En la Biblia no hay ningún término que designe los metales en general, por lo que se habla siempre de metales concretos, a saber, oro, plata, cobre o bronce, hierro, estaño y plomo, que obtenían en su propio suelo o como resultado del comercio.
La metalurgia es el arte y técnica de la obtención y tratamiento de los metales, una verdadera transformación de la materia mediante el fuego. En el Génesis se atribuye a > Tubal-caín la maestría de todos los que trabajan el bronce y el hierro (Gn. 4:22). El descubrimiento de los metales y su tratamiento permitió al hombre la invención de armas y herramientas que modificaron su vida por completo. Este descubrimiento tuvo lugar en el Próximo Oriente en el IV milenio a.C. y constituyó la última fase de la prehistoria, inmediatamente anterior a la aparición de la escritura. Los instrumentos de piedra, labrados con gran habilidad y técnica, eran de uso limitado, ya que se quebraban y gastaban con facilidad. Se necesitaba un material más resistente y fácil de trabajar. Esta necesidad condujo al descubrimiento del cobre. En una primera etapa, le daban forma golpeándolo con un martillo, de acuerdo a la herramienta que necesitaban. Más adelante, aprendieron a fundirlo; vaciándolo en moldes podían hacer instrumentos de cualquier tamaño y forma. En el IV milenio se atestigua el empleo de moldes de piedra y de procedimientos de vaciado. La especialización en el trabajo de los metales se puede advertir en el vocabulario: se utilizaban distintas palabras para referirse a los artífices. Así, el qurqurru era el fundidor, encargado de la preparación del metal que, separado del mineral de origen en forma de planchas o lingotes mediante su fundición en un horno, y una vez limpio de impurezas y escorias, era luego trabajado por el nappahu, el herrero, mediante la fundición en moldes para la fabricación de herramientas y armas, o el martilleo de los metales maleables para conseguir finas láminas o trabajar el hierro. El kutimmu era el orfebre, especializado en los trabajos que concernían al oro y la plata, y entre cuyas técnicas figuraba ya la de la soldadura.
La parte inicial de los trabajos metalúrgicos solía desarrollarse en lugares próximos a las zonas de extracción minera, ya que el metal una vez limpio y preparado era más fácil de transportar. No obstante, había también talleres de fundidores en las ciudades y en los templos, pues en ocasiones el mineral viajaba en estado nativo y porque los objetos de metal inservibles eran refundidos para volver a fabricar piezas nuevas. Las altas temperaturas necesarias para la fundición se conseguían utilizando como combustible carbón vegetal, forzando la ventilación de los hornos mediante toberas y por el mismo poder refractario de la cerámica con que estaban fabricados los hornos. El metal era fundido una y otra vez, y golpeado con martillos de piedra para eliminar las impurezas. Además de herramientas, utensilios y armas, se fabricaban de bronce figuras y relieves.
Las excavaciones iniciadas en Susa (Elam) indican que era un notable centro de producción artesanal de metal. Hacia el 3200, tanto en > Elam como en Mesopotamia se conoce ya el sistema de fundición «a la cera perdida». Hasta fines del siglo IV fue la meseta irania la que marcó las pautas, gracias a la abundancia de sus recursos. Pero en el III milenio la mayor creatividad se aprecia en los medios urbanos de Mesopotamia: los grandes talleres de los palacios y los templos fueron capaces de innovar, por un lado, y de conseguir suministros desde tierras muy lejanas. A comienzos del II milenio se difundirán muy profusamente las numerosas técnicas metalúrgicas creadas en Elam y Mesopotamia, hasta entonces reservadas a las élites sociales.
