Arqueología

Arqueología Ciencia que estudia los restos del pasado humano, aunque limitada en cuanto a que los «restos» solo ofrecen una vista parcial de la antigüedad. Descubre evidencias materiales que han sobrevivido al paso del tiempo, pero no así las ideas, la organización social y la vida de los antiguos. Estas las infiere, sin ofrecer seguridad absoluta. No obstante, la arqueología ha brindado un valioso aporte al estudio de las Escrituras.

El Método Arqueológico

La arqueología científica data de la excavación de Tell-el-Hesi por Sir Flinders Petrie en 1890. Los años transcurridos han servido para perfeccionar el método arqueológico.

Anteriormente se excavaba en busca de piezas para museo y hallazgos espectaculares. Petrie por primera vez prestó atención al método, al detalle y a la conservación de la evidencia obtenida. Hoy se excava con precisión y meticuloso cuidado porque el hallazgo arqueológico solo tiene valor si se estudia en su contexto. Como la excavación destruye ese contexto, es imprescindible mantener registros exactos, junto con planos y fotografías que permitan reconstruir la situación original de cada hallazgo.

Las condiciones naturales hacen que ciertos lugares sean más apropiados para la ocupación humana. En estos sitios la ocupación repetida ha formado a lo largo de los siglos una colina en forma de cono truncado, que en ocasiones alcanza 25 e incluso más metros de altura sobre el nivel original del terreno. Al excavar esta colina o → Tell se presta especial atención a cada estrato o nivel de ocupación. La identificación del estrato a que corresponde cada piso, cada objeto, cada muro o pared es de vital importancia. Solo así se puede determinar la relación que existe entre los distintos hallazgos de un tell.

A cada estrato corresponden ciertos tipos de cerámica. La evolución en el estilo, decorado y método de fabricación permite distinguir distintos tipos. Debido a la fragilidad, ubicuidad y durabilidad de la cerámica, el estudio de sus tipos constituye hoy uno de los aspectos más importantes en la arqueología. Aunque son importantes la evolución tipológica del arte, la arquitectura, etc., nada es tan valioso como los cascos de cerámica que se encuentran por todas partes. Para los períodos precerámicos de la Edad de Piedra se estudia la industria pedernal. Las hachas, cuchillos y otros implementos de piedra presentan características de forma y estilo que permiten estudiar su evolución y la identificación de sus tipos.

Más que afortunado es el arqueólogo que encuentra alguna inscripción. Ya sea un ostracon (así se llama el casco de alfarería en que se ha escrito algo), una inscripción monumental, algunos trazos labrados en piedra, o un pedazo de papiro o pergamino tal como los rollos del mar Muerto. Epigrafía es la ciencia que descifra la inscripción y estudia la evolución de la escritura.

Resultados de La Arqueología

Cronología.

La primera edición del Diccionario de la Santa Biblia (1890) decía: «En esta obra se ha adoptado la cronología de Ussher, generalmente aceptada. Si bien es cierto que hay incertidumbre no pequeña en cuanto a algunas épocas antiguas, también lo es que las especulaciones científicas que pretenden aumentar en muchos miles de años las edades primitivas de la humanidad sobre la tierra no han sido de ningún modo confirmadas por las investigaciones ulteriores». La situación ha cambiado radicalmente desde entonces.

El análisis tipológico de los hallazgos arqueológicos, especialmente de la alfarería y de la industria pedernal, ha permitido la elaboración de una «cronología secuencial». Es decir, se ha podido establecer la posición relativa que corresponde a cada tipo. Esta → Cronología secuencial se convierte en «cronología absoluta» cuando, gracias a un descubrimiento epigráfico, por ejemplo, se logran identificar los tipos con períodos determinados.

Para la cronología absoluta de la Palestina en tiempos históricos se depende de los sincronismos entre Palestina, Egipto y Mesopotamia, ya que las cronologías de estos lugares se han fijado con bastante exactitud sobre las bases de cálculos astronómicos. Para los tiempos prehistóricos se depende de otros métodos, por ejemplo, el análisis del contenido de carbono 14 en la materia orgánica.

Como resultado de estas investigaciones, hoy sabemos de la presencia humana en la Tierra Santa desde fines del período Paleolítico. El Homo galilaeensis de Capernaum y Nazaret vivió durante la tercera época interglacial (Riss-Würm), ca. 180.000–120.000 a.C. Desde entonces la Palestina ha sido escenario de la actividad humana.

Trasfondo cultural de la Biblia.

Hubo tiempo en que la Biblia era nuestra principal fuente de conocimiento sobre la historia antigua, y por tanto no se relacionaba con su marco histórico. Ha sido en este campo donde la arqueología ha hecho su mayor contribución, iluminando los antecedentes históricos y culturales de la Biblia. Basten algunos ejemplos. Las tabletas de → Ras Sarma, halladas en el sitio de la antigua ciudad de Ugarit, al norte de Canaán, dan a conocer de primera mano la religión y cultura de los cananeos de la época preisraelita. Las tablas de → Nuzi, al norte de Mesopotamia, nos ayudan a entender las costumbres características del período de Bronce Medio, la era de los patriarcas, tales como el interés de → Raquel en los ídolos de Labán (estos transmitían el derecho de heredad) y la preocupación de Abram por el esclavo → Eliezer: Lo había adoptado para que le cuidase en el ocaso de su vida.

Las cartas de → Tell el Amarna reflejan las condiciones políticas de Palestina, con las rivalidades entre los monarcas vasallos del faraón que derrumbaron el Imperio Egipcio y permitieron la conquista de Canaán por los israelitas.

La verdad de la Biblia y la arqueología.

