MACABEOS

Gr. pl. Hoi Makkabaîoi, οἱ Μακκαβαῖοι = «los Macabeos»; lat. Machabei; término de significado incierto, algunos lo hacen derivar del arameo maqqabah, מַקָּבָה = «martillo», quizá en referencia a la demolición de los enemigos o a una malformación de la cabeza; otros, de la raíz hebrea maqab, מקב = «nombrar», con el significado de «designado» o «elegido» por Yahvé. El apelativo Macabeo, gr. makkabaîos, Μακκαβαῖος, es propiamente el sobrenombre de Judas, tercer hijo de Matatías de Modín (1 Mac. 2:4), que pasó luego a indicar la familia de los > Asmoneos y, posteriormente, los libros que tratan de la lucha de liberación de los judíos de Palestina de manos de Siria, que ocupaba por entonces la región.
El relato de sus hazañas se halla en los libros 1 y 2 Macabeos. Antíoco IV Epífanes, rey de Siria, fue verdaderamente, según la profecía de Dn. 8:23, «un rey altivo de rostro». Decidido a uniformar su reino a costa de exterminar el judaísmo y de llenar las arcas semivacías de su tesoro, saqueó el Templo de Jerusalén el año 167 a C., erigió una estatua de Zeus Olímpico en el recinto sagrado y ofreció cerdos sobre el altar (cf. Dn. 11:31 «la abominación desoladora»). > Matatías, el primero de los Macabeos, era un sacerdote anciano retirado en el pueblo de > Modín, que tuvo el valor de levantar la bandera de la rebelión. Dio muerte a un oficial sirio que quería imponer los decretos de Antíoco, y huyó con sus cinco hijos a los montes de Judea, donde se le unieron muchos «piadosos». Matatías y sus seguidores se extendieron por todo el país destruyendo altares paganos, circuncidando niños, expulsando extranjeros y judíos apóstatas, y reuniendo nuevos adeptos. Matatías murió el año 166 a.C., y confió a sus hijos la empresa de la guerra de liberación (1 Mac. 2).
Judas Macabeo (166–161 a.C.) tomó el mando de la rebelión judía. Consiguió una serie de victorias tanto más notables cuanto que los judíos no habían cosechado más que derrotas a lo largo de tres siglos. En el año 165, el 25 de Quisleu, Judas ocupó Jerusalén, aunque el Acra permanecía en manos de los sirios; purificó el Templo profanado hacía tres años, y restableció en Jerusalén el sacrificio diario. En la época de Cristo se seguía celebrando la > Fiesta de la Dedicación, que recordaba este acontecimiento (Jn. 10:22). Durante el período de respiro que le dejaron los sirios, Judas emprendió varias expediciones por los territorios vecinos, bien para castigar actos de agresión, bien para llevar a Judea judíos expuestos al peligro entre poblaciones hostiles (1 Mac. 5; 2 Mac. 10:14–38; 12:3–40). Pereció en una batalla en el año 161 a.C. Le sucedió su hermano Jonatán (161–143 a.C.), en un momento en que dos pretendientes se disputaban el trono de Siria: Demetrio y Alejandro Balas. Este último trató de conseguir el apoyo de Jonatán, hasta entonces un proscrito, y le propuso el reconocimiento oficial como «sumo sacerdotes del pueblo» y gobernador general de Judea. Así fue puesta a un lado la línea de Aarón; se había desacreditado después de haber ejercido este ministerio a lo largo de trece siglos. Jonatán concertó alianzas con Esparta y Roma y reforzó las fortificaciones de Jerusalén. Fue asesinado traicioneramente por Trifón, general sirio, en el año 142 a.C., que quería apoderarse del trono (1 Mac. 13:1–23).
Simón (143–135 a.C.), el último superviviente de los cinco hijos de Matatías, tomó entonces el poder. Consiguió el reconocimiento de la independencia de Judea a cambio de su alianza con Demetrio II, que todavía tuvo que luchar contra Trifón. Se apoderó del Acra o ciudadela de Jerusalén, que habían ocupado los sirios durante 26 años. El puerto de Jope quedó bajo el control de los judíos. El comercio se desarrolló y le siguió una etapa próspera. Después de cinco años de paz y prosperidad bajo su prudente gobierno, Judea fue amenazada por Antíoco VII Sidetes, pero su general Cendebeo fue derrotado en Modín por Judas y Juan, hijos de Simón. Unos meses después, Simón fue asesinado con dos de sus hijos por su ambicioso yerno Ptolomeo, y fue enterrado en Modín con sus padres y hermanos, sobre cuyas tumbas había erigido un magnífico monumento (1 Mac. 13:25–16:17). Tras él, la estirpe degeneró rápidamente.
