Mansedumbre

Gr. 4240 praútes, πραΰτης, o praotes, πραότης = «mansedumbre»; 4239 praupathía, πραυπαθία = «disposición mansa», de 4239 praús, πραΰς = «manso», y paskho, πάσχω, «sufrir».
Es aquella serenidad del espíritu pacífico y humilde, en virtud de la cual el hombre no se deja arrebatar fácilmente por la cólera con motivo de las faltas o el enojo de los demás (Prov. 16:32; Stg. 3:7, 8, 13). Dios mora con un espíritu de esa naturaleza y le concede bendiciones especiales (Is. 57:15; 66:2; Mt. 5:5).
Praútes es utilizado en las Escrituras con un significado más pleno y profundo que en los escritos griegos seculares Designa no solo el comportamiento externo de la persona; ni tampoco sus relaciones con sus semejantes; tampoco se trata meramente de su disposición natural. Más bien es una obra efectuada en el alma; y sus ejercicios son en primer lugar y ante todo para con Dios. Es un término estrechamente relacionado con la palabra tapeinophrosyne = «humildad», que es una directa consecuencia de ella (Ef. 4:2; Col. 3:12); solo los de corazón humilde son también mansos, y, como tales, no luchan contra Dios ni se enfrentan ni contienden con él ni entre sí. La mansedumbre también va asociada a la «templanza» o «dominio propio», y forma parte del catálogo de frutos del Espíritu (Gal. 5:23).
En castellano, el término «mansedumbre» sugiere debilidad y pusilanimidad en mayor o menor grado, en tanto que praútes no lo indica en absoluto. Descrita en términos negativos, la mansedumbre es lo opuesto a la afirmación propia y al propio interés; es una ecuanimidad de espíritu que ni se entusiasma ni se deprime, simplemente porque no se ocupa en absoluto del interés egoísta.
El cristiano, y en especial el pastor, es exhortado a seguir «la justicia, la piedad, la fe, el amor, la perseverancia, la mansedumbre» (1 Ti. 6:11). Ejemplos de ello son personajes tan dispares como Moisés (Ex. 2:12; Nm. 12:3) y Pablo (Hch. 26:10, 11; 1 Cor. 9:19).
Jesucristo es el «manso» por excelencia, gentil y afable (Mt. 11:29). Se predica de él como Rey Mesías: «Decid a la hija de Sion: He aquí tu Rey viene a ti, manso y sentado sobre una asna» (Mt. 21:5, citando Zac. 9:9). En 2 Cor. 10:1 el Apóstol apela a la «mansedumbre… de Cristo». Se exhorta a los cristianos a que muestren «toda mansedumbre para con todos los hombres» (Tit. 3:2), porque la mansedumbre conviene a «los escogidos de Dios» (Col. 3:12). Incluso aquellos «que se oponen» tienen que ser corregidos con mansedumbre (2 Ti. 2:25). Santiago exhorta a sus «amados hermanos» a recibir «con mansedumbre la palabra implantada» (1:21). Véase HUMILDAD.