NOMBRES DE DIOS

Los nombres dados a Dios en la Biblia dicen cómo es él, y por esta razón, para conocer su esencia y naturaleza en cuanto revelada, es necesario no solo atender a los términos concretos que lo enuncian, sino también la fenomenología de cada nombre en sí mismo, la etimología que revela sus raíces y sentido, su entorno cultural y contexto religioso. Los nombres aplicados a Dios en el texto sagrado equivalen a símbolos en términos de categorías tomadas del mundo y de la experiencia humana. El lenguaje abstracto sobre Dios, que rehuye las > metáforas y el > antropomorfismo, se aparta de los datos bíblicos, que siempre se refieren a Dios en términos concretos, familiares, como alguien activo en la vida y la historia del hombre.
1. El. Heb. 410 El, אֵל = «ser fuerte, poderoso» (Gn. 46:3). Denota poder o potencia, se utiliza del verdadero Dios en 204 pasajes, y de otras deidades en dieciocho. Se encuentra especialmente en Job, los Salmos e Isaías. De origen semítico, es el nombre utilizado por Abraham y sus descendientes para designar a Dios. En Israel, este nombre asume un carácter más particular, viniendo a ser el propio del Dios único e incomparable. Es así que se acompaña siempre con un adjetivo que destaca un aspecto o virtud del Creador. Encontramos tres combinaciones de este nombre:
1) El Elyón, אֵל עֵלְיוֹן = «Dios altísimo» (Gn. 14:17–20; Is. 14:13–14).
2) El Shadday, אֵל שָׁדַּי, traducido «Dios todopoderoso, omnipotente». Usado 48 veces en el AT (cf. Gen. 17:1; Sal. 91:1).
3) El Olam, אֵל עוֹלָם = «Dios eterno» (Gn. 21:33; Is. 40:28).
De todas maneras, se usa preferentemente la forma plural Elohim.
2. ELOHIM, heb. 430 Elohim, אֱלהִים, lit. «dioses», denota personas que merecen adoración. Usado 2.570 veces, habla de la fortaleza y el poder de Dios (Gn. 1:1; Sal. 19:1). Es ciertamente una de las designaciones más antiguas del Dios revelado. Se halla en los relatos bíblicos de la creación y de la época patriarcal. Aunque sea una forma plural, va seguido por el verbo en singular cuando designa al Dios de Israel, lo que sugiere entonces una intensificación o también una absolutización de la divinidad, algo así como «Dios de dioses» o «Dios supremo».
Algunos eruditos han sostenido que al ser Elohim un plural, constituye la prueba del politeísmo de los antiguos hebreos. Sin embargo, los autores sagrados tienen cuidado en hacerlo concordar con un verbo en singular. Así, en Gn. 1:1 se dice que «en el principio Dios [Elohim, en plural] creó [en singular, no «crearon»] los cielos y la tierra» (Gn 1:1). En realidad, la forma plural de Dios en la Biblia evoca un sentimiento de reverencia. Es un plural mayestático, el nombre que sintetiza todas las perfecciones divinas, que desde la doctrina cristiana de la Trinidad insinúa la presencia de una pluralidad de personas en el seno de la deidad (Gn. 1:26; 3:22). «Quizá la idea desvelada en la forma plural Elohim pueda ser expresada con mayor precisión mediante la palabra Deidad que mediante la palabra Dios; y ciertamente no hay nada irrazonable en la suposición de que el nombre de la Deidad fue dado al hombre en esta forma, a fin de prepararlo para la verdad de que en la unidad de la Deidad subsisten tres Personas» (Girdlestone).
3. YAHVÉ, heb. 3068 Yahweh, יהוה, designación no genérica, sino personal, que hace referencia a la autoexistencia y la continua autorrevelación de Dios. Es el nombre más empleado en el AT, aparece entre 6.499 y 6.823 veces. La forma abreviada, 3050 Yah o Jah, se menciona en Ex 15:6; 17:16, unas cuantas veces en Isaías, y 35 en los Salmos (Sal 77:11; 89:8, etc.). No se trata de un predicado de Dios, sino de una declaración de su ser eterno, tal como se revela en la historia y en el tiempo. En heb., se presenta en forma de tetragrama: YHWH, יהוה, y los críticos difieren acerca de su pronunciación, origen y significado. La dificultad surge debido al misterio con que los judíos siempre han envuelto este nombre sagrado e incomunicable. Mientras que Elohim destaca un atributo de Dios, el poder, Yahvé revela con mayor fuerza su propia esencia. El uso de este nombre muestra que se relaciona con el Dios de la redención y del pacto que se revela al hombre para salvarlo entrando en relación con él. Las diversas expresiones compuestas en que se utiliza completan la revelación de la naturaleza y carácter de Dios en relación con el hombre, algunas de las cuales son:
1) Yahweh-Yireeh, יְהוָֹה יִרְאֶה, «Yahvé proveerá» (Gn. 22:13–14);
2) Yahweh-Nissí, יְהוָֹה נִסִּי, «Yahvé mi bandera o estandarte» (Ex. 17:15);
3) Yahweh-Shalom, יְהוָֹה שָׁלוֹם, «Yahvé es paz» (Jue. 6:24);
4) Yahweh-Shammah, יְהוָֹה שָׁמָּה, «Yahvé está allí» (Ez. 48:35);
5) Yahweh-Tsideqenu, יְהוָֹה צִדְקֵנוּ, «Yahvé nuestra justicia» (Jer. 23:6).
