Mesopotamia

Gr. 3318 Mesopotamia, Μεσοποταμία = «país entre ríos», del antiguo persa Miyanrudan, nombre helénico empleado en la LXX, correspondiente al heb. Aram-Naharaím, que señala a las orillas del Éufrates Medio, sobre todo la zona alrededor de la ciudad de Harán. Antes del II Milenio a.C. la región era conocida como Mat Biritim, tierra de Mesopotamia, aunque se distinguían áreas específicas, como Kalam (Sumeria) y Matu (Acadia).
1. Geografía.
2. Historia.
2.1. Imperio acadio.
2.2. Dinastías de Uruk y Ur.
2.3. Protagonismo amorreo.
2.4. Reino Antiguo Asirio.
2.5. Mari.
2.6. Babilonia.
2.7. Reino Hitita Antiguo.
2.8. Grandes reinos.
2.9. Reino de Mitanni.
2.10. Imperio hitita.
2.11. Asirios y casitas.
2.12. Pueblos del Mar.
2.13. Israel.
2.14. Filisteos y fenicios.
2.15. Arameos.
2.16. Reinos varios.
2.17. Imperio neoasirio.
2.18. Dinastía Caldea.
I. GEOGRAFÍA. Desde el s. IV a.C. los geógrafos griegos, y después los romanos, designaban con el nombre de Mesopotamia el territorio situado entre el Tigris y el Éufrates, excepto las regiones montañosas donde se hallan las fuentes de ambos ríos y el final de la llanura babilónica. Dentro de estos límites se distinguen la Alta Mesopotamia, accidentada, fértil, y la Baja Mesopotamia, que es un desierto, sobre todo en las proximidades del Tigris. El nombre actual dado a Mesopotamia por los árabes es Jerizeh, «la isla». De Mesopotamia a Egipto, pasando por los verdes valles de Siria y de la llanura costera de Palestina, se extiende lo que recibe el nombre de Creciente Fértil. Al sur y suroeste de estas tierras, cuna de los grandes imperios de la antigüedad, se halla el desierto de Siria, uno de los más áridos del mundo. Como Egipto, Mesopotamia es una zona en extremo fértil, abundantemente regada en su parte inferior por los cursos fluviales, donde se produjo muy pronto la sedentarización de los pueblos nómadas. Estos, convertidos en agricultores, se encontraron en condiciones de iniciar el desarrollo de una civilización. Gracias al buen uso del agua, la tierra producía trigo, cebada, maíz, higos, dátiles, granadas, etc. En la antigüedad había todo un sistema de canales de irrigación que permitía el sustento de una densa población con un elevado grado de civilización. Grandes reyes como Rim-Sin de Larsa y Hammurabi de Babilonia se glorificaban por sus grandes obras al respecto. Ya en la Era cristiana, después de la conquista del país por los musulmanes y luego en el siglo XIII por los mongoles, todo el vasto sistema de canales desapareció. La región fue incendiada y quedó inhabitable debido al tórrido calor y a las tormentas de arena. En la actualidad, el país recibe el nombre de Iraq, y se han llevado a cabo grandes esfuerzos para restablecer el antiguo sistema de irrigación, gracias a los ingresos obtenidos del petróleo, especialmente desde la crisis de 1973.
Cuando los reyes de Mesopotamia y de Egipto se hicieron poderosos, se expandieron el uno en dirección al otro, tanto en tiempo de paz como en tiempo de guerra. El camino de paso obligado era a través de Palestina, que vino a ser el puente natural entre ambos países, y una encrucijada de primera importancia desde el punto de vista estratégico. Esto explica la accidentada historia de Israel, situado en medio de tan poderosos vecinos.
II. HISTORIA. A diferencia de Egipto, que disfrutó de una homogeneidad étnica y de una autonomía geográfica que le permitieron un desarrollo aislado y progresivo, Mesopotamia, en cambio, es el producto de una gran diversidad étnica (sumerios, semitas, indoeuropeos) y de grandes vicisitudes históricas que complicaron extraordinariamente su desarrollo y produjeron una considerable variedad de formas y estilos.
La Baja Mesopotamia, que mantendrá una más que notable continuidad cultural, se puede dividir en dos regiones: el sur (Sumer), con localidades como Eridu, Uruk, Nippur o Lagash, y el norte (Acadia), con ciudades destacadas como Babilonia o Kish, si bien, en el III Milenio a.C. ambas se unieron en torno a Babilonia.
En el período Neolítico destacan los yacimientos de Çatal Hüyük (Turquía), Jericó (Cisjordania) y Muraybet (Siria); entre el milenio VI y el IV, se identifican varias fases: Hassuna (5500–5000 a.C.), momento en que aparecen los sellos de estampar y las primeras construcciones de canales para el agua; Samarra (5600–4800 a.C.), con yacimientos significativos, como Baghouz, Tell-es-Sawwan (nombre moderno de Samarra), y Choga Mami; Halaf (5500–4500 a.C.), cultura que se expande por toda la Alta Mesopotamia, contactando hacia el sur con Ubaid, y que muestra la presencia de cerámicas con motivos geométricos y zoomorfos, así como estructuras de habitación circulares; y Ubaid (5000–4000 a.C.), momento en que se da inicio a las construcciones de templos. Las manifestaciones de esta cultura se constatan en Ur, Uruk y también en Siria e Irán. En la segunda mitad del IV Milenio a.C. se evidencia la preeminencia de Uruk (la bíblica Erech y la sumeria Unug, cuya divinidad principal es Inanna, o Ishtar en acadio), en dos fases, 3500–3200 y 3200–3000 a.C. Se puede observar una continuidad arqueológica con Ubaid, además de que es el período en que aparecen los centros urbanos; se desarrolla la escritura y se teje una extensa red comercial internacional a través de la instalación de “colonias”.
