Relámpago.

Heb. 1300 baraq, בָּרָק = «relámpago», por analogía «destello, resplandor» (Dan. 10:6; Sal. 144:6; 2 Sam. 22:15; Esd. 1:11; Job 38:35; Sal. 18:15; 77:19, etc.); gr. 796 astrapé, ἀστραπή = «resplandor, relámpago» (Mt. 24:27; 28:3; Lc. 10:18; 11:36; 17:24; Ap. 4:5; 8:5; 11:19; 16:18). En Ex. 20:18 se usa el término 3940 lappid, לַפִּיד, prop. «antorcha flamígera», de donde «relampago».
En Siria y Palestina son frecuentes las tormentas durante la estación de las lluvias, en primavera y otoño. Los relámpagos y rayos van frecuentemente acompañados de fuertes aguaceros o en ocasiones de granizo.
En sentido figurado, los relámpagos son símbolo de la majestad terrible de Dios (Ap. 4:5; 11:19; cf. Ex. 19:16); representan asimismo los juicios que se abatirán sobre sus enemigos (Sal. 135:7; 144:6; 2 Sam. 22:15; Job 28:26; 37:4, 5; 38:25; 40:9; Zac. 9:14; Ap. 4:5; 16:18–21). La venida rápida e inesperada de Cristo en su gloria se compara con el relámpago (Mt. 24:27). El poder de Dios se manifiesta por la manera en que ha dado camino al relámpago y al trueno (Job 28:26), que lanza según su voluntad (Job 38:35).
Los relámpagos y truenos que salen del trono celestial (como en Ap. 4:5) son símbolos representativos de la gloriosa y terrible majestad divina; pero cuando llueve fuego del cielo sobre la tierra, expresa figuradamente el juicio de Dios sobre el mundo (cf. Ap. 20:9).