A pesar de que la arqueología ilumina el marco bíblico de manera maravillosa, no puede decirse, como con frecuencia se hace, que «la arqueología prueba la verdad de la Biblia». Tal afirmación pasa por alto no solo la naturaleza de la arqueología, sino el carácter de la Biblia misma.

Usar la arqueología para «probar» la verdad de la Biblia es negarle a la arqueología su valor de ciencia independiente. La investigación arqueológica no puede hacerse con ideas preconcebidas, sino objetivamente, de modo que su contribución al estudio de las Escrituras sea válida. Por otra parte, si fuese posible, por ejemplo, probar arqueológicamente la migración de Abraham desde Ur hasta Canaán, todavía no se habría probado que «la Biblia tenía razón». La Biblia no se interesa por explicar la migración de Abraham como parte de los movimientos de pueblos ocurridos durante el Bronce Medio, sino que nos dice que Abraham dejó Mesopotamia y se fue a Canaán porque Dios lo había llamado. Tal afirmación no se puede probar ni refutar sobre bases arqueológicas; pero es precisamente esta declaración de fe, y no el simple hecho de que Abraham cambió su domicilio, lo que constituye la verdad bíblica.

Dicho todo lo anterior, hay que añadir que en multitud de casos las investigaciones arqueológicas, precisamente porque son hechas de manera objetiva, han comprobado la exactitud de muchas referencias geográficas, históricas y de otro tipo que los detractores de la Biblia habían tildado de erróneas.

La arqueología y las lenguas bíblicas.

La arqueología ha hecho accesible un número extraordinario de documentos e inscripciones en las lenguas del Oriente antiguo. Aparte del valor de estos escritos para esclarecer el marco histórico y cultural de la Biblia, el estudio de estas lenguas nos ha permitido comprender los idiomas bíblicos mucho mejor. Palabras y hasta frases cuyo significado había que adivinar más bien que traducir, hoy son inteligibles gracias al estudio comparativo de estas lenguas. De ahí que las nuevas versiones bíblicas se aproximen más al sentido real de los originales hebreo y griego.

La Arqueología Y La Biblia

Período preisraelita.

Hacia fines del período Paleolítico apareció en la zona del Carmelo el Homo carmelitanus, identificado como tipo intermedio entre el hombre de Neanderthal y el Homo sapiens. Desde entonces, debido a su situación geográfica, la Palestina se hizo puente de transición. El hombre natufiano del Mesolítico (8000–6000 a.C.), tipo fundamental de la raza semítica, manifestó los comienzos de la agricultura y de la cultura sedentaria. En el Neolítico (6000–4000 a.C.) apareció la primera ciudad, Jericó, y se introdujo la alfarería (ca. 5000 a.C.). El Calcolítico (4000–3000 a.C.) se caracterizó por el uso corriente del cobre. De este período viene la Estrella de Gassul, figura geométrica de fino gusto artístico y expresión de una cultura avanzada.

La Edad de Bronce se divide en Bronce Antiguo (3000–2100 a.C.), Bronce Medio (2100–1550 a.C.) y Bronce Reciente (1550–1200 a.C.). Durante el Bronce Antiguo la población de la Palestina aumentó considerablemente. Se establecieron numerosas ciudades amuralladas con calles bien trazadas y alcantarilladas. Se inventó el torno y el horno cerámico que mejoraron muchísimo la alfarería. En el Bronce Medio, la época de los patriarcas, la invasión de los amorreos destruyó la civilización del Bronce Antiguo. Los estratos dan muestra de repetidas destrucciones, evidencia de la inseguridad reinante. Egipto ejerció cierta influencia cultural y política de manera esporádica, hasta que con el advenimiento de las dinastías XVIII y XIX, durante el Bronce Reciente, estableció una vez más su autoridad en el área.

 

Período israelita

Una nueva destrucción marca el comienzo de la Edad de Hierro. Los invasores llegaron en dos grupos. Desde el desierto los israelitas se apoderaron de la región montañosa y dejaron huellas de su destrucción en Bet-el, Laquis, Debir, Hazor y otras plazas fuertes. Desde el Mediterráneo los «Pueblos del Mar», entre ellos los filisteos, traían consigo el secreto de la siderurgia, aprendido de los heteos de la Anatolia.

Los períodos Hierro I (1200–900 a.C.) y Hierro II (900–600 a.C.) abarcan la conquista, la época de los jueces y la monarquía. Al principio los filisteos retuvieron el monopolio del hierro, obstaculizando así el desarrollo de Israel, pero en tiempos de David los israelitas aprendieron a trabajar ese metal.

De la época monárquica tenemos relativamente poca evidencia. Las excavaciones en Meguido y Samaria nos suministraron muestras del arte arquitectónico fenicio. La reciente expedición a Arad descubrió un templo israelita. Materiales de este tipo nos permiten inferir cómo debe haber sido la Jerusalén de Salomón.

El Hierro III (600–300 a.C.) se conoce también como Período Persa. De ahí en adelante los períodos reciben designación histórica: Helenista (300–63 a.C.), Romano (63 a.C.–323 d.C.), Bizantino (323–636 d.C.) e Islámico (636 d.C. hasta hoy).

Cada nueva excavación y cada nuevo descubrimiento arroja valiosísima luz sobre la Tierra Santa y las naciones vecinas, y nos permite así una mejor comprensión del mensaje eterno de Dios en el contexto histórico.

Bibliografía:

«Arqueología», «Excavaciones en Palestina», EBDM. W.F. Albright, Arqueología de la Palestina, Barcelona, 1962. W.F. Albright, De la edad de piedra al cristianismo, Santander, 1959. K.M. Kenyon, Arqueología en Tierra Santa, Barcelona, 1963.