Es en el Bronce Antiguo cuando se desarrolla la primera gran cultura sumeria, que sin embargo, no identifica al pueblo sumerio propiamente dicho; de ahí que deba emplearse el término Protodinástico, que presenta tres fases (I, del 2900 a 2750; II, de 2750 a 2600, y III, de 2600 a 2350 a.C.). Estas poblaciones coinciden y coexisten con otras semitas en núcleos del norte de la Baja Mesopotamia, en particular Kish, es decir, en Akkad. Es una cultura urbana, un período de ciudades-estado en conflicto permantente entre sí, aunque habrá entre ellas cierta unidad, lo que hará que sean entendidas como una entidad cultural (kalam). Será Lugalzagessi, de la ciudad de Umma (2340–2316 a.C.), quien unifique la Baja Mesopotamia en un Estado, hasta que Sargón de Akkad (2334–2279 a.C.), configure el primer “imperio” mesopotámico (quizá, en realidad, el primer Estado territorial). Es en el Protodinástico III cuando los palacios empiezan a adquirir un papel institucional relevante, que antes monopolizaban los templos: el momento en que surgen los primeros textos legales (reformas de Urukagina) y se establecen relaciones firmes con ciudades como Ebla, en Siria, y Mari, ambas fuera del ámbito territorial y geográfico de Mesopotamia. En esta época del mundo sumerio se constatan los títulos primordiales de los gobernantes: En, relacionado con el templo y el sacerdocio; Ensi o Patesi, que ya era conocido en la etapa de Uruk, gobernador y también representante del rey; Lugal o gobernante, rey, aunque quizá, en realidad, no fuera más que un caudillo militar; y Rey de Kish, denominación honorífica muy prestigiosa porque representa a la ciudad en la que recayó la primera dinastía real postdiluviana según la Lista Real sumeria. Finalmente, es también en ese tiempo cuando se establecen los tres dioses principales del panteón: An, que rige la zona superior del Universo; Enlil, que gobierna el espacio aéreo; y Enki, dominador del Apsu (o Abzu), es decir, de las aguas primordiales.
2.1. Imperio acadio. El Imperio acadio (2334–2154 a.C.) se inicia con Sargón (2334–2279 a.C.). Su carácter semita se corresponde con grupos que habitaban el norte de la Baja Mesopotamia desde el III Milenio. Será con el rey Naram-sin (cuyo reinado será considerado como un ejemplo negativo para la posteridad), cuando se implante el control acadio sobre la Alta Mesopotamia, incluyendo Ebla, Mari y Elam, al controlar las rutas comerciales. Sus conquistas darán inicio al protagonismo histórico de entidades étnicas y políticas de carácter nómada, como los guti, los amorreos y los hurritas.
La administración imperial desarrolla una nueva lengua, el acadio, que se convertirá en la lingua franca diplomática, relegando el sumerio a un contexto estrictamente religioso y cultual. También ahora se generan nuevos títulos reales, en especial el de Rey de Sumer y Akkad y Rey de las Cuatro Regiones, así como la concepción del soberano como un héroe ordenador y civilizador. También en este contexto imperial aparecen nuevas divinidades, como Shamash e Ishtar, relegando a deidades previas relacionadas con la fertilidad. Los dioses empiezan a ser asociados a insignias, símbolos y emblemas que son claramente visibles en el arte.
2.2. Dinastías de Uruk y Ur. El fin del Imperio acadio producirá la fragmentación política de la Baja Mesopotamia, la aparición en el panorama de entidades étnicas hurritas, y la consolidación dinástica de Elam, además de la presencia esporádica, pero relevante en las fuentes, de poblaciones nómadas guti en toda la región. Es así como algunas antiguas ciudades-estado recuperan su independencia, destacándose particularmente, la IV y V Dinastías de Uruk y la II de Lagash, en la que destaca la conocida y muy representada figura de Gudea (hacia 2120 a.C.). La V Dinastía de Uruk, con Utehegal (2123–2113 a.C.), vencedor de los guti, será derrocada por Ur-Nammu, gobernador militar de Ur, iniciándose de este modo la III Dinastía de Ur o “Renacimiento sumerio” (2113–2004 a.C.). Con este nuevo orden político se inicia una nueva centralización administrativa y se busca recuperar y actualizar un pasado tradicional que pertenecía al período protodinástico. Su iniciador, el mencionado Ur-Nammu (2112–2095 a.C.), logra dominar, aunque muchas veces a través de pactos y alianzas, la Baja Mesopotamia, iniciado la construcción de los primeros zigurats y estableciendo los primeros códigos legales, herederos de aquella iniciativa de Urukagina. En esta época se escriben los denominados Poemas sumerios, asociados a la legendaria figura de Gilgamesh, composiciones como Enmerkar y el señor de Aratta, que refleja parte del mundo iranio de la época, y mitos como el de Enki y la organización del mundo o el Descenso de Inanna a los infiernos.
