MANUSCRITOS DEL MAR MUERTO

1. Definición.
2. Hallazgo.
3. Material, lengua, escritura y datación.
4. Publicación y polémicas.
5. Clasificación.
6. Origen.
7. Contribución a la investigación.
I. DEFINICIÓN. Designación de los depósitos de textos antiguos hallados desde finales de 1946 y comienzos de 1947 en el área occidental del mar Muerto. El término tiene un sentido estrecho y otro amplio. En su uso limitado, el concepto alude a los rollos descubiertos en las proximidades de Khirbet Qumrán. En su acepción más extensa, este nombre se refiere a los documentos encontrados en distintos sitios del desierto de Judea, como Masada, Wadi Murabba’at, Wadi ed-Daliyeh, Nahal Hever y Nahal Se’elim, entre otros. Nos centraremos principalmente en los rollos de Qumrán, pero en caso de necesidad, se hará también referencia al resto de los documentos en cuestión.
II. HALLAZGO. Entre los años 1946/1947–1956 beduinos, investigadores del Palestine Archeological Museum, y arqueólogos de la École Biblique et Archéologique Française de Jerusalén, dirigidos por el renombrado biblista dominico padre R. de Vaux, hallaron unos novecientos manuscritos en once cuevas ubicadas en las cercanías de Khirbet Qumrán, en las proximidades de la ribera noroccidental del mar Muerto, a 35 km. al este de Jerusalén. A pesar de los renovados esfuerzos, desde 1956 no se han hallado nuevos manuscritos en la zona.
La mayor parte de estos documentos se encuentran actualmente en manos de la Autoridad Arqueológica de Israel y del Museo de Israel en Jerusalén. En este último lugar, los manuscritos más importantes y mejor conservados se exhiben de forma permanente en el Santuario del Libro. Algunos pocos rollos están en posesión de Jordania (Museo Arqueológico de Amán), y varios fragmentos se hallan dispersos por el mundo en manos de instituciones privadas (como el caso de la Biblioteca Nacional de París o el Museo Arqueológico Franciscano de Jerusalén) o de coleccionistas privados (por ejemplo, el noruego M. Schøyen).
El descubrimiento moderno de los rollos en la región del mar Muerto no ha sido un suceso único en la historia. Según algunas tradiciones antiguas, ya en los tiempos del padre de la Iglesia Orígenes de Cesarea (185–254) y del patriarca nestoriano Timoteo I (727–819), se habrían encontrado manuscritos escritos en griego y en hebreo (entre ellos, copias del libro bíblico de Salmos) en el área de Jericó, ciudad situada a unos pocos kilómetros al norte de Khirbet Qumrán. Según se supone, algunos de estos manuscritos habrían llegado a manos de los caraítas (una secta medieval judía), y eventualmente, habrían sido copiados por escribas de este grupo, para ser depositados finalmente en la > geniza (“depósito de manuscritos antiguos en desuso”) de una sinagoga del viejo Cairo. Estas versiones medievales de textos antiguos (como el caso del libro apócrifo de la Sabiduría de Ben Sirá o el Documento de Damasco) serían descubiertos por el bibliotecario de la Universidad de Cambridge, el sabio judío S. Schechter (1847–1915), a finales del siglo XIX, convirtiéndose de facto así en los primeros “manuscritos del mar Muerto” hallados en la era moderna.
III. MATERIAL, LENGUA, ESCRITURA Y DATACIÓN. A excepción de una docena de manuscritos hallados en un relativo buen estado de conservación (principalmente, en las cuevas 1 y 11), la mayoría de los rollos se encontraron en un estado muy deteriorado (aproximadamente, unos 40.000 fragmentos). La mayoría están escritos en cuero de animal elaborado (mayormente oveja o cabra), y un 14% en papiro. Además, se hallaron también algunas piezas de cerámica escrita u óstracas, y un manuscrito casi completo escrito en cobre.
