Lamentaciones, Libro de

1. Título y lugar en el canon.
2. Autor y fecha.
3. Estructura y contenido del libro.
4. Teología.
I. TÍTULO Y LUGAR EN EL CANON. De acuerdo con el canon hebreo, el libro de las Lamentaciones está ubicado en el séptimo lugar de los kethubim o «escritos», y en el cuarto del grupo de los megilloth o «rollos», con el título de la palabra inicial de la obra: ekhah, אֵיכָה = «¿Cómo…?», mientras que en el Talmud se llama qinoth, קִינוֹת = «elegías», o «cánticos», que es el equivalente al threnoi («canto fúnebre») de la versión griega de los LXX: threnoi Ieremíu, θρήνοι Ἰερεμίου; Vulg. Lamentationes Jeremiae prophetae. En las ediciones de la Septuaginta es parte del bloque que se relaciona con el profeta de Anatot, que sigue la siguiente disposición: Jeremías, Baruc, Lamentaciones y la Carta de Jeremías. En el canon latino, el libro se encuentra luego del profeta Jeremías e inmediatamente antes de la obra de Baruc.
En la liturgia judía sinagogal, Lamentaciones se recitaba el día de ayuno nacional que se relacionaba con la destrucción del Templo de Jerusalén el día 9 del mes de > ab, que corresponde a los meses entre julio o agosto.
II. AUTOR Y FECHA. Tradicionalmente se ha asociado el libro directamente con el profeta Jeremías, y esta atribución se basa eminentemente en referencias bíblicas y relaciones literarias. En efecto, según 2 Cro. 35:25, Jeremías escribió una > elegía o cántico fúnebre en relación al rey > Josías, y fundamentados en esa afirmación escritural, se le ha adjudicado las Lamentaciones al famoso profeta. De esta tradición se hace eco la Septuaginta, que introduce el libro interpolando una nota de pretendido carácter histórico: «Y sucedió, después de deportado Israel y Jerusalén devastada, que el profeta Jeremías se sentó a llorar; entonó esta lamentación sobre Jerusalén, y dijo». También Flavio Josefo, lo considera como parte de los escritos de Jeremías (Contra Apión 1, 40).
En la actualidad, los estudiosos de la Biblia reconocen la autoridad teológica que le brinda el nombre del profeta al libro, pero a la vez, entienden que, basados en el análisis de los temas expuestos y también en algunas peculiaridades literarias, la obra no es el producto de un solo autor. Por ejemplo, el sentimiento y las referencias contra Babilonia que se manifiestan en los poemas son completamente diferentes a las recomendaciones del profeta Jeremías a vivir sometidos al imperio babilónico e inclusive a orar por su bienestar, para poder subsistir en el exilio (Jer. 27:1–22). No es muy probable tampoco que la esperanza del profeta estuviera en los ejércitos egipcios, que solo estaban interesados en controlar Judá (Lam. 4:17). En Lam 4:20 se llama al rey > Sedecías «nuestro aliento y el ungido de Yahvé», lo que contradice la opinión de Jeremías, que menospreciaba la política de Sedecías (cf. Jer. 24:8–10). Y la teología que se presenta en los poemas (Lam. 5:7) en torno a la doctrina de la retribución y responsabilidad colectiva, no es igual a la que pone de manifiesto claramente el profeta en sus oráculos referente a la responsabilidad individual de las personas (Jer. 31:29–30).
A pesar de esto, la misma crítica descubre también ciertas frases netamente del profeta, como la «virgen hija de Sion» (Lam. 1:15; 2:13; Jer. 8:21ss.; 14:17), «las lágrimas en las mejillas» (Lam. 1:12; 2:11, 18; 3:48; Jer. 9:1, 18; 13:17; 14:17), así como reiteradas quejas contra los sacerdotes (Lam. 2:14; 4:13ss.; Jer. 2:8; 5:31). Por su parte, los lexicólogos encuentran también semejanzas de estilo con > Ezequiel y otros escritos bíblicos (Lam. 1:1 / Is. 47:8ss.; 54:4; Lam. 3:20 / Is. 53:6; Lam. 2:4 / Ez 24:16).
