Monte

Elevación natural de terreno, y término con que la Biblia denomina tanto a cerros de poca altura, como a elevadas montañas y cordilleras. Los montes constituyen los testigos más perdurables de los grandes acontecimientos humanos. Algunos de ellos son célebres a partir de su mención bíblica y sus nombres evocan dramáticos episodios de la historia universal, por ejemplo el → Ararat, que recuerda el → Diluvio, el pecado del hombre, y la justicia y misericordia de Dios. Asimismo el → Sinaí recuerda lo terrible de la presencia de Jehová y las drásticas exigencias de la Ley divina. El → Carmelo evoca el triunfo del verdadero Dios sobre los ídolos (→ Elías), y el monte de la → Transfiguración habla de la vida de oración del Señor Jesús, de la aparición de Moisés y Elías acompañando a Cristo y de la voz de Dios desde el cielo.
Aun cuando Palestina es una tierra de terreno accidentado en su mayor parte, sus montes apenas alcanzan la altura de cerros, colinas o montañas de mediana altura. Se usaban como sepulcros (Dt 34:1, 5; 2 R 23:16), escondrijos (Gn 14:10; Mt 24:16), lugares de habitación (Gn 36:8), puntos limítrofes (Nm 34:7), fortalezas (Sal 125:2), lugares de pastoreo para distintos animales (Éx 3:1; Sal 50:10; Lc 8:32), promontorios para la construcción de altares (Jos 8:30), plataformas para hablar al pueblo (Jue 9:7; 2 Cr 13:4), trincheras militares (1 S 17:3), minas de piedra (2 Cr 2:18), santuarios de revelación divina (Éx 3:1, 2; 19:16, 18; Mc 9:2) y lugares de oración (Éx 34:28, 29; Lc 6:12; 9:28; 22:39).

Foto: Colección fotográfica Matson
Estos magníficos cedros cubrieron una vez los montes del Líbano. Pero solo quedan unas cuantas arboledas aisladas por su tala a través de los siglos.
Los judíos consideraban los montes como lugares santos y propicios para la adoración, y estos constituyeron durante muchos siglos un factor determinante en el adulterio espiritual de Israel para con Jehová. En los «lugares altos» el pueblo ofrecía sacrificios y quemaba incienso a los ídolos (2 R 12:3), levantó estatuas paganas (2 R 17:10; 23:13), construyó templos, para los que estableció un sacerdocio prohibido (2 R 17:32), y quemó a fuego a sus hijos (Jer 31). Ningún mensaje profético ni exhortación divina pudo convencer a los judíos de que abandonaran estas prácticas paganas, y Jehová tuvo que determinar la severa disciplina de la → Cautividad para curar al pueblo de su prostitución espiritual.
En las Escrituras, los montes son símbolo de estabilidad (Sal 30:7; 65:6), dificultades (Is 40:4; Zac 4:7; Mt 17:20) o abundancia (Am 9:13) y del reino del Mesías (Is 2:2; Dn 2:35). Son testigos de las obras de Dios (Sal 114:1–4), de su juicio (Sal 98:8) y de su constante socorro (Sal 121:1). Una montaña estéril es símbolo de desolación y juicio (Is 42:15), o habla del juicio divino sobre una nación, por ejemplo, Babilonia (Jer 51:25). Varios atributos de Dios se comparan o ilustran con los montes: su justicia (Sal 36:6), su amor (Sal 125:2), su santidad (Sal 24:3), su bondad (Sal 30:7) y su eternidad (Sal 68:16).