MEDICINA

Ciencia y arte dirigidos a prevenir y curar la enfermedad. Las explicaciones en torno a los procesos patológicos han sido formuladas a lo largo de la historia en función de diferentes causas: sobrenaturales, divinas, humanas, científicas y naturales.
1. Medicina y magia.
2. La medicina en el mundo bíblico.
3. La medicina griega.
4. La medicina en el cristianismo.
I. MEDICINA Y MAGIA. El hombre desde sus orígenes se ha visto amenazado constantemente por fenómenos naturales, accidentes y ataques de animales que le han generado miedo, temor e ira en inumerables ocasiones. En la medicina primitiva, el concepto de enfermedad es mágico y misterioso, difícil de separar de las creencias religiosas.
En todas las culturas ancestrales, existía un grupo selecto de gente que a través de su capacidad de sugestión iniciaron las primeras prácticas curativas mediante el uso de conjuros, empleo de pócimas y otros artificios, aunque ninguna de estas tuvo un sustento válido. La religiosidad estuvo dirigida por el culto a los dioses, pero al mismo tiempo llevada hacia la creencia en fenómenos mágicos, ya que los magos o sacerdotes eran quienes se comunicaban con los dioses. Se podría afirmar que no hay cultura ancestral en la que el desarrollo de la práctica médica sea ajeno a la magia y la religión.
Solo muy recientemente se ha emprendido la medicina como un estudio científico limitado a explicaciones naturales y razonables de las enfermedades, sus causas y su cura.
Los conocimientos médicos más antiguos pertenecen al Paleolítico Inferior, aunque son escasos. Del Paleolítico Superior los datos son más numerosos, y del Período Neolítico y de la Edad de los Metales los datos que se tienen se encuentran en mayor cantidad y frecuencia para su interpretación. Se han realizado a partir de los instrumentos de caza y lucha, de los restos óseos conservados y las representaciones de las figuras humanas. La mayor parte de los vestigios óseos muestran vestigios traumáticos explicados por la vida ruda, así como la lucha constante con animales o entre los hombres mismos. También existen evidencias de la presencia de enfermedades no traumáticas en el hombre primitivo, como la artritis deformante múltiple, miositis osificante, osteomielitis, escoliosis y alteraciones dentarias.
Sin embargo, todavía hoy se ignora la época de aparición de las tres grandes infecciones que afligen a la humanidad: la > lepra, la tuberculosis y la sífilis, pero analizando los restos óseos existen vestigios de la presencia de la tuberculosis en la Edad de Piedra y es frecuente en las momias egipcias del período predinástico. La lepra, como es una patología que rara vez afecta al hueso, se hace difícil de evidenciar.
Entre los pueblos primitivos, la enfermedad se atribuye a la infracción de un tabú, el hechizo dañino, la influencia de un espíritu maligno, la desobediencia a la ley divina cuyo castigo acarrea pérdida de salud. Cuando se cree que la enfermedad se debe a la infracción de un tabú, el médico primitivo cuenta con poderosos recursos terapéuticos, entre los que destaca la «confesión» del enfermo. Al declarar las faltas morales, el enfermo se libera del sentimiento de culpabilidad que le angustia y que conscientemente acepta haber cometido. Se libera así del sentimiento de culpa. Los ritos de purificación corporal con el agua, el ayuno, las dietas, los vómitos y las purgas tienen especial interés en el tratamiento de las enfermedades. Parece evidente que en la prehistoria se trepanaba por motivos mágicos y religiosos con una gran destreza, pero sin justificaciones racionales.
II. LA MEDICINA EN EL MUNDO BÍBLICO. La tradición egipcia relacionó las crecidas del Nilo con la salud y la enfermedad, pues las subidas del nivel de las aguas significaban abundantes cosechas y salud, mientras que los bajos niveles acarreaban el hambre y las epidemias. Su alimentación consistía en legumbres, frutas, huevos, algo de pescado, poca carne, y excluían de su dieta el cerdo y las bebidas alcohólicas. Los egipcios hacían uso frecuente de baños y abluciones, y fueron cuidadosos de la higiene personal, de su ropa y sus casas, así como de la preparación de los alimentos. Consideraban la salud como el estado natural del ser humano. La enfermedad podía clasificarse en dos grupos: aquellas cuyos síntomas eran evidentes, tales como los traumatismos, heridas, fracturas o quemaduras, en las que generalmente no se apelaba a explicaciones de tipo mágico, y aquellas cuyas causas eran desconocidas e invisibles, en cuyo caso se daban razones etiológicas de tipo mágico o metafísico. Los alimentos inapropiados o mal combinados podían ser considerados como causa de diversas enfermedades. La alimentación inadecuada era origen de alteraciones, pero no empleaban la dieta como coadyuvante de la terapia.
