MÚSICO

Heb. 5059 nagán, נגן = «hacer música, tañer, tocar»; participio menaggen, מְנַגֵּן = «músico», que toca el arpa (2 R. 3:15); gr. auletés, αὐλητής = «flautista» (Mt. 9:33); 3451 musikós, μουσικός = «músico» (Ap. 18:22).
Desde tiempos antiguos, la música y los músicos han estado asociados a las funciones religiosas. En los días de Samuel había una compañía o grupo (jébel, חֶבֶל; Sept. khorós, χορός) de profetas que tocaban diversos intrumentos musicales: liras, panderos, flautas y arpas, para acompañar sus oráculos (1 Sam. 10:5). Ante la presencia de un músico, y cuando este tañía, sucedió que la inspiración de Yahvé vino sobre Eliseo (2 R. 3:15). David dispuso un coro permanente de músicos para el culto sagrado, cuya función no se limitaba a tocar instrumentos, sino a profetizar «con arpas, liras y címbalos» (1 Cro. 25:1). Un grupo estaba bajo la dirección de > Asaf, quien profetizaba bajo la dirección del rey (v. 2); otro, de > Jedutún, quien profetizaba acompañado de arpa para dar gracias y alabar a Yahvé (v. 3); y un tercero, de > Hemán, dedicados a la música en la casa de Dios (v. 6). En total, 288 expertos en la música dedicada a Yahvé, todos maestros (v. 7).
Saúl, atormentado por un espíritu malo, encontró alivio gracias a las interpretaciones musicales de David (1 Sam. 16:16–23). De hecho, en la vida de Saúl la música aparece desde el principio unida a un poder regenerativo. Samuel le dijo que cuando encontrara a los profetas, «el Espíritu de Yahvé descenderá sobre ti con poder, y profetizarás con ellos; y serás cambiado en otro hombre» (1 Sam. 10:6).
En los días del NT, era costumbre que los músicos acompañaran los > funerales (Mt. 9:33; comp. Josefo, Guerras, 3, 9, 5), como sigue siendo costumbre en Oriente. Véase FUNERAL, PROFETA.