Recabitas

Heb. con art. harekhabim, הָרֵכָבִים, patronímico de Recab; Sept. Arkhabeín, Ἀρχαβείν, Rhakhabeín, Ῥαχαβείν. Rama de los > ceneos que vivía entre los israelitas (1 Cro. 2:55). > Jonadab, su jefe, les ordenó que se abstuvieran de vino y de toda bebida fermentada, y prescribió que no vivieran en casas ni cultivaran viñas ni campos, sino que habitaran en tiendas. Estas normas tenían por objeto preservar la simplicidad de la vida nómada y evitar así la contaminación de la mundanalidad e idolatría de las las ciudades de la época. Mucho tiempo después, el profeta Jeremías puso a prueba a los recabitas, constatando que eran fieles al mandato recibido. Con esto, Jeremís procuraba mostrar el contraste entre la obediencia de los recabitas con la desobediencia y rebelión de los judíos. Los recabitas habían obedecido a la orden de su padre y se negaban a transgredirla, pero los hombres de Judá, que habían escuchado la palabra de Yahvé y formalizado una alianza con él por medio de los padres, no querían guardarla. Entonces, el Señor prometió a los recabitas que su linaje no se extinguiría (Jer. 35:1–19).
El significado de la palabra indicaría que se trataba de una tribu de jinetes acostumbrada a la vida beduina, a los que era fácil alistarse en empresas arriesgadas. Se los presenta asociados al temerario > Jehú, cuya manera de conducir era la de un loco (2 R. 9:20). Jonadab participó en el exterminio de los sacerdotes de Baal (2 R. 10:15–28). El lujo y la licencia de las ciudades fenicias amenzaban la simplicidad de la vida nómada, incluso su misma existencia (cf. Am. 2:7, 8; 6:3–6). La protesta contra esta nueva forma de vida y sus peligros se dio en Elías, los > nazireos y los profetas como Amós, que argumenta: «Os hice subir de la tierra de Egipto y durante cuarenta años os hice caminar por el desierto y caminé con vosotros por el desierto para que poseyeseis la tierra del amorreo. Levanté profetas de vuestros hijos, y nazareos de vuestros jóvenes» (Am. 2:11). Se reforzó el ascetismo, por una parte, y la destrucción de la idolatría, por otra.
Los nabateos, de quienes Diódoro Sículo dice que no siembran cereales ni plantan árboles frutales, ni construyen casas para habitar, transmitían estas costumbres a sus hijos bajo pena de muerte para el transgresor, lo cual nos puede dar una idea de la mentalidad recabita. El hecho de que los nabateos habitualmente bebieran miel silvestre (meli agrion, μέλι ἄγριον) mezclada con agua (Diódoro Sículo, 19, 94) y comieran langostas, muestra la semejanza entre su modo de vida y el de > Juan el Bautista, los recabitas y los nazireos. La prohibición de beber vino sigue vigente entre los musulmanes. La secta de los wahabitas —los puritanos del islam—, de rápido crecimiento desde el siglo XIX, creada por Abd-ul-Wahab, de quien reciben su nombre, reproduce el viejo ideal coránico en todas sus implicaciones, tratando de proteger a los fieles de los vicios e influencias extrañas, del mismo modo que Jonadab quiso proteger a los recabitas de la influencia fenicia.
La invasión de Judá por Nabucodonosor en 607 a.C. expulsó a los recabitas de sus territorios. A partir de aquí se les pierde la pista. En el siglo XII d.C., Benjamín de Tudela dice que cerca de El Jubar (Pumbeditha) encontró judíos llamados recabitas. Cultivaban la tierra, tenían rebaños y se abstenían de vino y carne, daban el diezmo de sus bienes a sus maestros, que se dedicaban al estudio de la Ley y a llorar por Jersusalén. Afirma que ascendían a 100.000 individuos, gobernados por un príncipe, Salomón Hannasí, que trazaba su genealogía hasta la casa de David. Era gobernador de las ciudades de Thema y Telmas. Otro viajero posterior, el Dr. Joshep Wolff, dice que los judíos de Jerusalén y el Yemen le aseguraron que encontraría recabitas cerca de la Meca (Journal, vol II, p. 334, 1829). En el Yemen entró en contacto con la tribu de los Beni-Khaibr, que se identificaban a si mismos con los hijos de Jonadab. Su número ascendía a 60.000 individuos. «No beben vino, ni plantan viñedos, ni siembran, viven en tiendas, y recuerdan las palabras de Jonadab, hijo de Recab. Con ellos había hijos de Israel de la tribu de Dan, que residen cerca de Yerim, en Hadramaut, quienes esperaban, como los hijos de Recab, la pronta llegada del Mesías en las nubes de los cielos» (ibid. p. 335). Véase CENEOS, JONADAB.