6) Yahweh tsebaoth, יְהוָה צְבָאוֹת, «Yahvé de los ejércitos», que algunas versiones traducen directamente como Jehová Sabaot o Yahvé Sebaot. Es una designación bastante frecuente en el AT, en la que los > ejércitos representan las huestes celestiales (Jer. 5:14; 38:17; 44:7; Os. 12:5; Am. 3:13; Sal. 59:5; 80:4, 7, 14; Ro. 9:29; Stg. 5:4). Está ausente en el Pentateuco, Josué y Jueces. Se utiliza particularmente en los libros preexílicos: Samuel, Reyes, Salmos, Isaías, Amós. Viene a ser sinónima de Creador Todopoderoso, de Dominador Supremo, de Dueño de todo el cosmos, y equivalente a «Señor del cielo y de la tierra» (cf. Gn. 24:7; 2 Cro. 36:23; Job 15:15; Esd. 1:2; 5:11–12; 6:9–10; Neh. 1:4–5; 2:4, 20; Sal. 136:26; Dn. 2:18, 37; Ap. 11:13). Al parecer, el título «Yahvé de los ejércitos» testifica de una época tardía de Israel, asediado por sus vecinos mesopotámicos y famosos por su culto a los dioses astrológicos, al que los profetas anteponen el culto único al Dios de Israel, Señor del cielo y de la tierra, y de todo cuanto en ellos hay.
4. SHADDAY. Heb. 7706 Shadday, שָׁדַּי, «ommnipotente». Indica la plenitud y riqueza de la gracia de Dios, y al lector heb. le recordaría que todo don bueno y perfecto desciende de Dios, quien nunca se cansa de derramar sus misericordias sobre su pueblo, y que está más que bien dispuesto a darle que ellos a recibir. El término está relacionado con una raíz que significa «pecho», con lo que la idea es similar a la contenida en nuestra palabra «exuberancia». Quizá el vocablo «dadivoso» comunicaría el sentido con mayor precisión, pues denota la imagen de Dios como un dador liberal. Aparece casi siempre en relación con las bendiciones patriarcales (cf. Gn. 17:1; 28:3; 35:11; 49:25). Otros estudiosos buscan su raíz no en el hebreo, sino en el acadio sadû, la voz común para «montaña». Véase TODOPODEROSO.
5. ADONAY. Heb. 136 Adonay, אֲדֹנָי = «Señor, dueño, amo, juez». Este nombre fue también aplicado ya desde el principio al Dios de Israel (Gn. 15:2, 8; 18:3, 27, 30; Ex. 23:17; 34:23); se utiliza 427 veces en el AT para expresar la soberanía de Dios, y por ello el sentimiento de dependencia de la creación, la noción de que el hombre está al servicio de su Creador, a quien pertenece, y a quien debe su existencia como el vasallo a su soberano. Notemos que este término puede también utilizarse para un hombre; p.ej., Abraham es el «señor» de Sara y de su siervo (Gn. 18:12; 24:9, 10, 12). Moisés, amedrentado ante el servicio al que ha sido llamado, emplea el nombre divino apropiado al decir: «¡Ay, Señor [Adonay]!, nunca he sido hombre de fácil palabra». Y es Yahvé quien le promete su presencia y ayuda eficaz (Ex. 4:10–17). La expresión «Señor Yahvé», que aparece por vez primera en Gn 15:2, se halla frecuentemente por todo el AT. Lit. sig. «mi Señor Yahvé». Cuando nos encontramos con el titulo «Señor de señores», como en Dt. 10:17, las palabras son, lit. «Amo de amos», esto es, el Amo divino de todos aquellos que poseen u obtienen autoridad. El término gr. Kyrios, «Señor», en el NT es el equivalente del heb. Adonay.
