CEDRÓN

CEDRÓN (en hebreo, torrente turbio o negro). Arroyo y valle que separa a Jerusalén del Monte de los Olivos. Comienza 2 km al noroeste de Jerusalén y luego gira al sur formando una cañada al este de la ciudad. La primera parte se llama actualmente Wadi el-juaz y la que está frente a Jerusalén, Wadi Sitti-Miriam. Al sudeste se une con el valle de Hinom, formando el Wadi en-Nar, y sigue serpenteando hasta desembocar en el mar Muerto.
Entre la Puerta de Esteban y el huerto de Getsemaní, donde el Cedrón tiene 30 m de profundidad y 120 de ancho, un puente atraviesa el valle. Quizás David lo cruzó en este punto cuando huía de Absalón (2 S 15:23, 30), y Jesús cuando caminaba hacia Getsemaní y el Monte de los Olivos (Jn 18:1). Más al sur se halla la Fuente de la Virgen, o sea, el antiguo Gihón, cuyas aguas Ezequías desvió mediante un acueducto (2 Cr 32:4, 30).

 

Las laderas de Cedrón, sobre todo al sur de Gihón, se han usado para sepulcros desde la antigüedad (2 R 23:6; cf. Jer 31:40). Puesto que se consideraba que los sepulcros contaminaba a todo aquel que los tocaba, varios reyes piadosos destruyeron allí los ídolos y las abominaciones que contaminaban a Jerusalén, despreciando así la idolatría (1 R 15:13; 2 R 23:4, 6, 12; 2 Cr 29:16; 30:14; 34:4).
Al sur de la ciudad el valle se ensancha y, al unirse con el valle de Hinom, forma un terreno fértil que antiguamente se llamaba el «huerto del rey» (Neh 3:15). Al extremo sur se halla la fuente de Rogel donde Adonías celebraba su ascensión al trono, mientras en la fuente de Gihón, 800 m al norte, se ungía a Salomón como rey (1 R 1:9, 38s).
Desde el siglo IV d.C. se ha conocido como el «Valle de Josafat». La tradición judía y mahometana lo señala como el escenario del juicio final, debido a la profecía de Joel 3:2, 12, 14. Pero es probable que Joel se refiera a otro valle al norte de Jerusalén.
El Cedrón permanecía seco la mayor parte del año, pero después de una lluvia fuerte corrían por su cauce torrentes impetuosos. Ahora su lecho está cubierto con hasta 12 m de suelo. Pero antiguamente las aguas de Gihón y las del templo corrían por aquí. Quizás Ezequiel hacía alusión a esto cuando profetizaba acerca del río de divina gracia que renovará al mundo (47:1–12).