La lengua hebrea predomina en la mayor parte del material (4/5 partes), pero hay un 20% en lengua aramea, e incluso una muy pequeña cantidad en griego. La mayoría de los rollos están escritos con el tipo de escritura «judía» o cuadrada (en sus distintas fases: arcaica, hasmonea y herodiana). Sin embargo, se encontraron también algunos manuscritos (la mayoría «bíblicos») escritos con escritura paleohebrea (escritura utilizada en la época bíblica), e incluso varios documentos redactados con escritura críptica (a manera de espejo, que combina la escritura cuadrada con la paleohebrea y la griega). En todos los casos, la tinta utilizada es de tipo vegetal, elaborada a base de aceite, agua, carbón y resinas.
En los comienzos de la investigación, el estudio paleográfico de la escritura permitió datar los documentos, basándose a manera de comparación en inscripciones u óstraca de la época. Con el paso del tiempo, esta primera datación fue confirmada por sucesivas dataciones de fragmentos de rollos realizadas por medio del carbono 14. De esta manera se llegó a la conclusión de que los documentos datan de la época helenístico-romana, desde mediados del siglo III a.C. hasta mediados del siglo I d.C.
IV. PUBLICACIÓN y POLÉMICAS. Debido a su buen estado de preservación, los primeros rollos hallados por los beduinos en 1946/1947 fueron publicados pasados muy pocos años desde su descubrimiento. Por su parte, los miles de fragmentos hallados en las cuevas de Qumrán entre los años 1949–1956, en época que Jordania controlaba las regiones de Samaria y Judea, fueron llevados al Museo Rockefeller, ubicado en la Jerusalén oriental. A efectos de estudiar los manuscritos, se constituyó en los años 50 una comisión internacional dirigida por el Prof. de Vaux, cuyo objetivo fue clasificar, reconstruir, descifrar, interpretar y publicar los documentos. A excepción de algunos casos, desde el año 1955 la mayoría de los manuscritos se han ido publicando en la colección científica oficial Discoveries in the Judaean Desert (DJD) editada por la Universidad de Oxford.
El largo y tedioso proceso de edición de estos mansucritos tan fragmentados, combinado con el celo profesional de los estudiosos, generó en los años 80 una verdadera polémica entre los académicos en torno de los derechos de investigación y publicación de los rollos. Dicha polémica derivó en una «teoría conspirativa», según la cual la Iglesia habría pretendido impedir la publicación de los textos para evitar que se descubriese el «verdadero origen» del cristianismo (cf. Baigent y Leigh). Sin embargo, la publicación de la casi totalidad de los documentos legibles, así como también la difusión de los manuscritos por medio de traducciones, ediciones digitales y exhibiciones, han dejado en el olvido los «escándolos» sensacionalistas de esos años, para dejar paso al estudio sereno y sopesado de los documentos.
V. CLASIFICACIÓN. Los manuscritos del mar Muerto pueden clasificarse en las siguientes tres categorías básicas:
1. Manuscritos bíblicos: se hallaron en las cuevas de Qumrán testimonios de todos los libros que conforman la Biblia Hebrea, a excepción del libro de Nehemías (se halló, sin embargo, una copia del libro de Esdras, que juntos conformaban una sola obra en la antigüedad) y de Ester (¿por una casualidad del destino o por razones ideológicas?). En algunos casos se hallaron varias copias de un mismo libro (por ejemplo, 20 del Génesis), y en otros, solo una (del libro de Crónicas, por ejemplo, se hallaron unas cuantas líneas). Una gran mayoría de los manuscritos fue escrita en cuero de animal, y solo unas nueve copias lo fueron en papiro. En suma, se descubrieron más de 200 copias de manuscritos bíblicos (25% del total), en su mayor parte muy fragmentados, con la única excepción del manuscrito completo de Isaías de la cueva 1 (1QIsa), con una extensión de 7, 34 m. (probablemente, la longitud promedio que habrían tenido alguna vez el resto de los manuscritos bíblicos). Según parece, cada uno de los libros bíblicos habría sido copiado en un solo rollo. Sin embargo, se hallaron testimonios de algunos manuscritos del Pentateuco en los que se copiaron más de uno, como es el caso de 4Q1 (Génesis-Éxodo) o 4Q17 (Éxodo-Levítico).
