Oriente

Heb. 6924 qédem, קֶדֶם, prop. lo que está enfrente, la parte frontal; 4217 mizraj, מִזְרַח, indica la salida u orto del sol; gr. 395 anatolé, ἀνατολή, en principio la salida u orto del sol y de las estrellas, en correspondencia con el verbo anatello, «hacer levantar»; lat. oriens = «el que sale».
Tanto mizraj como anatolé denotan la dirección del sol naciente. Los heb. se orientaban mirando hacia el este y a partir de ahí determinaban los otros puntos cardinales. Por esta razón, la palabra qédem, קֶדֶם, «lo que está enfrente» o «delante» indica el oriente. En algunas ocasiones mizraj y qédem se complementan: «El ancho del atrio al frente, es decir, al este» (Ex. 27:13; cf. Jos. 19:12).
Qédem se emplea para describir las distintas regiones del mundo (Gn. 13:14; 28:14; Job 23:8, 9; Ez. 47:18ss.), y mizraj cuando el este se diferencia del oeste (Jos. 11:3; Sal. 1:1; 103:12; 113:3; Zac. 8:7) o de cualquier otra región (Dan. 8:9; 11:44; Am. 8:12). Por otra parte, qédem tiene un sentido estrictamente geográfico al describir un lugar o nación inmediatamente delante de otra en dirección oriental (cf. Gn. 2:8; 3:24; 11:2; 13:11; 25:6); de ahí que se convirtiera en nombre propio: «la tierra del oriente», lit. «la tierra de Qédem» (Gn. 25:6), es decir, la zona que queba al oriente de Palestina, a saber, Arabia, Mesopotamia y Babilonia.
La tierra de oriente, heb. érets qédem, אֶרֶץ קֶדֶם, es la región a la que Abraham envió a los hijos de sus concubinas (Gn. 25:6), prob. en el lejano sudeste de Palestina, donde habitaban los beduinos. En Gn. 29:1 este nombre se aplica a la región de Harrán junto al río Balih, en la Turquía meridional. Por otra parte, se utiliza la expresión, «hijos del Oriente», sin contexto geográfico, para referirse a los madianitas y amalecitas, que están al sur y sudeste de Palestina (Gn. 10:30; 25:6, 15; 29:1; Jue. 6:3; 33; 7:12; 8:10).
Oriente es por excelencia «el lugar donde nace el sol», mizraj shémesh, מִזְרַח שֶׁמֶשׁ (Is. 41:25; Jue. 11:18; cf. Mt. 2:1, 2, 9; 8:11; 24:27; Lc. 13:29; Ap. 7:2; 16:12; 21:13). La oración en la puerta situada al este del Templo de Jerusalén tenía su importancia: durante los equinoccios de primavera y de otoño, los primeros rayos del sol naciente, heraldos de la gloria de Dios, podían penetrar hasta el Lugar Santísimo.
En el NT se dice que cuando nació Jesús en Belén de Judea, «unos magos vinieron del oriente», magoi apó anatolôn, μάγοι ἀπὸ ἀνατολῶν, porque habían «visto su estrella en el oriente», en te anatolê, ἐν τῇ ἀνατολῇ (Mt. 2:1, 2). En Lc. 1:78 se llama metafóricamente a Cristo «[la] Aurora» a través de la cual vino la luz al mundo, resplandeciendo de inmediato sobre Israel, para hacer desvanecer las tinieblas en que estaban sumidas todas las naciones (comp. Mal. 4:2). Véase AURORA, NORTE, OCCIDENTE, VIENTO.