Moloc

Divinidad adorada por los amonitas (1 R. 11:7). El artículo que precede al término en heb. indica que no se trata de un nombre propio, sino de una expresión que significa «aquel que reina». Recibía también el nombre de Milcom (1 R. 11:5, 33; Jer. 49:1, 3; Sof. 1:5). Esta divinidad presentaba uno de los aspectos de Baal (Jer. 32:35), nombre propio que es asimismo nombre común, sinónimo de señor. Bajo el nombre de Melcart, rey de la ciduad, Baal recibía en Tiro sacrificios humanos. El culto a Moloc demandaba holocaustos de niños que le eran quemados vivos. Para ello, eran depositados en los brazos del ídolo, que estaban en posición de pendiente. Al son de tambores y cánticos la víctima rodaba hacía una apertura por donde caía a un horno caliente. Las motivaciones de este sacrificio eran varias: desde emergencias nacionales hasta el mero cumplimiento de un voto por un don recibido de parde del dios. La edad de los niños sacrificados oscilaba entre recién nacidos hasta tres e incluso cuatro años; no se trataba siempre del primogénito, como se ha asumido en ocasiones. De hecho, se han hallado urnas en el Tofet de Cartago con dos o tres cadáveres de niños sacrificados, entre los tres/cuatro años de edad y recién nacidos, pertenecientes a una misma familia. Se trataba de una práctica que, como han documentado las excavaciones de Cartago, se llevaba a cabo con regularidad y normalidad. Esta práctica aumentó con la sofisticación de la civilización urbana cananea, en contra de las concepciones evolucionistas del progreso. En Cartago, las prácticas no cesaron totalmente ni aun cuando la autoridad romana, después de la conquista de la ciudad, dio muerte a los criminales sacerdotes de Baal, colgándolos de los árboles de su mismo santuario. En la ley de Moisés se condenaba a muerte a todo el que fuera culpable de este abominable crimen (Lv. 18:21; 20:1–5). A pesar de ello, Salomón, ya anciano, erigió un altar a Milcom para complacer a sus mujeres amonitas. Durante los siglos posteriores, se sacrificaron niños a Moloc, quemados vivos, en el lugar alto de Tofet, en el valle de Hinom (Sal. 106:38; Jer. 7:31; 19:4, 5; Ez. 16:21; 23:32, 39; cfr. Is. 30:33). Acaz hizo morir así a sus propios hijos (2 Cr. 28:3); Manasés inmoló igualmente, al menos, a uno de sus hijos (2 R. 21:6). Los israelitas del reino del norte practicaron también este rito horrendo (2 R. 17:17; Ez. 23:37). Josías destruyó los altares que Salomón había erigido sobre el monte de la perdición (una de las cumbres del monte de los Olivos) para este falso dios y para otros ídolos. El rey Josías profanó el lugar alto de Tofet (2 R. 23:10, 13). (Véanse Divinidades paganas, Quemós, Tofet.)
Se debe hacer notar también que la LXX introduce la forma Moloc en Am. 5:26, citado en Hch. 7:43. El texto heb. puede leerse «vuestro rey» en lugar de Moloc (heb. melek, con las vocales de bõsheth, vergüenza, para indicar menosprecio hacia la divinidad pagana).