Oso

Heb. 1677 dob, דּוֹב, también escrito דֹּב, árabe dub, persa deeb y dob; gr. 715 arktos, ἄρκτος.
El oso más común en las tierras bíblicas era el sirio, ursus syriacus, de un marrón amarillento; excepto en caso de perentoria necesidad, tiene una dieta básicamente vegetariana; se vuelve peligroso si se le toca (Is. 11:7; Am. 5:19), y particularmente si se le quitan los cachorros (2 Sam. 17:8; Prov. 17:12; Os. 13:8). Aunque se halla en la actualidad solo en el Líbano, en el Hermón, y en zonas retiradas de Galaad, Basán y Moab, al este del Jordán, en el pasado merodeaba por toda la tierra de Canaán (cf. Prov. 28:15).
David dio muerte a uno cerca de Belén en defensa de su rebaño de ovejas (1 Sam. 17:34). En los parajes de Bet-el, dos osos que salieron del bosque despedazaron a cuarenta y dos muchachos que se burlaban de Eliseo (2 R. 2:24).
En Dn. 7:5, el oso que recibe la orden de devorar mucha carne representa el poder de Media y de Persia, uno de los cuatro imperios que en sucesión iban a regir el mundo.
Los cuatro animales de Daniel se funden en Ap. 13:2 en una sola bestia, que simboliza el poderío del sistema imperial mundial en su integridad; sus pies son pies de oso, pues son las armas más potentes y peligrosas de que dispone este plantígrado para dar muerte a sus víctimas.