Siria

(heb. ʾAram, gr. Syria). País de Asia. Sus límites han variado según las diferentes circunstancias históricas. En la época del AT Siria comprendía la mayor parte de las regiones que en la antigüedad llevaban el nombre de Aram y Canaán. El nombre de Siria se da en ocasiones como sinónimo del antiguo término Aram, lo cual es inexacto, porque Siria tiene un sentido más extenso. Abreviación del término Asiria, el término Siria se hizo común después de las conquistas de Alejandro Magno. Herodoto confunde Asiria con Siria, en tanto que para los hebreos, Siria parecía comenzar en el límite norte de Palestina, llegando por el norte a los contrafuertes del Taurus, por el oeste al Mediterráneo, y al este probablemente al Khabur, un afluente del Éufrates. Se distinguía: (1) La Siria de Damasco (2 S. 8:5–6). (2) La Siria de Soba. (3) La de Bet-rehob (10:6–8). (4) Aram-naharaim, o «Mesopotamia» (Gn. 24:10). Se mencionan sirios de más allá del Éufrates (2 S. 10:16–19). Los autores gr. empleaban el término Siria de una manera aún más extensa de la que los hebreos usaban el término Aram. En la LXX y en el NT se distingue entre Siria y Fenicia por una parte, y Samaria, Judea e Idumea por la otra. En un sentido restringido, que es el que se emplea en este artículo, el territorio de Siria medía unos 500 km. de norte a sur, y oscilaba entre 80 y 240 km. de anchura.
El país es montañoso en general. Al oeste, dos cadenas de montañas, cercanas entre sí, corren paralelas a la costa desde la región de Tire hasta Antioquía. Son el Líbano y el Antilíbano, que se unen cerca de Antioquía a la cadena del Amanus, que a su vez conecta con los montes Taurus. Con la región de Damasco, la zona más fértil de Siria es el largo valle de 360 km. situado entre el Líbano y el Antilíbano, la Celesiria (o Siria cóncava). La zona montañosa del norte es asimismo feraz, pero el suelo de las llanuras alrededor de Alepo es pobre. Al este, el desierto de Siria forma una meseta difícil de cruzar, y que no ha sido explorada de manera exhaustiva por el hombre. Su oasis más destacado es el de Palmira. Los principales cursos de agua son el Orontes, el Litani, el Barada, que pasa por Damasco, el Koweik, por Alepo, y el Sakhur, afluente del Éufrates.
Historia. Los primeros ocupantes del país parecen haber sido de origen camita (Gn. 10:6, 15–18); siendo aún en gran parte nómadas, afluyeron allí semitas provenientes del sureste. Por aquella época, la única ciudad mencionada en la Biblia es Damasco (14:15; 15:2); a continuación aparece el nombre de Hamat (Nm. 13:21; 34:8). Sin embargo, las excavaciones arqueológicas recientes arrojan mucha luz sobre este período de la historia de Siria, con el establecimiento de la existencia de un imperio comercial y político centrado en Ebla, y ya floreciente siglos antes de Abraham (véase Mardikh [Tell]). En base a estos descubrimientos, se ha podido documentar la existencia, ya entonces, de Biblos, Asdod, Jafa, Aco, Sidón, Beirut, Alalakh y Homs, entre otras.
Israel entró por primera vez en conflicto con los sirios en la época de David, que venció a Hadad-ezer, rey de Soba, a los sirios de Damasco (2 S. 8:3–13), los de Bel-rehob (10:6), así como los venidos de allende del Éufrates (vv. 16–19). Salomón mantuvo este dominio de Israel hasta el Éufrates (1 R. 4:21; cfr. Gn. 15:18), a excepción de Damasco, estado independiente regido por Rezón (11:23–25). Después de la separación de Israel y de Judá, los reyes de Siria establecidos en Damasco (Benadad, Hazael, Ben-adad II, Rezín) guerrearon frecuentemente contra los soberanos del reino del norte (Acab, Joram, Jehú, Joacaz, Joás, Jeroboam II). En la época de Acaz, rey de Judá, el rey de Siria Rezín le arrebató Elat y atacó Jerusalén, aliado con Peka, rey de Israel. Acaz llamó en su ayuda a Tiglat-pileser, rey de Asiria; éste atacó Damasco, tomándola, dando muerte a Rezín, y llevando a sus moradores al cautiverio (2 R. 16:5–9).
Siria quedó desde entonces anexionada al imperio asirio; pasó después a manos de los babilonios, y después de los persas. En el 333 a.C. se sometió sin lucha a Alejandro. A la muerte de este último, Siria se vio por primera vez encabezando un gran renio. Entre los generales de Alejandro que se repartieron el imperio en el año 321 a.C., Seleuco Nicátor recibió Mesopotamia y Siria. Desde el punto de vista comercial y militar, Siria resultaba la provincia más importante del nuevo Estado, cuya capital era Babilonia. Pronto se hizo evidente que el Asia occidental debería tener su propio gobierno, más conforme con la mentalidad helénica que el sistema político de los orientales. Hacia el 300 a.C., Seleuco Nicátor I construyó Antioquía, de la que hizo su capital (cfr. 1 Mac. 3:37). Su reinado fue brillante; pero después de él, los adversarios del reinado de los Seléucidas fueron cercenando poco a poco sus territorios. Al final del siglo II a.C., todo este reino estaba limitado a la Siria propiamente dicha. La conquista romana, en el 64 a.C., transformó este Estado en provincia de Siria, que administró un gobernador romano residente en Antioquía. El nombre de Siria sólo se aplicaba entonces a esta provincia, que englobaba la región situada al oeste del Éufrates, los montes Taurus, y hasta los confines de Egipto. Desde la época de Augusto, Siria fue gobernada por un legado nombrado por el emperador. En el 70 d.C., los romanos separaron Siria de Judea, que vino a ser una provincia distinta, administrada por un legado imperial.
Poco antes, en el 47 d.C., empezó la penetración del Evangelio en Siria, al principio por medio de aquellos que habían sido dispersados por la persecución sobrevenida tras la muerte de Esteban (Hch. 11:19–24), y después por los esfuerzos del apóstol Pablo (Gá. 1:21). Antioquía, la capital de Siria, vino a ser pronto la sede de un obispado, que pasó pronto a ser reconocido como uno de los patriarcas de la Iglesia de Oriente.