El pueblo egipcio se preocupó mucho por la higiene. Los sacerdotes y las clases dirigentes se depilaban absolutamente todo el cuerpo y se lavaban dos veces al día y dos de noche. No conocían el > jabón, pero sí el natrón y la sosa; además, se perfumaban y utilizaban gran cantidad de > cosméticos para embellecerse y evitar la desecación cutánea.
La concepción mesopotámica —de asirios y babilonios— de la enfermedad era estrictamente religiosa, hasta el punto de que la misma palabra shêrtu significaba «pecado, cólera de los dioses, castigo y enfermedad». Para diagnosticar se recurría en primer término a un interrogatorio ritual del paciente, con el fin de averiguar el fallo moral que había causado la dolencia. «¿Has sembrado la discordia entre padre e hijo? ¿Has sembrado la discordia entre madre e hija? ¿Has cometido crímenes, has robado, has hecho robar?». En segundo lugar, se utilizaban en el diagnóstico y el pronóstico la > astrología con métodos muy precisos, la hepatoscopia, que consistía en la búsqueda de señales en el hígado de animales sacrificados o el examen de sus entrañas, y la quiromancia o interpretación de las líneas de la mano. En relación con la hepatoscopia se conservan modelos de hígado en arcilla cocida con delicados detalles anatómicos. La terapéutica de estos pueblos consistía en la oración, los sacrificios y la magia, practicada por el âshipu. Las oraciones y sacrificios iban encaminadas a contentar a los dioses para lograr su regreso al cuerpo abandonado.
Entre los hebreos, la contribución más importante a la medicina fueron los preceptos higiénicos que introdujeron como parte de la Ley de Moisés. Sin duda, los israelitas aprendieron buena parte de su práctica higiénica de los egipcios, pero le dieron un carácter propio y la elevaron a sistema ético. Otros elementos importantes eran el consumo de animales desangrados kosher, la prevención de las enfermedades contagiosas mediante el aislamiento de los enfermos y el cuidado en la deposición de excrementos humanos. La enfermedad se observó siempre como un castigo de Yahvé por causa del pecado; solo en el libro de Job aparece como una «prueba» para un justo. No se observa una concepción naturalista de la enfermedad o de su explicación, pero tampoco se recurre a la explicación mágica, excluida de Israel. El único médico, el único sanador, es Dios. «Yo soy Yahvé tu sanador» (Ex. 15:26). Solo a los extranjeros se les otorgó el título de médico y siempre con cierta prevención; los sanadores judíos se tenían por «ayudantes del Señor». En Eclo. 38:1–15 se advierte un cambio radical de actitud ante los médicos: se afirma que han sido creados por Dios, que hace «que la tierra produzca remedios» que no menospreciará el hombre prudente.
La práctica de la medicina se reducía a la preparación de bálsamos y ungüentos a base de aceite puro o mezclado con vino (Is. 1:6; Lc. 10:34; Stg. 5:14; Josefo, Guerras 1, 33, 5); pomadas, cataplasmas (2 R. 20:7; Jer. 8:22); raíces, hojas (Ez. 47:12), emplastos de higos (2 R. 20:7) y la hiel de pez (Tob. 11:7ss). Posteriormente se recurrió a las aguas termales.
La literatura sapiencial valora el mantenimiento de la salud y para ello previene contra la intemperancia (Eclo. 31:19–24; 37:27–31), contra la melancolía, las preocupaciones, la envidia, la ira o los cuidados (Eclo. 30:22; 31:2), y recomienda el temor de Dios (Prov. 3:7ss; Eclo. 34:22) y la alegría (Prov. 17:22).
