NABÓNIDO

Acadio Nabû-naíd. Último soberano de Babilonia (556–539 a.C.) y padre de > Belsasar. Su nombre no aparece en los textos bíblicos, aunque sí el de su hijo (Bel-sharusur), en relación con la toma de Babilonia por los persas, según se relata en el libro de Daniel.
El origen de Nabónido no es claro. No descendía del linaje caldeo de Nabucodonosor II (605–562 a.C.); de hecho se hizo con el trono de Babilonia gracias a una conspiración. A la muerte de Nabucodonosor, parece que el poder estuvo en manos de los sacerdotes de Marduk. Se sucedieron fugazmente el hijo de Nabucodonosor, Auil-Marduk (el > Evil-merodac de 2 R. 25:27), cuyo reinado duró solo dos años debido al triunfo de una conjura encabezada por su cuñado, el general Nergalsharusur/Neriglisar (559–556 a.C.), y su hijo Labashi-Marduk, casi un niño, que pronto fue derrocado por Nabónido (556 a.C.).
Según las inscripciones cuneiformes, Nabónido era hijo del príncipe de Harán, Nabu-balatsu-iqbi, y de Adad Adagupi, sacerdotisa del Templo de la Luna de Harrán. De ella no se sabe con certeza si era una princesa asiria y si era su madre verdadera o adoptiva, puesto que las sacerdotisas de Sin no podían tener hijos. Después de que los medos y babilonios tomaran Harrán en 610 a.C., quizá la madre de Nabónido fue considerada como una prisionera distinguida y llevada al harén de Nabucodonosor, de manera que Nabónido creció en la corte real. Se ha supuesto que contrajo matrimonio con Nitocris, hija de Nabucodonosor y viuda de Neriglisar.
Monarca de gran cultura, Nabónido desenterró y restauró antiguas tablillas cuneiformes y viejos templos acadios. Desatendió Babilonia y, en cambio, se interesó por ciudades más antiguas, como Ur, Sippar y Larsa. Sus inclinaciones religiosas se orientan en esa misma línea de búsqueda arcaica de las divinidades, en especial la tríada asiria: Sin, Samás e Istar. Esto causó un gran descontento en la corte y provocó la oposición del clero de > Marduk, que le juzgó herético y le acusó de alterar la religión con sus revelaciones y sus concesiones o otros dioses, ya que Babilonia adoraba a Marduk en exclusiva (monoteísmo cultual). Nabónido hizo transportar a Babilonia las más importantes representaciones plásticas de divinidades de la baja Mesopotamia en el momento en que la ciudad era amenazada por el creciente poderío persa. Formaba parte integral de la defensa de Babilonia el reunir en ella estatuas divinas. Por este medio, el monarca trataba de asegurarse el apoyo de los dioses en el inminente conflicto armado. La Crónica de Nabónido informa: «En el mes de [Âbu], Lugal-Marada y los demás dioses del poblado de Marad, Zabada y los demás dioses de Kish, la diosa Ninlil y los demás dioses de Hursagkalama visitaron Babilonia. Hasta el final del mes de Ulûlu todos los dioses de Akkad —los de arriba y los de abajo— entraron en Babilonia. Los dioses de Borsippa, Cutha y Sippar no entraron». Fuentes asirias y babilónicas del primer milenio aluden frecuentemente al retiro de estatuas divinas de los templos como resultado de la conquista de una ciudad. Las estatuas capturadas eran por lo general transportadas a la tierra del pueblo victorioso. El traslado masivo de los dioses de Sumer y Akkad a la capital obedecía a esta mentalidad de contar con el favor de todos los dioses posibles frente a un enemigo poderoso. Ahora bien, este traslado y concentración divina en Babilonia fue aprovechado por Ciro a efectos propagandísticos contra Nabónido, acusándole de haberlos llevado a la capital contra su voluntad.
Nabónido dirigió sus primeros esfuerzos contra los persas en la zona de Siria, llegando hasta Edom. Entonces dejó como regente en la capital al heredero, Belsasar. Durante más de siete años, probablemente diez, se instaló en Taima, en la península Arábiga, cuyas principales ciudades fueron tomadas. No está claro el motivo de su traslado: enfermedad, elucubraciones religiosas o intereses estratégicos. Se ha dicho que Nabónido buscaba una capital alejada del peligro persa, ya que Ciro dominaba toda la región entre el Mediterráneo y el golfo Pérsico y solo era cuestión de tiempo que invadiera Babilonia, pero es difícil creer que un rey pudiera dejar a merced del invasor una ciudad como Babilonia, que poseía un elevado status económico, simbólico e ideológico. Otra posible explicación señala que, al instalarse en Taima, Nabónido intentó el dominio de las rutas caravaneras de la península Arábiga, que por primera vez pasaban a ser controladas por una potencia mesopotámica. Durante su estancia, el rey edificó en Taima un complejo palaciego, la mayor parte del cual ha sido explorado por excavaciones recientes.
En un texto arameo descubierto en > Qumrán, se cuenta que Nabónido llevaba siete años enfermo en Taima cuando llamó junto a él a un profeta judío. Frank Cross publicó la traducción de este descubrimiento, llamado «La oración de Nabónido»:
«Las palabras de la oración que Nabonid, rey de Babilonia, el gran rey, oró cuando fue golpeado por una mala enfermedad, decretada por Dios en Temán: “Yo, Nabonid, fui golpeado por una mala enfermedad durante siete años, y desde aquel entonces llegué a ser como una bestia y oré al Altísimo y, en cuanto a mi pecado, lo perdonó. Un adivino —que era un judío de los exiliados— me vino y dijo: “Cuenta y escribe estas cosas para dar honor al nombre del Dios Altísimo”. Y así escribí: “Fui golpeado por una mala enfermedad en Temán por el decreto del Dios Altísimo, y en cuanto a mí, por siete años yo oraba a los dioses de plata y oro, bronce y hierro, madera, piedra y lodo, porque creía que eran dioses» (cf. Dan. 4:31–37).
En los diez años que Nabónido permaneció en Arabia, los persas se fortalecieron hasta el punto de que > Ciro, caudillo de ilimitada ambición y habilidad, comenzó su política expansiva. El peligro persa fue contestado con la formación de una coalición defensiva entre el faraón Amasis, Creso de Lidia y Nabónido, pero no pudo impedir la entrada de Ciro en > Sardes, la capital lidia (546 a.C.). Pronto toda la península de Anatolia fue incorporada a sus dominios, incluidas las ciudades griegas de la costa. Pronto empezaron las revueltas internas en tierras babilónicas que favorecieron a Ciro. En el otoño del 539 a.C., el persa marchó sobre Babilonia, entrando en la ciudad el 29 de octubre sin encontrar resistencia; al contrario, fue aclamado como liberador por el clero de Marduk, que presumía ver restaurados sus privilegios, ya que Ciro se había declarado ejecutor de la voluntad de aquella divinidad. En una inscripción de Ciro se puede leer: «Un endeble fue puesto al cargo como el rey de este país… Interrumpiendo de manera malvada las ofrendas habituales… La adoración de Marduk, el rey de sus dioses, convirtió en abominación». La referencia sería a Belsasar. Nabónido estaba en el sur, se rindió y se entregó a la misericordia de Ciro, que lo deportó a lejana Carmania, sin que se sepa nada de su fin. Un texto cuneiforme, insertado en un cilindro de Ciro, indica que vivió hasta su muerte, acaecida en marzo del año 538 a.C. Véase BABILONIA, BELSASAR, CALDEOS, CIRO, NABUCODONOSOR.