Será un conjunto de circunstancias, entre las que se encuentran las crecidas desmedidas de los ríos, la presión de poblaciones nómadas (en particular los martu o amorreos), y la imposición política de Elam, las que pongan fin a la dinastía. Un funcionario de la corte, llamado Ishbi-Erra alcanzará el control dinástico fundando la que será la nueva Dinastía de Isin, que iniciará un nuevo período, el del Bronce medio, entre 2000 y 1600 a.C., etapa que ha sido etiquetada como período Paleobabilónico (debido a la importancia de la I Dinastía de Babilonia), y en donde destacarán las Dinastías de Isin-Larsa (2004–1735 a.n.e.) y la completa preeminencia de la célebre ciudad de Babilonia.
2.3. Protagonismo amorreo. El Bronce Medio (2000–1600 a.C.) fue una época confusa y políticamente compleja, en la que cambia la concepción del Estado, desapareciendo la ciudad-estado y evolucionando hacia el estado territorial. Surge la convivencia de diferentes reinos en un espacio geográfico que se agranda al incluir Anatolia y el mundo del Egeo (conocido como Capthor), factor que desarrolla como mecanismo de relación la diplomacia internacional, especialmente a través de alianzas, matrimonios y redes comerciales. En un primer momento dominan la escena los martu o amorreos, y después el mundo asirio configurado en torno al río Tigris. El Reino Antiguo Asirio, con capital en Assur, centrará sus actividades en el comercio a través de colonias (karum) en Anatolia, extendiéndose territorialmente solo a partir del rey Shamshi-Adad I (1796–1775 a.C.) Además de estas fuerzas en acción, también irrumpen ahora otras, como los indoeuropeos en la península anatólica (grupos hititas, palaítas, luvitas), entre los que los hititas de Hattusili I y Mussili I (en un período que abarca entre 1650 y 1590 a.C.) se consagran como un poderosos reino, el Reino Antiguo Hitita; los hurritas, que a fines del siglo XVI a.C. establecerán el reino de Mitanni, Ebla y Mari, mantienen y continúan su antiguo protagonismo; y el reino de Yamhad, centrado en Aleppo y opuesto, como acérrimo enemigo, al de Qatna.
Los amorreos, organizados tribalmente, eran semitas occidentales. Fueron considerados en las fuentes como una amenaza, como poblaciones particularmente belicosas, nomádicas y desconocedoras de la vida urbana, que era el referente esencial del orden en la concepción mesopotámica. No obstante, en ciertos documentos, la visión que de ellos se tenía no fue tan despectiva, pues ciertos grupos vivían en ciudades y eran empleados por la administración en actividades varias, en especial como mercenarios en los ejércitos.
En el año 2004 a.C. los reyes de las dinastías de las ciudades de Isin y Larsa se autoproclamaron herederos directos de la extinta III Dinastía de Ur. A pesar de que en las fuentes ahora son preeminentes, coexisten en realidad con ciudades como Uruk, Sippar, Kish o Babilonia. La dinastía de Isin comienza con Ishbi-Erra (2017–1985 a.C.), aunque su rey más importante fue Lipith-Istar (1934–1924 a.C.), durante cuyo reinado Larsa inicia su expansión con Gungunum (1932–1906 a.C.), conquistando Susa y Ur. Los reyes de la I Dinastía de Larsa eran de origen amorreo, destacándose por encima de todos Rim-Sin (1822–1763 a.C.), que conquista Isin y llega a controlar toda la región. La relevancia del período estriba en la nueva dinámica de la propiedad y explotación de las tierras; en el comercio, menos controlado por templos y palacios; y en la administración. También ahora aparece la costumbre del rey sustituto, un mecanismo que será relevante en el Imperio asirio.
2.4. Reino Antiguo Asirio (1950–1750 a.C.). Se establece territorialmente en Subartu (denominación sumerioacadia del norte). El rey lleva el título de Gobernador del dios Assur, y su función principal es representar a la comunidad en el ámbito religioso y hacer cumplir la justicia. En esta etapa del reino asirio no existe una política de expansión territorial, sino una fase comercial en Anatolia, que funciona entre 1900 y 1830 a.C. Estos puestos comerciales o karum (puertos), en total unos diez, se construyeron extramuros de los asentamientos indígenas, siendo controlados por un alto funcionario que hacía las veces de intermediario entre el palacio y los comerciantes. Al lado de estos muelles mercantiles había puestos militares o wabartum para proteger las caravanas. No debemos olvidar que dicha actividad mercantil, que conlleva un proceso de aculturación, se desarrolló en un ámbito político fragmentario, con la presencia de algunos estados de cierta relevancia, como Purushhattum o Wahshushana. El primer reino asirio finaliza con la conquista de Assur por Naram-Sin, rey de Eshnunna, ciudad que, de paso, cerraba las puertas de Elam a Mesopotamia.
2.5. Mari. En el Bronce Medio se produce también el resurgimiento de Mari, con una línea dinástica asimismo amorrea, en la que destaca el rey Zimri-Lim. Podemos considerarlo un renacimiento esplendoroso, como parecen indicar las numerosas tablillas del archivo de la ciudad, según el cual las relaciones con diversas poblaciones nómadas (haneos, benjaminitas y tuteos) se tornaron pacíficas y de interés y beneficio mutuo. En cualquier caso, la prosperidad de Mari descansó, sin duda, en el comercio con el Egeo, Dilmun y la zona de Biblos en Palestina.