Los libros mejor atestiguados del canon bíblico son Deuteronomio (30 copias), Isaías (21 copias) y Salmos (36 copias), curiosamente, los más citados en el Nuevo Testamento. Los libros de la Ley o Pentateuco representan el conjunto más destacado de los manuscritos bíblicos hallados en Qumrán (casi un 43%). La datación paleográfica revela que fueron copiados a lo largo de casi 300 años, siendo las recensiones más antiguas de mediados del siglo III a.C.: 4Q17 (Éxodo-Levítico); 4Q52 (Samuel), 4Q70 (Jeremías); 4Q76 (Profetas menores); 4Q109 (Eclesiastés).
Una buena cantidad de los manuscritos bíblicos (casi un 60%) presentan un texto muy próximo a la versión transmitida por los masoretas judíos en los códices medievales (por ejemplo, el Códice de Alepo, siglo X, versión «proto-masorética» o «proto-rabínica»), mientras que en otros casos, están más próximos a otras versiones antiguas (la versión samaritana del Pentateuco o la versión griega de los Setenta o Septuaginta). Estas recensiones constituyen entre un 5% y un 10% del conjunto de los manuscritos bíblicos encontrados en las cuevas. Finalmente, se ha hallado también una buena cantidad de textos (15% a 25%) que en algunos casos concuerdan en sus variantes con las versiones conocidas de la Masora, los Setenta o la samaritana, mientras que en otros, presentan lecturas independientes. En algunos casos, las variantes representarían versiones más antiguas y originales que las conocidas por la tradición masorética. En otros, se deberían a errores de los copistas o a razones de corte ideológico.
Además de manuscritos bíblicos propiamente dichos, se han hallado también en Qumrán testimonios de las más antiguas traducciones nunca antes conocidas, hechas al griego (versión de los Setenta) —como el caso de los libros del Pentateuco (a excepción del Génesis)— y al arameo (libros del Levítico y Job). Finalmente, se han hallado en Qumrán testimonios de pasajes del Pentateuco en rollitos de filacterias y mezuzoth.
2. Manuscritos no sectarios: a diferencia del caso de los manuscritos bíblicos, de los cuales se recuperaron copias antiguas de libros que habían sido transmitidos orgánicamente por la tradición rabínica antes del descubrimiento, se hallaron también en Qumrán testimonios de libros extra-canónicos judíos, que habían sido conocidos hasta el momento del hallazgo solo en traducciones secundarias o terciarias transmitidas por la tradición cristiana. Gracias al descubrimiento de los manuscritos de Qumrán, se recuperaron ahora algunos fragmentos de estas obras en sus lenguas originales (hebreo o arameo), como el caso de los libros > apócrifos de Tobit y Eclesiástico, que eran conocidos hasta entonces en griego o en traducciones hechas a partir de esta versión, o el de los libros > pseudoepigráficos de Jubileos o 1 Henoc, que habían sido transmitidos de manera completa en etíope clásico o Ge´ez, y de manera fragmentaria, en griego o latín.
Además de estas obras, se hallaron entre los manuscritos del mar Muerto también nuevos libros, totalmente desconocidos antes del descubrimiento de Qumrán, que al igual que las obras ya mencionadas más arriba, habrían formado parte del rico acervo literarioreligioso de los judíos de la época. En este caso se encontraron testimonios de géneros literarios diversos, como textos sapienciales (4Q Composición Sapiencial A [4Q415–18]; 4Q Bienaventuranzas [4Q525]); piezas litúrgicas (Cánticos del Sacrificio Sabático [4Q400–407, etc.]; Himno al Creador [11Q5, XXVI]); materiales astrológicos (4Q186, 4Q318, etc.); libros parabíblicos (1QGénesis Apócrifo; Apócrifo de Moisés [4Q375]); y hasta una enigmática lista de tesoros como el Rollo del Cobre (3Q15).