La fecha de composición de los poemas se relaciona directamente con la crisis del 587 a.C., cuando los ejércitos del gran > Nabucodonosor llegaron triunfantes a Judá, y destruyeron la ciudad de Jerusalén y el Templo, saquearon sus tesoros, destruyeron sus instituciones sociales, políticas, religiosas y económicas, y exiliaron a un número importante de sus ciudadanos (2 R. 25:1–30; 2 Cro. 36:1–23; Jer. 52:1–34). Las Lamentaciones son cánticos de dolor y duelo que provienen luego de las calamidades relacionadas con esta experiencia histórica traumática en el pueblo. Por la intensidad de las imágenes y por las peculiaridades de los temas expuestos, los poemas pueden provenir de diversos autores y no parecen haber sido escritos muchos años después de la caída de Jerusalén.
Esa experiencia de derrota y destrucción fue inexplicable para el pueblo, que había desarrollado un cierto tipo de teología conocida como la «inviolabilidad de Sion». De acuerdo con ese singular pensamiento teológico, Dios nunca permitiría la derrota del pueblo de Judá ni aceptaría la destrucción del Templo de Jerusalén (Jer. 7:1–15). Esa teología de seguridad nacional y esperanza colectiva cobró fuerza cuando las extraordinarias tropas asirias, que luchaban bajo la autoridad del general > Senaquerib, no pudieron entrar y conquistar Jerusalén (2 R. 19:32–34; Is. 37:33–35), y tuvieron que regresar a > Asiria sin el botín de guerra esperado.
III. ESTRUCTURA Y CONTENIDO. Lamentaciones lo componen cinco poemas muy bien articulados y estructurados. Los primeros cuatro, han sido escritos en el estilo literario conocido como > acróstico alfabético. En este singular y elaborado tipo de forma literaria, el poema comienza cada estrofa con las letras sucesivas del > alefato hebreo en su orden tradicional de veintidós caracteres. El tercer poema presenta una estructura más elaborada y compleja, pues a cada letra del alefato hebreo le corresponden tres versículos. El quinto poema contiene veintidós versos pero no manifiesta totalmente la progresión de las letras hebreas.
Todos los poemas giran en torno al mismo tema: La destrucción de Jerusalén y el dolor que produce ver la ciudad santa derrotada y destruida. En efecto, el dolor es intenso, lo revelan las palabras y las imágenes que se articulan; la angustia es profunda, lo manifiestan las descripciones de la calamidad y las referencias a las ruinas que se incorporan; y el sentido de desesperanza va en aumento, pues el tema del dolor y la agonía se reitera en los poemas, pues los poetas intentan comprender lo sucedido, desean entender el origen de la catástrofe, anhelan hacer sentido de la naturaleza extrema del problema. Un punto teológico fundamental y culminante de la obra, es el clamor sentido e intenso de un adorador que suplica a Dios que no tarde en manifestar su salvación al pueblo (Lam 3).
La primera lamentación (1:1–22) describe la condición de la cuidad de Jerusalén una vez ha terminado la guerra y la devastación. Un detalle lingüístico puede poner de manifiesto la naturaleza de la crisis. En un entorno poético, figurado y simbólico, la ciudad misma identifica al causante inmediato y seguro de sus problemas: Ha sido el Señor el que ha generado todas esas manifestaciones de derrota, castigo, juicio e ira. Desde la perspectiva teológica, no fueron los babilónicos los que causaron la destrucción de Jerusalén, sino las manifestaciones certeras del juicio divino.
En el segundo poema de lamentación (2:1–22) se aborda el tema de las razones y los motivos del juicio divino y la destrucción nacional. Este cántico corrobora lo que se ha indicado en la primera lamentación: La destrucción de la ciudad es la manifestación precisa del juicio divino que llega al pueblo para comenzar un proceso de purificación y transformación que ya había sido anunciado por los antiguos profetas de Israel (2:17).
El tercer cántico del libro es el más extenso de todos (3:1–66), y presenta el mismo tema de la devastación nacional, pero ahora visto desde la perspectiva de una persona que vivió y experimentó directamente el juicio divino y el dolor humano.
El cuarto poema (4:1–22) continúa la descripción del dolor y prosigue la presentación de las desgracias que hieren a > Sión, forma poética que identifica a la ciudad de Jerusalén. El poema no culmina con una palabra de juicio y desolación sino que incorpora un mensaje de esperanza y seguridad: el exilio no es la palabra final de Dios al pueblo, y tendrá su fin; y entonces, se manifestará la redención y salvación de Dios (4:22).