La fundición del cobre coincidió además con el desarrollo de la metalurgia del oro, la plata, el estaño y el plomo. El empleo del cobre dio lugar al descubrimiento del > bronce, que es una aleación de cobre y estaño, que, combinados, aumentan su dureza, lo que permite fabricar instrumentos y armas más duraderos y eficaces. Esto ocurrió seguramente a finales del III milenio a.C. El bronce reunía ventajas extraordinarias sobre todos los demás metales conocidos por el hombre de la antigüedad; esto explica que fuese utilizado durante unos dos mil años. En esta época el hombre realizó otra importante invención: el > arado tirado por animales, que reemplazó al simple hoyo hecho con un palo aguzado. Esto permitió aumentar las áreas de cultivo. También descubrieron la importancia de guiar el agua y proteger los terrenos de las inundaciones, para lo cual construyeron canales de regadío y diques. Otro invento clave fue la rueda, que facilitó enormemente el transporte de cargas pesadas. Al unir dos ruedas mediante un eje, se crearon los primeros carruajes.
También se trabajó el oro, relativamente blando y extraordinariamente maleable; se podían hacer verdaderas filigranas con él y ni el tiempo ni la humedad lo alteraban. Con él se fabricaban pulseras, colgantes, brazaletes, etc. También la plata era blanda y resistente a la acción del tiempo, aunque mucho menos que el oro. Con ella se fabricaron adornos de segunda categoría. Fue especialmente usada para fabricar espejos, porque su blanca superficie devuelve las imágenes con clara nitidez después de bien pulida.
Desde el siglo XIII, el hierro comenzó a hacerse cada vez más frecuente, reemplazando al bronce, que quedó relegado a un segundo rango a comienzos del primer milenio. Demanda un proceso de obtención mucho más elaborado, pero su dureza sirve extraordinariamente para armas y herramientas. Alrededor del año 3000 a.C. ya existía una primitiva metalurgia del hierro esponjoso en la ciudad mesopotámica de Ur; el hierro colado no se descubrió hasta el año 1600 a.C., ya que hacía falta una temperatura superior a los 1.500º Celsius. Sus descubridores lo mantenían como un secreto celosamente guardado. El origen de la metalurgia del hierro parece estar en Armenia, con los pueblos mitani e hititas, que gracias a dicho material pudieron crear poderosos imperios militares. El uso generalizado del hierro hacia el 1200 a.C. no supuso la desaparición de las culturas del bronce, que subsistieron por mucho tiempo. La metalurgia, tanto del bronce como del hierro, conoció un desarrollo espectacular en tierras de Urartu. La destreza de los artesanos urartianos en los procedimientos del fundido y la forja, así como la calidad de las manufacturas realizadas, alcanzó allí niveles muy elevados.
Debido a las necesidades militares, la metalurgia alcanzó en Asiria un desarrollo especialmente notable y una gran perfección técnica. A lo largo del siglo VIII a.C., el hierro desplazó al cobre y al bronce tanto en la vida ordinaria como en la producción militar. La extracción y elaboración del hierro produjeron una revolución tecnológica y favorecieron el desarrollo y complejidad de la industria metalúrgica. La fuerte caída del coste de esta nueva y más asequible clase de metal contribuyó a su amplia difusión. Al desarrollo de las manufacturas especializadas durante este período contribuyó también de forma importante la presencia de artesanos extranjeros, especialmente siro-fenicios, llevados a los talleres de sus palacios por los monarcas asirios, y responsables de la fabricación de bienes de gran calidad, como las tallas de marfil o las telas de lujo.
En Palestina, los filisteos tenían el monopolio de la tecnología del hierro (cf. 1 Sam. 13:20, 21). En tell el-Hesi y en tell Yemme se han hallado hornos para su fundición. El hierro utilizado por los filisteos parece haber sido de importación, a través de su comercio martítimo con los fenicios. La mayoría de los metales eran objeto de importación en Israel. El oro y plata procedían de España y la India (1 R. 9:28). Son frecuentes las referencias a los ricos metales de > Tarsis (Jer. 10:9; Ez. 27:12). Véase COBRE, BRONCE, HIERRO, HORNOS, ORO, MINERÍA, PLATA.