3. Manuscritos sectarios: además de los escritos ya mencionados más arriba, se hallaron entre los rollos de Qumrán un grupo de obras, que en común con algunas de las obras mencionadas en el apartado anterior, también en este caso nos eran desconocidas antes del hallazgo. Pero a diferencia del carácter no sectario de las anteriores, estos documentos se caracterizan por presentar una concepción del mundo, una terminología, un acervo legal y una variedad de géneros literarios, que indicarían su pertenencia a un movimiento diferenciado del judaísmo mayoritario y en abierta polémica cn él. De aquí, entonces, su clasificación como manuscritos «sectarios». Estas obras pueden clasificarse en tres categorías básicas, a saber:
a) Reglas: Regla de la Comunidad o Serekh hayyahad (1QS, 4Q255–64, 280, 286–7, 502, 5Q11, 13); Documento de Damasco (CD [hallada en la geniza de El Cairo], 4Q265, 5Q12, 6Q15); Regla de la Congregación (1QSa = 1Q28); Rollo de la Guerra (1QM, 1Q33, 4Q471, 491–7); Carta Haláquica (Miqsat Maasé hattorah) (4Q394–399) y el Rollo del Templo (11Q19–21, 4Q365a, 4Q524) (el caracter sectario de este último documento es aún tema de discusión). Estos documentos nos permiten adentrarnos en la manera de vivir de aquellos hombres, tanto en su realidad histórica como en la era escatológica, echando luz sobre sus prácticas, estructura social y principios morales.
b) Liturgia, creencia y culto: este segundo grupo de escritos incluye oraciones y liturgias, tanto individuales (Hodayoth [1QH, 4Q427–32]) como comunitarias (Colección de Bendiciones [1QSb = 1Q28b]), ceremonias (como la comida comunitaria [cf. Regla de la Congregación]), como así también calendarios (4Q317–30, 334, 337, 394). Estos documentos iluminan distintos aspectos de la vida religiosa de este movimiento, incluyendo detalles sobre la piedad personal y las creencias de sus miembros.
c) Interpretación bíblica s: los rollos testifican de la presencia de obras destinadas a interpretar materiales consagrados por la tradición. En algunos casos, estas obras exegéticas interpretan las leyes del Pentateuco, y en algunos otros, narraciones o profecías. Los géneros de interpretación bíblica presentes en los rollos son de diversos tipos. Un ejemplo lo constituyen los comentarios temáticos, en los que se combinan versos de diferentes libros relevantes para el asunto a tratar, como es el caso de 4QFlorilegio (4Q174), 4QTestimonia (4Q175) o 11QMelquisedec (11Q13). Otra clase la constituyen los pesharim (en singular, pesher), que se caracterizan por presentar un comentario secuencial de libros (en su gran mayoría proféticos), como por ejemplo los comentarios a Habacuc (1QpHab), Nahúm (4Q169), Oseas (4Q166–7) o Isaías (4Q161–5). La interpretación sectaria se caracterizaba por su profunda orientación escatológica, identificando en los textos antiguos referencias a la historia pasada y al presente histórico del movimiento, vivido por aquellos hombres como los «últimos días».
En suma, los manuscritos de carácter sectario representan casi un tercio del total de los documentos encontrados en las cuevas de Qumrán. Revelan una ley muy estricta y, en algunos casos, incluso diferente de la adoptada por el resto del judaísmo (como es el caso de la pureza ritual), un calendario singular de carácter solar y nuevas, e incluso originales, concepciones teológicas (por ejemplo, la creencia en la predestinación y el dualismo). En los textos aparecen perfiladas comunidades muy bien estructuradas y jerárquicamente organizadas, sean de carácter familiar o compuestas por hombres célibes (un tema no clarificado aún del todo), cuyos miembros se consideraban los elegidos de Dios, los «hijos de la luz», el verdadero «resto de Israel», en clara oposición a los «hijos de la oscuridad». Según su fe básica, esta realidad de auto-exclusión habría de persistir hasta el fin de los tiempos, en que Dios y sus huestes angelicales derrotarían a las fuerzas diabólicas comandadas por Belial, inaugurando así una nueva era.