2.6. Babilonia. Pequeño asentamiento en época acadia y poder provincial de cierta importancia en época de la III Dinastía de Ur, alcanzará relevancia hacia 1894 a.C., cuando un amorreo, Sumu-abum conquista el núcleo e inicia la I Dinastía. Pese a su ulterior período expansivo regional, que incluye el país de Akkad y el norte de la Baja Mesopotamia, no será, no obstante, sino hasta el sexto monarca de la dinastía, Hammurabi (1792–1750 a.C.), cuando una gran expansión y proceso de conquista convierta a Babilonia en el gran poder de la época, en un imperio; eso sí, efímero, pues se disgregará en 1595 a.C. cuando el rey hitita Mursili I conquiste la ciudad. Babilonia será el gran centro cultural del ámbito mesopotámico, en sustitución de los tradicionales y prestigiosos centros de Nippur y Kish. Es ahora cuando las edubas o casas de las tablillas, originadas con Shulgi en la III Dinastía de Ur, se convierten en grandes centros de conocimiento, pues en ellas se educaba a los escribas, depositarios del saber. Es también en esta época cuando el panteón sufre algunas transformaciones: dioses como Shamash, Nabu, Nergal y, sobre todo, Marduk, que domina el entorno político, sustituyen en relevancia a las tradicionales, y ya antiguas, deidades sumerias, en tanto que sus representaciones se hacen cada vez más simbólicas a través de emblemas y diversos signos. En este Período paleobabilónico se oficializan ceremonias como la festividad de Akitu, que se celebra en coincidencia con los equinoccios de primavera y otoño, y se vincula al ciclo agrícola. En Babilonia, esta fiesta se asociará a Marduk y se oficiará en el primer mes del año, momento apropiado para recitar el Enuma Elish, poema de la creación. Al lado de todo lo que se ha esbozado previamente, no debemos olvidar uno de los más famosos eventos culturales de la época, el código de Hammurabi, quizá un reflejo del deseo del soberano de remedar las inscripciones reales de los monarcas acadios y de mostrarse como un elegido por las divinidades. En este código, en realidad más bien un compendio de casos particulares que servirían de modelo de funcionamiento de la sociedad, se reflejan las tres clases sociales del Período paleobabilónico: los hombres libres, los dependientes y los esclavos, así como una visión del mundo distribuido en sectores: el reino de Elam al este, Sumer al sur, Subartu al norte, los amorreos al occidente y Babilonia en el centro.
2.7. Reino Hitita Antiguo. En Anatolia, a fines del III Milenio a.C., convivía una población indoeuropea con una cultura previa, denominada hática, en una época en la que se diferencian tres grupos lingüísticos indoeuropeos: luvitas, palaítas y nesitas. Un personaje llamado Anitta será quien unifique el territorio en un reino, con capital en la antigua colonia comercial asiria de Kanesh, ahora renombrada Nesa. Sin embargo, serán los mencionados Hattusili I, quien establece la capitalidad en la localidad de Hattusa, y Mursili I, los que, tras una expansión territorial por la península, conformen el Reino Hitita Antiguo, si bien será Telepinu el que lo consolide en torno al año 1500 a.C. En el conocido edicto de este último rey se hacen remontar los orígenes del reino a un monarca, probablemente mítico, llamado Labarna. En último caso, las permanentes incursiones de los nómadas gasca, los ataques hurritas, y los pactos con reinos fronterizos siempre peligrosos como Kizzuwatna, limitarán al reino hitita en este período, básicamente, al centro de Anatolia. Mientras tanto, Palestina desarrolla en el Bronce Medio una entidad propia, destacándose una estructura de ciudades-estado muy activas en el comercio, como Meguido, Guezer y Hatsor, cuya arquitectura palaciega, religiosa y, sobre todo, defensiva, refleja su relevancia en la región.
En esta época los reyes actúan protegidos por divinidades tutelares identificadas con una ciudad o un reino; la religión se hace más personal e intimista a través de una proliferación de dioses personales y familiares, cotidianos; se redactan nuevos textos, mitos y poemas, como el de Atrahasis; el comercio conoce cierta iniciativa privada; y la donación de tierras por parte de los soberanos a sus más fieles seguidores como pago por sus servicios, propicia la creación y consolidación de grandes familias terratenientes.
2.8. Grandes reinos. Es en esta época (1500–1200 a.C.) cuando diversas culturas y territorios distantes convergen en el Mediterráneo Oriental en una especie de koiné político-cultural. En la Baja Mesopotamia, en la ciudad de Babilonia, se implanta y despliega la dinastía Casita, reaparece con fuerza Asiria (Reino Medio), y surgen reinos en el área siro-palestina, como Ugarit, Biblos o Amurru. Serán la diplomacia, los pactos de vasallaje y los conflictos y guerras, los aspectos predominantes en las relaciones interestatales, ampliadas cada vez más lejos, al mundo egeo minoico y micénico, o al anatólico de los reinos luvitas como Arzawa o Ahhiyawa (quizá los aqueos). La diplomacia y la guerra generan una nueva clase social aristocrático-militar, caracterizada por el uso del carro de guerra como nuevo símbolo de realeza, que permite a los reyes proclamarse grandes conquistadores heroicos.
