GRACIA

GRACIA Aunque en la Biblia la gracia es fundamentalmente un atributo de Dios (1 P 5:10) y la mención más usual es la «gracia de Dios» (Hch 14:26; 20:24; 2 Co 8:1; Col 1:6; 2 Ts 1:12; Tit 2:11), en algunos pasajes es también una virtud humana (Pr 1:9; 3:22; 31:30; Nah 3:4). En ocasiones, gracia tiene la significación particular de una ofrenda (2 Co 8:19, RV-1909) y en plural expresa una acción de gratitud (1 Ti 4:4; Heb 12:28, VP).
Como el atributo inseparable de Dios, la gracia no existe independientemente, como si fuese una entidad por sí sola. Debe eliminarse toda imagen que se la figure como una especie de sustancia, pues es la actitud de Dios hacia el hombre. Es la generosidad o la magnanimidad de Dios hacia nosotros, seres rebeldes y pecadores. En el Antiguo Testamento es la traducción de una palabra que también se entiende como «favor» (Os 14:4), pero, aun sin emplear el término, el concepto impregna toda la Biblia, y entrelaza ambos Testamentos en completa unidad más que ninguna otra idea (Dt 7:7; 8:14–18; 9:4–6; Sal 103:4, 10; Jon 4:2).
En el Nuevo Testamento la gracia está centrada en la persona de Jesucristo (Jn 1:14–17; Ro 5:15; 1 Co 1:4; 1 Co 8:9; Ef 4:7; 1 Ti 1:14; Heb 2:9; 1 P 1:13). Él es la gracia de Dios, manifestada por acción de la voluntad divina, y las Escrituras afirman resueltamente que el hombre no puede hacer nada para merecerla (Ro 3:27, 11:6; Gl 2:21; 3:11; Ef 2:4–10), sin que esto, por supuesto, signifique abolición de la Ley. Estos mismos pasajes también insisten en la importancia de las buenas obras (Ef 2:4–10; Tit 2:11–14; 3:4–8). Estas no son causa sino consecuencia de la gracia de Dios, a pesar de lo ilógico que resulte esta doctrina para el orgullo del hombre natural.
La gracia posibilita la fe, que es la respuesta agradecida a la iniciativa de Dios. La fe es la aceptación de la gracia de Dios, pero a esta no la provoca aquella, pues es don de Dios para salvación (Hch 15:11; Ro 4:13–16; Ef 1:7; 2:8; 1 P 1:10). Toda la idea neotestamentaria de la redención y salvación gira en torno a la gracia de Dios manifestada en la vida, obra, muerte y resurrección de Cristo. Es la base de nuestra justificación (Ro 3:24; Tit 3:7), la verdadera buena nueva y la esencia misma del evangelio (Hch 20:24). Por esa gracia, Dios nos reconcilia consigo mismo en la cruz (2 Co 5:14–21).
La vida cristiana en su totalidad está contenida en la gracia de Dios. La santificación, crecimiento y maduración del creyente no se efectúa como una etapa posterior e independiente de la recepción de la gracia, sino dentro de ella (Hch 13:43; 2 Ti 2:1; 2 P 3:18). La vida cristiana está orientada por la gracia (2 Co 1:12), así como ha sido emancipada por ella de la sujeción penosa de la Ley (Ro 6:14). Esta gracia es para el hombre de fe la fuente de consuelo en sus tribulaciones (2 Ts 2:16s) y de esperanza y aliento en toda su acción; conforma con características especiales toda la vida (Mt 10:8b; 2 Co 8:1, 2) y en las horas de crisis es socorro oportuno (Heb 4:16). Tanto la vocación a la vida cristiana como al servicio dentro de ella, es obra de la gracia (Gl 1:6, 15; 2 Ti 1:9).
Caracteriza a la gracia su abundancia suficiente para toda emergencia y para toda necesidad y situación (Hch 4:33; 6:8; 11:23; Ro 5:17, 20; 2 Co 4:15; 9:8, 14; Ef 1:6; 2:7). Proviene del amor sin límites del Padre celestial.
Ser objeto de la gracia es un privilegio, y por consiguiente una responsabilidad. No podemos apoderarnos de la gracia como si fuera nuestro derecho, pero es posible oponer resistencia y perder así los beneficios que nos ofrece (2 Co 6:1; Gl 5:4; Heb 10:29; 12:15; Jud 4). Tenemos la obligación de administrar la gracia (Ef 3:2; 1 P 4:10).
Nuestra vocación cristiana en general, y la vocación a un ministerio particular son obra de la gracia (Hch 14:26b; Ro 1:5; 1 Co 3:10; Ef 3:8). Para cumplir ese ministerio la gracia nos brinda los dones (gracias o carismas) particulares que necesitamos (Ro 12:6; Ef 4:7). Fue por toda la importancia de la gracia por lo que siempre se incluyó en los saludos y bendiciones cristianas (Ro 1:7; 16:24; 1 Co 1:3; 2 Co 1:2; 13, 14; Gl 1:3; Ef 6:24; 2 Ts 1:2; etc.).