El sucesor de Simón fue su tercer hijo, Juan Hircano (135–105 a.C.). Consiguió conquistar Samaria, destruyendo el templo erigido sobre el monte Gerizim (cf. Jn. 4:20). También sometió Idumea, convirtiendo a sus moradores al judaísmo e imponiéndoles la circuncisión; estos descendientes de los edomitas llegaron a ser los más patriotas de los judíos. Juan Hircano dejó de pagar el tributo a los reyes de Siria, que habían ido perdiendo más y más poder, y empezó a acuñar moneda. Por su política, los > fariseos le retiraron su apoyo, lo que le hizo buscar la ayuda de los > saduceos. Estos provenían sobre todo de los grupos cercanos al sumo sacerdote; pertenecían a la clase noble y pretendían descender del sacerdote Sadoc. Querían adaptarse a las circunstancias y alentaban las tendencias helenizantes.
Los últimos Macabeos dieron el triste espectáculo de la decadencia de una noble familia. Aristóbulo I (105–104 a.C.), ambicioso y carente de escrúpulos, asumió el título de rey. Dejó morir de hambre en la cárcel a su propia madre y dio muerte a uno de sus hermanos. Murió de enfermedad después de un año de reinado. Alejandro Janneo (104–78 a.C.) se mostró también cruel, disoluto y dominante. Hubo un momento en que su territorio abarcó más extensión que el de las antiguas Doce Tribus. Sostenido por los saduceos y aborrecido por los fariseos, tuvo que afrontar una cruenta guerra civil durante seis años. Por primera vez los judíos aplicaron la crucifixión: Alejandro Janneo hizo crucificar a 800 de los principales fariseos en Jerusalén. Su viuda Alejandra (78–69 a.C.) le sucedió en el trono y reinó con prudencia. A su muerte, sus dos hijos se disputaron el poder: el primogénito, el débil Hircano II, había sido designado como rey y sumo sacerdote; el menor, Aristóbulo II, desencadenó una guerra civil para ponerse en su lugar. El jefe idumeo Antípatro fue inducido a intervenir, y en el curso de esta lucha ambos hermanos recurrieron al arbitraje de Pompeyo y del pueblo romano. Llegado ante Jerusalén en el año 63 a C., Pompeyo tomó partido por Hircano II. Se apoderó de la ciudad después de un sitio de tres meses, masacrando a continuación a 12.000 judíos, atreviéndose además a penetrar en el Templo hasta el Lugar Santísimo. Según Tácito, se quedó asombrado al no encontrar nada tras el velo: ni estatua ni objeto alguno de adoración («vacam sedem, inania arcana»: un santuario vacío, ausencia de misterios). Hircano II, mantenido en su cargo de sumo sacerdote, tuvo que cambiar su título de rey por el de «etnarca» y contentarse con gobernar el pequeño territorio de Judea. Galilea y Samaria vinieron a ser provincias distintas: había terminado la independencia judía, y Pompeyo llevó a Roma, en su cortejo triunfal, a Aristóbulo II, rey de los judíos. Hircano II (63–40 a.C.) fue solo un juguete en las manos de Antípatro, a quien Roma había designado como procurador. Un hijo de Aristóbulo, Antígono (40–37 a.C.), consiguió imponerse por un cierto tiempo con la ayuda de un ejército parto, pero el senado romano había designado rey de Judea a Herodes (el Grande), hijo de Antípatro, que se había casado con Mariamne, nieta de Aristóbulo II. Después de dos años de esfuerzos, Herodes consiguió apoderarse de Jerusalén en el año 37 a.C., e hizo decapitar a Antígono. Los tres últimos supervivientes de los Macabeos murieron también víctimas de la patológica desconfianza de Herodes, incluyendo su propia esposa Mariamne. Así halló su fin esta ilustre familia, que había rendido señalados servicios a la causa judía, y que se perdió principalmente por sus discordias. Véase ALEJANDRO JANEO, ARISTÓBULO, ASMONEOS, HERODES, JUDAS MACABEO, MATATÍAS.