Esta época de grandes reinos que, en ocasiones, deben enfrentar sublevaciones, recurriendo para frenarlas a la deportación de poblaciones, y que construyen nuevas y grandes capitales (Dur-Kurigalzu los casitas; la nueva residencia real del rey asirio Tukulti-Ninurta I, o Dur-Untash), sufrirán un colapso general, como el resto de los poderes de la región, hacia 1200 a.C, debido a lo que las fuentes egipcias de tiempos de Ramsés III denominan Pueblos del Mar.
2.9. Reino de Mitanni. Se organiza por la amalgama de diversas poblaciones hurritas que ya en el III Milenio a.C. aparecían estructuradas y con una cultura material propia. Este reino, cuyo primer rey pudo ser Suttarna, fundador de la capital Washshukkanni, será el gran adversario de los soberanos Tutmés (o Tutmosis), en especial Tutmosis III, de la XVIII dinastía egipcia, por el control de la región de Siria. No obstante, desde Amenofis II (Amenhotep II, 1427–1400 a.C.), y con Tutmosis IV y Amenofis III (Amenhotep III, 1390–1352 a.C.), existieron tratados que incluían matrimonios diplomáticos y especificaban las respectivas áreas de influencia. La sociedad Mitanni era de carácter aristocrático-militar, una nobleza que hizo del carro de guerra su seña de identidad y prestigio, y que les permitió mantener a raya a una serie de reinos vasallos que se unirían a ellos por juramentos de fidelidad. En las ciudades, el alcalde (hazannu en acadio) era la autoridad primordial. Aunque poco conocemos de la religiosidad de Mitanni, sabemos, no obstante, que sus principales divinidades fueron Tessub, dios de las tormentas, cuyo animal sacro era el toro, y Kumarbi. El final del reino se produce al conjugarse intrigas dinásticas con el ascenso al trono en el reino hitita de Suppiluliuma I (1344–1322 a.C.), y de Ashur-Uballit (1365–1330 a.C.) en el de Asiria.
2.10. Imperio hitita. En un marco geográfico nada homogéneo, con la presencia de diferentes reinos y una fuerte heterogeneidad étnico-lingüística, Suppiluliuma I establece las bases de un Imperio hitita que utilizará como mecanismos de control la diplomacia y la guerra. Tras controlar a los nómadas gasca, firmar un acuerdo con el reino de Hayasa, en Armenia, asegurar el domino de Kizzuwatna e Isuwa, además de mantener a raya el reino de Arzawa, y establecidos así los cimientos del control en Anatolia, el rey se concentró en derrotar a Mitanni y configurar una hegemonía en el norte de Siria, para lo cual firmó tratados con los dos principales reinos de la región, Ugarit y Amurru, de ahora en adelante cómplices y aliados; conquistó Karquemish y Aleppo, donde estableció dos delegaciones de su gobierno, y desplegó una actividad diplomática hacia Babilonia, buscando un aliado más o menos consistente frente a los asirios. Esta nueva redistribución de fuerzas en Siria chocará de frente con los intereses de Egipto, hecho que culminará en la famosa batalla de Kadesh (1274 a.C.), entre Muwatali II de parte hitita (1295–1272 a.C.), y Ramsés II por parte de Egipto. Esta situación fue aprovechada por los asirios, pues sus reyes Adad-Nirari I (1307–1275 a.C.) y Salmanasar I (1274–1245 a.C.), acabaron controlando los restos de Mitanni y convirtiendo a Karquemish en la frontera natural. Las acciones de los Pueblos del Mar y las nuevas incursiones de los gasca aprovechan, finalmente, el agotamiento del heterogéneo Imperio hitita, cuyo territorio será ulteriormente ocupado por las poblaciones frigias.
2.11. Asirios y casitas. La recuperación de Asiria como estado territorial se produce con Ashur-Uballit I (1365–1330 a.C.). Desde ese instante las relaciones con Babilonia se hicieron tensas, estableciéndose una larga rivalidad en la que Babilonia pareciera ejercer una superioridad cultural sobre Asiria, a pesar del poderío militar de esta última. Después de Adad-Nirari I (1307–1275 a.C.), que conquista finalmente Hanigalbat (Mitanni para los asirios), es el gran rey Tukulti-Ninurta I (1244–1208 a.C.) el que derrota al rey casita Kashtiliash IV conquistando Babilonia, en donde deja reyes títeres y complacientes. Este éxito militar le permitiría adoptar multitud de títulos: rey de Asiria y de Karduniash, rey de Sippar y Babilonia, de Sumer y Akkad, de Tilmun o Dilmun y Meluhha (el Indo), y rey del mar Superior e Inferior, erigiendo la nueva capital llamada Kar-Tukulti-Ninurta.
Los casitas en Babilonia, que a sí mismos se llamaban galzu, inician una larga dinastía (1595–1155 a.C.), en especial cuando vencen al reino de Hana y derrotan a la dinastía del País del Mar con Agum II (1592–1549 a.C.), reunificando en un único poder toda la Baja Mesopotamia. Establecen su centro de poder en la ciudad de Dur-Kurigalzu, que funda Kurigalzu I hacia 1380 a.C. En ella hubo un gran zigurat que durante varias décadas fue identificado con la Torre de Babel de la Biblia. Conquistado el reino por Tukulti-Ninurta I, recupera su independencia cuando el rey asirio muere, aunque esta circunstancia dura poco: nuevos ataques provenientes de Asiria y, sobre todo, del rey Shutruk-Nakhunte I (1185–1155 a.C.) de Elam, acabarán con el reino, trasladándose numerosos objetos a la corte de Susa.
