Mayordomo

Heb. 8269 sar, שַׂר = «aquel que está a la cabeza, administrador, jefe»; gr. 2012 epítropos, ἐπίτροπος, lit., alguien a cuyo cuidado se encomienda algo, de epí, «sobre», trepo, «girar, dirigir», se traduce «mayordomo» en Mt. 20:8; «intendente» en Lc. 8:3; «tutores» en Gal. 4:2; 3623 oikonomos, οἰκονόμος, «mayordomo, dispensador, administrador, tesorero» (Lc. 12:42; 16:1, 3; Ro. 16:23).
Administrador o superintendente de los bienes de la casa de otro. Eliezer era el mayordomo de Abraham (Gn. 15:2; 24:2); José, en cuanto oficial de la corte del faraón, tenía uno a su servicio (Gn. 43:19; 44:1, 4). Eran indispensables en las cortes reales como administrdores de todo lo relativo a los asuntos domésticos y la economía. Aparecen mencionados en la corte de David y Salomón (1 Cro. 27:31; 1 R. 4:7), Nabucodonosor (Dn. 1:11, 16) y Herodes (Lc. 8:3).
El mayordomo también supervisaba y dirigía al personal doméstico y llevaba las cuentas de la casa; era el dispensador que distribuía los artículos y alimentos a los componentes de la casa, tanto para su alimentación como para llevar a cabo sus trabajos (Lc. 12:42; 16:1). Por la naturaleza de sus funciones, era un cargo de alta confianza. No había nada más bajo e indigno que un mayordomo infiel (cf. Mt. 20:8).
Según el NT, los ministros de Dios, predicadores, obispos y maestros de la palabra, son los mayordomos o dispensadores que él ha puesto en su Iglesia (Tit. 1:7; 1 Cor. 4:1–2; 1 Pd. 1:12). Del mismo modo, y en un sentido general, todos los creyentes son dispensadores de las gracias y los dones que Dios les ha confiado (1 Pd. 4:10). Lo que se demanda de cada uno es que sea fiel porque llegará el día en que deberá rendir cuentas de su administración. Tendrá que restituir todos los bienes que haya recibido a su cuidado, y es solo entonces cuando recibirá «lo que es suyo», esto es, su herencia eterna (Lc. 16:2, 9–12). Véase ADMINISTRADOR, MINISTERIO, TESORERO.