NATURALEZA

Las cualidades inherentes de un ser que se manifiestan en las varias características que marcan y exhiben su existencia; la suma de estas características es lo que recibe el nombre de su naturaleza, y de esta manera se distingue a un ser de otro (cfr. Gn. 1:12). Los hombres son por naturaleza hijos de ira (Ef. 2:3); por otra parte el cristiano se hace moralmente participante de la naturaleza divina (2 P. 1:4), cuya característica es el amor: es hecho participante de la santidad de Dios (He. 12:10). Así halla expresión en el cristiano la obra de Dios que forma su naturaleza. El Creador puede designar y predicar la naturaleza de una cosa antes de que tenga existencia de hecho; pero nosotros, como criaturas, podemos discernir la naturaleza sólo en base al ser existente, y por ello sólo podemos hablar de la naturaleza en tanto que característica del ser.
«Naturaleza» es también un término descriptivo del vasto sistema de cosas creadas que nos rodea; no sólo el Creador ha dado origen a cada una de sus partes, sino a su uso, su orden, su aumento, su decadencia, cosas éstas que con frecuencia reciben el nombre de «leyes de la naturaleza», las leyes que rigen a cada uno de sus componentes y que constituyen sus propiedades.
La «naturaleza» no es una categoría de la teología bíblica y, por tanto, está ausente del AT de y los cuatro Evangelios; se trata de un concepto filosófico griego, especialmente neoplatónico y estoico, que Pablo emplea en sentidos distintos. En heb. a veces se traduce por «naturaleza» el término 4327 min, מִין, de una raíz inusitada, que sign. «hacer porciones, sortear», de donde, «especie, género». En gr. corresponde a la palabra 5449 physis, φύσις, de phýo, «producir», y significa los poderes o constitución de la naturaleza de una persona o cosa (Ef. 2:3; Stg. 3:7; 2 Pd. 1:4); también la ley regular u orden de la naturaleza (Ro. 1:26; 2:14; 1 Cor. 11:14; Gal. 4:8).
Por lo general, se definen tres tipos de naturaleza: 1) el mundo físico y químico, que se capta con los sentidos; 2) el mundo de los seres vivos; y 2) la corporeidad humana. Además, se considera como natural el comportamiento del hombre que responde a una elevada frecuencia estadística en una cultura dada.
En la Biblia, como queda apuntado, no existe ninguna reflexión filosófica ni científica sobre las notas y propiedades de la naturaleza; se habla de ella en términos descriptivos y culturales. El Creador ha dado origen a cada una de las partes del mundo físico, su uso, su orden, su aumento, su decadencia, es decir, a todo lo que llamamos «leyes naturales», que rigen cada uno de sus componentes y constituyen sus propiedades. San Agustín, reflexionando sobre el tema, habló del ordo naturale o estructura bien ordenada de la naturaleza como efecto de la continua fuerza constructiva de Dios.
Desde un punto de vista moral, los autores neotestamentarios dicen que los hombres, en cuanto pecadores, son por naturaleza, es decir, por su comportamiento habitual, hijos de ira (Ef. 2:3); por otra parte, el cristiano se hace espiritualmente partícipe de la naturaleza divina (2 Pd. 1:4), cuya característica es el amor: participa de la santidad de Dios (Heb. 12:10). Así halla expresión en el cristiano la obra de Dios, que conforma su naturaleza a imagen y semejanza de Cristo.