Diez Mandamientos

Diez Mandamientos (o Decálogo). Resumen de los preceptos básicos del → Pacto mosaico (Éx 20:1–17; Dt 5:6–21). Moisés tres veces los llama los Diez Mandamientos, o literalmente, Diez Palabras (Éx 34:28; Dt 4:13; 10:4). Tanto el hecho de estar enmarcados en un contexto del pacto como los términos de su prólogo (Éx 20:2; Dt 5:6) hacen resaltar que nunca habían de ser un camino de salvación. Más bien constituyeron una instrucción básica para el pueblo de Dios ya redimido (→ Éxodo).

La validez permanente de estas diez palabras como principios básicos que siguen guiando al → Pueblo de Dios, aun bajo el nuevo pacto, se hace evidente por:

  1. La unidad del pacto, que prometió un cambio de lugar (en el corazón), y no la unidad de la ley misma (Jer 31:33; Heb 10:16).
  2. La majestuosa promulgación original (Éx 19; Dt 5:1–5).
  3. Su forma física tan perdurable (Éx 31:18).
  4. Su colocación bajo el trono de Dios en el → Arca del pacto como expresión eterna de su carácter santo (Éx 25:16; 40:20; cf. Ap 11:19).
  5. La naturaleza divina y comprensiva de su contenido, que abarca todo el campo de la vida religiosa y moral.
  6. La actitud del Nuevo Testamento hacia ellas (por ejemplo, Mt 19:17–19; y cartas paulinas Gl y Ro).

La división de las diez palabras que mantienen los protestantes es la que Josefo dice que prevalecía entre los judíos de su tiempo. La iglesia Católica Romana hace una división diferente: une la primera y la segunda (Éx 20:4–6), para formar una primera, y divide en dos la décima (20:17a y 20:17b), para formar la novena y la décima de su orden. La división tradicional de las diez palabras en «dos tablas» (preceptos religiosos) [Éx 20:3–11] y preceptos morales [Éx 20:12–17] no es legítima.

La arqueología ha sugerido que las «dos tablas» (Éx 31:18; 32:15s; etc.) eran iguales y contenían unas mismas estipulaciones en vez de ser dos partes de una lista. Esto hace resaltar la unidad esencial de las dos dimensiones de la responsabilidad del hombre (hacia Dios y hacia el prójimo) que Cristo recalcó en su propio resumen de los preceptos del pacto (Mt 22:34ss; cf. Ro 13:8–10; 1 Jn 4:20).

Los elementos discrepantes entre la versión de Éx 20 y la de Dt 5 y entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento (→ Sábado) son de esperarse, a la luz de las prácticas establecidas en la antigüedad para las renovaciones de los pactos. Esto no afecta la permanencia esencial de los principios básicos del pacto (cf. Gn 17:7; Heb 13:20).

A la luz de su contexto (el pacto), podemos apreciar la forma negativa de ocho de los Diez Mandamientos, que pone de relieve la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Pues el primero libera del temor de muchos poderes divinos: solo hay un Dios, el que les salvó. El segundo evita que el hombre adore una proyección o creación de sí mismo. El tercero mantiene reverencia ante el nombre (y persona) de Dios. El cuarto proclama un día de reposo, comunión con Dios, y la dignidad del trabajo. El quinto santifica la institución de la familia y añade una promesa. El sexto proclama la santidad de la vida y la libertad del vivir. El séptimo mantiene la unidad del esposo y la esposa. El octavo indica derechos personales. El noveno destaca el valor de la verdad. Y el décimo prohíbe la codicia, que puede trastornar la vida en la comunidad del pacto. Así, los Diez Mandamientos son una especie de carta de libertad, que Jehová presentó a su pueblo salvado de Egipto. Y aun en la presente dispensación, el tenerlos en el corazón nos libera del mundo, del pecado y del diablo (Ro 6:17)..