Pan

Heb. 3899 léjem, לֶחֶם, palabra de significado muy extenso que abarca todo tipo de comida o alimento, aunque en especial denota las viandas horneadas; gr 740 artos, ἄρτος = «pan», hogaza o torta pequeña cocida, compuesta de harina y agua, de forma oblonga o redonda y de un grosor como el del pulgar.
1. Carácter sagrado del pan.
2. Pan de trigo y pan de cebada.
3. Preparación y cocción.
4. Pan ázimo.
5. Panes de la proposición.
6. El Pan de Vida.
7. Pan y Eucaristía.
I. CARÁCTER SAGRADO DEL PAN. El pan ha sido siempre el alimento base de los pueblos agrícolas mediterráneos y de los del Próximo Oriente. Carecer de pan es igual a carecer de todo (Am. 4:6; cf. Gn. 28:20). Se ha estimado que en Oriente, tres cuartas partes del pueblo se alimenta de pan o de los productos manufacturados con harina de trigo o cebada. Esto explica el carácter sagrado que se le atribuye. En algunos lugares se tiene tanta reverencia hacia el pan que nadie se levanta para saludar a un huésped recién llegado si están partiendo el pan juntos, sino que se espera hasta que han terminado. Todo lo referente al pan, desde la siembra de la semilla hasta la cocción de la masa, se hace en el nombre de Dios. En muchos hogares, si un trozo de pan cae de la mesa, se limpia y se besa. La importancia de este alimento explica la sencilla petición de la oración de Jesús: «Danos hoy nuestro pan cotidiano» (Mt. 6:11). Esta misma resonancia sagrada se manifiesta en la designación de Jesús como «el pan de vida» (Jn. 6:35).
De esta relación sagrada del pueblo con el pan viene la costumbre universal de partir el pan con los dedos y no de cortarlo con cuchillo, pues se piensa que es absolutamente impropio. Cortar el pan es como cortarse la vida uno mismo. Tales costumbres se reflejan claramente en la Escritura.
II. PAN DE TRIGO Y PAN DE CEBADA. El pan de los israelitas tenía la forma de una torta plana; se hacía de > harina de trigo (Lv. 23:17; cf. Ex. 34:22; Ex. 29:23; Jue. 8:5) y era consumido principalmente por los ricos (1 R. 4:22; 2 R. 7:1; Ez. 16:13, 19; Ap. 18:13). La harina fina o «flor de harina» se utilizaba en especial en las ofrendas religiosas (Ex. 29:40; Lv. 2:1; Ez. 46:14). El pan de harina de > cebada indicaba extrema pobreza (Jn. 6:9, 18) o tiempos de escasez (Rut 3:15, cf. 2 R. 4:38, 42; Ap. 6:6; Josefo, Guerras, 5, 10, 2). La cebada era el alimento de los caballos (1 R. 4:28), y su harina resultaba áspera. Consumir pan de harina de trigo era señal de una buena posición en la escala social. En el libro de los Jueces se narra la curiosa imagen de un sueño que representa a Gedeón como «pan de cebada que rodaba hasta el campo de Madián» (Jue. 7:13), indicación del menosprecio con que veían a Israel sus enemigos, considerándolo un pueblo inferior que comía pan de cebada; precisamente, Dios iba a servirse de los despreciados israelitas del ejército de Gedeón para vencer a los orgullosos madianitas. El joven que tenía aquellos cinco panes de cebada que dio a Jesús y vio cómo se multiplicaban para alimentar a cinco mil personas (Jn. 6:9), debe haber pertenecido a la clase más pobre, pero su contribución hizo posible aquel milagro, y la multitud quedó satisfecha.