VI. ORIGEN. Desde los inicios mismos de la investigación, la cuestión del origen de estos antiguos escritos ha resultado ser un verdadero enigma: ¿quién escribió los manuscritos del mar Muerto? En los primeros años se sugirió la tesis del origen > esenio de los rollos (Sukenik, Dupont-Sommer, de Vaux), convirtiéndose desde entonces en la teoría aceptada por la inmensa mayoría de la comunidad científica internacional (García Martínez, Charlesworth, Puech, entre otros). Según esta hipótesis, todos los manuscritos hallados en las cuevas de Qumrán habrían formado parte alguna vez de la «biblioteca» de una comunidad esenia instalada en aquellos lugares desde finales del siglo II o comienzos del siglo I a.C. hasta el verano del año 68 d.C., cuando las tropas romanas destruyeron el lugar. Según la hipótesis tradicional, los sectarios de Qumrán habrían escondido sus libros en cuevas próximas a su lugar de residencia para ponerlos a buen resguardo de los invasores romanos, con la esperanza de recuperarlos una vez que terminara la revuelta judía comenzada en el año 66 d.C. Esta teoría se caracteriza por poner un énfasis manifiesto en la homogeneidad y coherencia ideológica de las obras, explicando las divergencias ideológicas o legales como derivadas de agrupaciones próximas pero distintas a la vez o, a veces, de diferentes estadios en la constitución del grupo. A pesar de estas diferencias, los estudiosos pretenden detectar en las obras un nivel básico común de ideología teológica, de calendario festivo-religioso y de normas legales.
Esta teoría consensuada fue duramente atacada en los últimos años. Un ejemplo de ello es la «teoría jerosolimitana» (Golb), según la cual el hecho de (a) que los manuscritos hayan sido escritos por cientos de escribas diferentes, (b) que los documentos presenten doctrinas dispares e incluso contradictorias, y (c) que los «rollos de Qumrán» no sean únicos en su especie (recuérdese el descubrimiento de manuscritos bíblicos y no bíblicos en otros puntos del desierto de Judea), llevaría a suponer que los manuscritos del mar Muerto no habrían formado parte de una «biblioteca sectaria esenia», sino que habrían tenido como origen diversas bibliotecas de la ciudad de Jerusalén. Según este modelo interpretativo, momentos antes de que los romanos destruyeran la ciudad sagrada y el Templo, los rebeldes judíos habrían huido en dirección al desierto llevando consigo sus libros, ocultándolos ellos mismos en diversas cuevas del desierto de Judea, incluyendo las de Qumrán. Como prueba adicional, Gold aduce el testimonio del Rollo del Cobre, en donde se habla de la práctica de ocultar copias de escritos y sumas de dinero en lugares próximos a Jerusalén, en el desierto de Judea.
Entre estas dos posiciones totalmente opuestas se ha ido perfilando en los últimos tiempos una solución intermedia. Esta nueva teoría (Pfann) sugiere abandonar la interpretación monolítica tradicional sobre el origen común de todos los manuscritos de Qumrán, sin por ello admitir la posibilidad de que todos los manuscritos hayan tenido su origen en la ciudad de Jerusalén. Según esta nueva hipótesis, los manuscritos descubiertos habrían tenido orígenes diversos. Por un lado, y en total acuerdo con la tesis tradicional, los contenidos de las cuevas 1Q y 6Q habrían derivado de grupos esenios (sacerdotales y seglares), mientras que las cuevas 4Q y 5Q habrían sido originariamente depósitos esenios de obras en desuso o genizas. Por su parte, y de acuerdo con la sugerencia de la «teoría jerosolimitana», los manuscritos de las restantes cuevas (2Q, 3Q, 7Q, 8Q, 9Q, 10Q, 11Q) habrían sido depositados por rebeldes judíos (zelotes y sicarios) que huían de la ciudad de Jerusalén. Está claro que todavía no se ha dicho la última palabra en cuanto a los orígenes de los manuscritos del mar Muerto, y seguirá siendo un tema de discusión para las generaciones futuras.
