Vid

raducción de dos términos hebreos:
1. Heb. 1612 gephen, גֶּפֶן = «vid, parra, viñedo», o con más precisión gephen hayyayin, גֶּפֶן הַיַּיִן, nombre muy frecuente para la vid, usado en sentido general; gephen sadeh, גֶּפֶן שָׂדֶה = vid silvestre (2 R. 4:39); gephen Sedom, גֶּפֶן סְדֹם = «vid de Sodoma» (Dt. 32:32), en sentido figurado.
2. Heb. 8321 soreq, שׂרֵק, o soreqah, שׂרֵקָה = «vid, cepa [de viñedo, que produce uvas]» (Jer. 2:21; Is. 5:2; Gn. 49:11).
El nombre común para vid en gr. es ámpelos, ἄμπελος, que se emplea en sentido literal (p.ej. Mt. 26:29; Stg. 3:12) y figurado acerca de Cristo (Jn. 15:1, 4, 5).
Planta de tronco retorcido y largos sarmientos. Ha sido siempre considerada como una de las tres plantas típicas del Mediterráneo oriental, junto con el olivo y la higuera (Jue. 9). Crece espontáneamente en toda el Asia occidental templada. Los textos y los testimonios arqueológicos atestiguan su presencia, muy antigua, en Asiria, Egipto y Palestina. Como planta salvaje, puede trepar sobre los árboles y fructificar (Sal. 80:11). Su vigor es tal que se necesita contener su potencia por medio de una poda anual. La vid no podada es llamada nazir, por analogía con el hombre que por un voto se deja crecer el > pelo (Lv. 25:5).
Las hojas o pámpanos son grandes, divididas en cinco lóbulos más o menos profundos. Frente a algunas de ellas nace un zarcillo o tijereta, que puede enroscarse y trepar por soportes naturales o artificiales (emparrado). Su fruto es la > uva, que encierra varias semillas. Las vides cultivadas comprenden unas cuarenta especies, diversificadas en miles de variedades. La vid mediterránea es la vitis vinifera, originaria de Asia occidental, cultivada desde tiempos muy remotos en Oriente Próximo (cf. Gn. 9:20, 21). Los egipcios tenían plantaciones de vides (Gn. 40:9–11; Sal. 78:47). Existen esculturas del Imperio Antiguo en las que se representan vides, uvas y prensas, así como la elaboración del vino. La tierra y el clima de Palestina son adecuados para su cultivo, que fue practicado desde el principio en Canaán (Gn. 14:18). La vid crecía en las llanuras de Filistea, Jezreel y Genesaret (1 R. 21:1; Guerras 3, 10, 8), y prosperaba en las regiones accidentadas cercanas a Hebrón, Silo, Siquem (Nm. 13:23; Jue. 9:27; 21:20; Jer. 31:5), En-gadi (Cnt. 1:14), Hesbón, Eleale, Sibma al este del Jordán (Is. 16:8–10; Jer. 48:32) y el Líbano (Os. 14:7). Hay una enorme diferencia entre las cultivadas y las silvestres (Is. 5:2; Jer. 2:21).
Las viñas se hallaban, frecuentemente, o bien en las cumbres o bien en las laderas de las colinas, en ocasiones en terrazas artificiales (Is. 5:1; Joel 3:18). Estaban protegidas con un vallado o un muro (Nm. 22:24; Sal. 80:8–12; Prov. 24:30, 31; Cnt. 2:15; Is. 5:5). Se despedregaba el terreno, se erigía una cabaña o una torre para el guardián, y se tallaba un > lagar en la roca (Is. 1:8; 5:1–7; Mt. 21:33–41). Estos antiguos lagares siguen existiendo en gran cantidad en Palestina. De todas las plantas cultivadas, es la vid la que requiere más cuidados (Mt. 20:1–16; Lv. 25:3; Prov. 24:30, 31; Is. 5:6; Jn. 15:2). Se dejaba que se extendiera por el suelo, solo elevando los sarmientos que llevaban fruto (Is. 16:8; Ez. 17:6). En ocasiones, se la hacia trepar por árboles o entre enrejados (1 R. 4:25; Miq. 4:4).
Se cultivaba en particular la uva negra (Is. 63:2; Ap. 14:19–20). En lugares privilegiados, la maduración terminaba antes del mes de agosto. Se consumía la uva fresca o pasa (Nm. 6:3; Dt. 23:24); elemento muy apreciado de la alimentación, se conservaba también en forma de tortas (1 Sam. 25:18; 1 Cro. 16:3). Su jugo se bebía fresco o fermentado. La vendimia comenzaba a mediados de septiembre y proseguía hasta octubre, en medio de un ambiente festivo. Las uvas eran pisadas en el lagar para obtener el mosto (Jue. 9:27; Is. 16:10; Jer. 25:30; 48:33).
Israel es comparado a una vid sacada de Egipto (Sal. 80:8–13) o viña en fértil ladera (Is. 5). Dios la dispuso así, plantándola con las más escogidas vides, y haciendo todo lo posible para su protección y rendimiento. Pero cuando se buscó fruto de ella, resultó que solo daba uvas silvestres. Por esta razón, Dios quitó su vallado, abandonándola a los elementos y a ser hollada por todos, una imagen profética de la infidelidad de Israel. Pero los frutos de justicia que Israel no ha sabido dar a Dios, Jesús se los da. Jesús es obediente y fiel a Dios hasta la muerte. Él es la vid verdadera del verdadero Israel. Fue plantado por su Padre, rodeado de cuidados y podado, a fin de llevar fruto abundante (Jn. 15:1ss.; Mt. 15:13). Su fruto es su vida, el vino de su sangre (Jn. 15:9, 13; cf. 10:10ss.; 17); por eso el vino, fruto de la vid, se ha convertido en signo sacramental de la sangre derramada en expiación por el pecado, y de la comunión permanente con la vid verdadera, que es Jesús (Mt. 26:27ss.; cf. Jn. 6:56: 15:4, 9ss.; 1 Cor. 9:26).
Él es la vid, sus seguidores los sarmientos, que permanecen en contacto íntimo con él, como miembros de su cuerpo. Jesús, el Señor, está en todos y todos están en él. Sin esta incorporación a su vida, sin esta identificación con ella, los creyentes son incapaces de vivir la vida de Dios (Jn. 15:4ss.). Nadie es discípulo por decisión propia; el Padre es el viñador que elige la planta y hace los injertos que considera necesarios, según su propia voluntad (Jn. 15:16). El Padre prepara el terreno, lo siembra y lo cerca con vistas a un fruto que le glorifique (Jn. 15:8–11). El Dios trino está aquí presente como el único dispensador de la vida auténtica y fructífera en unión con él. El Hijo es la vid y la raíz que alimenta mediante la savia de su Palabra y de su Espíritu la vida de los discípulos para gloria de Dios Padre. El sarmiento o rama que no da fruto es cortado y arrojado al fuego (Jn. 15:1–5). Véase FRUTO, LAGAR, VIÑA.