capacidad de engendrar una descendencia santa (Gn 1:28; 17:2, 4–6; 1 Co 7:14).
La circuncisión en el Antiguo Testamento no era un rito de pubertad, como en las naciones paganas. Se circuncidaban a los bebés de ocho días (Gn 17:12), por su necesidad de los beneficios del pacto y su participación en ellos (Lv 12:3; Sal 51:5; Ro 5:12, 18; 1 Jn 2:12).
4. La circuncisión implicaba obediencia a Dios (Ro 2:25–29; 1 Co 7:17–19), no solo para los creyentes adultos (Gn 17:1), sino también para los hijos (Gn 17:9; 18:19; Sal 103:17, 18; Ef 6:4; Col 3:20; Tit 1:16). Era señal de una relación especial, íntima y santa con Dios (Gn 17:1) y de plena comunión con el pueblo (Gn 17:14). Confería derechos y obligaciones de la misma manera que lo hacía la identificación de cada familia con su patriarca (Gn 17:7, 8, 12, 13, 23; cf. Ro 5:12–20 y el bautismo en Hch 2:39; 16:15, 31, 33; 18:8). Como señal del pacto era el requisito para participar dignamente de la Pascua (Éx 12:48) y de los sacrificios (Ez 44:7).
La práctica común en Israel era muy contraria a la alta enseñanza divina sobre la circuncisión. Casi desde el principio (Gn 34; cf. 21:4), Israel convirtió lo espiritual en algo carnal e hipócrita. En vez de tener la circuncisión por señal de bendición universal, la cambió en una distinción nacionalista que redundó en maldición (Gn 12:2; 17:6, 12; cf. cap. 34).
A través del Antiguo Testamento, Dios hace hincapié en la gran importancia de recordar la señal de su pacto (Gn 17:14) y en el peligro de despreciarla y postergarla (Éx 4:24–26; Jos 5:2–9). Sin embargo, advierte que la señal exterior sin la realidad de la fe y la regeneración interior es vacía y nos condena (Jer 9:25, 26; Ro 2:25–29; 4:9–12).

En El Nuevo Testamento
La circuncisión se practicó, como correspondía a la cultura judía de la época, en los casos de Juan el Bautista y Jesús (Lc 1:59; 2:21). La imposición del nombre acompañaba a la circuncisión.
Sin embargo, para mediados del siglo I la circuncisión perdió mucho de su sentido confesional de la época del regreso. Pablo polemizó fuertemente con los que querían circuncidar a los gentiles convertidos a Cristo (Gl 5:2–12; 6:12–16; Flp 3:2, 3). Su opinión la adoptó el concilio apostólico (Hch 15:1–21). La circuncisión nunca llegó a ser ordenanza de la Iglesia (1 Co 7:18, 19; Hch 16:3; Ro 4:9–12; cf. Gl 2:3).
La señal del pacto llegó a ser el → BAUTISMO. Este cumplía el verdadero sentido de la circuncisión: el despojamiento de la vieja naturaleza y la experiencia de la regeneración (Col 2:11, 12). Así que los cristianos forman la verdadera circuncisión (Flp 3:3).

En Sentido Figurado
La Biblia se refiere con frecuencia a la «circuncisión del corazón» (Dt 10:16; Jer 4:4; Ro 2:29). El Antiguo Testamento menciona árboles frutales incircuncisos (Lv 19:23), y labios (Éx 6:12, 30) y oídos (Jer 6:10) incircuncisos. Pablo habla de la «incircuncisión de vuestra carne» (Col 2:13).