VII. CONTRIBUCIÓN A LA INVESTIGACIÓN. El afamado arqueólogo americano William F. Albright (1891–1971) había tildado desde un principio el hallazgo de los manuscritos del mar Muerto como el «mayor descubrimiento de los tiempos modernos». Supuso un dramático punto de inflexión en el estudio del judaísmo antiguo. Por primera vez en la historia, los investigadores modernos se hicieron con un cuerpo literario extenso y variado de finales de la época del Segundo Templo.
A diferencia de las fuentes disponibles hasta el descubrimiento de los rollos para el estudio del judaísmo de la época greco-romana (p.ej., la literatura apócrifa y pseudoepigráfica, los escritos de Flavio Josefo y Filón de Alejandría, los escritos neotestamentarios y rabínicos), los rollos son obras antiguas y originales que no fueron copiadas por escribas tardíos, ni estuvieron sujetas a errores, correcciones o adiciones en el espíritu de la Iglesia o el judaísmo rabínico. Los manuscritos del mar Muerto, entonces, son un verdadero tesoro cultural que echan una nueva luz sobre la naturaleza de la sociedad, el pensamiento, la literatura y la religión del pueblo judío en la época antigua, permitiendo entender de una manera novedosa los orígenes del cristianismo antiguo y el judaísmo rabínico.
En este sentido, pues, se pueden detallar brevemente las principales contribuciones que han realizado los manuscritos del mar Muerto en el campo de la investigación de los estudios judaicos y neotestamentarios.
a) Estudios judaicos: Los manuscritos de Qumrán han revolucionado de lleno el campo de estudio del texto bíblico. Según se puede deducir de la información presente en los documentos, el texto bíblico revela una gran fluidez y heterogeneidad, dándose a entender que no había llegado todavía a un estado de estandarización para finales de la época greco-romana. Según se puede deducir, en la antigüedad podían coexistir entre distintos grupos, e incluso en uno solo, versiones textuales diferentes de un mismo texto (como el caso de los libros del Pentateuco, Samuel y Jeremías), sin por eso invalidar su condición sagrada. Solo después de la destrucción del Templo de Jerusalén en el año 70 d.C., como se puede concluir de los hallazgos de manuscritos bíblicos en otras zonas del desierto de Judea, datables para fines del siglo I o comienzos del siglo II d.C., el texto bíblico comenzó a presentar una forma textual más uniforme de carácter proto-masorética, que se transformaría en masorética solo a fines del primer milenio. Este esfuerzo por consolidar un texto bíblico único habría sido promovido por los sabios rabínicos como parte de su programa de reestructuración del judaísmo a partir del siglo II d.C. tras las fallidas revueltas contra Roma.
Es obvio que los manuscritos de Qumrán testifican fehacientemente sobre la importancia que la tradición bíblica tenía para el judaísmo en general, y para los sectarios en particular. Se puede deducir esta conclusión no solo del hecho de que se hallaron en las cuevas numerosos manuscritos bíblicos, sino también de que la gran mayoría del resto de los documentos no bíblicos encontrados (textos legales, escatológicos, litúrgicos, astronómicos, reglas, etc.) comentan, parafrasean, o simplemenmte se basan directa o indirectamente en los escritos sagrados.
