DUELO

DUELO Los israelitas, al estilo oriental, manifestaban llamativamente su dolor. En medio de llantos y lamentaciones, el que estaba de duelo, sobre todo por la muerte de un ser querido, desgarraba sus vestidos (Gn 37:29; 2 S 1:11; 13:31; etc.).
Después el afligido se vestía de luto (Gn 37:34; 2 S 14:2; Sal 35:14), o se ceñía los lomos con saco, es decir, con tela basta, oscura, hecha de pelos de cabra o de camello. Iba con la cabeza cubierta y los pies descalzos (2 S 15:30; Is 20:2; Ez 24:17), se cortaba el pelo total o parcialmente (Job 1:20; Is 22:12; Jer 16:6; 48:37; Am 8:10), se afeitaba la barba o, en todo caso, se cubría el mentón (Is 15:2; Jer 41:5). Descuidaba a propósito su aseo personal (Éx 33:4; 2 S 14:2), manchaba con ceniza o con polvo la cabeza y el rostro, y lanzaba al cielo sus lamentaciones (endechas, elegías), revolcándose a veces por tierra (2 S 13:19; Job 2:12; Is 61:3; Jer 6:26; Ez 27:30). La más hermosa de estas lamentaciones es quizás la que cantó David por la muerte de Saúl y Jonatán (2 S 1:19–27), pero a veces el lamento consistía de un simple grito agudo y repetido («¡Ay, hermano mío!», 1 R 13:30).
En algunos casos, la gente se hacía incisiones sangrientas, que la Ley prohibía, o se golpeaban el pecho o los muslos (Is 32:12; Jer 31:19). El → AYUNO acompañaba a toda expresión de tristeza (1 S 31:13; 2 S 1:12; 3:35; etc.).
Jesús era contrario a toda manifestación ostentosa de duelo (Mt 6:16, 18).