El poema final del libro (5:1–22) tiene por título, en algunas versiones en los idiomas griego y latino, «Oración del profeta Jeremías». Y el objetivo del cántico, como se insinúa en esa presentación, es la intervención salvadora de Dios, es la redención divina que permita la restauración nacional. Este poema es como la oración final del libro que quiere enfatizar la importancia de la manifestación plena de la misericordia y el amor de Dios para poder lograr la renovación y transformación del pueblo. El mensaje último del libro a sus lectores es el reclamo de la misericordia, tema que cobrará importancia capital en la literatura postexílica de la Biblia.
IV. TEOLOGÍA. La teología de las Lamentaciones no es el fruto desesperado de alguna persona frustrada en la crisis. Ni es la respuesta irracional e impensada a las dificultades relacionadas con la angustia del exilio y la deportación. Por el contrario, es una teología que intenta descubrir razones, desea comprender motivos, anhela entender el origen de las dificultades que azotaron a la comunidad de Judá, particularmente a los ciudadanos de Jerusalén, con la invasión de los ejércitos babilónicos. El libro va, de forma gradual pero continua, buscando significado a la debacle y cambió permanentemente la vida del pueblo.
En esa búsqueda honesta descubre en el pecado nacional la razón del juicio divino. Descubre que Dios ha actuado no como colaborador del pueblo y apoyo en la dificultad sino como enemigo de la comunidad. Dios mismo se convirtió en el enemigo que devastó el pueblo de Israel, destruyó sus palacios y Templo, y llenó a los ciudadanos de Jerusalén de llantos, lamentos y congojas (2:5).
En la tradición de los antiguos profetas de Israel, las Lamentaciones presentan a un Dios justiciero y firme, que responde con dignidad y valor a los pecados del pueblo. En esa misma vena profética, los cánticos de las Lamentaciones reafirman la importancia del arrepentimiento y la contrición para disfrutar el perdón divino y gozar la misericordia de Dios (5:21–22).
El Dios de las Lamentaciones está presente en el dolor, se manifiesta en el juicio, interviene en la angustia y prepara el camino de la restauración nacional. La catástrofe destructiva que ha herido profundamente al pueblo jerosolimitano, es transitoria y educativa, pues tiene como finalidad última enseñarle al pueblo el resultado de la infidelidad, el producto de la desobediencia, las implicaciones de la rebeldía. Y aunque es el pecado la causa básica de la tragedia y el dolor, la misericordia divina se sobrepone a esas actitudes pecaminosas y mueven a Dios al perdón.
La teología del libro de las Lamentaciones ha servido para expresar históricamente el dolor en las sinagogas por las destrucciones del Templo de Jerusalén, tanto en el 587 a.C., como en el 70 d.C.
Bibliografía: J. Abrego de Lacey y otros, Lamentaciones. Cantar (EVD 1994); B. Albrektson, Studies in the Text and Theology of the Book of Lamentations (Gleerup, Lund 1963); D. Bergant, Lamentations. AOTC (Abingdon 2003); A. Berlin, Lamentations. OTL (WJK 2002); J. A. Bitner, “Lamentaciones” en CBMH, vol. 11; F.W. Dobbs-Allsopp, Lamentations (WJK 2002); V. Manuel Fernández, “Lamentaciones”, en CBI, 947–952; M. García Cordero, “Lamentaciones”, en BCPS, III, 714–752; N.K. Gottwald, Studies in the Book of Lamentations (A. R. Allenson, Chicago 1954); D. Guest, “Lamentations”, en QBC, 394–411; D.R. Hillers, Lamentations (Doubleday 1992); J. Hunter, Faces of a Lamenting City: The Development and Coherence of the Book of Lamentations (Peter Lang, Frankfurt am Main 1996); I.J. Jensen, Jeremías y Lamentaciones (Portavoz 1979); J.A. Mayoral, Sufrimiento y esperanza. La crisis exílica en Lamentaciones (EVD 1980); V. Morla Asensio, Lamentaciones (EVD 2002); K. O’Connor, “Lamentations”, en WBC, 187–191; Id., “The Book of Lamentations”, en NIB, 1011–1072; J.D. Pleins, The Social Visions of the Hebrew Bible: A Theological Introduction (Knox/Westmisnter, Louisville 2001); G. Ravasi, “Lamentaciones”, en NDTB, 995–998; J. Renkema, Lamentations (Peeters, Leuven 1998); L.A. Schökel, Daniel, Baruc, Carta de Jeremías, Lamentaciones (Cristiandad 1976); C. Westermann, Lamentations: Issues and Interpretation (Fortress 1990).