Esta conclusión lleva a una cuestión central que ha intrigado a los estudiosos por años, a saber: ¿acaso los sectarios del mar Muerto tuvieron una colección autorizada definitiva de libros (> canon) como lo habría de tener el judaísmo rabínico años después? Aun cuando el presente nivel de conocimientos no nos permita alcanzar una respuesta definitiva en este sentido, todo parecería indicar que los hombres de Qumrán ya habrían considerado en sus días como obras sagradas los libros que años después serían vistos como bíblicos-canónicos por la tradición rabínica. Sin embargo, y a diferencia del rabinismo, los sectarios de Qumrán habrían tenido también como sagrados, por ejemplo, Jubileos y 1 Henoc, considerados hoy extra-canónicos por el judaísmo normativo y la Iglesia (a excepción del cristianismo etíope), similares en autoridad a los libros bíblicos de Génesis y Deuteronomio. Basta solo con los datos siguientes: (a) se hallaron entre trece y dieciséis manuscritos de Jubileos en las cuevas, (b) se hallaron por lo menos cinco manuscritos que presentan afinidades con esta obra (4Q Pseudo Jubileos a, b, c [4Q225–27]; 4Q228 y 4Q482 [?]), y (c) uno de los rollos parece referirse a él de manera expresa (CD XVI, 2–4), para establecer que el libro de Jubileos habría tenido ciertamente un status canónico o cuasi-canónico en Qumrán.
Pasando ahora al campo de la sociología política y religiosa, se puede afirmar que, por un lado, el conjunto de obras no sectarias halladas en las cuevas ha enriquecido de manera manifiesta, y en algunos casos incluso matizado, nuestros conocimientos sobre el judaísmo en la época greco-romana. A diferencia de la imagen de la sociedad judía en tiempos del Segundo Templo reflejada en las obras del historiador judío Flavio Josefo (segunda mitad del siglo I d.C.), el NT y la literatura rabínica, la variedad de obras de primera mano encontradas entre los rollos del mar Muerto ha puesto al descubierto la policromía de la sociedad judía de la época, revelando en muchos casos aspectos desconocidos hasta ahora para nosotros.
Al mismo tiempo, por otra parte, los textos sectarios han evidenciado una nueva dimensión del mundo judío antiguo, al presentar en toda su complejidad el fenómeno sectario de un grupo específico de finales de la época del Segundo Templo. Porque aun en el caso de que fuera cierto que los sectarios de los rollos habrían estado asociados con los esenios de las fuentes históricas (Filón de Alejandría, Flavio Josefo y Plinio el viejo), todavía sería excepcional que nos hayan llegado a nuestras manos los textos escritos por aquellos hombres piadosos, en los que dejaron claro testimonio de su liturgia, reglas, teología y leyes.
Resumiendo, pues, los manuscritos del mar Muerto han realizado una contribución fundamental al conocimiento del judaísmo antiguo, desde los estudios de la lengua hebrea, la liturgia y la mística, hasta la jurisprudencia, el pensamiento y la exégesis, permitiendo así entender de una nueva manera los fundamentos de la civilización judía del Segundo Templo, de la cual nacería tiempo después el judaísmo rabínico-histórico, el ancestro directo de la civilización judía moderna.
b) Estudios neotestamentarios:
A pesar de la creencia generalizada de que los manuscritos del mar Muerto mencionan de manera expresa a algunos de los personajes del cristianismo antiguo, la verdad es que esta opinión no tiene base firme alguna. Pese al intento de algunos investigadores serios (por no hablar de los popularizadores), tanto en el pasado (Teicher) como en el presente (Eisenman, Thiering), de ver por detrás de apelativos como el «Maestro de Justicia» (Moreh hatstsedeq) o «el Hombre de la Mentira» (Ish hakkazab) referencias veladas a figuras como Juan el Bautista, Jesús o Pablo, la comunidad internacional ha desechado estas teorías como fantásticas, carentes de una sólida argumentación científica.
Otro esfuerzo de conectar de manera directa los documentos de Qumrán con el cristianismo antiguo fue la teoría sugerida por el papirólogo y biblista español, el jesuita J. O´Callagham (1922–2001), según la cual se habrían hallado entre los fragmentos de la Cueva 7 testimonios de pasajes del Nuevo Testamento de los libros de Marcos, 1 Timoteo, Santiago y 2 Pedro. También en este caso, y a pesar del renovado esfuerzo por revivir esta teoría en los últimos años (Thiede), esta hipótesis ha encontrado un rechazo generalizado entre los estudiosos (Vermes, Firzmayer, Puech). Y si fuera el caso de que al final de los días se llegara a probar dicha teoría como cierta, aun entonces la presencia de este grupo de manuscritos en una cueva tan peculiar, en donde todos los fragmentos de textos encontrados estaban escritos en griego, no probaría la conexión directa de los manuscritos del mar Muerto con la Iglesia naciente.