La sociedad babilónica casita era aristocrática. La propiedad de los campos estaba en poder de los nobles. El reino se dividía en provincias regidas por gobernadores. Además de la redacción del famoso Poema del Justo Sufriente, es ahora cuando la tradición literaria de Gilgamesh es fijada en una epopeya sobre su vida y hazañas, entre los siglos XIII y XII a.C., en once tablillas que se conservaron en la biblioteca de Asurbanipal en Nínive. En términos generales, los casitas adoptaron las tradiciones babilónicas; conformaron una población con señas propias de identidad, aunque perdieron su lengua propia autóctona. Asumen la cultura babilónica existente, identificando a sus dioses con aquellos previos: Maratta con Ninurta o Kamulla con Ea.
2.12. Pueblos del Mar. El tránsito entre el Bronce y la Edad del Hierro viene señalado por la invasión de una serie de poblaciones conocidas como Pueblos del Mar, que producen un colapso generalizado que incluye la desaparición de reinos como Ugarit o culturas como la palaciega micénica, aunque también psobilitan la llegada de pueblos como los arameos, el asentamiento de las tribus israelitas, fundamento del ulterior reino de Israel, aprovechando la crisis generalizada de las ciudades y de las estructuras palaciegas existentes, y el establecimientos de nuevos reinos como Moab, Edom y los estados neohititas del norte de Siria. Incluso después del impacto de esta crisis, se desarrollan ciudades en la costa siria que se encargarán de impulsar el efecto colonizador de los fenicios por todo el Mediterráneo. La presencia de estos pueblos (tjeker, shekelesh, peleset, filisteos, weshesh, shardana, denyen, lukka, posteriores lidios, ekwesh, teresh, quizá etruscos, y ahlamu, identificados con los arameos posteriores), coincide con el desvanecimiento de los estados territoriales de mayor envergadura, salvo Egipto, y de los intercambios comerciales a gran escala. Sin embargo, estos Pueblos del Mar fueron una consecuencia final del declive de reinos previos, y no la causa de su desaparición.
En el comienzo de la Edad de Hierro, el mundo asirio y babilónico perviven en sus territorios nucleares, la nueva dinastía elamita inicia una política de frecuentes agresiones, y llegan a estos territorios grupos de población aramea. Surgen reinos y culturas con nuevos sistemas de escritura, alfabéticos, novedosas técnicas de cultivo y también nuevas prácticas comerciales.
2.13. Israel. La primera mención de Israel, al margen de la Biblia, se fecha en época del faraón Merneptah (1213–1203 a.C.), que lo cita en una estela conmemorativa de una victoria militar. La entrada de los israelitas a Canaán parece haber sido debida no tanto a la infiltración o la conquista, como a las revueltas sociales, lo que significa que los primeros serían grupos de población desplazados de los centros urbanos, asentándose en el momento en que desaparecen las estructuras palaciegas. Asentadas las tribus, se inicia el período de los Jueces, dominado por jefes militares que protegen a sus gentes de los filisteos y de tribus del desierto, como los madianitas, y que sirven, a la par, de guías religiosos. En el tránsito a la monarquía, Saúl representa también un hombre de carisma, elegido especialmente para enfrentar a los filisteos. Tras su derrota en Gelboé, batalla por medio de la cual los filisteos se apoderan de buena parte de Palestina, las tribus del norte reconocen a Ishbaal, hijo de Saúl, como monarca, mientras que las del sur, Judá, se organizan en torno a David, que será el rey de ambos reinos.
Hacia el año 1000 a.C., David vence a los mencionados filisteos, extiende el reino frente a los arameos y se hace fuerte en relación a Moab y Edom, llegando a firmar pactos con ciudades fenicias como Tiro. Además, convierte a Jerusalén en capital del nuevo Estado. Su sucesor, Salomón, divide el reino en doce distritos, pero a su muerte, hacia 930 a.C., Roboam no es aceptado como soberano por las tribus de Israel, y la elección de Jeroboam provoca la división en dos: Israel, con diez tribus, y Judá. El primero establece la capital en Samaria en época de Omrí (885–874 a.C.). En el reino de Israel, debido a la presión asiria en época de Tiglat Pileser III (744–727 a.C.), se originan facciones entre los que defienden una política de paz con Asiria y los que desean un enfrentamiento. La intervención de Salmanasar V provoca la capitulación de Samaria en 721 a.C., en tanto que Sargón II deporta a la población.
El final del reino de Israel trae como consecuencia que los asirios se conviertan en incómodos vecinos de Judá, que dependía mucho de Egipto, hecho que provocaría que en 791 a.C. Senaquerib interviniese reduciendo el territorio del reino y entregando ciudades a reyes aliados filisteos. El declive de Asiria, no obstante, provoca que en el reinado de Josías (640–609 a.C.) Judá recupere espacios y protagonismo, pues es ahora cuando una reforma religiosa persigue otros cultos e implanta de nuevo la alianza con Dios. Pero, al mismo tiempo que finaliza el Imperio asirio, los reyes egipcios de la XXVI Dinastía se interesan por la región, hasta producirse la intervención del faraón Necao. No obstante, el problema provendría de uno de los vencedores del Imperio asirio, Babilonia: en 597 a.C. Nabucodonosor captura Jerusalén y exilia a la familia real y a los artesanos; diez años después destruye la ciudad y deporta la población a Babilonia, aunque algunos habitantes se refugian en Egipto.
