Lidia

Gr. 3070 Lydía, Λυδία, «tierra de Lido»; Vulg. Lydia. Mujer convertida a la fe cristiana por la predicación del apóstol Pablo. Vivía en Filipos dedicada a la producción de tintes y vestimentas de púrpura (Hch. 16:13–16). No se sabe si estaba casada o era viuda, o si vivía de forma independiente. La mayoría ve en Lidia a una viuda y tiene la tendencia a considerarla como una mujer rica que poseía una gran casa en el centro de la ciudad y esclavos.
Existen muchas inscripciones griegas y latinas, fechadas en los primeros tres siglos d.C., que contienen listas de nombres de mujeres y de hombres que vendían púrpura. El término griego porphyróplis tiene su correspondiente latino en purpuraria. A partir de tales inscripciones se sabe que ese término técnico denota a personas que tienen que ver tanto con el proceso de producción de púrpura como con la venta del producto. La palabra porphyra, «púrpura», expresa tanto el color como cualquier producto teñido con él; p. ej., lana. La materia prima de la cual se extraía la púrpura era obtenida tanto del mar (moluscos) como de la tierra (vegetales). La púrpura extraída del mar era, sin duda, la original y la de mejor calidad. La vegetal, de menor calidad y también más barata era imitación (cf. Plinio, Nat. His. XIX, 47, XXII, 3, XXIV, 94) producida en lugares del interior.
Lidia era oriunda de Tiatira, una ciudad del interior de Asia Menor. Hay muchas inscripciones y otras fuentes que atestiguan la existencia de varias categorías de trabajadores en aquella ciudad: curtidores, zapateros, herreros, tejedores y tintoreros. La producción textil, ligada con la tintorería, era un trabajo realizado principalmente por esclavos y mujeres. Las tintoreras de aquella región extraían y obtenían sus colores, entre otros también el púrpura, de vegetales. En Tiatira, el color púrpura ciertamente era extraído de las raíces de una planta llamada rubia (M. Clerc, De rebus Thiatirenorum. commentatio epigraphica. Thesim. París 1893), que además de sus cualidades medicinales, podía ser aprovechada tanto en el proceso de tintorería como de curtiduría. Y justamente en esos dos sectores, «solo se ocupaba a las personas que ejecutaban un trabajo ‘sucio’» (Plinio, Nat His. XIX, 47, cf. también XXIV, 94). Otra tradición de Tiatira, ligada con la anterior, es que los trabajadores estaban organizados en corporaciones, algo que también es característico de una ciudad de gente obrera.
En este contexto, importa saber que los romanos, en su política expansionista, también asentaron en Tiatira una gran población judía, la mayoría compuesta por presos de guerra y esclavos. Esos judíos tenían, entre otras cosas, mucha experiencia en la producción del color púrpura, especialmente aprovechado en la industria textil, en particular en la tintura de lana. De Lidia se dice que era «una adoradora de Dios», lo que delata su origen «gentil», una > prosélita que había asumido parte del judaísmo y que practicaba la religión de Israel. Es muy probable, pues, que tomara contacto con judíos en su tierra natal, donde aprendió su trabajo.
Lidia era extranjera en Filipos, una adoradora de Dios que tenía estrechos vínculos con el judaísmo, y trabajaba ahí, en aquella colonia romana. Según la concepción romana, ejercía una profesión indigna de cualquier ciudadano libre, un trabajo «sucio» (Cicerón, De off 150s; Quintiliano, I.12.17), despreciado por la clase alta.
Lidia no estaba sola en Filipos. El texto la muestra reunida con otras mujeres en el edificio de la sinagoga fuera de la ciudad, gr. proseukhé. Peter Lampe demostró que en la ciudad de Roma la mayoría de la población judía —y en consecuencia los cristianos convertidos del judaísmo— residía fuera de los muros. Eran gente simple que vivía principalmente del comercio en pequeña escala. La mayoría provenía de regiones del Oriente, como Lidia.
En base a estos importantes aspectos, puede suponerse algo semejante para Filipos, toda vez que en una colonia romana estaban vigentes las mismas leyes y tradiciones que en Roma. En este contexto, es importante resaltar aún lo siguiente: la mayoría de los exegetas reconoce que la proseukhé de Filipos estaba fuera de la ciudad, incluso fuera del pomerium (terreno entre los muros de una ciudad ya existente y la nueva línea divisoria que enmarcaba su posterior extensión), a la orilla del río Angites. Y justamente por esa región pasa la Vía Egnatia, una ruta comercial que ligaba a Oriente con Occidente. En base a diversas fuentes, Peter Lampe afirma que las proseukhaí, «edificios sinagogales», en Roma se ubicaban fuera de los muros de la ciudad, y justamente donde vivían y trabajaban las personas que frecuentaban los cultos sabáticos-sinagogales. A la población judía le fue permitido, por ejemplo, construir sus locales de culto solo fuera de esa franja de tierra (ver Juvenal, Satiras III, 11).