6. EL SANTO DE ISRAEL. Heb. 6918 Qedosh Yisrael, קְדוֹשׁ יִשְׂרָאֵל. En el libro de Isaías, Dios es frecuentemente llamado el Santo de Israel, o solamente el Santo (Is. 1:4; 5:19, 24; 6; 40:25, etc.). En Ezequiel, Dios se hace conocer como Yahvé, como el Dios poderoso y verdadero, al manifestar su santidad (Ez. 20:41ss; 28:22; 36:2 etc.). Es preciso señalar que Dios jura por su santidad, como jura por sí mismo (Am. 4:2; Sal. 89:36; Gn. 22:16; Ex. 32:13; Jer. 22:5; Is. 45:23). La santidad parece ser sinónimo de la divinidad. La lectura de un libro como Levítico deja al lector convencido de ello. La santidad, considerada en Dios, no resulta ser tanto uno de sus atributos como su mismo carácter. A través del AT, los textos en los que se trata de la santidad divina expresan a la vez su inefable pureza, su horror al mal, su aborrecimiento contra el pecado, al igual que su gloria, majestad, elevación y grandeza supremas. La santidad de Dios está en estrecha relación con sus > celos, su > ira y su > venganza. Su naturaleza celosa (Ex. 20:15) no es nada más que su santidad en acción (Oehler). En Ez. 38:18, 23 leemos que en sus celos e ira Jehová ejercerá sus juicios sobre Israel y que así él se glorificará y santificará. Al revelarse como santo, Dios intimaba a Israel a ser también un pueblo santo (Lv. 11:44; 19:2; 20:7, 27; cf. 1 Pd. 1:16).
7. PADRE. Heb. 1 ab, אָב; gr. Pater, Πατήρ. Es el nombre más antiguo y frecuente entre los pueblos indoeuropeos, para quienes el ser supremo era llamado “Padre del cielo”, Dyaus pitar, de donde derivan Zeus Pater y Júpiter, nombres griego y latino del «padre de los dioses y de los hombres» (Homero, Odisea I, 28). Zeús y Theós fueron originalmente, con toda probabilidad, la misma palabra.
El apóstol Pablo, después de citar dos himnos paganos escritos en honor de Zeus, argumenta en base a ellos en favor de la naturaleza espiritual de Theós, θεός, creador del mundo (Hch. 17). La paternidad divina era concebida por el paganismo en sentido natural, biológico. Los reyes y héroes eminentes se presentaban como «hijos de los dioses», en tanto que participantes de la misma naturaleza de sus progenitores divinos. Para los estocios, todos somos hijos de Dios por naturaleza, «porque todos hemos sido hechos por Dios» (Epicteto, 1, 2, 1). En los escritos mistéricos se halla la idea de que solo por un acto propio, es decir, por la regeneración, se hace el hombre hijo de Dios o es dotado de naturaleza divina. En el AT, Jehová es considerado como «Padre» en un sentido nacional, e invocado como tal, pero sin ninguna connotación pagana respecto a una filiación natural divina del hombre (Gn. 44:19, 20; Ex. 4:22; Dt. 32:6; 2 Sam. 7:14; Sal. 89:27, 28; Is. 63:16; 64:8). Por vía de analogía, en cuanto ancestro, antepasado y origen, Dios se autodefine como «Padre de Israel» (Jer. 31:9; Is. 63:16; 64:8; cf. Jn. 8:41; 5:45; 2 Cor. 6:18). La denominación «hijos de Dios», aplicada a los ángeles (Sal. 28:1; Job 1:6; 2:1; 38:7) no tiene ningún fondo físico genealógico, sino que quiere expresar únicamente la estrecha relación de estos seres celestiales con el Creador, de cuya corte son ministros y mensajeros.
En el NT, la revelación más sublime que resume para el cristiano todos los demás títulos y atributos divinos, es la designación de Dios como «Padre», enseñada una y otra vez por Jesucristo con un matiz personal desconocido anteriormente. Se revela claramente en la parábola del hijo pródigo (Lc. 15), el Padrenuestro (Lc. 11) y la oración sacerdotal (Jn. 17). Quienes creen en el nombre de Jesús son «hechos hijos de Dios» (Jn. 1:12; Ro. 8:16, etc.), «adoptados» por Dios en el Hijo (Ef. 1:6). Jesús mantiene una relación especial con el Padre (Mt. 6:4, 8, 15, 18; 10:20, 29; 13:43, etc.), que es compartida por sus discípulos (Ro. 1:7; 1 Cor. 1:3; 2 Cor. 1:2; Gal. 1:4; etc.). Véase ABBA, ADONAI, EL, ELOHIM, DIOS, JEHOVÁ, SEÑOR, TODOPODEROSO, YAHVÉ.