III. LA MEDICINA EN GRECIA. La medicina de la Grecia antigua no era diferente de la primitiva. Tenía una base mágico-religiosa, como puede verse en los poemas épicos (Ilíada y Odisea), que datan de antes del siglo VI a.C. En ambos relatos, los dioses no solo están siempre presentes, sino que conviven con los humanos, compiten con ellos en el amor y pelean con ellos en la guerra y hasta son heridos, pero se curan automáticamente. No así los guerreros mortales, cuyas heridas requieren los tratamientos de la medicina primitiva. El dios griego de la medicina era Asclepio, latinizado como Esculapio, en cuyos templos se practicaba la medicina mágica. La entrada en los santuarios de Asclepio estaba prohibida a algunos, como mujeres embarazadas y personas deformes. Si el paciente moría, el sacerdote tenía la justificación de que era el deseo del dios para no alterar el orden de la naturaleza. En cuanto el paciente se curaba, podía irse del santuario, pero antes debía pagarle al dios unas monedas o hacerle una ofrenda. En la mayoría de los santuarios de Asclepio los arqueólogos han encontrado cientos de ofrendas de mármol, terracota o metal con la forma de las partes curadas: ojos, narices, orejas, penes, manos o piernas. Cuando el cristianismo reemplazó la religión pagana, la Iglesia cristiana adoptó esta costumbre antigua.
Con Alcmeón e Hipócrates, en el siglo V a.C. nació la medicina hipocrática, el primer intento racional o científico de ejercer la práctica médica. La terapéutica hipocrática trató siempre de favorecer sin perjudicar, iba dirigida a todo el cuerpo enfermo y no a sus partes, y se ejecutó con prudencia. Para la medicina hipocrática lo importante es la armonía con la naturaleza, pues las enfermedades consisten en alteraciones del orden preestablecido. La protagonista de la curación es la naturaleza y es ella misma la que espontáneamente recobra su armonía, o el médico debe intervenir para ayudar a llevar a cabo lo que ella no es capaz de realizar por sí sola. El hipocrático intenta individualizar el tratamiento, según la constitución del enfermo, su edad, la estación del año y el momento. Hay enfermos, no enfermedades, se dice. El principio básico de la terapéutica hipocrática era la «fuerza curativa de la naturaleza», que el médico se limitaba a favorecer mediante la «dieta», no reducida a la alimentación, sino entendida como régimen de vida: los fármacos y la cirugía, juntamente con el ejercicio, la actividad profesional y las costumbres sociales.
IV. LA MEDICINA EN EL CRISTIANISMO. Siguiendo la tradición judía, Jesús y sus discípulos no presentan novedades en el panorama médico; se limitan a seguir las directrices del AT sobre la pureza legal y la higiene. Los textos del NT proporcionan escasos datos médicos y siempre de un modo incidental. Ahora bien, es clara la actitud negativa de Jesús frente a la idea general del carácter punitivo de la enfermedad, que atribuye la génesis de una dolencia física al pecado del paciente o de sus padres. La actitud de Cristo frente al problema de las causas reales de la enfermedad física es una negación de la relación etiológica entre esta y el pecado.
Para el cristianismo primitivo, la medicina era un arte inventada por el paganismo griego, lo que llevaba a algunos a creer que era ilícito el uso de medicamentos prescritos por ella y que solo de la oración y el exorcismo pudiera esperarse la salud. Pero de la mano de intelectuales como Orígenes y Gregorio de Nisa, el arte de Hipócrates y Galeno fue incorporándose poco a poco a la práctica cristiana del cuidado de los enfermos.
Movidos por el principio de la caridad y amor al prójimo, se sabe que muchos cristianos dieron de sí todo lo mejor para aliviar el sufrimiento de otros. Así se evidenció en las epidemias que asolaron el Imperio romano en aquellos tiempos: los cristianos atendían y cuidaban a los enfermos a pesar del grave peligro de contagio que corrían. De esa manera surgió la medicina religiosa en un contexto cristiano, en la que el rezo, la unción con aceite sagrado y la curación por el toque de la mano de un santo eran los principales recursos terapéuticos. La práctica de la medicina religiosa cristiana no incluía la preocupación por los problemas médicos o la investigación de las causas de las enfermedades porque se aceptaba que eran voluntad de Dios. Véase ENFERMEDAD, MÉDICO, MILAGRO, SALUD.