2.14. Filisteos y fenicios. Por su parte, los filisteos o peleset, originarios de Caphtor (Creta), se organizaron en una pentápolis (Gaza, Ashdod, Gath, Ekrom y Askhelón). Relacionados con los pelasgos expulsados por los griegos del Egeo o con los hombres del reino micénico de Pilos, trasladados a Canaán tras la destrucción de su reino, se identifican por una cerámica bícroma con elementos decorativos egeos; también por figuras asdhoda, sarcófagos antropoides, la presencia de hogares en las viviendas, la introducción de alimentos como la carne de cerdo y la celebración de reuniones de varones para beber.
El mundo fenicio, urbano y comercial, continúa la tradición cultural cananea. En su ambiente de prosperidad y expansión comercial, las ciudades fenicias se verán impactadas por la recuperación asiria. En este contexto, en 875 a.C., con Assurnasirpal II, se imponen tributos a Tiro, Sidón, Arwad y Biblos. La mayoría de las ciudades lo pagan, y quizá el proceso colonizador fenicio, en su apogeo en el siglo VIII, haya sido una respuesta necesaria a la tributación impuesta por Asiria. Tiglat Pileser III (745–727 a.C.) se anexiona las ciudades del norte, que se encuadran en una nueva provincia, mientras que las del sur siguen pagando impuestos, controladas por la administración imperial, siendo Tiro la única urbe con relativa autonomía. La caída del Imperio asirio deja un espacio libre a la influencia neobabilónica. Así, en 586 a.C., Nabucodonosor II atacará Tiro, en tanto que con posterioridad, durante la época aqueménida, la región se convertirá en una satrapía.
2.15. Arameos. Probablemente descendientes de poblaciones pastoriles del norte de Siria, comienzan su penetración a fines del siglo XIII a.C. por el Próximo Oriente, modificando el mapa regional desde el Mediterráneo hasta el golfo Pérsico. Su infiltración alcanza Babilonia, con cuya población se integran, relacionándose con los caldeos, cuya entrada en la región se produce desde el siglo IX a.C. Los grupos arameos se establecen en reinos como los de Saba o el de Hama, que contaron, frente a los asirios, con un fiel aliado en el reino de Urartu, en la región de Anatolia oriental. No obstante, Sargón II (721–705 a.C.) integraría estos reinos al mundo asirio. El legado cultural arameo ha sido, primordialmente, su lengua, semítica noroccidental, emparentada con el hebreo y el fenicio. A diferencia de los amorreos del II Milenio a.C., los arameos aportan al Próximo Oriente su lengua y algunas de sus costumbres.
2.16. Reinos varios. El declive de los hititas y de su reino fue aprovechado en principio por los frigios, que ocuparon la llanura anatólica, pero también provocó que surgieran en sus antiguos espacios una serie de reinos, denominados neohititas, que pervivieron hasta el siglo VIII a.C. Estos estados, heterogéneos por demás, con presencia hurrita y aramea, no solo son un reflejo de continuidad del desaparecido mundo hitita, aunque su escritura fuese el hitita jeroglífico en sustitución del cuneiforme. Los principales fueron Karquemish, Karatepe (Hama), Patina y Malatya. Salmanasar III (858–824 a.C.) les impone tributo hasta que Tiglat Pileser III derrota a Urartu, limitando notablemente su influencia en la región, y somete a los estados neohititas hasta su final integración en la órbita del Imperio asirio.
Elam, por su parte, experimenta una expansión con Shutruk-Nahunte I (1185–1155 a.C.), incursionando en el sur de Mesopotamia y conquistando Babilonia en 1176 a.C., llevándose a Susa un botín que incluía la estela de Naram-Sin y el código de Hammurabi. Fue, sin embargo, en el reinado de Shilkhak-In-Shushinak (1140–1120 a.C.) cuando el ámbito elamita más se extiende territorialmente, hasta el inicio del declive que perdura hasta el siglo VII a.C.
En Babilonia, la dinastía casita finaliza precisamente con la expansión elamita, trasladándose el centro neurálgico de la región de la Baja Mesopotamia a Isin, que inicia su segunda dinastía, y que cuenta con Nabucodonosor I (1125–1104 a.C.) como el rey que restablece el poder babilónico atacando y conquistando Susa, la conocida capital de Elam. No obstante, a su muerte se produce una disgregación política, finalmente aprovechada por los asirios con Tiglat Pileser I (1114–1076 a.C.), que propicia la proliferación de reinos como la II Dinastía del País del Mar (1025–1005 a.C.), la Dinastía de Bazi y la Dinastía E, así llamada en la Lista real babilónica. En cualquier caso, Babilonia no pierde su categoría prestigiosa de centro religioso, siendo la creadora de obras literarias que reflejan el escenario político de la época en sus contextos históricos, como el Poema de Erra y el Espejo del Príncipe.