III. PREPARACIÓN Y COCCIÓN. El grano era molido cada día en un molino manual, y se cocía a diario para tenerlo fresco. Si se hacía para su inmediato consumo, no se solía emplear levadura (Gn. 19:3; 1 Sam. 28:24). El método más primitivo para cocer el pan era ponerlo sobre piedras calientes (1 R. 19:6). Otro método sencillo consistía en cavar en la tierra un hoyo de metro y medio de profundidad y de un metro de diámetro; tras calentarlo, la masa se extiende hasta quedar del grueso de un centímetro, y se golpea sobre las paredes del horno, donde se cuece al instante. En nuestros días, es la práctica habitual de los beduinos.
La cocción del pan era habitualmente un trabajo reservado a las mujeres (Gn. 18:6; 1 Sam. 8:13; Lv. 26:26; cf. Jue. 6:19). En las grandes mansiones, era trabajo de esclavos, aunque en las ciudades había > panaderos que vendían el pan (Jer. 37:21; cf. Os. 7:4, 6). Con frecuencia, se cocía en un > horno semipúblico o en el del panadero local, y las mujeres se turnaban para ello.
IV. PAN ÁZIMO. En condiciones normales, la masa era siempre fermentada con > levadura (heb. seor, שְׂאֹר, gr. zyme, ζύμη), pero en circunstancias especiales, por falta de tiempo, la levadura era omitida (Gn. 18:6; 19:3; Ex. 12:39; Jue. 6:19; 1 Sam. 28:24). Tales panes reciben el nombre de matstsoth, מַצֹּות; Sept. ázyma, ἄζυμα, palabra de significado dudoso, que puede hacer referencia a la delgadez de la pieza o a su «pureza». El gr. ázymos, ἄζυμος, significa simplemente «sin levadura», esto es, sin ningún proceso de fermentación; de ahí, metafóricamente, pasa a indicar una condición santa, espiritual (1 Cor. 5:7), y de sinceridad y verdad (v. 8). Con artículo designa la fiesta de los panes sin levadura (Mt. 26:17; Mc. 14:1, 12; Lc. 22:1, 7; Hch. 12:3; 20:6). El pan con levadura recibe el nombre de jamets, חָמֵץ, lit. «formado, leudado»; (Ex. 12:39; Os. 7:4). El pan ázimo o sin levadura era preparado y comido en la fiesta de la > Pascua para conmemorar la salida apresurada de Egipto (Ex. 12:15; 13:3, 7; Dt. 16:3).
V. PANES DE LA PROPOSICIÓN. Heb. léjem panim, לֶחֶם פָּנִים, lit., «pan del rostro» (Ex. 25:30), esto es, de la presencia, refiriéndose a la presencia de Dios (cf. Is. 63:9 con Ex. 33:14, 15). En la LXX recibe el nombre de «el pan de la ofrenda», gr. prosphorá = «llevado hacia». En el NT recibe el nombre de «pan de la proposición», gr. próthesis, lit.: «pan de la presencia», de pro, «delante», y títhemi, «poner»: y artos, «hogaza» (Mt. 12:4; Mc. 2:26; Lc. 6:4, lit. «las hogazas de la proposición»; en Heb. 9:2, lit., «la proposición de las hogazas»).
Recibe este nombre porque era llevado delante del rostro o presencia de Yahvé en su santa morada. También es llamado «el pan del ordenamiento» (1 Cro. 9:32), «el pan continuo» (Nm. 4:7), que no debía faltar de la mesa de oro del lugar santo; y el «pan sagrado» (1 Sam. 21:4, 6). Se trata de doce hogazas, que representaban a las doce tribus de Israel (Lv. 24:7; cf. Ex. 28:10–12; 24:4; 28:21), dispuestas cada sábado ante Yahvé, «en nombre de los hijos de Israel» (Lv. 24:8). Se colocaban en dos hileras de seis sobre la mesa, donde se hallaban constantemente delante del Señor. Eran renovadas cada sábado. Los sacerdotes, como representantes de la nación, participaban del pan de la proposición (Ex. 25:30; Lv. 24:5–9; 1 Sam. 21:6; Mt. 12:4).
