OBRA

Heb. 4399 melakhah, מְלָאכָה = «trabajo, arte, cosa»; gr. 2041 ergon, ἔργον = «trabajo, empleo, tarea, obra»; heb. 6213 asah, עשׂה = «hacer»; gr. poíesis, ποίησις = «acción», relacionado con el verbo poieo, «hacer», aparece 3.200 veces en la LXX como traducción de asah y 565 en el NT.
Melakhah se dice de la totalidad de la creación de Dios: «Y acabó Dios en el día séptimo su obra que hizo, y reposó el día séptimo de toda su obra que había hecho» (Gn. 2:2). Por esta razón, el hombre descansará de todas sus obras en el día séptimo (Ex. 12:16; 20:9; etc). El término asah significa la ejecución de una ley o mandamiento: «Cuidaréis de poner por obra todo mandamiento que yo os mando hoy» (Dt. 8:1; cf. 17:19; 19:9: 28:58; 2 R. 18:12). Es el equivalente heb. a las obras de fe del cristiano. El creyente del Antiguo Pacto estaba comprometido y obligado a vivir conforme a él, es decir, a expresar su contenido en obras de justicia: «Poner por obra las palabras del pacto escritas en este libro» (2 Cro. 34:31; cf. Jer. 11:6; Ez. 20:19).
En cuanto al vocablo gr. ergon en el NT, denota la acción de Dios (Jn. 6:28, 29; 9:3; 10:37; 14:10; Hch. 13:41; Ro. 14:20; Heb. 1:10; 2:7; 3:9; 4:3, 4, 10; Ap. 15:3); de Cristo (Mt. 11:2; Jn. 5:36; 7:3, 21; 10:25, 32, 33, 38; 14:11, 12; 15:24; Ap. 2:26); o de los creyentes (Mt. 5:16; Mc. 14:6; Hch. 9:36; Ro. 13:3; Col. 1:10; 1 Tes. 1:3). «Toda obra de fe» (2 Tes. 1:11) denota las aquellas actividades que se emprenden por causa de Cristo (1 Ti. 2:10; 5:10; 6:18; 2 Ti. 2:21; 3:17; Tit. 2:7, 14; 3:1, 8, 14; Heb. 10:24; 13:21); en Stg. 1:25, las obras acompañan a la fe y la manifiestan de forma visible y práctica. Las «obras de la ley» (Ef. 2:9; Gal. 2:16; 3:2, 5), por el contrario, indican las demandas que la Torah exige tanto a los judíos como a los gentiles (Ro. 2:15; 3:20; 9:12, 32; 10:6; 11:3; Gal. 2:16; 3:2, 5, 10; Ef. 2:9), cuyas demandas son imposibles de cumplir por el pecador, tanto como al negro cambiar el color de su piel (cf. Jer. 13:23). Las obras humanas, aunque puedan parecer intachables desde el punto de vista social, son calificadas de tenebrosas (Ro. 13:12; Ef 5:11), carnales (Gal. 5:19), malvadas (Jn. 3:19; 7:7; 2 Ti. 4:18; Gal. 1:21), diabólicas (Jn 8:41), impías (Jud. 15) e inicuas (2 Pd. 2:8). Presentarlas como un mérito ante Dios es una pretensión perversa, una jactancia orgullosa, señal y consecuencia del pecado. Por esta razón, el hombre es justificado por la fe aparte de las «obras de la ley» (Ro. 3:20; Gal. 2:16). De esta manera se evita cualquier tentación de jactancia. Se da por supuesto que la fe verdadera producirá «buenas obras», en las que hay que andar, en tanto que preparadas de antemano para los creyentes (Ef. 2:10). Desde el punto de vista de la gracia, las obras son signos de salvación.
En los días de su carne, el Señor Jesús afirmó que sus obras evidenciaban su filiación divina, que había sido enviado por el Padre, que el Padre estaba en él y él en el Padre (Jn. 9:4; 10:37, 38; 14:11). Del mismo modo, los que creen en él deben evidenciar con sus obras que están en Cristo, que viven por él y para él, debido a que la relación de Jesús con sus seguidores es semejante a una vid, cuya savia vivificante se transmite desde el tronco a todas las ramas (Jn. 15:5). Según Juan, la > elección para salvación obedece al propósito de llevar fruto de buenas obras: «Vosotros no me elegisteis a mí; más bien, yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto» (Jn. 15:16). Otro tanto viene a decir el apóstol Pablo al presentar este mismo tema bajo la rúbrica de la identificación vital y espiritual con Cristo: «Sabemos que a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo» (Ro. 8:29). «Dios es el que lo hace todo en todos» (1 Cor. 12:6). Ya no existen obras puramente humanas, sino que todo es gracia.
La obra de cada cristiano será evidente por su calidad, que se manifestará mediante la prueba de fuego; si permanece la obra, recibirá recompensa, pero «si la obra de alguien es quemada, él sufrirá pérdida; aunque él mismo será salvo, pero apenas, como por fuego» (1 Cor. 3:12). En un sentido general, después de la resurrección de los muertos todos serán juzgados según sus obras (Ap. 20:12, 13).
A los ricos se les recomienda que hagan el bien, que sean ricos en buenas obras; que muestren generosidad y estén dispuestos a repartir con los demás lo que poseen (1 Ti. 5:10; 6:18–19; cf Tit. 1:16; 2:7, 14; 3:8, 14). Todo cristiano en general es llamado a tener un comportamiento renovado acorde con la «nueva vida» (Ro. 6:4), a «dejarse conducir por el Espíritu» (Gal. 5:16) como «hijos de la luz» (Ef. 5:8), a «comportarse de una manera digna del Señor, intentando complacerle en todo, fructificando en toda obra buena» (Col. 1:10), a «hacer el bien a todos» (Gal. 6:10). Véase FE, JUSTIFICACIÓN, LEY, OBEDIENCIA, RECOMPENSA.