A pesar de lo dicho, los manuscritos han revolucionado de todas maneras los estudios neotestamentarios y la investigación sobre los orígenes de la Iglesia de manera decisiva. Una primera contribución es en el campo lingüístico. Los rollos han brindado innumerables paralelos de palabras y frases entre el griego del Nuevo Testamento y el hebreo/arameo de los documentos de Qumrán. Así, por ejemplo, las expresiones «Hijo de Dios» o el «Hijo del Altísimo» en Lc 1:32, 35 encuentran ahora su correlato más preciso en 4Q246 ii, 1. Asimismo, tenemos el caso de las bienaventuranzas de Jesús en Mt 5:3–11, que presentan un paralelo literario notable con las serie de bienaventuranzas que aparecen en 4Q525. Finalmente, para solo citar otro ejemplo entre muchos, el uso de la expresión «hijos de la luz» en 1 Tes 5:5 o Jn 12:36 para llamar a los primeros cristianos encuentra su antecedente más claro en la autodenominación de los sectarios del mar Muerto (1QS I, 9; 1QM I, 1).
Pero además de la presencia de palabras y frases comunes, los manuscritos del mar Muerto han revelado similitudes notables en el campo teológico y organizativo. En el tema doctrinal, por ejemplo, la idea de la comunidad como «templo espiritual» presente en Ro 12:1 o Ef 2:20 encuentra su antecedente en los documentos de Qumrán (1QS 8, 8–9; 9, 4–5; 1QpHab 12:3–4; 4Q 174 i, 6–7). Otro ejemplo es el caso de la particular noción presente en la Epístola de los Hebreos, según la cual Jesús habría sido un Sumo Sacerdote de la «estirpe de Melquisedec», que se habría derivado de ideas ya existentes en el judaísmo greco-romano sobre la aparición en el final de los tiempos de Melquisedec, un Sumo Sacerdote escatológico, salvador de los justos de Israel (cf. 11Q Melquisedec).
En el campo de la exégesis bíblica, el descubrimiento de los pesharim entre los rollos ha cambiado la manera de evaluar el método usado por los Evangelios, especialmente Mateo, y Pablo para interpretar las Escrituras. Ya que al igual que estos autores cristianos interpretaron distintos eventos de la vida de Jesús como el cumplimiento definitivo de las profecías antiguas, así también los autores de Pesher Habacuc o Pesher Oseas vieron los oráculos del pasado cumplidos literalmente en la vida e historia de la Comunidad.
Finalmente, los manuscritos han permitido descubrir paralelos notables entre distintos aspectos de la organización y práctica de la Iglesia antigua y la secta de Qumrán. Tanto sea en la institución del obispo (epískopos), que recuerda la función del Guardia o mebaqqer en Qumrán, o la práctica de comunidad de bienes (1QS VI; Hch 2:44–5), parecería que la naciente Iglesia se habría inspirado en la estructura social y prácticas de la Comunidad para fijar las bases institucionales y organizacionales de su movimiento.
En suma, la investigación juiciosa y responsable no ha permitido establecer hasta ahora una dependencia directa entre los manuscritos del mar Muerto y el Nuevo Testamento, o entre la comunidad de Qumrán y los movimientos de Juan el Bautista, Jesús y la Iglesia primitiva. Sin embargo, y a pesar de esta conclusión, el descubrimiento de los rollos ha permitido recontextualizar al cristianismo en su matriz natural, permitiendo reinterpretar su literatura, teología y estructura social a la luz del judaísmo sectario de Qumrán. Véase ESENIOS, EVANGELIOS, MASORETAS, QUMRÁN.