Conforme a la costumbre judía, la proseukhé, el «predio sinagogal», no era empleado solo los sábados para las celebraciones cúltico-litúrgicas, sino que servía también para otros fines comunitarios. La proseukhé podía ser lugar de encuentro de las minorías judaicas en la > diáspora también durante la semana, utilizada para actividades escolares, como lugar de distribución de agua, de comidas comunitarias, y como hospedería. Eso significa que también durante la semana, Pablo y Silas podían encontrar allí personas y conversar con ellas sobre el «camino de la salvación».
Hengel presenta una enorme cantidad de material literario y epigráfico que comprueba ese uso y considera por eso también la proseukhé de Filipos como un edificio sinagogal. Sin embargo, la mayoría de los exegetas —aun sabiendo que el término se empleaba en ese sentido— afirman que aquí se trata de un simple lugar de oración al aire libre donde eran realizados solo actos de purificación y oración. Lo interpretan así a causa de la exclusiva presencia de las mujeres, sin atender a razones históricas y arqueológicas.
Por el hecho de que en aquel tiempo los judíos aún no habían establecido una misión en Filipos, se puede deducir que las otras mujeres reunidas en el edificio de la sinagoga también serían extranjeras adoradoras de Dios, prosélitas. Es muy probable que la «casa de ella» se refiera al grupo o a una parte del grupo de mujeres reunidas en el edificio sinagogal. El término oîkos, «casa», también era frecuentemente empleado para caracterizar una asociación de gente trabajadora, tanto en el sentido religioso como económico-comercial. Además, vale la pena recordar que esos dos aspectos estaban intrínsecamente ligados entre sí, o sea, quien pertenecía a una asociación tenía en común tanto su trabajo como su práctica religiosa. Si reflexionamos un poco y contamos con que los purpurarii generalmente viajaban y trabajaban en grupos, y además tenían «casa» en otros lugares, y también otras categorías de gente trabajadora se definían así mismas con el término oîkos, entonces puede considerarse que «la casa de ella» constituía una magnitud social, económica y religiosa. «Su casa» participa del proceso de producción y de venta de las mercaderías manufacturadas y se sustenta de este trabajo. Como en otras asociaciones, Lidia debe haber tenido una función directiva en la organización, lo que explica el uso del genitivo «la casa de ella». Así, no es necesario especular sobre de la cuestión si tenía esclavos o no, pues lo normal sería que el grupo aquí involucrado estuviera compuesto —como lo muestra ejemplarmente el grupo de la Vía Salaria— de personas co-liberadas (el propio nombre Lidia es típico de esclavas oriundas de la región del Asia Menor así denominada). Es un hecho innegable que pequeños artesanos y comerciantes pertenecían a la plebe urbana. Lidia y «su casa» vivían al margen de la sociedad por tres razones: por su trabajo «sucio», por su origen extranjero y por su pertenencia religiosa (ver Hch. 16:19ss).
Ella forzó a los apóstoles a quedarse en su casa (parabiásato hemâs, v. 15). El vb. «forzar» aparece solo una vez en el NT en una situación de extremo peligro para familiares y amigos del crucificado (Lc. 24:29). Aquí obviamente no se trata, pues, de la hospitalidad oriental impositiva, sino de la insistencia en ofrecer refugio a alguien por existir una situación peligrosa. A pesar de todo, los misioneros sufrieron mucho en Filipos bajo las autoridades romanas. Después de todo lo que pasaron y soportaron en la prisión, Pablo y sus colegas regresan a la casa de Lidia, a fin de dar ánimo a los hermanos (v. 40). Véase FILIPOS, PÚRPURA, SINAGOGA, PROSÉLITO.
Bibliografía: M. Hengel, «Proseuché Und Synagoge. Jüdische Gemeinde, Gotteshaus und Gottesdienst in der Diaspora und in Palästina», en Tradition und Glaube. Das frühe Christentum in seiner Umwelt (Göttiengen 1971); P. Lampe, Die stadtrömischen Christen in den ersten beiden jahrhunderten (Wissenchaftliche Untersuchungen Zum Neuen Testament 18, 1987); W.A. Meeks, Los primeros cristianos urbanos. El mundo social del apóstol Pablo (Sígueme 1988); I. Richter Reimer, «Reconstruir historias de mujeres. Consideraciones acerca del trabajo y status de Lidia en Hechos 16»; RIBLA 4 (1989:2) 47–59; Id., Frauen in der Apostelgeschichte des Lukas. Eine feministisch-theologische Exegese. Mit einer Einführung von Luise Schottroff (Gütersloher Verlagshaus, Gütersloh 1992); Id., Women in the Acts of the Apostles. A Feminist Liberation Perspective. (Fortress Press 1995).