Latín

Lat. lingua latina; gr. cl. Rhomaiké glossa, Ῥωμαϊκή γλῶσσα; gr. mod. latiniká, λατινικά; heb. latinith, לָטִינִית.
Lengua indoeuropea de tipo occidental y del tronco itálico, originaria de la región que en la época antigua recibía el nombre de Latium y en italiano actual Lazio (Lacio en castellano). Su importancia es enorme desde el punto de vista lingüístico, ya que es una de las mejor atestiguadas del mundo y madre de varios idiomas modernos, algunos de los cuales alcanzan gran extensión territorial y cultural: español (o castellano), gallego, portugués, catalán, francés, occitano, italiano, sardo, retorromano (o romanche) y rumano. Ello ha permitido seguir su evolución con gran exactitud desde sus primeros balbuceos, allá por el siglo VI a.C., dada la ingente cantidad de documentos que posee, literarios, administrativos, técnicos y privados de muy diferentes épocas. El hecho de que fuera considerado la lengua culta de Europa Occidental hasta prácticamente el siglo XIX y la lengua oficial de la Iglesia católica (status que aún mantiene en la actualidad), nos proporciona una considerable abundancia de materiales para conocerlo en profundidad, desde sus primeras manifestaciones epigráficas en la Roma antigua hasta los periódicos, programas de radio o enciclopedias digitales de la actualidad que lo emplean. De hecho, los latinistas y romanistas actuales pueden efectuar sus investigaciones y sus trabajos con mucha mayor exactitud que los especialistas en otras ramas de la lingüística indoeuropea.
Fue la lengua oficial y administrativa del Imperio romano, si bien en la parte oriental nunca llegó a imponerse, dado que el griego se había establecido allí desde el siglo IV a.C. con las conquistas de Alejandro Magno y tenía mucho mayor prestigio como lengua de cultura. Por eso debían ser muy escasos los judíos que llegaran realmente a aprenderlo; en su comunicación con los dominadores romanos debían utilizar el griego. En el pintoresco debate sobre la(s) lengua(s) que hablaba o conocía Jesús, el latín suele quedar siempre descartado. Los judíos palestinos de la época de nuestro Señor tan solo debían escucharlo cuando los soldados romanos hablaban entre ellos o los oficiales daban órdenes a sus destacamentos respectivos, es decir, en muy pocas ocasiones. De ahí que su incidencia en la redacción de los escritos del Nuevo Testamento sea mínima.
Son en gran manera escasas las alusiones que se hacen a la lengua de los romanos en los veintisiete libros del Nuevo Pacto. Hallamos el adverbio rhomaistí, ῥωμαϊστί con el significado de «en romano, en latín» en Jn. 19:20, donde se nos dice que el título colocado sobre la cruz de Jesús estaba escrito en tres idiomas: hebreo, latín y griego. Por otro lado, se nos presenta una serie muy reducida de vocablos técnicos latinos adaptados a la grafía y pronunciación griegas, préstamos referidos a la vida militar (κεντυρίον, kentyríon, “centurión” [lat. centurio], κουστωδία, kustodía, “cuerpo de guardia” [lat. custodia], λεγιών, legión, “legión” [lat. legio], πραιτώριον, praitorion, “pretorio” [lat. praetorium], σπεκουλάτωρ, spekulátor, “oficial” [lat. speculator], φραγέλλιον, phragellion, “látigo” [lat. vulgar flagellum o fragellum]), legal y administrativa (κῆνσος, kensos, “censo” [lat. census], κολωνία, kolonía, “colonia” [lat. colonia], λιβερτῖνος, libertinos, “liberto”, es decir, esclavo liberado [lat. libertinus, y más tardío libertus]) y económica del Imperio (δηνάριον, denarion, “denario” [lat. denarius], κοδράντης, kodrantes, “cuadrante”, moneda [lat. quadrans], μόδιος, modios, “celemín”, medida [lat. modius], ταβέρνη, taberne, “establecimiento” [lat. taberna]), la mayoría de ellos recogidos en el Evangelio según San Marcos, que conforma a una antigua tradición, fue compuesto para los cristianos de la ciudad de Roma. Es curioso constatar que de los cuatro Evangelios, San Lucas es el que más evita los latinismos, tal vez por ser una obra escrita por un gentil de lengua y cultura griega dirigida a un mundo helenístico que consideraba la lengua y la cultura latina como inferiores. Por otro lado, aparecen en los Hechos de los Apóstoles y en las Epístolas Paulinas frecuentes antropónimos y topónimos —de vez en cuando algún gentilicio escaso— típicamente latinos: Aquila, César, Claudio, Julia, Priscila, Cesarea, Foro de Apio, Puteoli, Tres Tabernas, la Itálica, romano, etc.).
Bibliografía: A. Ernout y A. Meillet, Dictionnaire étymologique de la Langue Latine. Histoire des mots (Klincksieck, París 1985); O. García de la Fuente, Introducción al latín bíblico y cristiano (Clásicas, Madrid 1990); A. Meillet y J. Vendryès, Traité de grammaire comparée des Langues Classiques (Honoré Champion, París 1979); R.L. Palmer, Introducción al latín (Ariel, Barcelona 1988); V. Väänänen, Introducción al latín vulgar (Gredos, Madrid 1988).