Cada hogaza contenía dos décimas partes de un efa de flor de harina, de la empleada para los huéspedes destacados y para la mesa del rey (Gn. 18:6; 1 R. 4:22). La flor de harina figuraba en diversas ofrendas (Lv. 2:1; 5:11, etc.). Este pan simbolizaba la comunión ininterrumpida del pueblo con Yahvé, el autor de los bienes de que gozaban los israelitas y que empleaban para su servicio. Representaban asimismo a Cristo, el pan de vida, suficiente para todo su pueblo.
Los > coatitas eran los encargados de la preparación de estos panes cada sábado (1 Cro. 9:32). La mesa, de madera de acacia recubierta de oro, tenía una moldura de oro a todo su alrededor, y también cuatro anillos de oro, uno en cada ángulo. Por ellos pasaban dos barras para su transporte. Medía dos codos de longitud, uno de anchura, y uno y medio de altura (Ex. 25:23–29), y era transportable (cf. Nm. 4:7, 8). Se hallaba en el lugar santo, en el lado del norte, a la derecha de la entrada del Tabernáculo (Ex. 40:22). El Templo de Salomón tenía diez mesas destinadas a los panes de la proposición. Parece que solo se usaba una cada vez, así como solo se encendía un candelero a la vez (1 Cro. 28:16; 2 Cro. 4:8, 19; 13:11; Ant. 8:3, 7). Tal es la razón de que 1 R. 7:48 y 2 Cro. 29:18 solo mencionen una mesa. Antíoco Epífanes se apoderó de ella, pero Judas Macabeo la reemplazó por una mesa nueva (1 Mac. 1:22; 4:49). Tito la hizo llevar a Roma (Guerras 7:5, 5) y fue representada como parte del botín de guerra en su arco de triunfo.
Cuando el pan de la proposición fue reinstituido por Nehemías (10:32), se impuso una capitación de un tercio de siclo sobre los judíos (Mt. 17:24). Se ha planteado la cuestión de si este pan, que seguía estando en buenas condiciones al cabo de ocho días, era leudado. Josefo afirma que no (Ant. 3:6, 6). Durante la primera Pascua, cuando se dio la orden de marcha, la masa estaba ya preparada, pero no leudada (Ex. 12:34).
VI. EL PAN DE VIDA. En sentido metafórico, Cristo es presentado como el Pan de Dios y de Vida (Jn. 6:33, 35). Los Padres Apostólicos atribuyeron a estas alusiones un sentido eucarístico. La escuela alegórica de Alejandría las interpretó espiritualmente. En los primeros siglos, no hay acuerdo general respecto al sentido exacto de «comer» de este pan. Prevalece el figurado, aunque pronto se impuso el llamado «realismo eucarístico».
Para el propio Jesús, el pan al que se refiere es un signo de los nuevos tiempos. Moisés había dado de «comer pan del cielo» al comienzo de la historia de Israel, que el NT interpreta como una sombra o tipo del nuevo Pan del Cielo, que es Cristo, enviado por el Padre para alimentar al nuevo pueblo de Dios.
VII. PAN Y EUCARISTÍA. Jesús escogió el pan como signo adecuado de su cuerpo, pues en él se concentran los elementos vitales de su obra y ministerio. El grano de trigo, materia del pan, es arrojado a la tierra para dar fruto mediante la muerte (Jn. 12:24), metáfora que expresa suficientemente el misterio de la muerte y resurrección de Jesús. Así como el pan es el alimento básico del pueblo, su ser, cuerpo y sangre, es alimento salvífico del mundo (Jn. 6:48–51).
Comer el pan regularmente con alguien es ser su amigo (Sal. 41:10, Jn. 13:18), tener comunión, que es precisamente uno de los elementos esenciales de la > Eucaristía o > Cena del Señor (1 Cor. 10:16). Véase COMIDA, TORTA.