Asiria

Asiria Imperio relacionado íntimamente con la historia de los pueblos de Israel y Judá. Ocupó la parte norte del actual Irak (entre los ríos Tigris y Éufrates) durante la mayor parte del período que abarca el Antiguo Testamento. Su nombre es la traducción de la voz hebrea Assur, palabra con la cual se señalaba tanto la divinidad pagana, la ciudad y el país, como el imperio, sobre todo en la literatura profética. Sin embargo, «Asiria» generalmente designa el país y el imperio; y «Asur», la ciudad y la divinidad.

Asur era el dios nacional de Asiria, y se pensaba que dominaba (junto al resto del panteón) todas las cosas. Cada ciudad tenía su propio templo para adorar al dios local, y en los días especiales los adoradores participaban en ceremonias y procesiones donde se exhibían las estatuas de la divinidad. Solían usar amuletos para ahuyentar los espíritus malignos que, de acuerdo a sus creencias, causaban daño y provocaban enfermedades. Además, consultaban adivinos y astrólogos para conocer el futuro, y ofrecían ofrendas a los muertos.

En sus comienzos, Asur era apenas la capital de un pequeño distrito codiciado por sus vecinos. Situada en la parte superior de Mesopotamia, sus linderos fueron variando con su importancia. En términos generales, iba desde el norte de Bagdad hasta los lagos Van y Urmia; y de este a oeste se extendía desde los montes Zagros hasta el valle de Habur. Debido a esta situación geográfica, Asiria estuvo siempre expuesta a infiltraciones tanto de los nómadas como de los montañeses. Asur data del tercer milenio a.C. y se encontraba en la margen derecha del Tigris. Cuando esta perdió importancia, la capital se trasladó a Nínive, frente a Mosul.

Los reyes asirios construyeron grandes palacios y templos en las ciudades más importantes del imperio (p. ej., Nínive, Asur y Cala). Las paredes estaban decoradas con planchas de piedra que mostraban al rey mientras cazaba o presentaba alguna victoria real.

Los esfuerzos arqueológicos para poner al descubierto este famoso imperio datan de hace más de un siglo. Botta descubrió el palacio de Sargón en Korsabad en 1843. Luego Layard trabajó en Nimrud (1845–47) y en Nínive (1849–51). No menos de seis enormes palacios y gran cantidad de esculturas, inscripciones y tablillas con escritura cuneiforme se encontraron en estas tres ciudades. Este tipo de escritura, hecha con signos y en forma de cuña, se imprimía en tabletas de barro con una especie de punzón. Gracias a Rawlinson, las escrituras cuneiformes quedaron descifradas durante la primera mitad de este siglo. Desde entonces las excavaciones y hallazgos han continuado en forma casi ininterrumpida hasta nuestros días. Hoy contamos con un gran cúmulo de literatura de todo género: crónicas militares, correspondencia diplomática y administrativa, listas cronológicas y diversos datos curiosos. Esto ha hecho posible reconstruir minuciosamente la historia y conocer detalladamente las costumbres, el arte, la religión y sobre todo las hazañas guerreras de este pueblo formidable.

 

Antiguo Imperio (Ca. 1950–1400 a.C.)

Este período va desde la caída de Ur III hasta el fin de su dominación por los hurritas. Aunque las listas mencionan a Irisum I como primer rey, ya el padre de este, Ilusuma, había conquistado Asur. Los asirios, aunque étnicamente eran el producto de diferentes razas, lingüísticamente eran semitas.

Durante el siglo XIX, Asiria se distingue sobre todo por su importancia comercial. Archivos encontrados en Capadocia demuestran que en ese siglo Asiria superaba a Babilonia en el aspecto socioeconómico. Sigue un período de decadencia que termina con el ascenso al trono de Samsi-Ada I, amorreo, quien conquista Asur y forma un poderoso imperio. Todo esto se conoce ampliamente gracias a los archivos de Mari. Este rey coloca a sus dos hijos en partes clave del imperio y mantiene así el equilibrio y grandeza del mismo. A su muerte le sucede Isme-Dagan, uno de sus hijos que, aunque sofoca varias rebeliones, al fin cae en manos del poderoso → Hammurabi juntamente con su imperio. De esta manera, Asiria desaparece por un tiempo de la historia, y permanece bajo los hurritas hasta su resurgimiento en 1400 a.C.

 

Imperio Intermedio (Ca. 1400–970 a.C.)

La caída del Imperio Hurrita (ca. 1450) propicia el resurgimiento de Asiria. Assur-Uballit toma una buena parte de Mitani y es aclamado como «Rey de la Totalidad». No obstante, Supiluliuma, rey heteo, que se ha anexado todo el Imperio Hurrita, impide la expansión de los asirios hacia el norte, obligándolos a virar hacia Babilonia. Adad-Nirari I (ca. 1297–1266) emprende con buen éxito una campaña contra los mitani y se adueña de toda la Mesopotamia superior hasta Carquemis. Pero fue Tukulti-Ninurta I (ca. 1235–1198) quien llenó de gloria a Asiria conquistando Babilonia. Llega luego al trono, en 1116, el gran Tiglat-pileser I, guerrero incansable que se abre paso hasta el Mediterráneo, en donde las ciudades de Sidón, Biblos y Arvad le rinden tributo (cf. Ez 27:8, 9). Este período, que es de gran apogeo arquitectónico, legislativo y cultural, se viene abajo ca. 970, cuando termina el reinado de Assur-Rabi II.

 

Nuevo Imperio (932–612 a.C.)

Después de estos años difíciles, Asiria resurge con Assur-Dan II (932–910), y consolida su situación imperial con Adad-Nirari II (909–889). En adelante, cada nuevo rey no hará sino aumentar las conquistas y bañar de gloria el imperio. Los ejércitos asirios son ahora dueños y señores de todo el Cercano Oriente.

Con Salmanasar III (858–824) comienza lo que se podría llamar el intenso período bíblico de Asiria. Con este rey empiezan los dolores de cabeza para los reinos de Israel y Judá. En 853, Acab, rey de Israel, organiza una coalición contra Asiria, la cual tiene buen éxito y termina con la derrota de Salmanasar III en Karkar (1 R 20). Sin embargo, las siguientes intervenciones asirias iban a ser funestas para ambos reinos hebreos. Pero debido a que Asiria tenía que atender problemas internos, los reinados de Uzías en Judá y de Jeroboam II en Israel pudieron ser largos, pacíficos y prósperos (2 R 14:21ss).

Ya con Tiglat-pileser III (745–727), las cosas vuelven a cambiar en perjuicio de Israel y de Judá (2 R 15:14–23:37; Is 7:6). Salmanasar V y Sargón II sitian y destruyen a Samaria y provocan la ruina total de Israel en 722 a.C. Unos 27.000 habitantes de Samaria son llevados cautivos a las regiones montañosas del norte. Después de este triunfo, Sargón arremete contra Acaz y hace de Judá su tributario (2 R 17:3–6; 18:9). De ahí en adelante, hasta la caída definitiva de Nínive en 612 a.C., en todo el Cercano Oriente se impone lo que podría llamarse la «Paz Asiria». Abundante material bíblico encontramos sobre todo esto en 2 R 18–19; 2 Cr 32–33; Is 36–39 y la profecía de Nahum.