2.17. Imperio neoasirio. El Imperio neoasirio presenta dos fases en su desarrollo. Una primera que se inicia a mediados del siglo IX a.C., en la que el poder asirio se extiende de nuevo sobre Siria y la Baja Mesopotamia, y una segunda, desde mediados del siglo VIII a.C., en la que los soberanos asirios llevan a cabo un sistemático proceso de conquista de reinos y territorios. La recuperación del mundo asirio empieza con el reinado de Ashurdán II (934–912 a.C.), si bien el iniciador de una política exterior más agresiva fue Adad-nirari II (911–891 a.C.), que vence y expulsa a los arameos del valle del río Tigris. Este rey, además, recupera la ya inveterada costumbre de los reyes asirios de presentarse como dominadores de la naturaleza, del medio geográfico. No será sino hasta las conquistas de Assurnasirpal II (883–859 a.C.) cuando se pongan los cimientos del imperio, acompañadas de una extrema crueldad hacia los enemigos vencidos, que será reflejada, desde una óptica ideológica y propagandística, en los majestuosos relieves épico-narrativos que se harán habituales en reinados posteriores. Su hijo Salmanasar III (858–824 a.C.) tendrá que enfrentar (batalla de Qarqar, 853 a.C.) a una coalición de pueblos, comandados por Damasco, que deseaban proteger las rutas comerciales que atravesaban Siria, Egipto, Arabia y Anatolia. En la conmemoración que este soberano realiza de la batalla, se hace por primera vez mención de los árabes, presentes en la coalición, a la que aportaron camellos.
Con Tiglat Pileser III (744–727 a.C.) comienza la segunda etapa del Imperio, que ahora se expandirá por todo el Próximo Oriente, y que casi termina con la conquista de Egipto (671 a.C. con Esarhaddón) y Susa (en 646 a.C. con Asurbanipal) y la penetración en Anatolia. Es ahora cuando Asiria alcanza su mayor poder y extensión territorial, pero también el momento en que se inicia el declive, pues se abre la puerta a los medos, origen del reino aqueménida, que en coalición con Babilonia, terminarán con el Imperio asirio al conquistar Nínive en 612 a.C. En 729 a.C., este soberano se proclama rey de Babilonia y da inicio a la doble monarquía, por la que los reyes asirios intentaron controlar Babilonia. En este período es cuando, en lugar de fijar impuestos y pagos a las ciudades y reinos conquistados, se procede a su inmediata integración en la estructura del Imperio como provincias en las que se instalan regentes asirios y guarniciones militares, sin dejar de aumentar las frecuentes deportaciones de población.
Con Sargón II (721–705 a.C.) se construye una nueva capital, Dur Sharrukin o Khorsabad, y se procede a reestructurar la administración, disminuyendo el tamaño de las provincias imperiales, que pasan ahora de doce a veinticinco. Con Senaquerib (704–681 a.C.), no obstante, se establece la corte en Nínive. Tras la muerte de Assurbanipal, el peligro que se cierne sobre Asiria procede de la meseta irania, lugar en donde Ciaxares en 625 a.C. había logrado unir a medos y persas, que serán los que conquisten, con el apoyo babilonio, Assur y Nínive en 614 y 612 a.C.
2.18. Dinastía Caldea. La primera mención asiria sobre la presencia de grupos caldeos se fecha en el año 878 a.C. Posiblemente, estas poblaciones llegaron con los arameos, divididos en tres grupos: Bit-Amukanni, asentados en las proximidades de Uruk; Bit-Dakkuri, en torno a Babilonia; y Bit-Yakin, desperdigados en el País del Mar y en Ur. Conforman en Babilonia la denominada Dinastía Caldea (626–539 a.C.), iniciada con el rey Nabopolasar (625–605 a.C.). Este soberano establece una alianza con el medo Ciaxares, por la que se fijan los límites territoriales de ambos reinos y se reparten las migajas del periclitado Imperio asirio, de manera que Babilonia controla ahora toda la Mesopotamia. Su hijo Nabucodonosor II (604–562 a.C.) creará un verdadero imperio, derrotando a los egipcios en 605 a.C. en Karquemish y adquiriendo el control sobre Siria y Palestina. En este momento existe nuevamente un poder unitario en el Próximo Oriente, aunque será efímero, que comunica el golfo Pérsico con el Mediterráneo, facilitando con ello el comercio, lo cual permitirá que lleguen a Babilonia grandes recursos, empleados en la construcción de monumentos: la puerta de Ishtar, el zigurat o el Esagila, gran templo del dios Marduk. Es esta la ciudad descrita en las fuentes clásicas griegas: Heródoto, Ctesias, Diodoro, Aristóteles y Plutarco. Nabucodonosor II lleva a cabo la destrucción de Jerusalén en 586 a.C. y la deportación de la población a Babilonia, una acción surgida ante la negativa del rey Joaquim de seguir pagando el tributo debido. La definitiva caída de babilonia en manos del rey Ciro, descrita en la Crónica babilónica y en el Cilindro de Ciro, pone fin a todo un período en la antigüedad próximooriental. Algunos judíos descendientes de los deportados a Mesopotamia estuvieron presente en Jerusalén el día de Pentecostés, cuando descendió el Espíritu Santo (Hch. 2:9). Véase AMORREOS, ARAMEOS, ASIRIA, BABILONIA, CALDEOS, CRETA, EGIPTO, ELAM, FENICIA, FILISTEOS, HITITAS, NÍNIVE, PERSIA, SUSA.