Marcos

Gr. Markos, Μάρκος; Vulg. Marcus. Del lat. marcus, «gran martillo». Evangelista al que se atribuye, desde las primeras fuentes históricas, la paternidad del segundo Evangelio. Marcos no era su nombre propio, sino el sobrenombre romano (ton kalúmenon Markon, Hch. 15:37) de un discípulo a quien también se le designa solo por su primer nombre judío: Juan (Hch. 13:5, 13). Su madre, de nombre María, debía tener una buena situación económica, porque era la dueña de la primera domus ecclesiae, donde se reunían los discípulos en Jerusalén (Hch. 12:12–17). Debía ser una casa grande, en la que había criados como > la niña esclava, paidiske, παιδισ́κη, > Rosa, la que abrió a Pedro cuando fue liberado (Hch. 12:12–13), y una gran sala o hyperoon, ὑπερῷον, donde se reunieron los discípulos tras la > Ascensión.
Son muchos los judíos que llevan sobrenombres latinos en el NT (Hch. 1:23; 13:9), y la yuxtaposición de Marcos a Juan no implica en absoluto que fuera de ascendencia mixta, judía y gentil. Prob. era ciudadano romano, de ahí su segundo nombre. Era frecuente unir al nombre semítico un nombre griego o romano.
La tradición, desde Papías, ha identificado a Marcos con el discípulo de Pedro de quien nos habla 1 Pd. 5:13: «Marcos mi hijo», Markos, ho huiós mu. Su Evangelio recogería muchos detalles vivos de la predicación oral de Pedro. El calificativo de «hijo», huiós, si no es solo un término de afecto, puede significar que Marcos era uno de los convertidos o bautizados por Pedro. Este último, cuando fue librado por el ángel, se dirigió a la casa de la madre de Marcos (Hch. 12:12), lo que es una indicación de las tempranas relaciones del apóstol con esta familia.
En Hch. 12:25 se nos dice que > Bernabé, su pariente (anepsios, ἀνέψιος, Col. 4:10), se lo llevó consigo a > Antioquía, al regresar del viaje que había hecho con Pablo a Jerusalén a raíz de la profecía de Agabo en Antioquía (11:30). En Hch. 13:5, 13 aparece como compañero de Pablo y Bernabé en el primer viaje misionero a > Chipre, aunque luego les abandonó en Perge de Panfilia, volviéndose a Jerusalén por alguna razón que se desconoce. Sea cual fuere el motivo de esta separación, Pablo lo desaprobó con tanta intensidad que rehusó dejar que Marcos le acompañara en un segundo viaje (Hch. 15:38). Este rechazo llevó a la separación de Pablo y Bernabé, y este último se embarcó con Marcos para proseguir la evangelización de Chipre (Hch 15:36–41, 49–50 d.C.). Desde entonces ya no se sabe nada de Marcos durante diez años. Se le vuelve a hallar en Roma uniendo sus saludos a los de Pablo (Col. 4:10), que sufría su primer encarcelamiento en la capital del Imperio (59–61 d.C.). Para entonces sus diferencias habían desaparecido. Por la misma época, Pablo envía saludos de Marcos a Filemón, a quien menciona entre sus colaboradores (hoi synergoí mu, οἱ συνεργοί μου, Flm. 24). Por entonces, Marcos tenía cierta intención de visitar Asia Menor, y pudo haberlo llevado a cabo, ya que Pablo, escribiendo a Timoteo en Éfeso poco antes de su muerte, le pide que recoja a Marcos y en términos elogiosos pide que lo traiga con él «porque me es útil para el ministerio [eúkhrestos, εὔχρηστος]» (2 Ti. 4:11), implicando esta mención que Marcos había estado en Asia Menor, y quizás aún más al este.
No sabemos si Marcos fue un discípulo inmediato de Jesús. Sobre este punto la tradición no habla de manera unánime. Papias dice, sobre la autoridad más antigua, que Marcos ni escuchó al Señor, ni lo siguió (ute gar ékuse tou kyríu ute parekolúthesen autô, οὔτε γὰρ ἤκουσε τοῦ κυρίου οὔτε παρεκολούθησεν αὐτῷ, Eusebio, Hist. eccl. III, 39). Pero si Jesús tenía entrada en casa de su madre, que era ya discípula antes de la Pascua, Marcos sería uno de los niños con los que Jesús jugaba y a los que abrazaba (Mc. 10:16).
Muchos creen que Marcos es el joven que escapó dejando la sábana con que se cubría en manos de sus perseguidores, durante el arresto de Jesús (Mc. 14:51, 52). Ninguno de los otros evangelistas menciona este incidente, y parece que la razón de su inclusión es que se trata de una reminiscencia personal. Se desconocen la fecha y lugar de la muerte de Marcos. Una tradición muy antigua lo presenta como el hermeneutés o «intérprete de Pedro». Papías de Hierápolis, que escribe alrededor del año 140 d.C., citando las palabras de «un antiguo», dice: «Marcos, que vino a ser el intérprete de Pedro, redactó con cuidado, pero no en orden, todos los recuerdos de Pedro acerca de lo que el Señor había dicho y hecho. En efecto, Marcos no había oído ni seguido al Señor. Más tarde, como ya hemos dicho, acompañó a Pedro, que enseñaba siguiendo las necesidades del momento, y no con la intención de dar un relato sistemático de las palabras del Señor. Al redactar estos relatos, Marcos no cometió error alguno, ya que tomó gran cuidado en no omitir nada de lo que había oído, ni añadir nada que no fuera verdad» (Eusebio, Hist. ecles. 3, 39). Esta alusión a Marcos, intérprete de Pedro, puede significar que lo acompañó hasta el final de su apostolado y que le sirvió de portavoz ante audiencias paganas. Hemos visto que Marcos estuvo en Roma al mismo tiempo que Pablo. Probablemente compuso su Evangelio en esta ciudad para una comunidad en la que había muchos gentiles. Se detecta en el escrito un clima de crisis y persecuciones propio del tiempo posterior a la persecución de Nerón en la que murió Pedro (Mc. 4:17; 10:30; 13:9–13). La formación de Marcos, bien versado en las costumbres y lenguas de judíos y paganos, además de su relación estrecha con los principales apóstoles, lo habían preparado admirablemente para la redacción de su Evangelio.
Una antigua tradición le atribuye la fundación de la iglesia en Alejandría de Egipto (Eusebio, Hist. ecles., 2, 16; S. Jerónimo, De vir. illu., 8), aunque los padres alejandrinos Clemente y Orígenes silencian el hecho. Los apócrifos Hechos de Bernabé y Marcos (siglo V) dicen que fue martirizado en la aldea de Búcoli, en los alrededores de Alejandría, arrastrado por las calles, y el Chronicon Paschale, que lo fue durante el imperio de Trajano. San Jerónimo, erróneamente, dice que fue el octavo año de Nerón (62–63, De Vir. Illustr., 8). En la literatura y el arte cristianos, San Marcos es representado simbólicamente por un león.